domingo, 30 de marzo de 2014

DESAPARECIDA


“Yo siempre regreso a los pezones…”. Agustín Fernández Mallo, 2012.

No estás, no vuelves, solo permanece la segunda puerta desvencijada con el candado como un desolador aviso de tu continua ausencia, como una bandera de naufragio, como el oscuro de la noche sin luna, no habitas, no duermes ahí donde te buscaba en las mañanas sigiloso con los dedos cruzados para no encontrar al gentil hidalgo engañado y estuvieras sola solita como esperando que apareciera el fauno provocador e insistente que te llevaba de la mano, esa mano suave del rito, por los caminos de tu pasado de hembra deseada hasta por los árboles que te daban sombra mirando tu escote o el pasto que te espiaba bajo la falda, deseada por los innumerables que disfrutaron tu belleza inverosímil y altiva que dejaba un aroma de distancia imposible cuando caminabas por la antiguas calles del barrio. No estás, no hay las penumbras encerradas, ni las rendijas del sol voyerista, ni la charla equivoca entre nostalgias y coqueteos, ni la silueta de Manuela desordenando las cosas que dejo el nocturno encima de la mesita, la ropa encima del sofá y los deseos que viajan vertiginosos desde el lecho donde asumes tu veleidad de madura maja majestuosa hasta la silla donde yo me declaro macho en ciernes acechando. No estás una y otra vez, desapareciste con tu risa pícara y tu languidez de musa adormecida, ya no está tu mano suave acariciando mi verga cohibida, masturbándola con una ingenuidad de virgen florecida, dejando que mis manos sopesen tus pechos, rocen delicadas tus pezones pequeños y punzantes, exhibiendo tu pubis con sus suaves vellos y tu vulva vedada a mis dedos que solo pueden imaginar esa humedad escondida en la penumbra donde no estás.

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