(Paratexto)
Me faltó hacer el mapa de tu espalda de
cuello a talones, de rumbo nortesur descendiendo, las tersas curvaturas
bocabajo, la cartografía precisa e insensata de tus corvas lobachevskianas, el
deslizamiento lingual por la sensitiva hendidura entre tus nalgas empopadas o
por tus muslos maduros entibiados a besos lamidos o hervidos en la saliva
quemante de mi boca lasciva. Me faltó hacer la aritmética esencial, el conteo
lento a besos succionantes de tus vértebras, una a una hiladas en los
estremecimientos y el roce fálico abajo cuando allá arriba en las cervicales.
Tus dientes mordiendo los pétalos de la almohada, tus quejidos amortiguados por
la blanda mordaza, tus puños apretando como otra piel el edredón o las sábanas,
tus glúteos levantados buscando asegurando encajando atrapando urgentes la puntita
de la lengua lamedora. La instancia del ósculo coxiano en la tímida premonición
floral, inserta empotrada rígida en su humedad punzante, la juguetona, perversa
y placentera invasión del temeroso tierno sensible asterisco escondido ansioso en
su surco fisura zanja voluptuosa. El desliz resbalando por el reverso de tus
piernas la constatación de las manchitas ocultas de tus muslos. El gozne carnal
y sus pliegues secretos por el detrás de tus rodillas, mis labios embebidos
demarcando la vigencia de tus pantorrillas, mi nariz rozando lúdica tus
tobillos hasta invadir tus pies de salivas incandescentes y dejar que mi lengua
cuente tus deditos en un efusivo fetichismo salvaje. Me faltó tiempo para recorrerte
entera de bruces ahí en el lecho mientras afuera comienzan las lluvias
verdaderas de este ya inútil otoño.

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