jueves, 6 de marzo de 2014

GERMINAN ARDIENTES BESOS YACENTES


Gavilla de espigas insinuantes en tu vaivén de trigo maduro, reminiscencias de años incrustados en las memorias de antiguas sensaciones y persistentes perfumes, horas de penumbras quietas, de cariños floreciendo detrás de las cortinas, en silenciosos ventanales que daban al ajetreo bullicioso de las calles inundadas por la tarde. Gladiador o gavilán perseguido de no vagos recuerdos de delicadas insistencias carnales, de los besos suaves que incendiaban el abrazo ya cruzando la puerta. Gabinete donde quedaron archivados para siempre en sus anaqueles dorados los textos de la intimidad alcanzada, las incitantes visiones de tu semidesnudez, los diálogos de esas horas que le sustraíamos a la vida cotidiana para acercarlas a lo que ya era el paraíso de los amantes perdidos. Y va mi mano rasgueando y punteando una música de ensueño por tu piel de miel y dulzuras, hurgando lenta y tierna bajo la enagua tenue, buscando en sus pliegues edípicos la latitud de tu recato en los tibios soles de tu vendimia otoñal. Y rozo tus vellos púbicos, sedas interpuestas entre la yema de mi dedo y la verticalidad húmeda que se deja inducir a la lujuria calmada de los que saben como navegar por los oleajes de las pasiones sin perder el rumbo ni el sentido, rozas el guerrero dormido y tu mano se llena de una deliciosa erección inducida. Y sigo bebedor de ti, embriagado por las dulces uvas de tus mórbidos pechos, ebrio de tu saliva, endurecido como la arena por la que caminas ahora invocada por mis nostalgias en esa humedad salina de la cercanía del mar donde atisbas mi solemne atardecer. 

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