Bagatela para
piano solo.
Volví a tu boca intervenida desde antes por
mis besos, a la intimidad que ronda tu lecho con su tentación inevitable, al grato
café y las charlas de lo humano y lo divino como si la sexualidad latente fuera
un óleo en la pared o las gotas de lluvia en la ventana. A veces, durante
nuestro destierro obligado me ponía a leer y releer esos textos que escribíamos
a cuatro manos, donde vertíamos nuestras fantasías y deseos, donde buscábamos
acoplarnos en la imaginación sexual haciendo lo que en la realidad no podíamos
pero que queríamos sentir, y lo vivíamos ahí en las palabras, las visiones y
las sensaciones que íbamos describiendo juntos en clandestina cercanía. Aun
guardo como íntimos tesoros eróticos, las veces en que tú me montabas frotando
tu pubis en mis nalgas, o cuando yo me masturbaba mientras tú me chupabas mis
tetillas y me hurgabas con tu dedito, o cuando yo te llevaba al orgasmo
lamiendo y chupeteando tu chuchita mientras me pajeaba. Vine al reencuentro con
la ansiedad viva de tus piernas largas y tus agujas rosados, a recobrar las
vehemencias, las locuras, las exploraciones por las junglas del sudor, el
semen, los íntimos fluidos y la tibia saliva, el vértigo carnal de las tardes
encerrados en nosotros o en hora de misa, apóstatas y herejes buscando la
puerta del infierno derramado o pene/trante. Retorné no a la incitante y
frondosa selva de miel y dorados reflejos sino a las dulces nieves de tu pelo
en la misma quietud de tu isla solitaria, regresé a ti sangrante de deseos no
cumplidos en los otros lechos intranquilos a lamer mis heridas callejeras y a hundirme
otra vez enviciado entre tus pechos.

No hay comentarios:
Publicar un comentario