martes, 11 de marzo de 2014

INTENSAS NOSTALGIAS RECURRENTES


Carta a ‘esa’, divina mujer inextinguible.

“El nombre de una mujer me delata. / Me duele una mujer en todo el cuerpo”. El Amenazado, Jorge Luis Borges

Mi evocación erótica más nítido y excitante es de cuando llegaba a tu isla de dorada quietud en esos días calurosos de antiguos verano, y tú me esperabas solo con la bata y los tacos altos rosados, y debajo solo con esa mínima y sensual ropa interior también rosada, y yo me desnudaba totalmente, y me tomaba el café junto a ti, sentados en el sofá conversando humano y lo divino como si la intensa sexualidad latente fuera un óleo en la pared o gotas de lluvia en el ventanal, y después comenzábamos a jugar tocándonos, acariciándonos y masturbándonos, hasta llegar a excitarnos mutuamente y encendernos la piel ilimitados, y luego hacíamos consumábamos vivíamos el amor allí mismo, o nos íbamos al dormitorio desaforados como si fuésemos los últimos de la especie, y alguna vez hasta lo hicimos en la alfombra, de pie, en sueños, trasvestidos, coronados o inciertos, o incluso allá por en otros lúdicos lechos. Yo me había desgastado en la búsqueda continua de una mujer imposible sin saber que era lo que en ella buscaba y necesitaba, hasta que te encontré esa tarde de piernas largas cruzando el puente con tu chal, tu altura y tu seriedad de reina incipiente, y ahí accedí a la certeza deslumbrante que era eso lo que me impulsaba a seguir y seguir en esa búsqueda obsesiva y sin sentido, era nada más nada menos una sacerdotisa imperturbable como tú, que me aceptara como soy, con mis fantasías y mis experimentaciones, con mi búsqueda insaciable del goce físico que me hace olvidar el mundo y me justifica el seguir viviendo en el tedio cristalizado de las rutinas del tumulto, una vestal hierática e incandescente que me acompañara en esa travesía por las turbiedades del infierno y los destellos del paraíso, que fuera mi cómplice y mi compañera, que compartiera conmigo abiertamente esas locuras y obsesiones. Contigo me di cuenta que eras lo que busqué por años y años, la confianza total, la entrega absoluta, la intensidad de compartir todos los sueños eróticos y más, el buscar y experimentar en pareja, unidos en el deseo y el placer. Contigo comencé a vivir mi sexualidad como nunca lo había hecho, pude confesar mis pecados y mis pequeñas perversiones, al fin pude ser como era. Todo lo que físicamente hemos vivido y sentido juntos sigue vigente en mi memoria, con detalles lúcidos y precisos de situaciones y sensaciones, siempre estoy repasando y hurgando esos maravillosos e inquietantes recuerdos para volver a revivirlos estremecidos en mi cuerpo y burbujeando en los oscuros socavones de mi alma. Y todo esto sin contar con el misterioso amor, la cercanía, la amistad leal y sincera, la charla inteligente y culta, el cafecito como un rito del encuentro apartado del tráfago de lo cotidiano, de las repeticiones inútiles, de las puercas miserias de la vida. Porque también puedo decir que contigo pude al fin ganarle la mano al destino cuando los días fueron tristes.

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