Es un hecho de la causa, en una
de las próximas vidas seré un monje en total celibato aunque pase las noches
deambulando por los fríos corredores del monasterio flagelado por los cilicios
del deseo, asediado por los mismos demonios de la vidas anteriores en las que
fui lobo, caracol, lombriz, y más de alguna vez miserable gusano. Sé que antes
fui un filosofo griego allá por las islas del conocimiento y un mantenido por
las meretrices en Babilonia, un biólogo predarwinista y creo que también fui un
feroz anarquista, pero no tengo claridad en que época ni si asesinaba a filosa
daga en los mármoles eternos del Teatro de Pompeyo o con vulgares balas cerca
del puente Latino, en una ciudad brumosa y oscura de puentes de piedras sobre
un río milenario. Conociéndome debo haber sido también Rasputín con su mezcla de
esotérica religión y sexo bendecido, o el Divino Marques en sus continuas,
pervertidas e impúdicas exploraciones. Lo que recuerdo con meridiana claridad
es que por los treinta, en La Habana, Cuba, fui un músico que tocaba la
tumbadora para una vedette que hacia un striptease famoso en un tugurio de mala
muerte donde iban los gringos embaucados a gastar sus dólares malvenidos. Aun a
veces me veo en el sueño con mi conga mirando desde atrás a la stipticera con el
rostro impasible como si viera llover. Rara vez logro verle los pechos
inhiestos y orgullosos, sus pezones breves, rosados y tiernos, o sus vellos
púbicos artísticamente recortados en forma de corazón, pero disfruto sus nalgas
exuberantes como hechas a mano, sus piernas largas y muy bien torneadas, y sus
muslos de un alabastro tropical que dolía en los ojos y en las manos que
golpeaban monótonas el pellejo del tambó. Yo era negro entonces y la bataclana
muy rubia, quizá éramos parte de la armonía de ese Universo en incesante
descomposición. No sé si en esa vida grata de habanos y ron de caña yo era su
amante macho en extremo dotado o la amaba escondido sin esperanzas cada noche
de su desnudez bien pagada. De lo que estoy seguro es que alguna vez fui
lombriz y caracol un jardín con dalias y zinnias donde las mariposas
revoloteaban como si siempre fuera fiesta o carnaval. Sí, en una de las próximas
reencarnaciones seré un monje en absoluto y doloroso celibato, pero no en la
venidera sino a partir de la subsiguiente porque todavía me queda una vida en
que seré más ni nada menos que un patético viejo califa.
martes, 25 de marzo de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario