jueves, 27 de marzo de 2014

SIESTA EROTICA


Despertó en medio del sueño, sin la típica modorra de la calurosa siesta de verano, sintió en la parte baja del abdomen la dureza erecta de su verga como un hierro ardiente, casi al borde del dolor de la carne endurecida más allá de lo usual, su mente volvió rápida e instintiva a sus adentros en busca del origen de tal exquisita e intensa calentura, y fueron apareciendo fragmentos oníricos de un rostro, de una blusa como floreada y algo escotada, no demasiado, la piel suave y morena clara de unos senos pequeños pero turgentes levantados por el sostén invisible, el canalillo marcado y tibio, identificó el rostro y la melena de cabello muy negro, liso, con el flequillo cubriendo toda la frente, reconoció la voz, los gestos, la actitud entre coqueta y seria, la voluptuosidad natural, incitante, la sonrisa pícara, la intocable cercanía carnal, supo quien era, reconoció sus propios deseos de esos pechos maduros, la vigencia lasciva del macho hechizado, recordó la trama de conversación soñada, el juego del da y quita condimentado con el lujurioso temor a que los sorprendan, la seducción en voz baja, las respuestas en susurros inquietantes, la verga erectándose bajo el pantalón, las manos encopando esas tetitas breves como de niña, su negativa a las caricias pero dejando que sigan sucediendo, la fálica urgencia sexual de una deliciosa masturbación allí mismo con la asistencia de las manos femeninas, el apetito voraz de lamer besar esa piel del escote en su turgencia edípica, recordó nítidamente la tensión libidinosa del momento, la pulsión y la vehemencia descontrolada por tocar y dejarse tocar, el sensual cuchicheo premonitorio de la aceptación, de la rendición, de la entrega, entonces, en un instante desolador, despertó en medio del sueño, erecto, ansioso, sensibilizado, solitario sobre el lecho donde dormía una calurosa siesta de verano.


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