Despertó en medio del sueño, sin
la típica modorra de la calurosa siesta de verano, sintió en la parte baja del
abdomen la dureza erecta de su verga como un hierro ardiente, casi al borde del
dolor de la carne endurecida más allá de lo usual, su mente volvió rápida e
instintiva a sus adentros en busca del origen de tal exquisita e intensa
calentura, y fueron apareciendo fragmentos oníricos de un rostro, de una blusa como
floreada y algo escotada, no demasiado, la piel suave y morena clara de unos
senos pequeños pero turgentes levantados por el sostén invisible, el canalillo
marcado y tibio, identificó el rostro y la melena de cabello muy negro, liso,
con el flequillo cubriendo toda la frente, reconoció la voz, los gestos, la
actitud entre coqueta y seria, la voluptuosidad natural, incitante, la sonrisa
pícara, la intocable cercanía carnal, supo quien era, reconoció sus propios
deseos de esos pechos maduros, la vigencia lasciva del macho hechizado, recordó
la trama de conversación soñada, el juego del da y quita condimentado con el
lujurioso temor a que los sorprendan, la seducción en voz baja, las respuestas
en susurros inquietantes, la verga erectándose bajo el pantalón, las manos
encopando esas tetitas breves como de niña, su negativa a las caricias pero
dejando que sigan sucediendo, la fálica urgencia sexual de una deliciosa
masturbación allí mismo con la asistencia de las manos femeninas, el apetito
voraz de lamer besar esa piel del escote en su turgencia edípica, recordó
nítidamente la tensión libidinosa del momento, la pulsión y la vehemencia
descontrolada por tocar y dejarse tocar, el sensual cuchicheo premonitorio de
la aceptación, de la rendición, de la entrega, entonces, en un instante
desolador, despertó en medio del sueño, erecto, ansioso, sensibilizado,
solitario sobre el lecho donde dormía una calurosa siesta de verano.
jueves, 27 de marzo de 2014
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