No es una mujer atractiva, es obesa, baja, madura
y mas bien vulgar, incluso desaseada y con intenso olor a sudoración, pero
tiene un par de tetas enormes que le cuelgan casi hasta su estomago. Un día me
fijé que ella llevaba puesta una remera negra semitransparente, por lo que se
le podían ver los enormes pezones oscuros en contraste con de sus pechos
pálidos, no llevaba corpiño. Mientras ella me conversaba yo no podía sacar la
vista a esa enorme tetamenta. Ella creo que se daba cuenta de que la estaba
mirando, pero no hizo ningún gesto para cubrirse. La siguiente vez me propuse
no mirarla más de esa forma, ya que si ella me dijera algo al respecto yo no
sabría que hacer, sexualmente no me atraía, solo me estaba atrapado en su
edípico busto. Sé que hice el mayor esfuerzo posible, pero la encontré vestida
con una polera blanca no transparente pero que dejaba marcar muy bien sus
sobresalientes pezones, y por más esfuerzo que hice, de vez en cuando la vista
se me desviaba hacia esas enormes tetas y sus dos incitantes protuberancias.
Ahora estaba casi seguro de que ella se daba cuenta de la situación, pero me
dejaba disfrutar de sus pechos con una cómplice incestuosidad maternal. Navegando
en esas aguas turbulentas no sé como fui tomando un rumbo hacía mi más obsesivo
imaginario. Yo estaba sentado y de pronto
ella se para detrás de mí, se inclina apoyándome sus pechos sobre mi nuca y comienza
a moverse lentamente frotando sus mullidos senos en mi cabeza, yo me excitaba
mucho y me verga se erectaba a punto de eyacular. Como tenia puestos pantalones
cortos mi erección se hacía perfectamente visible, como ella estaba mirándome
desde arriba se daba cuenta y se sentaba en frente mío, entonces mirándome a
los ojos fijamente se levantaba la polera y al no tener corpiño sus grandes pechos
quedaban al aire, desnudos, imponentes. Yo me quedaba sin palabras, solamente
miraba sus pechos enormes que tenían unos pezones oscuros y grandes aureolas,
tal como las había imaginado. Ella me decía que no tuviera vergüenza y que me
atreviera y le tocara las tetas, entonces como yo no reaccionaba ella se acercaba,
tomaba mi mano y se la llevaba sus pechos, diciéndome que se los acariciara y
apretara. Yo por fin tomaba la iniciativa y comenzaba a besar esos pechos
enormes, a chupar esos duros pezones, gozando de esa tetamenta mientras se las
apretaba con las manos. Después, sin decirme nada, ella me bajaba los
pantalones y los calzoncillos, se hincaba frente a mí y comenzaba a chuparme la
verga erectísima, la agarraba con sus manos desde abajo, y con su lengua
jugueteaba con mi glande, luego me acariciaba los testículos y comenzaba a
chupármela como si quisiera exprimirle todo su néctar seminal. Yo ya no podía
aguantar más y le decía casi gritando que estaba por acabar, entonces ella empezaba
a pasarme sus enormes tetas por la verga, masturbándome con ellas hasta que eyaculaba
en sus grandes senos matriarcales. Cuando salió la última densa y lechosa gota
de semen, escuché que dijo ― Mañana nos vemos ―y me guiño el ojo. En ese
momento supe que todo lo que había sucedido y no sucedido se iba a volver a
repetir muchas veces más.
Nota del autor.- Lo que está en cursivas es
un palimpsesto.

No hay comentarios:
Publicar un comentario