sábado, 15 de marzo de 2014

TAN CERCA DE USTED


“Usted es la culpable
de todas mis angustias
y todos mis quebrantos
Usted lleno mi vida
de dulces inquietudes
y amargos desencantos”
Usted es la culpable. José Antonio Zorrilla

Miro su erótica fotografía, regalo y filosa daga a la vez, “esa” imagen sin rostro, anónima, aquella visión enmarcada que solo yo sé que es de Usted, con sus pechos desnudos y los grandes pezones oscuros coronando, inhiestos, orgullosos de su incitación viciosa, y siento deseos, muchos deseos, y se me viene a la mente su perfume en las mañanas cuando le abro la puerta, y la veo tan linda con sus botas de tacones que me dejan encarcelado entre el eco de sus pasos resonando y su inquietante aroma para mi desesperación de Usted. La seduciría con mucha ternura, cariños, caricias, con palabras que la hagan soñar, con susurros en sus oídos, con mis manos acariciando su pelo, la abrazaría con delicada pasión para que en mis brazos se sienta protegida, la besaría suavemente para que viviera en el roce de nuestros labios esos sueños de amor que guarda en su alma romántica, y así iría dejando salir mis deseos para que también salieran los suyos, libremente, sin forzar nada, y se fuera rindiendo extasiada a las ansias de ser amada. Acariciaría todo su cuerpo muy suavemente con las tímidas yemas de mis dedos y me detendría en sus pechos rozando sus pezones muy suave y también en su sexo, suave, la masturbaría un poquito, besaría sus pezones, y luego, cuando este bien excitada le haría un fogoso e incesante sexo oral, y cuando ya este a punto del orgasmo onanista, recién la penetraría encarnados ambos en un éxtasis animal. Porque desde la mañana me enamoro de su fragancia y su pelo y sus ojos, y en el día me embruja cada vez que me trae el café y yo puedo entonces rozar por un instante su mano con su venia implícita en la tenue lentitud con que la retira en coqueta complicidad. Porque en su ingenua crueldad sabe que su recuerdo me duele como una deliciosa herida que Usted va salando mientras yo me voy imaginando su piel en mis manos, tocar su pelo, acariciar su rostro con ternura y a la vez ardientes deseos de Usted, y se me viene como un cariño incipiente, una brusca necesidad de sentirla cerca, de abrazarla y quedarnos así mientras escuchamos el 'Si tu te atreves' que nos dibuja en sombras contra el muro de lo imposible.

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