sábado, 15 de marzo de 2014

INFLORESCENCIAS DEL NIMIO CONVENTO


Flores del fango primordial, esencias de hembras atávicas, vestales inconclusas, esfinges corrompidas por el tiempo que no sucedió según el incierto borrador de sus sueños, cuerpos estragados en la curtiembre desoladora de las mustias miserias de las vidas sin rumbo ni certezas, vírgenes sagradas o burdas meretrices. Flor del canelo, mujer de la tierra ancestral, piel morena, corto cabello muy liso y grandes senos, la sonrisa persistente la libera, la exculpa y la sostiene en su voluptuosidad casi animal, las carnes duras, tersas, tensas por los deseos contenidos, por el monótono monólogo del solitario insomnio. Hija de la flor del canelo, muchacha mujer de las tierras ancestrales, piel canela, cabello muy liso y de hermosa tetamenta, no avara en los escotes ni en sus piernas exhibidas con picara coquetería juvenil, pasto tierno para bueyes viejos, ninfa fugaz, vedada e imposible. Rosa vulgar, abarcadora y exuberante, tetona majestuosa, maja de la sola toalla o de la ancha y suelta camisola rajada, exhibicionista impúdica de sus gozosos pechos, soez y agresiva, siempre viuda de sucesivos amantes temporales, engañadora en su palidez ancha y excitante, trampa de machos endurecidos, hembra prototípica de insistentes vicios onanistas. Amarilla flor de cactus de agria savia venenosa, irritante madona desengañada, sobreviviente y victima, de marchitas gorduras y bello rostro envejecido, la risa escondida en sus íntimos rincones, dolorosa e impotente en sus filosas espinas urticantes, sin fisuras ni intersticios, encogida impenitente entre los sólidos muros de su eterna desconfianza. Maduro capullo ranchero de pequeños pechos núbiles en breves escotes y de gratas charlas que dan y quitan en un lubrico juego desconocido, colorida en su canto enternecido, en el acogedor ámbito de su cuarto donde reina entre quietos recuerdos de los antiguos boatos de sus reinos perdidos, inconquistable sin los adornos de los engaños sugeridos. Florcilla sencilla y humilde, mal vestida y poco aseada, morena clara, de cara redonda y regordeta, toda su lindura está en su ojos color de miel y algo tristes, incrustados de una perpetua hondura funeraria, bajita, gordita y tetoncita, de imponentes ubres que le cuelgan como una venus prehistórica, en continua seducción desperdigada reniega del sostén para exhibir con desparpajo sus protuberantes pezones. La más antigua floración recién florecida, de insoportable belleza sumergida en los años de la barriada adolescente, vanidosa en las penumbras, exquisita y delicada sacerdotisa de los ritos masturbatorios, habitada de remembranzas, de años y lugares, de hombres que la invadieron sin dejar rastros, sublime meretriz de acogedores senos caídos, cortesana para siempre inconsumada. Misteriosas flores del fango, hembras atávicas, vestales inconclusas, esfinges corrompidas, vírgenes intocables que se niegan ufanas al acecho del fauno pervertido y al arcaico derecho a pernada.

No hay comentarios: