Y si alguien acude a tus insomnios y desde
tus pies sube con leves besos cada pulgada hasta que encontrar tu boca y muerde
tus labios y anuda tu lengua con la suya, no hay dudas; soy yo. Y si alargo la
noche para poseerte mas tiempo con absoluta impunidad, es porque en la delicia
del beso de tu piel voy buscando los nudos de tu cuerpo para desatarlos uno a
uno, estremeciéndote, hasta romper el cristal de tus encantos y naufragar al
fin en ti. Y es que estuve años esperando estos sueños perturbadores para
arrastrarte a mis pequeñas perversiones sin recato, sin pausas, sin miedo, y
poseerte con la terrible ternura de un solitario que te ha esperado los
milenios en el lecho equivocado. Y si me hundo en ti, incesante, áspero, ebrio
de ti, es porque he sentido tu caricia, el peso de tu cuerpo, los susurros de
tu rendición, y hemos atrapado la madrugada en una cópula vehemente de húmedos
caracoles entrelazados. Y si cuando llegas al máximo placer te inundo entera socavando
tus entrañas es porque en mi sueño navego por tu cuerpo con muchos breves besos
desde la punta de tu dedo del corazón de tu mano izquierda subiendo por tu
brazo suave, perfumado hasta llegar a tu hombro y embeberlo en mis besos
húmedos, después ir a por tu cuello y besarlo con toda intensidad; pues ahí
huelo tu piel, tu pelo, tu oreja, tú solo sientes la punta de mi nariz hurgando
en ella, mi aliento quemando tu cuello, acerco mi boca a tu oreja y te susurro muy
calladamente las obscenidades que te excitan y estremecen, las palabras soeces
que te abren como una flor rosa rosada carnal que destila lenta la densa lujuria
de sus néctar, el verbo libertino y pervertido que te invade como el oleaje de
una playa pedregosa que va y viene con una lúbrica intensidad pene/trante hasta
ahogarte en ese quemante susurro mientras acaricio tu pelo para volver a hundirme
en ti.
martes, 11 de marzo de 2014
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