Cuando se ven videos
pornográficos el sexo asume una densidad íntima, calurosa, húmeda, sensual, es
como sumergirse temporalmente en densas aguas tibias y viscosas, casi se puede
percibir el olor animal de nuestras feromonas, es como si un sudor transparente
va humedeciendo la piel, se va sintiendo una invasiva sensación de que algo
comienza a crecer por dentro, en las vísceras, pulsando en el vientre,
instalándose en el pubis con una fuerza lenta pero arrolladora, como un breve
arroyo que se va convirtiendo en un torrente del que a partir de un punto
critico ya no podemos escapar y caemos en el abismo de una extasiante
voluptuosidad carnal sin retorno, ilimitada y deliciosa. El tiempo cristaliza y
nos encapsula, se detiene fuera del ámbito donde se consuma el goce solitario y
escondido, sea este la masturbación consumada o interruptus, un manoseo
impúdico o un breve roce genital, o incluso un lamido de la lengua por los
labios sedientos. Todo lo externo a la fantasía que observamos sentimos vivimos
disfrutamos no existe, se genera un nexo interior entre nuestro cuerpo
estimulado y el origen de la estimulación que no deja lugar a nada más. Los
ojos se clavan en la pantalla limitando la visión solo a ese rectángulo
iluminado, circunscribiendo el tiempo y el espacio a esa realidad virtual donde
todo lo que deseamos en esos instantes sucede, el voyerismo se transforma en
tactos, caricias, succiones, participamos de la trama, de los deleites, la
masturbación es cópula, pene/tración, fellatio o cunnilinguis, las escenas se
corporizan y sentimos que participamos en ellas con cada uno de nuestros
sentidos, nos introducimos en las imágenes, somos él o ella, después ella o él,
nos travestimos sin quererlo, asumimos una bisexualidad abierta, una
homosexualidad estremecedora, nos hundimos en una densidad ambigua, confusa,
poseemos los dos sexos según la secuencia de lo que vemos, según los gustos instintivos
que vayan surgiendo dirigidos por las instancias del placer, porque los deseos
surgen sin género, excita tanto una vulva carnosa, húmeda, pilosa, como una
verga erecta, dura, gruesa, sentimos el gozo del ser que pene/tra y del ser
pene/trado, indistintamente y a la vez, según el ángulo de la visual, la
ubicación de los cuerpos, la puesta en escena, o simplemente la pulsión que en
ese momento nos estremezca. La mano propia masturba como si fuera parte
integral del escenario, el cuerpo se estremece sintiendo el nítido contacto
tibio y sudoroso con los cuerpos que teatralizan una a una nuestras más ocultas
fantasías. Solo salimos de ese lúbrico túnel cuando la eyaculación o el orgasmo
se han consumado, y comenzamos a recuperar la realidad lentamente en medio de
la saciedad y la melancolía de la petite
mort.
sábado, 8 de marzo de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario