martes, 25 de marzo de 2014

GRACIAS DE LA ROSA (K70)

 

“el nombre es arquetipo de la cosa / en las letras de 'rosa' está la rosa”. El Golem, Jorge Luis Borges
“La rosa no tiene por qué, florece porque florece”. Ángelus Silecius.
“De las generaciones de las rosas / Que en el fondo del tiempo se han perdido / Quiero que una se salve del olvido, / Una sin marca o signo entre las cosas”. Una rosa y Milton, Jorge Luis Borges

Gracias por el beso en la mejilla que nos incitaba a besarnos como locos en el piso tibio allá en la casa grande del soñador de las aguas entre quesos y paila al pilpil. Gracias por ser ahí vestal baja y gordita del lago azul y el volcán nevado y tus pechos grandes y acogedores como hogareña cocina sureña. Gracias pequeña rosa florecida inminente entre la tienda y la olla por ese brevísimo escote de pechos llenos, de tímida coquetería sonriente. Gracias por las dos mañanas y la tarde soleada, por tus ojos grandes y tu pelo negro con su cola de caballo de diosa bajita y sabrosa como sopaipillas madrugadoras. Gracias por tu sonrisa clara y acogedora de hogareña cocina sureña. Gracias por tus manos ordenando mi lecho, por tu desnudez de penumbras, por el último toque de cariño alisando la almohada para que yo antes de dormir en el sueño de tu boca besara tus manos que se vertían en kuchen de mora, de manzana y de ciruela. Gracias por la loca fantasía de revolcarnos en el piso de la amplia cocina solo cubiertos por el calor de la leña. Gracias por dejar que yo destrocé tus labios en los pastos congelados, forraje dulce para mi hambre de silencio en los bosques encantados. Gracias por dejarme beber la intensidad del día en tus senos, en tus caderas golosas, en tus muslos de miel de ulmo, en la persistencia de tu aroma por el largo viaje de retorno. Gracias por permitirme desaparecer del todo atragantado en tus pezones grandes y morenos, en su protuberancia edípica, en sus delicadas aureolas oscuras. Gracias por los moscardones tempraneros en la ventana de daba al jardín escarchado que me regalabas con tristeza aborigen para que sus zumbidos me trajeran tu voz diminuta y risueña como hogareña cocina sureña.



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