“Mi
voz se siente orgullosa de haberte inspirado ese torrente de mágicas palabras
que fluyeron como un río por todo mí”. Ella en sus palabras.
Fue un río incontenible porque te siento cerca y
así puedo soportar el infierno donde no estás, tan cerca que casi puedo
morderte los pezones porque mis labios aprendieron a jugar con ellos y en ellos
he buscado obsesivo uno de tus sabores. Fue ese sueño recurrente e imposible de
dormirme mamando de tus pechos como un niño, de sentir en mi boca sus
protuberancias sublimes, sus breves durezas erguidas, la rugosidad voluptuosa
de las areolas y la mullida blandura de tus senos, que mis turbios instintos
buscan desde siempre, y los adivino los intuyo los imagino los lamo chupo mamo
muerdo punzo pellizco, arrastrado por una ansiosa turbulencia que me lleva a
los límites de mis perversiones. Y puedo tocarte estremecido mientras el vaho
de tu aliento me llega con su lujuriosa intensidad, sentir tu calor tu olor tu
sabor tu roce, las humedades de tu boca y de tu sexo, puedo entonces hundirme
en ti como un íntimo escarabajo penetrante y escuchar extasiado tus gemidos y
suspiros transoceánicos. Y te veo como duplicada en un mágico espejo; como una
musa intocable, casi sagrada con la que podría caminar bajo la lluvia por un
parque en un crepúsculo sin tiempo, y a la vez como una deliciosa hembra
deseable que me gustaría poseer hasta la última gota de su vulva. Y me dejo
fluir por ese río subterráneo para que tú vayas sintiendo mi mano habitando ahí
en ese suave interior de tus muslos o mi boca saboreando esa humedad tuya o
nuestros labios que se rozan levemente, se devoran a besos, se lamen, se
muerden, y yo sienta que me dejas una y otra vez extraviado en ese torrente incontenible
que me lleva una y otra vez a ti.