No las dulces golosinas del kiosco sino tus
labios en el beso escondido, infiel, secreto y pecador, y de destino imposible.
No los globos blancos y rosados sino los dos rojos escondidos en tu pecho,
palomas tibias anidadas en tu brassiere. No los frascos de transparente
cristales sino la breve v de tu escote corazón que profundiza leve y sutil
entre tus senos. No el tejado esperando las lluvias sino tu mano ofreciendo un
misterioso licor para embriagarse de ti. No la ventana con la filigrana de sus
blancas cortinas sino tus ojos risueños ocultos tras las gafas oscuras. No el
pasto verde y la gravilla gris, el pedazo de cielo y su nube, sino el fragmento
de piel que va de tu cuello al inicio recatado del inaccesible canalillo. No el
rojo y negro, símbolo de antiguas revoluciones terroristas, sino la palpitante
desnudez que niegan y que solo vislumbran el espejo y los muros prohibidos de
tu dormitorio. No los ramos de flores siemprevivas sino tu risa franca y grata
iluminando la escena. No la madera ni el árbol ni el arbusto sino el negro
pantalón en el roce lascivo de tus muslos. No la alegre fusión del lugar y sus
abalorios sino tu rostro observado imaginando mi caricia en sus mejillas. No el
blanco carro y su colorida cortinilla sino tu pelo en su miel perfumada
resplandeciendo en el pequeño paisaje de la fotografía. No tú, la dama pudorosa
y formal que viaja tímida por las impúdicas comarcas sus sueños, sino ella, la
Baronesa, que floreció en un ayer lejano y dejó la memoria de inéditos deseos
inconsumados y eróticos poemas a punto de escribirse, sí, ella.
martes, 22 de marzo de 2016
lunes, 21 de marzo de 2016
VENCER EL TIEMPO
No es la edad ni los años antiguos ni los
recién vividos, ni la piel que envejece en tu innata dulzura, ni tu cuerpo
macerado en tus ternuras, ni el tiempo que no te alcanza o las horas que se te
hacen pocas, es el miedo a revivir un fuego que te quemaba, a incinerarte otra
vez una tarde entre mis brazos, es el pánico a la desnudez trabada y frotante de
ambos bajo las sábanas, a los besos perversos de tu amigo/amante que devolverías
con creces compartiendo los deseos y las ganas de vivir aquella misma
intensidad, es el temor atávico a mi lengua atrapada en el vicio de lamer tu
rosa hendiéndola bajo el murmullo de tu goce. Es que el tiempo no pasa para
nosotros, por eso te excitan tanto mis palabras y por eso te has atrevido a
decirlo al sentir la vigencia del sexo palpitando en tus venas, en tus poros,
en tu sexo, en la vigente sensibilidad de tus pezones. Y no temas ser madura y
tímida, no es un pecado capital, es el juego de la vida que nos va quitando con
evanescentes pausas los accesos a los goces para que vayamos buscando la puerta
al jardín de los olvidos. ¡Rebélate! ¡Vive!, experimenta la delicia sentir y
seguir sintiendo lo que sentiste en ese ayer y que se fijó en tu memoria como
tiempos de gloriosas sensaciones, rompe las añejas porcelanas y busca en tus
instintos las secretas transparencias de tu plena sexualidad. Sabemos que un día
volveré a tocar tu rosa negada, algún día, esa hermosa rosa perfumada, sí, algún
día, ambos lo intuimos y lo deseamos, un día no tan lejano. Así creo y espero con
ansias, aunque sea rozarla levemente y volver a desaparecer entre tus turbaciones
y mis desesperos.
ESA LIQUIDA OBSESION
“Tu lengua mis
entrañas explora!, es el éxtasis total. Adéntrate en mis mares, te dejaré
naufragar”. Frase. Estela Silguero, 2013.
Enjugo los íntimos
néctares de tu vulva, sorbo su líquida intimidad enceguecido en los lascivos
deleites de su sagrada e inaccesible humedad, dejo mi lengua vagando por el
cauce y por los pétalos, por la estrecha hendidura afiebrada y empapada, burbujeo con mis labios la coralina
boca dragonaria (i), escancio en ese delicado cuenco carneo, copa de
vértigos y blasfemias, el vino que emborracha hasta el sin perdón del pecado
que vierte la semilla en tierra infértil. Chapoteo en la viscosidad soberana
que escurre lenta y espasmódica de la vertiente que nace entre tus piernas, libo
el licor lubricante que estila la vendimia de tus deseos, cato la invocación y
la lujuria, el goteo tardo que embebe tus separados labios verticales. Tus muslos
sobando mis mejillas, tus manos enmarañadas en mi pelo, tu pubis levantado
ofreciendo sus olorosos vellos a mi nariz pervertida, mis dientes afanando ternuras
en suaves mordiscos que presagian un voraz molusquicidio, empalago mi paladar
de tu densidad salada y dulzona, me saturo de tu frutal acuosidad. Navego en
tus aguas sexuales, sumergido, con furia de buzo ciego (ii),
profundo y ahogado en el oleaje de tu sexo de abismo oceánico, buceo insertado
en los fangos primordiales, encharcado en tus lúbricas espumas salobres. Inmerso
en ese éxtasis lujurioso punzo con mi glande enrojecido y brillante esa rosa
abierta y palpitante, te penetro hondo y macho endurecido, fornico salvaje
sobre tu cuerpo quieto, los quejidos vuelan como pájaros liberados, la tarde se
extiende por los susurros y la desnudez de nuestros laxos cuerpos abrazados.
(i) Polifemo contempla
a Galatea. Haroldo de Campos, 1999.
(ii) La Canción
Desesperada. Pablo Neruda, 1924.
TE IMAGINO AHÍ DONDE REINAS
“El escritor checo
lo que haría sería excitarte, calentarte y negarte el orgasmo. De ahí las
expectativas (el goce, el coito) que sus personajes no pueden cumplir.” El sexo
de Kafka. Alejandro Hermosilla, 2013.
Te imagino en la alta
habitación de tu alto castillo, allí donde los pájaros no alcanzan y donde la
soledad es una deuda que te concierne y te abruma, allá arriba donde reinas en tus
desiertos territorios. Te imagino solemne y altiva, a veces con una corta
camisola y tus piernas cruzadas una sobre otra, y la champa de vellos púbicos
atrapada entre ellas como un breve musgo que se asoma en el vértice de tus muslos,
otras veces completamente desnuda sobre el lecho vacío, de piernas abierta en
sexual desparpajo con toda la mata de pelitos expuesta como algas incitantes a
estos ojos que te imaginan. Te imagino nocturna y ansiosa, con tus naturales
deseos burbujeando en tu cuerpo y en tu mente, las manos retenidas por tu
férrea voluntad de hembra que quiere ser asexuada, frotando tus dedos sin
atreverte a desatarte y fluir, esos dedos pecadores que sabes que te podrían
arrastrar a los ardientes y pervertidos goces de un carnal plenilunio. Te
imagino pensando los pecados y los placeres que te has prohibido, elucubrando
al borde del abismo de tus oscuros instintos como sería si dejaras de ser tú y
fuera otra, más libre, más loca, menos controlada, menos retenida, y abrieras
tus alas y volaras ilimitada, libre, sin el peso de tu historia ni el terror de
ser la hembra real que allá en el fondo de ti misma eres. Te imagino planeando
locuras que nunca te atreverás a vivir, insomne y acalorada, inquieta
revolviéndote entre las sabanas vacías que te rozan sensuales, que aprietas
entre tus muslos, que sientes en tu piel como incitantes caricias impúdicas. Te
imagino atrapada en ti misma allá en la altura silenciosa de tu alto castillo,
allá donde los pájaros no se atreven a tocarte y donde la soledad te hace
inhabitante de tus propios territorios.
SIMBOLOS E IMPOSTURAS
Comienzo a escribirte de las penumbras de
mis desasosiegos y termino mordiéndote los labios o surcando tu escote, hirviéndote
de besitos debajo el ombligo, oliendo en tu pubis la cercanía inquietante de la
‘nena’, sintiendo tus deliciosos besitos atrevidos por los vericuetos de mi
cuerpo que vas ensalivando con la lenta sinuosidad de tu lujuria reprimida. Atardece
como si estuvieras aquí, escondida entre los rosales, en los altos rubores del
atardecer que se empeñan en dibujarte, en la trama de los follajes y en la casi
noche de tu paisaje húmedo por mi presencia siempre viva allí en tu claustro. Yo
bebo el rastro de mi boca en tu
boca, tu saliva de miel y menta, bebo tus suspiros en su fuente, el rubor que
anida en tus mejillas cuando te excitas en la quieta intermitencia de tu noche encendida. Pero no estás y solo me queda el paladeo de
la noche que se viene con mi rostro entre tus piernas, mi nariz surcando tu
íntima humectación, mi lengua atrapada en el vicio de lamer tu delicado dulce rosado molusco abarcándolo bajo el murmullo del goce, extasiado
por tu aroma y ebrio de tu sabor. Igual te presiento en las rosas del crepúsculo
cuando el sol inicia su fuga y me
posees sigilosa en la penumbra de la paloma. Seguro que en un rato más me
sentirás bajo las sabanas, te irá quemando mi aliento en tu cuello, en tu
canalillo, en tu ombliguito, en la “nena” que juega sin piedad con mis deseos
mientras me va provocando un delicioso insomnio. Quiero dormir calcinado por
los fuegos de tu sexo, con el “nene” en erecto desacato consumiéndose a si
mismo.
jueves, 17 de marzo de 2016
SIEMPRE TU ROSA EN MI MANO
“Quiero el follaje de tu selva oscura temblando aquí en mi piel que se deshoja”. Pasión Otoñal. Norma Estuard
Siempre toco tu rosa, la presiento y la
deshojo lentamente con mis dedos curiosos, los humedezco en su rocío y en ellos
bebo entonces tu deseo, rozo tu capullo sensible para sentir en mis yemas los
estremecimientos de tu clandestina lujuria. Desato los nudos de tus pudores, deshago las redes de tus temores y
desconfianzas, derrumbo los muros de tus congeladas lejanías. Te surco en el
sueño de mi mano en tu rosa húmeda, mi nariz ebria de su perfume, mis ojos
hurgando en sus ardientes intimidades, y vivo las ansias carnales del sueño de
estar en ella penetrado, ahí húmedo, atrapado entre sus rosados pétalos
succionantes. Me sumerjo entre tus senos para que sientas ahí mis besos y
lamidos, para que sientas mis edípicas perversiones, para que sientas las
impudicias que te oculta tu cuerpo. Sentirás en tu boca mi lengua urgiendo tu
beso, sentirás entre tus piernas mi miembro abriéndolas, sentirás mis manos
engolosinadas en tus pechos, sentirás mis labios mordiendo tus pezones y sabrás
que no puedes escapar de mí, sentirás que soy tu dueño macho, el amo y señor de tu carne y sus ansias, y
sabrás que sigo y sigo penetrado en ti. No te salva tu silencio de mis garras
de terciopelo, de mis dientes amorosos, sigo poseyéndote en la distancia y en
nuestras fantasías, nada te salva de mis intentos, de mis acosos, de mis
asedios de potro perseguidor, de mis escabrosas
seducciones, ni tu ausencia inexplicable ni el frío filo de tu silencio,
porque eres mía desde que abriste tus noches a mis lascivas obsesiones. No sé porqué
te me desapareces, te me escondes, te me haces invisible, silenciosa, ausente,
si igual mis deseos de besar tus labios, de frotar tu piel entera, te alcanzan
estés donde estés. Cubres tu sensual y distante desnudez con el velo de tu
silencio pero mis ojos traspasan esa sutil transparencia y te tocan
estremeciéndote. Cuídate de mis deseos que arden en cada poro de tu piel, ya
sabes que siempre toco tu rosa, aunque me la niegues o me la escondas.
L'ULTIMA TENTAZIONE: LA "BIMBA" INTENSAMENTE DESIDERATA
Nuestras caras se
tocaron, nuestras lenguas se retorcían juntas, nuestros alientos iban y venían
en un largo desborde de placer, cerré los ojos en un éxtasis convulsivo (i). Ese día soñado hasta la excitación sentirá
la ‘nena’ mis labios en un beso cruzado, mi lengua hurgándola con la lujuriosa
desesperación del macho enlujuriado, sentirá el lengüeteo voraz, el punzamiento
que busca el sabor que ella encierra en su sexualidad floral, su íntimo aroma,
su anegada latencia, la tierna consistencia de dulce molusco palpitante, su
tibio saborcillo marino y su bouquet de
libidinoso licor oculto, madurado en la oscuridad de las bragas perfumadas en
ella misma. Sentirá mis dedos abusándola, violándola, introducidos con abierta
impudicia escarbando esa empapada blandura carnal, el du coeur que se
introduce lento, persistente, delicado, profundizándola en una pervertida
inmersión digital de masturbatorias pretensiones, el índice que se humedece y
sube a sobar el clítoris en un breve pero intenso intervalo onanista, el lomo
externo del pulgar que se moja mientras se restriega surcando el cauce quemante.
Sentirá mi miembro erecto, punzante, endurecido, que la roza surcando, que la
surca rozando punzando penetrando, que la penetra punza rozando, sentirá que la
abre como una rosa ansiosa, la deshoja y la invade, la llena y la copula, la
ultrajar y la venera, la justifica
hembra en el vaivén encajante, en el ritmo que la clava en medio de un salvaje
torbellino exasperante, y ella engullirá glande, prepucio y tronco entero, y
ceñirá el falo, lo apretará hambrienta y desatada hasta hacerlo verter en ella
la eyaculación espasmódica, chorreante, caliente, chapoteante. Seguirá escondida,
negada, invisible, quizá, pero turbada por estas palabras que ella fue
imaginando estremecida, excitada quizá por estos verbos que la profanaron como
nunca antes sintió el pecado, saciada, imaginando en las entrelíneas los besos
y los quejidos que aquí no se escribieron. Nuestros cuerpos estaban
firmemente unidos, la comunión era tal que sentí hasta el último espasmo, hasta
la última palpitación de la potencia viril (i).
(i) “Memorias de una Princesa
Rusa.” Autor Anónimo.
lunes, 14 de marzo de 2016
LA JOVEN VECINA DE MÁS ABAJO (Texto trilingüe)
“El año de mis
noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen.
… Ella suspiró: Ay, mi sabio triste, te desapareces veinte años y sólo vuelves
para pedir imposibles.” Memoria de mis putas tristes. Gabriel García Márquez,
2004.
Desde la obvia y
necesaria distancia, desde el lejos muy lejos del macho viejo insaciable que
sabe de sus limitaciones y de sus abreviados alcances, de sus imposibilidades y
de que ya no son posibles sus antiguos desacatos, la imagino, desnuda, espigada,
alta delicada, sexualmente pura, virginal e intocable, imagino la suave
pelusita de sus vellos púbicos, sus tiernos pezones encumbrados en esos pálidos
y turgentes senos de doncella, esa tersura de leve rugosidad, imagino como en
un sueño el sabor de su boca en el beso enamorado bajo un árbol frondoso de un
parque que nunca existió. Solo quisiera ir a beber sus jugos primaverales en su
vulva juvenil, olerla mirarla tocarla apenas con mis labios envejecidos, con la
puntita de mi lengua cansada palpar su breve clítoris y tentarlo apenas con
solo la yema de mi dedo, du coeur, of course, saborear su virginidad en el
olor de su piel joven casi aun adolescente, en su transparente sudor que
aromatiza su imaginaria desnudez en la calurosa calle por donde la veo cruzar
altiva y distante, sin percibir siquiera desde su hermosura evanescente que yo
la miro con deseos de viejo verde desde la vereda del frente, sin esperanzas,
sin sueños, sin más opción que esa: mirarla. Como quisiera hablarle y decirle
que anda equivocada por esa esquina de nuestra calle porque por ahí está
prohibido el tráfico de los ángeles que provocan insomnios sexuales en los
ancianos lascivos… hablarle yo, que no me atrevo ni a rozar sus manos ni a
mirarla a los ojos cuando me atiende allá en el almacén del barrio donde voy
cada día a comprar cigarrillos para que nadie note que en verdad voy a rendirle
la merecida sumisión de un viejo agradecido. Aclaro, por respeto a su
integridad moral, que en estás mis vagancias imaginativas ella no es madre
todavía ni existe el mancebo jovial y vulgar (que no la merece) con el que pasa
tomada de la mano riendo por la puerta de mi casa.
sábado, 12 de marzo de 2016
TEXTOS EN HONOR A LOS PELITOS DE LA MUSA NERDIOZA [sic]
“vi su pubis, su vello
empapado, su ombligo hermoso como una piedra preciosa.” Elvis et la Vertu. Frantz
Delplanque, Éditions du Seuil, 2013.
Todo se concentra ahí,
en el borde de tu sedosa camisola por el que asoma la oscura champita, la negra
mata, los olorosos pendejitos, Vellitos rubios, negros y rizados, bosque de
un dios animado, pórtico de un cielo enmarañado, de sedas y plata es tu
entramado (i), esos pelitos prohibidos que nunca ven el sol y que contienen
el morbo de toda pilosidad corporal, Selva de ninfas y amazonas, brotan en
su cálida espesura, floresta salvaje, de cálidos aromas, rosas y jazmines sin
tasa ni mesura (i), son algas sumergidas en los deseos y arbusto del jugoso
fruto seminal de la masturbación, Cortina de tules y terciopelos, telón de
un teatro de mil escenas, separarte sutilmente con mis dedos llegar a tus
raíces con mis yemas (i). Ahí el sexo peludo lascivo incitante, quizá pleno
de secretas reminiscencia edípicas, de antiguos recuerdos de las culminaciones
de los voyerismos iniciales, Triángulo de las delectaciones, pestañas de dos
ojos llorosos, monte de excitantes sensaciones la bienaventuranza de los gozos
(i), ahí el triángulo brevisimo que me muestras coqueta, la mínima franja que
dejas ver en tu juguetona crueldad exhibicionista, en la sensual perversidad
que te invade cuando fijas la imagen de tus bellos púbicos en la justa medida
que no llega ni cerca a la impudicia pero que sobrepasa sutilmente el debido
recato y el pudor amistoso. Paso mis dedos por la mata áspera de vello de tu
pubis, bajo por tu pubis por el que una humedad salada comienza a deslizarse
hasta mis manos, llego sobre tu pubis cubierto de sus rizados vellos, le doy
pequeños tirones a los vellos de tu pubis, una sombra mariposa de vellos negros
respira anhelante en tu pubis (ii). ¡Ay! vellos de la sagrada abertura
que pobláis la montaña sagrada, que vuelves loco hasta a la locura. Quiero ser
el custodio de tu morada (i).
(i) “Oda al vello
púbico” Felbarsal. Foro Shoshan, 2012.
(ii) Editado a partir de
fragmentos tomados de Google. Las palabras ‘mariposa’ y ‘respira anhelante’
fueron agregadas por el autor.
viernes, 11 de marzo de 2016
ACOSOS A LA RECIENBAÑADA
“Rosa que al
prado, encarnada, te ostentas presuntuosa de grana y carmín bañada: campa
lozana y gustosa,…” Sor Juana Inés de la Cruz
Deslizo mis ojos voyeristas por las leves marcas
de los breteles en tus hombros, en tus mojados cabellos alisados, en tus axilas
y en tus ingles humedecidas, en tus rodillas, huelo el vaho humectado que se
evapora de tu cuerpo impúdico como si nadie lo observara. Te quito de un envión
la toalla, te dejo desnuda de un solo zarpazo de tigre macho en celo, lamo toda
el agua que se escurre por tu madura desnudez, sorbo tus sabores de hembra
empapada, acaricio tu desnuda voluptuosidad con calma y lenta parsimonia para
disfrutar cada una de tus combas y dunas, tus cauces y pliegues, blanduras y
tersuras, la sexual calentura de tu sexo y la tensa suavidad del surco entre
tus nalgas. Me excito en el relumbre del agua en tu piel, en esos destellos y
brillos que aumentan tu sensualidad pervertida y exhibicionista, sobo mi pene
por encima del pantalón sintiendo su erección abultada, me relamo ante la
visión de tu deliciosa y provocativa obscenidad, de esa dulce indecencia que
despierta mis instintos más salvajes, mis viciosas y masturbadoras obsesiones,
mis pulsiones oscuras y vergonzantes. Te destapo húmeda y chorreante, te sobo
tus glúteos y tus muslos, te mamo tus pezones mientras amaso tus pechos
solemnes, meto mi dedo en tu vulva para untarlo en tus aguados jugos vaginales,
me declaro un depravado obsesionado por tu tetamenta y por las carnales
ondulaciones de tu vientre, por el aroma de tu vulva y por la sensación
inquietante que siento en mi lengua al lamer tu tímido orificio anal. Dejo que
manosees mi verga, que la aprietes con tus manos mojadas y resbalosas, que la
frotes suave primero, frenética después, en tanto yo resbalo lánguido mis manos
por la curva que va desde tus axilas a tus caderas. Hasta que así agachada te
aprovecho la postura y te muestro mi verga bien erguida, dura, palpitante y
sensible, y te la acerco a tu boquita anegada, te insto a mamarla con todas las
ganas, chupa que te chupa te vas encendiendo hasta hacer hervir las gotitas que
aun titilan en tu piel, y succionas con locura el miembro erecto, y lo muerdes
en tu gozo bucal, y lo masticas y lo absorbes, y te vas tragando hambrienta el
chorreado semen caliente que te ahoga desde allá al fondo de tu paladar, y
termino el asedio punzando tu mojado ano apretado como en un juego de perritos
con mi falo ya casi laxo y tu culito incitándolo.
jueves, 10 de marzo de 2016
INVOCADA PERPETRACION
Para ACM, viajera, hoy.
Es en el misterio de la rosa nevada que hiela
y licua donde tu silencio me incita a perderme en tu piel, y rastreo tu perfume
por el sopor de la tarde calurosa, bebo tu aroma de hembra mía, te presiento en
mi lujuria solitaria, rozo tus pezones, hurgo tu vulva con mis dedos provocadores,
lamo tu ombligo con mi lengua impúdica, froto mi cuerpo desnudo contra tu tibia
desnudez, piel con piel, manos afanadas en espaldas y en nalgas, los labios
enquistados en húmedos besos, mi miembro hendiendo tu sexo, nuestros ojos
cerrados y las respiraciones desesperadas. Unidos, incrustados, apegados,
fundidos, fusionados, yuxtapuestos como un solo ser que copula sobre si mismo,
vertido abierto penetrando y penetrado. Voy a por tus sabores más íntimos,
saliva, sudor, fluidos, voy incipiente y artero como un parásito salvaje sin
posible mitigación ni desaparecimiento. Me impregno de tu gustillo carnal, me
inundo del antojo de tu cuerpo embozado en sus lascivos pliegues, en la
palpitante sensación de una copula secreta, oculta, solapada. Sé tú me sientes
carcomiendo tu sexualidad subrepticia, deslizándome como un denso liquido que
te subvierte y excita y te despoja y viola y abusa con tu pleno consentimiento.
Me enredo en tus embrujos de mujer deseable y dispuesta, me trabo seducido por
tus encantos de sirena desvergonzada, me derrito entre tus manos cómplices y
enloquecedoras, desespero en tu boca mordido lamido succionado pervertido en
ella y feliz gozador, ebrio de ti inmerso en ti abrumado de ti deseoso y
desesperado de ti, ciego y ungido como un oscuro ángel extraviado.
domingo, 6 de marzo de 2016
DERRETIMIENTOS
“Ojalá pase algo que te borre de pronto,
una luz cegadora, un disparo de nieve, ojalá por lo menos que me lleve la
muerte, para no verte tanto, para no verte siempre, en todos los segundos, en
todas las visiones”. Ojalá, Silvio Rodríguez, 1969.
Otra vez tu silencio de nieve, tu gélida
ausencia, la distancia que siendo imposible nos abarca en un instante
compartido, nos incrusta el uno en el otro, nos incita a las pasiones
inconfesables y nos arrastra juntos, desnudos e imbricados, al furor
desesperado de la copula soñada. Acá el sol esperando para entibiarte, para
invocar en tu piel las dulces impudicias de nuestros lúdicos juegos
machihembrados, a la danza sexual que nos hace impuros amantes embebidos de la
pureza esencial de lo que somos en instintos y en lujurias. Respiro agradecido
de tu regalo matinal, la visión del húmedo y abierto paraíso, de la imagen
lasciva de esa vulva gloriosa que deseo lamer, saborear, penetrar, gozar hasta
cruzar el límite de lo incierto y hundirme seminal, embelesado, erguido, endurecido,
en el sueño de poseerte a lo largo de una noche nevando. Y mis ojos cautivos
recorren esa carnalidad mojada y dilatada, abierta a las libidinosas miradas, a
la vista viril del macho que paladea y susurra y lame sus labios como si fueran
esos otros labios verticales, y mi mano frota el miembro erecto hasta cumplir
el ceremonial eyaculatorio que derrita el nevado silencio de tu boca en la
distancia. Suspiro agradecido de ti por cumplir mis ansiosos deseos, por
iniciar mi día ahí contigo, de ver como si acariciara tu cuerpo dispuesto, la
jugosa flor que esconde tu pubis, el escondido periné, los vellos púbicos que
circundan ralos y olorosos tu sexo, los surcos lúbricos de tus ingles, las
voluptuosas curvas de luna nueva que separan por detrás tus muslos de tus
glúteos, y la punta de tus dedos abriendo ofreciendo exponiendo la rosa
inesperada a los ojos enviciados de tu potro enardecido.
sábado, 5 de marzo de 2016
DECLARADA INSTIGACIÓN
“el cuerpo de una mujer es como un
violín: se necesita un músico fantástico para tocarlo bien”. JD Salinger
Deja tu mano buscar las íntimas fisuras por
donde se vierte tu placer negado por pudor o por temor o por vergüenza, deja la
yema de tu dedo rotar con lenta voluptuosidad sobre la tierna capucha del
capullo esencial, humedece tu dedo du coeur surcando tu vulva, empápalo
de ti y sorbe tu néctar como una abeja egoísta con su flor incendiada. Asume la
densidad carnal de tu cuerpo y vuela, boga, repta, desciende a las cloacas de
tus instintos, sumérgete en esos densos líquidos tibios y prohibidos, aguza tus
sentidos para sentirte hembra en un penetrante parpadeo continuo, siente ese
hormigueo que va subiendo por tus piernas que se ponen en tensión hasta que
explotas como si todo tu cuerpo se descontracturase, siente impúdicos insectos moviéndose
y chapoteando en tus sensibilizados genitales, siente como si en el interior de
tu vagina estuviese revoloteando sus alas una desesperada mariposa liberada, siente
como si tu clítoris vertiese una lenta agua caliente y ahógate en ella hasta el
último espasmo. Quiebra el vidrio de tu burbuja, desátate, vuélcate bocabajo en
tu lecho y hunde tu rostro en la almohada, gime mordiéndola, respira apenas,
sofocada por los ardores y los goces incontenibles, erotízate de ti misma,
navega por la furiosa tormenta de tus deseos suspirando estremecida, busca el
esplendor del destello del orgasmo mientras muerdes tus labios con salvaje
lujuria. Y quédate quieta después, sin pensar en nada, hasta que tu agitada
respiración recupere su rutina sin sentido y te duermas laxa, saciada, vacía,
sonriendo para tus adentros. Solo eso, engolosínate enceguecida en ti misma y
olvídate de ese ahora pervertido la mañana siguiente.
INCITACION A LA SECRETA DUALIDAD
“Se encienden las sombras interiores. Y
escribes para que suceda lo que ansías. Para que se materialice lo que
imaginas. Y cierras puertas. Y abres posibilidades. Sin mirar atrás. Buscas en
el poema lo que la realidad no te ofrenda. “Saltar de un tejado hasta (su)
boca”. Hurgas en el lenguaje hasta encontrar lo que no hallas en los
significados desgastados, ni en el silencio de la casa, ni en la indiferencia
de las fechas.” Prólogo de Aurelio González Ovies al poemario ‘La Exhibicionista’
de Ana Lamela Rey.
Hazlo, deja entrar a ese macho mediterráneo
a tu castillo, que entre en la trampa soñando con su propia trampa, y cuando
este ahí ya atrapado en la jaula invisible de tus recatados encantos, juega el
ajedrez de la falsa seducción, atrápalo en tu telaraña de muslos desnudos, de
piel expuesta, de visiones instantáneas y efímeras de tus vellos púbicos, así
como que no quiere la cosa, como algo imprevisto e inconsciente, como breves
destellos que lo enceguezcan y no sepa si es un juego del azar o una invitación
al pecado. Recorre el día en la intimidad de tu personal territorio solo con ese
sensual baby doll de negro satín, nada más, sin insinuaciones explicitas ni
implícitas, sin coqueterías obvias ni miradas cómplices, camina, actúa, pasea
como una funcionaria ocupada, atenta pero insensible e impersonal. A ese macho
sin oleajes ni espumas saladas, engatúsalo con situaciones ambiguas, obnubílalo
con una desnudez precaria, mínima, que no alcance a saber si es casual o
provocativa, atosígalo con semidesnudos rápidos, de paso, inexplicables, casi
misteriosos. Siembra en sus instintos la semilla del deseo desesperado, de la
lujuria incontrolable, eréctalo, que tú puedas ver en sus rubores de macho
acalorado el efecto de tu presencia insinuante y él la gélida distancia que los
separa, que se avergüence del bulto fálico entre sus piernas cuando tú se lo mires y hagas un mohín de
desagrado por su vulgar indecencia. Deja de actuar como una mantis, juega a la
vida, atrévete, lánzate a vivir con furor y con fervor, con las ansias últimas
de la suicida arrepentida, con el hambre acumulada de la náufraga recién llegada
de su isla solitaria, lo disfrutarás te aseguro, ambos sabemos sin decirlo que
igual lo gozaras gota a gota como el elixir de la inmortalidad, como el agua quimérica
de la imposible fuente de la juventud. Crea ahora los últimos recuerdos que
revivirás antes de entrar en la desabrida e insensible eternidad. Y por cierto,
nadie lo sabrá nunca, solo tú. (Y
obviamente el suscrito).
viernes, 4 de marzo de 2016
SUSURROS DEL ESCRIBIENTE
No siempre el día era inocente, la noche
culpable.
“La Condesa Sangrienta”, Alejandra
Pizarnik, 1971.
Mórbida lánguida inquietante, altiva en tus
esplendores de nieves y lejanías, yo soñándome dormido a tu lado, como un bebé
buscando el útero que lo absorba y lo reintegre a la liquida tibieza original, apegadito
a ti en cucharitas con el rígido miembro aprisionado entre la voluptuosa
carnalidad de tus nalgas, con mis besos quemando tu nuca y mis manos aferradas
a tus pechos como un niño asustado. Porque te extraño me faltan tus palabras y
tu exuberante densidad corporal, tu risa de niña pícara y tus tiernas imágenes,
las visiones eróticas de tu cuerpo y el delicado fulgor de tus senos por las
mañanas. Porque duermo ahí a tu lado adherido a tu vientre, induciendo a la
flor de tu sexo a abrirse, a rendir su pistilo a las hambres de mi lengua que
lo ataca y lo lame, y me hundo desarmado, laxo, blando en una misteriosa
melancolía sexual que como un caudal de ausencias y silencio me deja extraviado
en los pliegues de tus sábanas. Escribo, te escribo, te describo como un loco
inmerso en la inextinguible lujuria que tú desatas, como si la realidad ya no
existiera y pudiera tocarte y poseerte con la palabra ardiente que leen tus
ojos, escribo de tu acento, de tu risa y de tu boca, escribo de tus pechos, de
tu piel y de tu vulva. Y cuando duermes, escribo, para obligarte a soñar
conmigo. Estarás durmiendo aun, y yo ahí besándote despacito... shhh... sé que
sientes mis deseos en tu cuerpo como un hormigueo que lo tienta a solitarias
consumaciones. Te haces silencio de nieve nocturna, te desvistes en ausencia de
desnudes y de ardores, te insertas en la piel quemante del deseo, te escribo
sin saber lo que escribo, solo sintiendo lo que necesito escribir. Te
escribe la pasión, mientras te evoca y no encuentra más modo ni manera de
expresarte que el verso y la quimera que en un renglón quemante se desboca
(i).
(i) “Te escribo”,
soneto de Blanca Barojiana
martes, 1 de marzo de 2016
REFLEJOS DE MEMORIA
Porque nadie tiene más sed de tierra, de
sangre y de sexualidad feroz que estas criaturas que habitan los fríos espejos.
“La Condesa Sangrienta”, Alejandra Pizarnik, 1971.
En la canícula del abochornado estío vago
amodorrado por la memoria de esas antiguas tardes donde huíamos de todo y de
todos, por tus ternuras que me estremecían en medio del ceremonial de los
intensos deseos, por el silencio del amor que persiste oculto e inconsumado
como un oro enterrado. Allí donde nos íbamos secretos a transpirar juntitos por
los calores del furtivo encierro, desnudos, sudorosos, enviciados en el sabor
del sudor en la piel, ese bocatto di cardinale, y el relente de las tibiezas
traspasadas que encendían los atardeceres como un anticipo inolvidable de las
solitarias noches que iban a venir. Merodeo por aquellos inviernos arropado
entre tus sábanas, hundido en tu cuerpo, lento y disperso entre mis labios en tus
pezones y mi mano bajo el pudoroso “tuto”. Persevero inclemente en tus
contornos difuminados en el espejo que te vierte indecisa, en tus negaciones a
entrar en el oscuro túnel que desemboca en tus instintos, te estoy imaginando
describiendo escribiendo de memoria, sin una imagen tuya, aunque sea vestida,
con la esperanza insobornable que día vendrá en que volveré a delinear tus
contornos a ojos vistas y mis manos palpando tus dulces sinuosidades. Recupero
aquellas lujuriosas instancias en el reflejo de tu cuerpo en el azogue delineado
por las memorias de cierto lugar a ciertas horas de las tardes de los años
antiguos, sabiendo que ahora la rosa se abre y se envanece (i), repaso
en la confusa urdimbre del tiempo los momentos sin olvido, oculto en la solitaria
flor de loto del quieto estanque de tu jardín, y en los colores de los peces inquietos
del estanque de mi bosque, que es también un silencioso reflejo del tuyo.
(i) “Dulce soñar”, soneto de Blanca
Barojiana
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