“el sueño de tus piernas cansadas.” A Caballo. Jaime Sabines
Pelitos ahí en el pálido vértice
lunar de las piernas, vellos púbicos en la esquina húmeda de los muslos, pendejitos
en el rincón escondido de las mórbidas suavidades internas de esas piernotas que
cubre y descubre un oleaje o marea en una intrincada trama de blancos y negros,
piel de pantera de hembra sangrienta, escaques de un voluptuoso ajedrez en el
que siempre se pierde o se abandona, y cae el rey vencido, laxo, saciado en su
delicuescencia seminal, enjambre de oscuros abejorros deformados por el fuego
cercano de la piel, cardumen de voraces pirañas blanquinegras, vorágine turbulenta
de urgentes amebas vaginales y lentos paramecios fálicos, caracoles insaciables
cercando el ramito de negras algas que huelen a hembra encendida y que brota en
la fisura del calzoncito y la ingle, sibaritismo moluscular de escondido
marisco en la verticalidad vúlvica. Pálidos y mórbidos peces muslo deslizándose
en los oscuros abismos del deseo, incitante champita de pelillo (Gracilaria chilensis) definiendo el
lugar por donde se entra y se sale con arduo frenesí hasta la honda y gozosa eyaculación.
Manchitas como crustáceos agazapados u ocres caracolas aferradas a la suavidad
lítica de las mullidas rompientes, cantos rodados en la dulce playa de sus
muslos desnudos, breves soles de un extenso estío sexual. Sirena califa,
corinfa la matacumba que te chupo de un solo ‘slup’ la almejita fresca sin sal
de mar ni limón de lima, te cebicho el mejillón hasta desmayarte y te flapeo
los cuatro pétalos y el pistilo mientras me fapeo la coyoma hasta soltar los
chijetes densos, calientes y lechosos.
A partir de las imagos sexualis de enero 26.