viernes, 30 de enero de 2015

PECES TUS MUSLOS RUTILANTES


“el sueño de tus piernas cansadas.” A Caballo. Jaime Sabines

Pelitos ahí en el pálido vértice lunar de las piernas, vellos púbicos en la esquina húmeda de los muslos, pendejitos en el rincón escondido de las mórbidas suavidades internas de esas piernotas que cubre y descubre un oleaje o marea en una intrincada trama de blancos y negros, piel de pantera de hembra sangrienta, escaques de un voluptuoso ajedrez en el que siempre se pierde o se abandona, y cae el rey vencido, laxo, saciado en su delicuescencia seminal, enjambre de oscuros abejorros deformados por el fuego cercano de la piel, cardumen de voraces pirañas blanquinegras, vorágine turbulenta de urgentes amebas vaginales y lentos paramecios fálicos, caracoles insaciables cercando el ramito de negras algas que huelen a hembra encendida y que brota en la fisura del calzoncito y la ingle, sibaritismo moluscular de escondido marisco en la verticalidad vúlvica. Pálidos y mórbidos peces muslo deslizándose en los oscuros abismos del deseo, incitante champita de pelillo (Gracilaria chilensis) definiendo el lugar por donde se entra y se sale con arduo frenesí hasta la honda y gozosa eyaculación. Manchitas como crustáceos agazapados u ocres caracolas aferradas a la suavidad lítica de las mullidas rompientes, cantos rodados en la dulce playa de sus muslos desnudos, breves soles de un extenso estío sexual. Sirena califa, corinfa la matacumba que te chupo de un solo ‘slup’ la almejita fresca sin sal de mar ni limón de lima, te cebicho el mejillón hasta desmayarte y te flapeo los cuatro pétalos y el pistilo mientras me fapeo la coyoma hasta soltar los chijetes densos, calientes y lechosos.

A partir de las imagos sexualis de enero 26.


jueves, 29 de enero de 2015

LE MIROIR ENTRE SES CUISSES


En primer plano el círculo quieto del tibio sol iluminando la mariposa corazón en un cielo de suave muslo claro como la piel de la luna llena, carnal y exuberante agua fluyendo, arenas mullidas, fragmento del deseo expuesto al voyeur enredado ansioso enviciado en las inspis mañaneras. En medio el espejo de cinco espejos, reluciente azogue vacío que espera su tiempo y su uso pervertido de exhibicionista juguetona que se mira diciéndole; espejito espejito ¿quien es la más sensual y sexual musa de los prosariums?, y el cristal le responde con su lujuriosa voz de vidrio pervertido; solo tú mamashita mamba, coshita monga, mamushi ma’jaba, mijita rica rica. Y el espejo la mira hambriento desde el otro lado de la realidad reflejando al negrote que espera tentador y mullido, acechante y vibrante, provocador onanista de negra cuerina masturbatoria que ya conoce el roce voluptuoso de sus glúteos, la caricia de sus muslos desnudos, el peso libidinoso de su cuerpo, la presión de la lisura de su espalda como un sinuoso tobogán que lleva hacía a la geografía genital de su entrepiernas, marcando en la blanda negrura esponjosa los dos surcos que divergen a partir del periné como una hipersexual divortium aquarum. Después el negro luto del pudor en su lineal textura de tejido censurador, la muslicidad ampulosa de sus piernotas, la manchicidad de esos territorios que convergen en el vértice oculto, oloroso y húmedo, delicia siempre negada que pocos han visto y menos saboreado con la glotonería voraz que se merece. El edredón de tiernas florcitas en campos blancos y oscuros rojos va absorbiendo con lenta gula la tibieza desnuda de esa divina carnalidad.

A partir de las imagos sexualis de enero 24.


ENTRE NEGROTE Y VENTANAL


Displicente y sensual, exhibicionista y coqueta, azul sedoso esplendecente, con una blanca flor en bordada textura asomada vertiendo un ramito de vellos púbicos con elegante desparpajo bajo el pliegue de ese oleaje azul iridiscente, sumida en los brazos del negrote desconectado que estuvo por ahí en cercano sitio, invisible pero tentador y vigente, oscuro, musculoso y mullido, acechador y vibrante, hecho a mano talabartera para proporcionar solitarios placeres equívocos, vestido de negra cuerina como un siempre dispuesto gladiador romano esperando paciente y muy quieto su turno, sabiendo que por femenina curiosidad o erótica experimentación, tarde o temprano llegaría, y que ahora llegó. El albo calzoncito, bombacha, cuadros, tanga o bikini, su tenue sensualidad, la blanda comba bajo su femenino tejido, su perfume misterioso y su roce inicial en la tibieza que oculta, la nostalgia de la mano que un día abarcó ese paraíso hurgando en su convexidad sexual en busca del surco cauce de la flor escondida de la vulva. Sus hermosas piernas apuntando al ventanal, los grandes ojos del perrito de peluche mirando esos muslos claros con sus manchitas fulgurando como planetas de un distante cielo erótico, intentando, vicioso mirón, ver más de lo que se muestra, el lecho pecador en cópulas y masturbaciones, la luz del día allá en el fondo de penumbras mañaneras, las piernas cruzadas, las uñitas pintadas refulgiendo alcanzadas por el destello claro que ilumina en secreto esa piel obscena que hiere en su lascivia voluptuosa y yergue, endurece, acosa, incita y excita la membresía entera del observador atrapado en sus lisuras.


A partir de las imagos sexualis de enero 23.

sábado, 24 de enero de 2015

PENSANDO EN LAS NEGRURAS DE TUS VELLOS ANOCHE EN TI


Te voy pensando hacia la noche, voy sobre tus vellos púbicos negros ralos en vuelo enredado en su perfume, despliego mis besos a tu pubis, sobre tu sexo me inclino adormecido en tu cadencia floral de doncella impura, en la altura solemne de la cópula, en el oleaje que socava mi silencio para que mis susurros te toquen y cierren tus ojos ante el roce obsceno y su lujuria, sobre la luz lunar y su sosiego yazgo en el lecho de tus tentaciones, en verbo, sonido, imagen, reflejo, te voy dibujando por el deseo entre rubores y gemidos silenciados, entre tu flor abierta y erguidas erecciones, entre tus ansias y mis perversiones lo nuestro cruza el nocturno de tus labios para que yo me sueñe besado lamido succionado. Negruras de tus vellos, negro nocturno y perfumado oleaje de suaves humedades, zarza fragante de relucientes antracitas, tenues hilos de fino azabache entretejidos en el borde de tu vulva lunar. Brillos de sedosas obsidianas, sombras y penumbras dispersas, sensual vaivén de negra grama olorosa, suavidad de hebras ennegrecidas, delgadas y largas joyas hiladas por mi miembro y mis dedos, tus vellos. Anoche en ti dejé tu boca encendida por toda la noche para dormir abarcado por tus besos, para arder en tus fuegos y quemarme a fuego lento en tus brasas, la noche fue tibia entre tus muslos devorado por tus hambres de hembra desatada, acariciado por tu lengua mojada en el vértigo de tu saliva, inserto en tu cuerpo como un niño macho asustado dejé que tus manos revocaran la lúbrica incertidumbre de la lascivia y borraran la ansiedad de la necesaria masturbación.

PENSANDO EN LAS NEGRURAS DE TU CABELLO ANOCHE EN TI


Te voy pensando hacia la noche, voy sobre tu pelo negro noche en vuelo enredado en tu perfume, despliego mis besos a tu boca, sobre el amor me cito adormecido en tu cadencia floral de doncella, en la altura solemne del amor, en el oleaje que socava mi silencio para que mi voz te toque y cierre tus ojos ante el susurro y la caricia, sobre la luz lunar y su sosiego yazgo en la grama de tus ternuras, en verbo, sonido, imagen, reflejo, te voy dibujando por el atardecer entre arreboles y pájaros silentes, entre flores dormidas y tiernas lejanías, entre tu amor y mi amor lo nuestro cruza el nocturno de tus labios para que yo me sueñe en tus brazos. Negruras de tu cabello, negro nocturno y perfumado oleaje de suaves oscuridades, cascada de relucientes antracitas, hilos de fino azabache entretejidos por finos hilos de blanca luz lunar. Brillos de sedosas obsidianas, sombras y penumbras derramadas, sensual vaivén de negra cabellera, suavidad de hebras ennegrecidas, delgadas y largas joyas hiladas por tu mano y el peine, tu pelo. Anoche en ti dejé tu boca encendida por toda la noche para dormir iluminado por tus besos, para arder en tus fuegos y quemarme a fuego lento en tus brasas, la noche fue tibia entre tus brazos devorado por tus ternuras, acariciado por tu voz susurrada, inserto en tu cuerpo como un niño asustado dejé que tus manos revocaran la incertidumbre del insomnio y borraran la soledad de la distancia.

IMPUDICO DOBLEZ


El poeta no cumple su palabra si no cambia los nombres de las cosas. Nicanor Parra

El tibio gozne, la sensual bisagra, la impúdica charnela, la piel en su más suave y pálida tersura, un fragmento inquietante del vientre, con su delicado pliegue y su blandura mórbida, la pantorrilla y su miríada de pequeñísimas manchitas lunares, el oleaje de claro anaranjado o rosado damasco, (que importa la coloración exacta o su matiz preciso ante el soberbio espectáculo que anula todo detalle inútil), reventando contra la luminosidad lujuriosa del muslo, en su cálida pureza carnal, o las dunas y los oscuros valles de un desierto de limoníticas arenas avanzando sobre el pulido mármol de templo que guarda el pubis celestial, no el surco húmedo y fragante de su vulva lamida en los íntimos vicios de las tardes entrando el crepúsculo sino el virginal y terso canalillo de su ingle lamido con reverente timidez en los iniciales goces extásicos, incitante ángulo pecador, cauce que arrastra hacia el vertical delirio, dulce fisura que converge en ralos vellos negros, afluente tributario de su entrepiernas, curso que desemboca en los oscuros matorrales que bordean la rosada carnalidad absoluta de su sexo, ahí a vista y conciencia la comba de la pierna flectada y su vaguada cárcava talweg por donde los deseos fluyen en vertiginoso torrente. Los vericuetos del azar, el destino mezquino, pacato y pudoroso, o la fría tecnología que nos sobrepasa con sus laberintos de teclas invisibles, quiso o quisieron que otra imagen, inversa, reflejando la misma impudicia y lascivia no alcanzara los ávidos ojos pervertidos el fauno observante, y se perdiera para siempre en la trama de recatos y temores de la musa asustada.

sábado, 17 de enero de 2015

INTIMOS PAISAJES MARINOS


Fue un rumor de mar lejano, de espumas costeras, de coloridos papagayos por el sol de la tarde y dulzores de maduros duraznos mañaneros, fueron oleajes de blancos y grises pentagramas, de cortas y coquetas crisocolas, de furioso rojo el poniente, sola ella en otro lecho jugando a ser hembra incitante, a erguir príapos distantes, a invocar afrodisíacas memorias, sicalípticas instancias onanistas, escabrosas alturas de campanarios y hierbabuenas, de cópulas urgidas y vertiginosas, allá las uñas pintadas de blanco mortecino, acá las insistentes manchas lunares, y los divinos muslos fosforeciendo en el sofoco de su no asumido roce premasturbatorio, inconsumado pero vigente en la mente de la musa asediada y tentada por el fauno obsceno, la camisola sugiere la marina frescura nocturna y también el vaho tibio que viene de la verticalidad que oculta. Fueron lascivias previas a la llovizna sobre la playas del insomnio, al silencio de una habitación desconocida, a la soledad imponente frente del mar infinito, al atardecer que socava las raíces de la calma con los labios sedientos, urgencias de ella mostrando sus atributos con tímido descaro mientras la mano del que observa no toca pero siente, palpa, masajea, acaricia, en el recuerdo verbalizado tantas veces que reconoce cada manchita, cada pliegue, cada músculo o cada deliciosa suavidad. Fue un olor de mar lejano, de algas en la orilla, un sabor de sabroso marisco abierto, de salado sudor de piel soleada, y un rumor de mar lejano que traía en sus incesantes oleajes intensas imágenes eróticas de sus muslos incitando al naufragio.


viernes, 16 de enero de 2015

VERDIOSADAS INSPIRACIONES


Bajo el mullido y esponjoso oleaje verde oliva, oscuro suave, sus muslos pálidos en sus juegos de lujurias y envites, esa mórbida piel tantas veces acariciada bajo las premoniciones de la lluvia y en la altura de barcos nocturnos atracados a un puerto imaginario, blanduras de sabrosa madurez, plenitud del lamido atravesando las constelaciones lunares, la huella del corazón o la mariposa, el panal de pequeñas abejas alborotadas escondidas en el revés de la rodilla, y el asombro lúbrico, la revelación y el éxtasis de los vellos púbicos asomados expuestos visibles con delicioso desparpajo, incitación a las erectas vicisitudes del macho ansioso, turbulencias lujuriosas del piloso vértice oscuro, pendejitos, pelitos ralos, breve musgo del rincón vúlvico donde acuden a abrevar lengua labios príapo dedos, allí, su sexo negro, suave como un plumón de pájaro, entre tejidos verde petróleo, verde chartreuse, verde claro, y las florcitas desperdigadas por el campo donde ella sueña, era como un faro de sombra para mis ojos en un revuelto mar de tibias olas pálidas. Un aroma sutil como de islas exóticas en la tibieza suave de sus muslos flotaba. Servidumbres del sexo, en cópula o masturbación, deshojes del pudor, trizaduras del recato, impudicias desatadas en los segmentos del día caluroso o en las oquedades de la noche sudorosa. Una tierna jauría de canes de peluches, viciosos mirones de sus pies con sus uñitas pintadas, yace revuelta voyereando desde su ángulo favorecido el siempre oculto periné y la humedecida vulva prohibida, envidiados por el mirón siempre ansioso porque en la proximidad ardiente del placer de su carne me incendiaba el olor de todos sus secretos.

* En cursivas versos de Libros de Amor, Juan Ramón Jiménez, 1911-1912.


RETRATO EN AZULES


Pour la Baronne dans ses bleus, depuis l'hier.

El muro, siempre hay un muro, de blanco impoluto, la puerta de roja madera cerrada, siempre cerrada, la ventana enrejada, siempre enrejada, el piso de pulidas piedras ocres y marrones como un otoño petrificado a sus pies, siempre es otoño, y ella ahí, la Baronesa, en variados matices azules, de pie sonriendo, su perfecto cabello de suave castaño, su pose casual y elegante, sus ojos dibujados en delicadas ternuras. La pequeña mesa circular y su albo mantel con sutiles bordados a crochet, el canastillo de mimbre, el jarrón de greda dorada y el gran ramo de azucenas blancas y rosadas y verdes follajes, detrás un sillón de mimbre esperando una visita que nunca llegará. Sus manos son como sutiles y tibias aves, una posada sobre el oro refulgente, la otra en un femenino vuelo de sofisticado meñique levantado. Ella, la Baronesse, viste todos sus azules posibles de cielos y mares, del misterioso lapislázuli a las alegres turquesas, arriba, cubriendo la soberana voluptuosidad de sus pechos, entre blancos y grises, flores y ramitas de breves hojas enredadas, sobre su vientre anhelante y deseado un oleaje de claro azul de mar eterno, escondiendo sus muslos sensuales y sus piernas de caminante extraviada en la playa de las grises arenas, un azul más profundo, de oscurecido cielo atardecido o de abismales acantilados submarinos. La claridad mórbida de sus brazos y apenas su cuello es toda la tersura de la dulce madurez de su piel expuesta en sus recatos de Baronne pudorosa, lo invisible son los antiguos y ardientes deseos que la observan desde un tímido rincón embelesados en sus hermosos azules.


SUEÑO EN TI AMANECIDO


Todo sucedía en silencio, en el inicio de la madrugada aun ciega a la luz, habíamos dormido juntos, abrazados, la noche entibiada por nuestros murmullos y el susurro de mis manos en tu cuerpo acariciando. Te levantabas y yo te observaba aun ebrio de tu perfume, y te seguía contemplando en tus rutinas mañaneras, invisible pero intenso, tú sentía mi mirada en ti y hacía como si solo fueran como siempre mis ojos en el espejo. Te desnudabas, yo, desde el lecho disfrutaba ya excitado tus nalgas ampulosas, tus suaves muslos, la tersura de tu espalda, tu piel poro a poro. (Mi mano iniciaba el rito masturbatorio, sobando y apretando mi miembro). Entrabas en la ducha, el agua escurría por tu cuerpo tal como había escurrido mi boca por tus nocturnos paraísos. Salías del agua purificada y virginal, te secabas en lenta sensualidad, y con delicado recato dejabas anudada la toalla en tu cintura, yo veía tus senos en su vuelo voluptuoso, tus pezones cimbreando en esas cumbres mullidas, caminabas de un lado a otro buscando y ordenando tu vestimenta, incitante y coqueta, con el rostro serio, como si estuvieras sola en tu ámbito cotidiano. (Mi mano ya subía y bajaba en prepucio en un enviciante ritmo onanista). Entonces te sacabas la toalla y así desnuda perfumabas tu cuerpo, tus axilas, tu vientre, tu vulva, yo olía el aroma como en un sueño dentro del sueño, gozaba tu entera desnudez, el esplendor lujurioso de tu piel, la mórbida consistencia de tu carnalidad sublime. (Mi mano aceleraba la masturbación hasta la gozosa eyaculación, extrayendo hasta la última gota densa y caliente del goce fálico de ese íntimo exhibicionismo). Luego comenzabas a vestirte con ordenada parsimonia, negro body, gris claro pantalón, blusa de vuelos azules y blancos, la delgada y suelta camisa del mismo azul, cepillabas el negro oleaje de tu pelo frente al espejo circular mientras yo te miraba absorto sin saber que te soñaba. Te cubrías con una chaqueta del mismo gris del pantalón y finalmente calzabas tus pies. Antes de salir te volvías y nos mirábamos a los ojos, cómplices y amantes, afuera amanecía y la luz entraba en mi sueño dejándome adormecido y laxo en tu tierna oscuridad.


miércoles, 14 de enero de 2015

PAISAJES DE TETUÁN

“Son de greda los senos que te empeñas en ver como lirios morenos.” Juana de Ibarbourou

Tus pechos colinas dunas ansiedades, mullidas campanas en silencio, tibias alturas coronadas de protuberantes botones florales, fervores y resabios del mito original, opios de la amapola del sueño, mórbidos deleites, fuentes, copas, biberones, turgencias en breves soles de cobres adormecidos. Tus senos, anheladas cumbres soleadas, plena consistencia carnal de edípicos deseos, de incestuosas fantasías oníricas, de voluptuosos pecados inconfesables, origen e incitación de besos lamidos succiones, de oscuras lujurias perturbadoras de niño macho, de sediento náufrago en erguida erección aferrado a tus pezones que anidan en mi boca. Ampulosas cimas reflejadas, tetas en los lascivos erotismos de la noche, mamas en las desolaciones de la incierta soledad, bubis, busto, cimbreante dualidad blanda, frutas maduras, divinas almohadas para el descanso del vencido guerrero. Lúbrica ansiedad de hundirse en tu canalillo, en el escote que las niega exhibiéndolas; Las rosas palpitaban encima de tus senos duros. Como una flora de las blancas batistas que tus brazos rozaban cálidamente llenos, los encajes tentaban con carnes entrevistas (i). Me sumerjo extasiado en el corpiño, el brassiere, el sostén, me entrego al delirio de sus blanduras, de sus lisuras, de sus tibiezas, de su bamboleante oleaje ritmo incesancia, de sus palpitantes latidos subterráneos, túrgidos globos evasivos pero vigentes, imponentes esferas rutilantes que abrasan en la memoria en el sube y baja de tu libidinosa respiración. Esponjosas curvas perfiladas, replicadas catenarias que guardan el sabor de ti contenido en las apetecidas areolas, en esa rugosidad inquietante y en el matiz mas oscuro de tu piel ungiendo las erógenas trigonometrías de tu vértigo inicial.

(i) Libros de Amor. Juan Ramón Jiménez, 1911-1912


MALAS COSTUMBRES


En la sexualidad de la alta noche del castillo, encendida, o en la sensualidad de la calurosa mañana, desnuda, o mientras el agua se afana escurriendo por su cuerpo sensibilizando sus poros uno a uno, la tentación va invadiendo su piel y sus entrañas como un estremecimiento continuo e insinuante. Mal acostumbrada, sueña, imagina, desea, la dermis le arde en rubores aterciopelados que la incitan y la excitan, una corriente voraz e incontenible la arrastra a los delicados recovecos del placer solitario. Deja fluir su mano pecadora por su vientre ansioso, por su pubis anhelante, soba, recorre, acaricia, se toca, la mente en blanco vuelo quieto deja florecer atávicos instintos, derroches de sumidas exigencias inconsumadas, dedea circular su botoncito clitoriano, su tierno capuchón, su breve sensibilidad hambrienta, abre los pétalos de su flor oculta y la surca lujuriosa, manipula, digita, penetra, quizá, con levedad virginal. Siente el goce calmado de una oscura sed saciada, disfruta la sensación de sentirse lubricada, húmeda, mojada como una tibia y lenta vertiente que nace entre el musgo a la sombra de los deseos. No es la intensidad egoísta de masturbaciones secretas o de sudorosas cópulas desaforadas, sino algo más íntimo, más personal, ella sola allí, su mano, su boca entreabierta, su lengua humectando y repasando una y otra vez sus labios, los ojos cerrados mirándose así misma, hembra hirviendo a fuego lento en sus obscenas excitaciones. Pero algo la limita, la frena, la inhibe, antiguas penumbras se dejan caer sobre el florecido jardín onanista, no le importa, sabe que avanza paso a paso hacia el dulce y grato vicio negado por ancestrales o terribles recatos, intuye que la salida del túnel está cada día más cerca, y que allí comenzará su verdadero estío.

lunes, 12 de enero de 2015

FLUYO COMO BESO POR TU CUERPO


Por la suavidad de tu piel desde tu frente, torrente mis labios besando escurren por entre tus ojos, ceño y nariz, por tu dedito del ángel hasta tus labios donde me demoro de comisura a comisura en tu dulce saliva abrevando sediento, fluyo curvo por tu barbilla lamiendo, por tu cuello hasta cruzar tus clavículas y me derramo embrujado por el canalillo después de encopar tus pechos, de sopesar su mullida consistencia, de deleitarme en su sensual morbidez, de saborear niño macho tus pezones. Me dejo escurrir entre esas tibias dunas, me vierto quemante liquido en tu estomago, en la tierna curvatura de tu abdomen, reboso lentamente el cuenco de tu ombligo e inundo erecto tu vientre incesante con el agua impura de mi lujuria, rebalso tu ansioso pubis anegando la selva oscura de tus vellos olorosos, me infiltro, me evaporo, me condenso, escurro seminal por tu vulva incendiada mojando y regando tu breve clítoris, solubilizo mi saliva con tu néctar vaginal y bebo sediento de esa miscibilidad sexual. Viscoso encausado por tus ingles me acumulo húmedo en tu periné arriba entre tus piernas hirviendo, goteo tardo entre tus pálidos muslos hambriento de tus carnes deseadas como un ebrio caudal desatado en un ferviente y acuífero erotismo, me aconcho en tus rodillas hasta el musgo, sedimento, arena, arcilla sumergida, desbordo las curvas de tus pantorrillas para estilar fluido en tus tobillos, freático, subterráneo, capilar, y consumirme en el sumidero de tus pies, allí dedo a dedo voy mojando en calientes y obscenos derrames tus secretas ansias ya empapadas.


REFLEJADA

Ahí te poseo mía, en el círculo que contiene el azogue del mágico espejo que te refleja anónima, secreta, furtiva, como reflejada en la dormida superficie del agua del pozo del tiempo. Fragmentos de tu piel soleada, rostro hombros brazos, no más, suavidades que mis manos anhelan rozar en la cita pactada más allá del hoy, enmarañado tu pelo para mis dedos hambrientos, tu sonrisa misteriosa entre coqueta y cómplice dibujada en tu boca donde irán mis besos a beber tu saliva para saciar mis labios sedientos de ti, tus ojos mirando lo que yo veré, tus manos decretando las vigencias y las limitaciones de tu imagen, un aro brillando en el lóbulo de tu oreja que he mordisqueado en antiguos sueños de pasiones desatadas en el lecho y lúdicas ternuras en un parque atardecido, lecho y parque imaginarios, esos dedos que mi piel reclama en la espera de los ciclos de metempsicosis con los cinco anillos, uno eslabón de fiel cadena, y la uñas cuidadas en perlado rosado que un día, en un futuro por consumar, dejaran escritos en mi cuerpo tus deseos de hoy. El suave azul con barrocos follajes azul oscuro allá en un abajo mullido donde escondida y sola tus pies descalzos danzarán imaginándose en un alto salón de cristales, bronces y caobas conmigo en un rincón de penumbras observando silencioso la voluptuosidades de tu cuerpo en el vértigo del baile. Tu piel morena en su madurez sensual de rosa en el estío, en su fragmentada fugacidad sensual y negada con señorial recato por los brevísimos fragmentos del trabado mosaico de blancos y negros ocultando tus pechos ampulosos, tus pezones sensibles, el tibio canalillo por donde se deslizará mi lengua voraz cuando sea cumplido nuestro destino inevitable.

viernes, 9 de enero de 2015

RENOVADAS CALENTURAS


“Pasé los labios en sus muslos. Ella saltó como un reptil.”(i)

Sedoso rojo satinado, concho de vino, guinda seca, morado o púrpura, luz y sombras, pliegues abriéndose a la clara suavidad de los muslos, a las manchitas lunares, al pie lejos extendido con la uña blanca, a las piernas juntas, apretadas, en negado acceso vúlvivo o improbable restriego masturbatorio, al morbo de la piel madura, fruta y néctar, incitación a sobajeos lascivos, a roces fálicos, a lamidos y pervertidas ensalivaciones, a surcar desde la juntura de las rollizas rodillas subiendo entre las cerradas piernas hasta la bloqueada verticalidad sexual y solazarse en el voluptuosos cosquilleo de los ralos vellos en el sensible glande. El muslo en pleno, su pálida textura, tibia lisura que las manos recuerdan con indecorosos detalles, su curva arco suave comba derrama en pasivo o coqueto desparpajo su densa sensualidad, la mariposa corazón aleteando impúdica en el vaho oloroso a hembra en celo contenido, el esplendor dérmico, lunar y fosforescente, las íntimas constelaciones de las manchitas titilando en la voracidad del que mira extasiado. Puedes darme un cuarto de hora de tierra firme. En ti surgen los desiertos, los oasis. Tus odios son grises, ya lo veo en este líquido sanguíneo donde mezco mi coraza de rufián. Mi natural erguido. ¿Lo ves? Sientes que el amanecer disgrega sus luces diarias. Con trabajo someteré tus gustos a mi sed. Los haré a semejanza nuestra, con tus pómulos, tu vientre, tu inquietud. Y mi saliva (i). (En un cercano sitio, invisible pero vigente, un negro musculoso y mullido, acechador y vibrante, hecho a mano para proporcionar ciertos placeres equívocos, vestido de negra cuerina, espera muy quieto su turno, que de seguro, por femenina curiosidad o erótica experimentación, tarde o temprano llegará.)

(i) “Bouldroud”, Teófilo Cid, 1942.


CONCUSPICENCIAS SURREALISTAS


Vuelos de recatadas mariposas de cambiantes colores, anaranjado y negro, celeste o azul claro o un matiz francés del ultramarino, o el azul clásico de los jeans, un rosado tan claro que se ve blanco. Juegos cómplices de la luz, tintes que ocultan los pálidos muslos, los oscuros y ralos vellos del pubis, la sutilezas de la carne desnuda de pudores. El dedito gordo de un pie con la uñita pintada y el segundo dedito medio escondido detentan heroicos la sensualidad fetichista del mirón. Sobre verde extraño o azul celestial, sobre blanco bordado perlescente, sobre caobas y mullido beige. Cuatro pudorosas visiones de escondidos paraísos. Se desnuda lentamente, midiendo el tiempo que demora la ropa en caer al suelo para formar a sus pies un elegante animal. Ahora él sabe que está ebrio; pero ebrio a voluntad, como el llanto, como lo pueden estar, sin duda, los espejos en el día de los grandes tumultos. Sabe esperar que ella forme a su lado un montón de carne, de dulces olores y penetrantes pestañas. Sabe que, de súbito, esa masa inanimada se recupera y se incorpora al reino zoológico del amor. Basta un suspiro, entonces, para deshacer el encanto o para originar un placer más luminoso. Sabe, además, que esta medida del tiempo, llevada a sus consecuencias más insospechadas y remotas, se puede transformar en una persecución delirante a través de las sábanas, el cuerpo de la mujer acariciada y la noche que al lado exterior del cuarto se mueve y conversa rápidamente (i). Rojo, negro, índigo o paquete de velas, blusa damasco anaranjado algo transparente, invisibles el brassiere negro, el colaless negrito. Arduas y difíciles inspiraciones sin el vértigo de lo sexual, del deseo encendido por manchitas y pelitos asomados, sin rijosos pensamientos ante las visiones impúdicas, sin el obsceno engrane de la nerdioza [sic] exhibicionista y el ansioso voyerista, sin la aguja insistente de la brújula de la deliciosa erección.

(i) “Una heroína de Walter Scott”, en Bouldroud, Teófilo Cid, 1942.


jueves, 8 de enero de 2015

ENSOÑACIONES E IDOLATRIAS


Anoche la soñé, fue en una oscuridad absoluta, las sábanas eran de seda y se olía un aroma mezclado de perfume y tabaco, su piel ardía pero no por una fiebre o la canícula nocturna, solo se oían susurros y las respiraciones agitadas, yo iba imaginando los territorios acariciados, usted sin decir palabras me animaba a seguir explorando solo con leves e incitantes movimientos de su cuerpo, yo la soñaba dentro del sueño para atreverme a más, la soñaba en penumbras violetas, entre sábanas púrpuras, solo vestida con un fresco perfume floral, de fragancia ácida, como la de aquellas rojas rosas trepadoras del jardín de mi infancia, y me sumergía en un fervor lujurioso, acechándola con mimos cariñosos y eróticas ternuras, los besos eran destellos invisibles en la fugacidad instantánea del tiempo cristalizado, las bocas se bebían desesperadas en una idolatría flagrante, yo intuía su desnudez en la yema de mis dedos, la suavidad enviciante de sus pechos, la comba tibia de su vientre y la brevedad enmarañada de su pubis. Mientras, en el sueño verdadero iba recorriendo con obligada sutileza apenas las mínimas cercanías de los prohibidos parajes de su íntima geografía donde se esconden sus instintivos estremecimientos, sus secretas e impúdicas sensaciones eróticas, aquellos goces dormidos que aun no encuentran su vertiente. Era un tormento y un éxtasis que el dialogo de ardientes murmullos anudaban en el caluroso oscuro, mis manos abrevaban sedientas en sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos (i), y en su flor abierta a la extensión eterna de la noche que se diluía en los sudores iniciales de una cópula que la pudorosa luminosidad de la madrugada no dejó consumar.

(i) Confieso que he vivido. Memorias”, Pablo Neruda, 1974.


miércoles, 7 de enero de 2015

ROJO NEGRO BLANCO

Vas yendo y desde atrás observo con desparpajo de potro encelado tus amplias caderas de hembra madura, tus nalgas plenas, ampulosas e incitantes, en rojo quemado y negro absoluto, tu voluptuosa cabellera cayendo dócil en su negro torrente sobre tu espalda, la actitud segura y altiva de tus brazos caminando hacia el blanco corcel que espera a su amazona estático, metálico e insensible. De lejos de frente en mínimo escorzo el rojo quemado y el negro intenso, la mirada hacía el horizonte desde donde sabes que te deseo, el otro negro bajo ese rojo quemado guarda tus pechos tibios demarcándolos en sus suaves convexidades, y en ellas tus pezones como breves soles escondidos en sus cúspides orgullosas, el escote formal, justo y necesario, tu suave piel que baja hacia el soñado canalillo donde un día derramaré la ardiente saliva de mis besos y lamidos. En excitante y coqueto perfil incitando a pervertidos y sodomíticos pecados en la comba deliciosa y deseada de tus glúteos, y a tiernos requiebros incestuosos en la dulce curvatura de tus senos, la risa pícara en tu boca y en tus ojos, el albo marfil de tus dientes que repite envidioso el pelaje del potro iluminando el soleado paisaje. En el entorno a cielo abierto lo demás son muros de un suave amarillo de rosas verticales, puertas, pequeñas ventanas de vidrios ciegos o enrejados, el gris pavimento, la canaleta por donde escurren las lluvias y la verde grama florecida de blancas florcitas. Por ese rojo quemado te besaré escondido por todo el día, por ese negro rotundo dejaré en tus labios mis besos encendidos, por ese sedoso pelo en su oscuro oleaje iré bordeando tu boca con mi lengua, por esas manos de secretas caricias beberé sorbo a sorbo tu saliva.

martes, 6 de enero de 2015

TRIPTICO DE SUS PIERNAS


Pour la Comtesse égarée

Iluminada, a plena luz, recostada sobre una sábana color rosado damasco, tierno y romántico, como de tiempos antiguos, lánguida y sensual, tranquila esperando el acecho voyerista, lascivo y fetichista de la mirada lujuriosa del fauno, la voracidad libidinosa del sátiro pervertido sobre la piel desnuda de sus piernas, la quemante contemplación de esos ojos insaciables que le urgen determinadas caricias y lamidos ya vividos y gozados en un otrora de luces de barcos, de un alto castillo, de campanarios y de hierbabuena. Se exhibe impura y soez, enviciada, se deja desear contraviniendo ancestrales pudores y atávicos miedos, ella ahí íntima y lejana (i) como una dama somnolienta, distante y cómplice (i) como una esfinge en las arenas del insomnio. La uñita mayor del pie extendido de un tenue y ambiguo rosado, o muy claro o simplemente blanco, rodeada de una tierna jauría de mirones perritos de peluche, el muslo mórbido de la mancha solar y la mariposa corazón, los pies juntos entibiando obscenos juegos fálicos que nunca sucederán, las piernas muy juntas como un cerrojo indestructible que impide que se abra y exhale sus sexuales aromas la flor húmeda de su vulva y se entregue desvergonzada y ansiosa a los goces del sexo oral donde se chupa, frota, lame o mordisquea (con grados variables de intensidad, y también pueden ensalivar o escupir) con la boca, con la lengua y con los labios o los dientes los labios de la vulva, la entrada de la vagina y el clítoris (ii), o de la cópula final que se consuma más allá de cortafuego de la cruel inquisición. De fondo sus objetos personales, fotografías de afectos y recuerdos, el congelado pomo de la puerta, el sillón pecador sin pecado concebido, el óleo de las rosas barrocas, los muros blancos impolutos y la madera con sus chapas de negro hierro.

(i) “A las ocho en el Flora”. Severo Sarduy.
(ii) “Prácticas sexuales: Todo lo que debes saber sobre el Cunnilingus”. Zea.


domingo, 4 de enero de 2015

CUATRO VISIONES DE TUS MUSLOS


Una línea como un arroyo de tibias aguas carnales que baja desde sus rodillas levemente sinuosa hasta desembocar en el pequeño delta de negros y sedosos vellos púbicos, un solemne sol de cobre en el alto oriente de su pálido muslo derecho, en el otro, las sensuales constelaciones de sus machitas lunares, al poniente la oscuridad del vacío sin luz, y abajo esquinada una franja como hoja de afilado cuchillo, de un rojo de dulce betarraga u oscuro granate. Las piernas muy juntas algo inclinadas en femenino pudor, iluminadas en su sexual palidez sobre un fondo penumbroso de paredes blancas que se ven grises fantasmales y vacíos de puertas abiertas que se ven negros como bocas de lobos hambrientos, la misma línea delicadamente sinuosa, las lamidas constelaciones y el lento sol acercándose al inquietante horizonte de las altas dunas de sus rodillas, abajo un arco rojo oscuro de ciruela o de dalia del que aflora un tierno y ralo matorral de pelitos olorosos a vulva húmeda y ansiosa. Las piernas cruzadas, diestra sobre siniestra, la línea apenas sinuosa que sube y se bifurca en el pliegue de la rodilla y su mórbida pantorrilla, y que abajo es interceptada por un rojo de oscura rosa misteriosa o nocturna que asoma a lo largo de todo el límite que delimita los territorios del pubis negado, casta frontera que no deja ver ni un solo pelito, arriba un lánguido piececito se hunde en las sombras del vacío noroeste, en la esencia central la suavidad excitante del interior del muslo donde mi boca y mi mano dejaron ardientes senderos de saliva o indelebles huellas de impúdicas caricias. Last but not least, el exhibicionista esplendor de la siniestra extendida hacia el alto norte, de trémulo muslo a punta coqueta del pie, larga y exultante, los deditos fetichistas pisando exactamente el vértice tridimensional de dormitorio allá en el blanco cielo de molduras sobre muros y puerta, la rodilla como un tremedal voluptuoso, el rosado claro de la uñita del dedo mayor fulgura como otro sol en la altura lujuriosa del deseo, abajo la misma delgada hoja de filoso cuchillo de un rojo oscuro sedoso, perlescente y sangriento que declara el peligro mortal de ir más acá de lo ya brindado.


EN EL BOSQUE HOY


Fui al bosque a pensarte, allí solitario pude volver a oír el eco de tu voz, de tu risa, de tus gemidos de placer, dejé que el sol iluminara mi rostro para sentirlo como la tibia caricia de tu mano o el roce ardiente de tus labios, te imaginé en tu lecho desnuda imaginándome y me invadió una cálida sensualidad, entonces dejé que el sol ardiera en mis piernas como si fueran tus dedos jugando, te esperé y esperé, oculto en la fronda como un fauno en celo, y dejé que tu mano sol luz calor fuera tocando rozando mi miembro esperando, fue delicia tu mano encendida enfundando mi verga, fue urgencia laxa no erecta ni erguida, fue un saboreo delicado, como adormecido, fue deleite tu boca succionando ensalivando lamiendo el falo quieto y tierno que se dejaba hacer entregado a tus hechizos de hembra soleada, fue tal el gozo de tus artes fálicas que floreció el príapo y asomó su glande como un tímido caracol que siente el sol en toda su calentura. Y despertaron los dioses del estupro y la sodomía, la incesante diosa de la masturbación y la oscura deidad de los celos infundados, y los sátiros pervertidos y las ninfas desvergonzadas, y bailaron todos alrededor de la fuente del placer hasta que vino el atardecer sobre los altos árboles desguarnecidos de pájaros, y hubo un fuego de hoguera en la serena comarca de la noche. En esa erótica danza de cómplices epifanías crepitaba tu cuerpo como leña penetrada y se estremecía el mío como azogue vertido mientras los elfos que espiaban excitados detrás de los matorrales se manoseaban a si mismos confundidos por aquella perturbadora bacanal. Cruzó el nocturno estrellado, perfumado de madreselvas, y la madrugada se vino lenta lentísima, apenas como un resplandor hacia el oriente, esperando que se apagaran las últimas brasas de nuestra desaforada cópula imaginaria.


sábado, 3 de enero de 2015

BUENAS NOCHES EN EL PALOMAR


Para A., desde el pasado hasta el hoy.

Besaría tu boca hasta embriagarme de tu saliva, hasta ahogarme en la profundidad de tu aliento, y así ebrio y naufrago aferrarme a tu pelo como a un perfumado mar de cimbreantes algas. Prevaleceré volcado en el acoso de tu voz que se reparte en ecos y gemidos en las honduras calurosas del bosque entre ciruelos y laureles, en la umbría cercanía del pimiento y del eucaliptus, en tu dialecto de idiomas entrabados, de paisajes remotos en el tiempo y en las banderas, en tu pelo desbordado sobre tus hombros, vertiente de sedosidades que mi dedos anhelan. Dejaría los murmullos del atardecer para ir hacía tus senos, palomas en sus vuelos desnudos, surcaría el valle enmudecido buscando la anamorfosis o el espejismo, la sensación de abismo entre mórbidas dunas, el emanado roce bifurcado en las mejillas. Será tu largo pelo de suaves antracitas, la sinuosidad de tu espalda en la continuidad de tus nalgas, en gris y negro vestida, el dulce perfil de tu rostro, la piel de tus brazos donde me acuno en nocturno celo, será la inminencia del deseo, de las lujurias, del delirio de la cópula en sus quemantes ritmos y sonidos. Será el nocturno. Buenas noches esclava mía, hoy tu Amo habitará tu lecho, perfuma tus pechos, pon carmín en tus sensibles pezones, pero no perfumes la flor de tu sexo porque tu Dueño beberá de ti buscando tu sabor más intimo y más puro para embriagarme en los derrames de tu savia, hasta ahogarme en la profundidad de tu vulva, y así ebrio y naufrago aferrarme a tus caderas como a un tibio mar de cimbreantes algas.

Enero 24 de 2009 - Enero 2 de 2014


viernes, 2 de enero de 2015

CANTO DE LA PRIMERA MAÑANA


Anoche pasada recién la medianoche, noche vieja, salí al jardín de las rosas persistentes, solo, con una copa de champagne en una mano y un cigarrillo en la otra, y te pensé, te besé, te imaginé también sola en algún sitio de tu vida que no conozco, y te amé con toda mi ternura para que me sintieras ahí a tu lado, y te deseé con todas mis ansías para que me sintieras bullendo como una lava ardiente en tu sangre, en tus latidos, en lo más profundo de tus adentros. Y hoy apenas me levanté recordé esos instantes con una intensidad distinta, fue como despertar a tu lado, sentí tu respiración tranquila, sentí que dormías plácida como una niña, sentí la tibieza de tu cuerpo junto al mío, y te besé despacito para que no despertaras, acaricie tus pechos y succioné tus pezones muy suavemente, recorrí tu cuerpo entero con la yema de mis dedos, rocé tus vellos púbicos y deslicé mi dedo por el surco dormido de tu vulva, muy levemente, para sentir su íntima y tibia humedad, lo unté en tu íntimo néctar y le llevé a mi boca y lo lamí con fruición para saborear tu sueños, y te amé y deseé otra vez como ayer noche porque te sentí muy mía. Percibí entonces que todos los años son iguales en su primera mañana, las rosas en sus mismos colores, los pájaros repitiendo las rutinas de sus vuelos, tu cuerpo desnudo tendido sobre el mismo lecho imaginado, y en mí la misma urgencia de poseerlo al fin algún día del nuevo año que se nos viene.