“Ya no
seria un poema. Seria hacer sexo”. SP en sus palabras.
Ella sin pensarlo dirigió su mano a mi bulto.
El cual era bastante visible. Al tocarme me recorrió tu terrible escalofrío.
Pero yo no dudé en dirigir mis manos a sus pechos. Ella me masturbaba sobre el
pantalón. Yo acariciaba sus pechos, sobre su vestido. Lentamente corrí los
breteles y vi sus hermosos pechos, sus pezones erectos… era todo un sueño. Sin
pensarlo dirigí mi boca a ellos. Antes de rozarlos con mi boca, ella ya estaba
gimiendo. Al tocarlos con mis labios me abrazó y se dejó caer sobre la cama.
Ahí comenzaría todo. Me acomodé sobre ella. No dejaba de besar sus pechos,
morderlos, pellizcarlos… ella ya había buscado mi pene por debajo de mi
pantalón. Me volvía loco. Me paré y me desnudé quedando a la vista con mi pene
erecto. De un solo envión le saqué el vestido. Y sentí una oleada de perfume de
mujer excitada. Fui directamente a su boca. Nos besamos como nunca lo había
hecho con alguien. Mientras frotaba mi pene, sobre su vulva húmeda, ella movía
sus caderas. La miré a los ojos, y dirigí mis manos a su flor del placer.
Lentamente le saqué sus calzoncitos. Y llegué a sentir su calor con mis dedos,
la penetré con mi dedo. Ella no dejaba de gemir. La masturbé por unos minutos.
Hasta que le saqué mis dedos y los llevé a mi boca, y los chupé saboreando sus
íntimos jugos. Y luego lentamente fui con mi boca a su sexo mojado y ansioso. El
aroma era penetrante. Pero sin pensarlo, comencé a lamer su vulva. Mi lengua la
estaba violando. Y no dejaba de gemir, hasta que llegó al orgasmo, sentí todos
sus jugos en mi boca. Casi rogándome me dice que la penetre. Sin pensarlo, me
pongo sobre ella, y tomo mi pene, y le rozo intencionalmente sobre su sexo,
hasta que ella misma me lo agarra, y se lo mete brutalmente. Sentí que estaba
en las nubes. Ese mojado calor era una delicia increíble. Comenzó un movimiento
majestuoso, era una princesa voraz en la cama. Yo la acompañaba. Me rodeó con
sus piernas y brazos. Yo seguía con mis movimientos, hechizado por la pasión de
esa hembra desesperada, me abrazaba y gemía muy fuerte hasta que llego entre
estremecimientos y grititos a un hermoso orgasmo, sentí que su vagina
succionaba y estrujaba mi verga, lo que me provocó que acelerara mis
movimientos de penetración, ya con desatada locura… se sentía el golpetear de
nuestros cuerpos sudorosos, y el chapoteo de nuestros jugos. Me abrazó otra vez
con mucha fuerza, y yo sentí que estaba a punto de eyacular… y con fuertes
movimientos derramé todo mi denso y lechoso semen dentro de ella, ah!! que gozo
más intenso… Dios mío… ¡Qué sublime! Caí rendido y saciado sobre su ampuloso
cuerpo desnudo. Antes que yo diga algo, me tapa la boca con sus dedos
tiernamente. Me pide que no saque mi pene de su sexo, que me quede, que me
quiere sentir así. Yo no podía creer lo que había pasado. Pero realmente fue
como cumplir el sueño soñado mirando la imagen de su ampuloso cuerpo tan
deseado repetida tres veces, ahí reflejada, ahí sentada, e imaginar sin censura
ni límite esto mismo que acababa de vivir tan intensamente. Nos habíamos
olvidado de todo, y de todos, en esos minutos. Hasta que yo me levanto y me
siento al costado de la cama. Y ella se tapa pudorosa con la sabana. No dijimos
nada, tan sólo nos sonreímos con complicidad, y acariciando con ternura su pelo
acerqué mis labios a los suyos para buscar el último beso que nos llevara al
infinito. Pero en ese momento sentimos un ruido y ambos, cada uno en su lecho,
despertamos del sueño compartido a la distancia que lo hacía imposible.