Te espera lánguido, fláccido,
dormido, ansioso del roce impúdico de tu mano, de la caricia sutil de tu dedo
sobre la puntita sensible, de tus dos manos en sopeso y en agarre, de una
tomándolo como la empuñadura de una espada o como un mástil o una espiga, la
otra encopando el tierno doble bulto de sus ovoidales raíces, sopesándolo con
la debida ternura. Aguarda tus fantasías desbocadas, tus sueños más sucios, de ávida
pasión u ocultas desvergüenzas, lo que piensas y no dices, lo que guardas en
tus instintos y en el túnel más profundo y secreto de tu memoria. Espera el
vaho inquietante de tu aliento, esa cercanía voluptuosa que anuncia labios
abarcando atrapando, apretando, dientes que muerden contenidos diluyéndose
juguetones en pequeños mordiscos, lengua y paladar que estrechan prensan
comprimen, que anuncia la caverna ensalivada y caliente de tu boca entera que
promete succiones, chupadas, mamadas en el delicioso sendero hacia el esplendoroso
paraíso. Pene, falo, verga, miembro, órgano viril, príapo, tronco y glande,
capullo, prepucio, obscenos pico, pichula, chuto, o poético túmulo erguido entre
oscuros vellos púbicos. Te espera al acecho para erectarse ante tus ojos
golosos, para elevar su virilidad como un hongo carnal que surge en las
humedades sexuales de tu cuerpo. Pende pendulando perdulario esperando los
paraísos empapados que le hace recorrer tu lengua de gatita mimosa, nirvana de
sensaciones donde tus labios de fuego lo besan, cielos estremecidos donde tus
manos lo tocan, acarician, rozan y masturban para hacer derramar su denso
néctar sobre la tierna tibieza de tus pechos.
sábado, 14 de julio de 2012
PERVERSIDADES
Pebeta divina, dejáte de
macanas!, gozá el día con sus recovecos y sus sorpresas, fluye, dejáte llevar
por la corriente zaina, burbujeá alegre porque "amanece, que no es
poco", disfrutá del hastío de mis palabras barrocas, de mis encantos de
pallaso (sic) de circo pobre, de mis artes menores de titiritero pueblerino, de
mis locuras y artificios, de mis ansias y de mis marullos, solo siente el
momento en que me leés porque yo te siento cuando te escribo, y en esa comunión
solo existimos en un tú y un yo que difieren y se apartan juntos copulando en
secreto en medio de la baraúnda de la burda realidad. Es tan simple; se trata
de vivir, de sentir, de fluir, nada más. Dejáte que te toque, que te acamale en
mis fechorías de machito de barrio, de puto esquinero, dejá que acaricie tu vulva
con mi lengua rígida con la puntita rosada y mojada, que me hunda/naufrague
entre tus senos ampulosos hambriento de tus pezones y tus suspiros, que enjugue
mis manos pene/tradoras en los jugos de tus deseos, dejá pebeta, dejá. Permitíme
que juegue solito con tu cuerpo, que lo use y lo abuse, que lo viole y lo
manosee, hazte la dormida mientras voy rebanándote en lonjas, sajando tu piel
hasta la desnudez violentada, dejáte profanar desflorar desvirgar mancillar
deshonrar como ningún compadrito tanguero ni machito avispado nunca alcanzo a
profanarte desflorarte desvirgarte mancillarte deshonrarte, dejá que te
cabalgue sudorosa implorando un descanso saciado en el lecho espurio de amante
clandestina. Vení arrodillada ante mí como una gatita mimosa y lame este príapo
de tus desvaríos, lame con toda tu lengua a lo largo, humedécelo, humíllate
ante el emblema del goce que abunda en tus insomnios mientras te revuelcas en
las arenas de las sábanas recalentadas buscando sintiendo deseando un orgasmo
que te arrastre hasta las dulces aguas del sueño. Quiero verte así hincada ante
mi ídolo fálico besando mi glande hinchado, rojo y sensible para agotar mis
desesperadas fantasía de ti. Escuchá mi voz en sus borbotones de indecencias
llenado tus oídos de palabritas groseras desvergonzadas indecorosas obscenas,
de ese cieno de verbos oscuros y mucilaginosos que se aconchan en las profundas
cloacas de mis instintos mas sucios. Concedéme el inclemente y abusivo derecho
de pernada, para que al final de la noche violador y violada se confundan en
sus tibias y pegajosas babas sexuales e irrumpan en la claridad del día consumados
y plenos. Andá tierna pebeta divina, dejá, vení, gozá.
DE TU PALIDA PALOMA
En un sensual fulgor inesperado
vi tu piel desnuda y turgente, y reviví los deseos ardientes de tantos
quemantes sueños. Y vi y gocé en tu seno pleno de su pálida piel encendida y
bebieron mis ojos la intensidad de su erótica y clara cumbre, círculo mágico que me encienden con el fuego
en su deliciosa cercanía. Y me hundí en mis propias sensaciones en ese fruto
carnal de tu seno, excitado de ese borde de
tu piel entre el publico bronceado y la intima palidez y tu deseado botón,
e imaginé mis manos acariciándolo, mi boca besándolo suavemente, mi lengua
lamiendo su cúspide, y tomé voluptuoso tu edípico pecho lleno y acerqué a mí su
tierno capullo y sediento lo apreté con mis labios para saciarme incontenible
en su esplendida voluptuosidad. Eso y más viví, reviví e imaginé durante la
visión de tu pecho soñado y de su sonrosado círculo solar. Tu pecho, paloma
sigilosa, enardecida en su nido palpitante, me perturba, me provoca, me
inquieta, me socava, me erosiona, me rompe en fragmentos incendiados y arrastra
turbulento hacia su convexo abismo, tibio, pálido, blando y voluminoso, mi boca
húmeda desesperada de besos. Mis labios sedientos de la tersura infiel de su
pálida blandura se deslizan hundidos y hambrientos en su altiva la curvatura
turgente. Ahora, desde mis escombros de macho solo acecho el incesante palomar
de tus pechos como un tigre herido en el ámbito furioso de la jungla
impenetrable de tu cuerpo. Nada ahora separa tu piel de mis deseos, tus pechos
de mi boca y sus deliciosos pezones de mis ojos ávidos. Nada me oculta la
suavidad de tus amplios senos tibios, suaves y mullidos en su descaro como las
dunas de un sueño. Nada impide ahora que bese, acaricie y succione en mi
imaginación perversa, esos rosados botones erectos, y en ellos me sacié hasta
clímax. Más abajo de tu risa y tus ojos, tu hermoso seno me enciende y en el
desparpajo de su desnudez regala soberbio a mis deseos su rosado y delicado
pezón. De pronto todo se borra, tu risa, tus ojos, tu nariz coqueta, tu pelo
ensortijado, tus labios y tu boca, y solo veo tu rico pezón, esa carnal y tibia
moneda que compra todos mis ojos, y tu pecho lleno como mórbido volcán, y solo
sé que en edípico rito lo besaría, lo mordería, lo succionaría, lo acariciaría,
hundiría mi rostro en el hasta verterme y fluir (en denso néctar) en una
voluptuosa, plácida, intensa, sensual, lasciva y solitaria eyaculación.
DEL DESPUES
Qué que viene después? Vienen
intensidades que desconoces, lubricas imaginaciones, sensaciones nuevas,
pecaminosas, pervertidas, secretas instancias de un placer equivoco, extrañas
vibraciones de tu cuerpo, misteriosas y desconocidas, el vuelo libre y desatado
de autocensuras de tus instintos más primarios, el sexo en estado puro. Estás
tan cerca de mi telaraña que podría alcanzarte y atraparte, pero no!, esperare
que entres voluntariamente. Mientras me quedo no solo la memoria de tu piel
desinhibida sobre tu lecho, y yo mirando desde un rincón en penumbras, sin
atreverme a tocarte, sin atreverme a incendiarte en los juegos del fuego de mis
deseos que mas temprano que tarde acabaran por quemarte en sus llamas
impúdicas, sin atreverme a salir de las sombras del rincón voyerista y
atraparte en mis brazos como una mariposa incauta, sino también poseo la
memoria de tus palabras, de tu verbo coqueto pero equivoco, sensual pero
lúdico, de tu silueta recortada contra un crepúsculo que yo no alcanzo porque
sucede antes del mío donde vuelas, libélula, inquieta, en mis rojizos arreboles
buscando la noche donde sí me sucede a tiempo tu memoria. Ah! tus besos húmedos
sobre mi piel, ese toque mágico de tus labios insinuando recorridos
voluptuosos, vías secretas, rutas verticales, tu boca sobre mi cuerpo
urgiéndolo, despertándolo, tu lengua escribiendo el deseo en el desierto de mi
piel. Hoy no te beso para que sigas con tus besos abarcando mis sensibles
territorios, porque ahí veo nuestra complicidad, ahí veo que soy alguien oscuro
y secreto, más cerca de tus instintos que de tu vida real, me gusta que me
escondas, que te avergüences de mí, que yo sea el demonio que rechazas y a la
vez buscas y necesitas. Sí, siento tu aliento, el vaho de tu boca sofocando mi
piel, mis escondrijos, los túneles más profundos de mis laberintos, aquellos
que nadie conoce (ni conocerá) en plenitud. Porque callas sobre el hombre
blanco de ojos claros?, que temes?, mis furias acaso?, mis celos que muerden
con la ferocidad de un lobo herido?, mi siniestro desengaño?, no!, no debes
temer, ecce homo sucede en tu mundo
real, el de la miserias y rutinas cotidianas que todos habitamos
inevitablemente, y yo ya parasito hace tiempo el otro mundo, el verdadero.
Desde ahí te confieso; confrontado a la necesidad de matar la dulce obsesión
por tu boca, por esa boca que embruja y tiende a habitar y anegar los sueños,
opté por la cobardía de seguir poseyéndote en mi memoria. Y eso no lo puedes
evitar.
HOY, AQUÍ Y AHORA
Todos duermen. Estoy solo frente
a la pantalla, con pijama y una bata. Pongo en la pantalla el Icono de
Consagración de mi hembra. Ahí esta su imagen, la más desnuda que poseo, la que
tiene mas de su deseada piel expuesta, ahí esta ella, mi hembra. La miro
intensamente, sus detalles, sus texturas, a fuerza de mirarla la desnudo. Ahora
veo sus pechos llenos, sus pezones, los pliegues de su piel… Sobo en círculos
mi miembro por encima de la tela del pijama sintiendo como se despierta. Me
bajo los pantalones del pijama. Mi verga está ya algo erecta. Entonces inicio
el rito masturbatorio y dos de mis dedos comienzan a masturbarme suavemente. Mi
pene se torna cada vez más sensible. Sentado cómodamente inicio la deliciosa
masturbación sin dejar de mirar esos senos maduros dulcemente caídos con sus
pezoncito ricos, impúdicamente carnales. Comienzo a leer sus palabras y es como
si ella, mi hembra, me las estuviera susurrando al oído, con voz incitante y
excitante. Estoy así largo rato leyendo y releyendo esos pasajes más eróticos,
sintiendo el roce de mi mano en mi verga y a la vez mi verga que se va
endureciendo en mi mano. Mientras leo (escucho) mi miembro alcanza su dureza
extrema. No imagino ninguna escena sexual, simplemente gozo leerla (escucharla)
mirarla y gozo del placer puramente físico de la masturbación por mi hembra
madura y suculenta. Estoy tan excitado que debo frenarme un par de veces para
no eyacular tan pronto y prolongar el placer al máximo. Aumento el frotamiento,
quiero más, deseo más. Miro y miro su imagen y leo y leo (escucho) sus
palabras. Mi respiración se agita. Mi mano se mueve más y más rápido apretando
mi verga dura y sensible. La espío en su imagen y escucho sus susurros. Mi
respiración se convierte en suaves gemidos y suspiros incesantes. La espío y
escucho. Termino de leerla (escucharla) y ahora solo la miro hambriento de ese
cuerpo maduro. Logro el máximo de la estimulación masturbatoria. Me estremezco
y llego al clímax de manera incontrolable. Logro la eyaculación caliente,
espesa, lechosa. El chorro de semen cae en dos o tres chijetes al piso. Me tiro
hacia atrás sobre el sillón y me quedo placidamente quieto. Miro su imagen
antes de cerrar los ojos para hundirme en una dulce laxitud. Cierro los ojos.
Mi boca siente el sabor y la pequeña protuberancia de sus pezones. Me relajo
feliz porque mi hembra ha sido consagrada por mi semen que escurre denso y
lento por sus pechos.
ESTA NOCHE
Que ya se nos vino, te quiero
desnuda en tu (mi) lecho, solo vestida con tres gotitas de Kenso Amour; una en
ese hoyuelo en la base de tu cuello, otra entre tus senos exactamente en el
punto medio entre los pezones, y la última inmediatamente arriba de tu
clítoris. Te acuestas de espaldas, pones tus brazos detrás de tu cabeza y abres
un poco tus piernas, cierras tus ojos y te quedas muy quieta. Yo llegaré silencioso
y evanescente, me sentirás afanando por tu cuerpo, a lo largo y ancho de tu
cuerpo, no abras los ojos, solo siénteme, no te muevas, solo goza mis artes de
dulce macho sensible, no digas nada, solo déjame oír tus suaves quejidos si mis
artes lo merecen, y cuando estés al filo del orgasmo lleva una de tus manos a
mi cabeza y acaríciame con ternura, y la otra mano llévala a tu pubis y déjala
jugar a tu gusto en tu clítoris, entonces yo te haré entrar en mi paraíso. Voy
en vuelo hacia ti.
SINFONIA SODOMITICA
(Más que miradas y dedos)
“te ofrezco mi espalda para que
la beses y cabalgues”
Queman mis labios tu cerviz
perfumada, sientes en tus hombros el fuego de mi aliento y el húmedo ardor de
mi lengua, tu rostro hundido en los suaves almohadones ahoga tu respiración
anhelante temerosa por el dulce dolor que presientes. En un rito de aceptación
ancestral abro dulcemente con mis manos el mullido valle de tus nalgas y lamo
con creciente vehemencia el carneo brocal del pequeño pozo del deseo, lamo y
ensalivo, lamo y pene/tro con la puntita de mi lengua esa cavidad mínima
explorando tus sensibilidades. Luego vuelvo atrás, a besar tu cerviz perfumada.
Me excita el roce lánguido de tu espalda en mi pecho, mi verga dura se desliza
por el tibio surco carnal que entre tus nalgas levantadas oculta la apretada
abertura del goce secreto, esa breve flor encarnada, sensible y estrecha. Voy
al clímax de la pasión por otro camino, me brindas tu laurel secreto, me
regalas la más sagrada rendición, la consumación de los dioses. Mi miembro
erecto es como un animal sigiloso, como un ídolo fálico rígido y punzante que
se desliza gozoso en la hendidura suave del valle de tus pálidas ancas,
buscando con instinto salvaje la estrecha abertura sensual, ese botón floral
que espera latiendo temeroso. Roza y surca, punza y empuja, clava, hunde y
desliza, punza, busca surcando, intenta punzando. Mis manos se aferran con
desesperación a tus caderas, he encontrado al fin la diminuta puerta al placer
y hundo mi falo duro con suavidad gozosa. Sientes a la vez el dolor y el
deleite, te cabalgo como un lento corcel rendido haciendo vencer en ti el
placer sobre el suplicio y te entregas y me entrego. Pene/tro con paciencia de
sabio pervertido, hundo con sádica lentitud la dura lanza en la frágil herida,
un poco más cada vez, tus grititos y mis quejidos marcan nuestros territorios.
La silueta de nuestras sombras abotonadas muestra dos canes en cópula
desenfrenada. Sifoneo, cabalgo, introduzco, violento, violo, gritas, pides,
ruegas, rompo, hundo hasta que mis vellos púbicos cosquillean tus mórbidas
posaderas, y viene una convulsión instantánea y sientes en cada espasmo un
chorro de semen hirviente, urgido, que fluye en una corriente subterránea,
orgásmica, furtiva, eyaculatoria, intima y final. Beso tu cerviz, huelo tu
aroma, muerdo tiernamente tu pelo. Vale.
SINFONIA VOYERISTA
“y yo mirando desde un rincón en
penumbras, sin atreverme a tocarte”
Es el vicio de ver y ver tu
cuerpo, y aquí estas ahora desnuda de pie frente a mí, entregada a mis
descarados ojos ávidos de ti. Yo sentado desnudo en un sillón en la
semipenumbra del cuarto. Inicias el juego impúdico de tocarte y yo el juego
lascivo de observarte, de verte en la plenitud de tu deseo tensada como un arco
sexual. Veo tu mano embebida de ti misma hurgando desenfrenada en tu vulva que
imagino húmeda y ardiente, como un manantial mórbido. Alcanzo a oler esos
aromas íntimos y mi erección alcanza la cumbre del deseo macho. Tu miras con
apetito carnal como mi mano aprieta el miembro, túrgido, agrandado y reluciente
como un tótem violento que surge en medio de una selva. Veo tu dedo estimulando
el clítoris en un suave y sedoso torbellino, tu mano abriendo esa flor de
labios turgentes, ves mi glande enrojecido y brillante que asoma de mi puño
incesante. Buscamos cada uno en su propio cuerpo el éxtasis solitario, el goce
genital, reviviendo oscuros juegos clandestinos de la urgida adolescencia. En
medio de la masturbación anhelante quedo absorto en tus pezones erguidos y en
el erótico balanceo de tus senos sujetos al ritmo lubrico de tus ansias.
Ocultos por la penumbra y el deseo, nuestras voces enronquecidas, sin trabas,
balbucean tiernamente palabras soeces, obscenidades excitantes en su vulgaridad
expresiva, los cuerpos entregados al frenesí dibujan gestos íntimos y obscenos,
los rostros se abren en muecas procaces a las miradas lujuriosas del otro. Es
en la cúspide de esta entrega cuando la verga hinchada y desafiante, eyacula y
se vierte en un brebaje lechoso que salta en densos chijetes. En ese mismo
instante, tu pubis impúdico me muestra tus dedos en movimiento acelerado
rotando en tu flor carmesí, arrancando hasta el último impulso orgásmico, luego
veo como destila la abundante miel de tu autosatisfacción en ese vértice de tu
cuerpo estremecido. Nuestras miradas cómplices se encuentran en medio del
vendaval de sensaciones y nos dicen en silencio que en esas especulares
culminaciones hemos cristalizado el deseo de vernos.
SINFONIA DIGITAL
“yo que no paro, orgasmos
múltiples al sentir tus dedos rudos dentro de mi,”
Una de mis manos repta sigilosa,
apenas rozando tu piel por tu cuerpo hacia abajo, hasta tu sexo empapado y
caliente que esta abierto y esperando como una obscena flor sexual. Mis dedos,
que han encontrado en tu vientre la mariposa oscura y húmeda de tu vulva, se
enredan en la delicada maraña de tu pubis. Permaneces quieta, excitada,
enardecida, solo sintiendo el deleite escondido de mis dedos que hurgan en tus
instintos más secretos. Mi dedo recorre el borde ardiente y mojado de tu vulva
anhelante, encuentra tu clítoris, breve, erecto, sensible, lo toco suavemente
con la yema de mi dedo, lo recorro en pequeños círculos, escucho tus quejidos
de intenso deseo, con maliciosa lentitud mi dedo se hunde en el surco de tus
labios vaginales que está ardiendo en sus densos jugos íntimos, siento su
lúbrica blandura sexual, mi dedo se ha humedecido totalmente en esa pequeña y
estrecha vasija erótica, lo embadurno de tus jugos sexuales y me lo llevo a la
boca, chupo de mi dedo tu néctar genital, repito este rito varias veces, para
paladear esa miel salada de tu sexo, la densa consistencia de ese liquido
íntimo me excita tanto como su sabor, de vez en cuando comparto contigo tu
propio brebaje embriagante y pongo mi dedo untado de ti en tus labios, lo
chupas con deleite como si fuera un pequeño pene o un clítoris erecto, sentir
tu succión en mi dedo despierta en mí secretas perversiones. Luego mi dedo
inicia una lenta penetración en tu vulva mojada y caliente, entra y sale con
suavidad contenida, hurga dentro de ti buscando tu punto G, y cuando lo
encuentra lo roza con suavidad sintiendo su turgente rugosidad, su suave
prominencia: Te estremeces a cada momento mientras mi dedo hurga entero dentro
de tu vagina sintiendo toda su calentura, toda su humedad de hembra
desesperada, Mientras hundo mi dedo en tu vagina con la palma de la mano te
masajeo el Monte de Venus aplastándolo, restregándolo, apuro esos roces,
acelero esas penetraciones, hurgo en el limite de la violencia esa caverna
mórbida, encharcada, que late cada vez más rápido. Viene la desesperada
convulsión de tu vientre, gritas, te estremeces, y entras en un instante de
locura a una perturbadora sucesión de múltiples orgasmos, el éxtasis te rompe
en miles fragmentos ardientes. Retiro con suavidad mi dedo fálico y lo chupo
sorbiendo con deleite tu exquisita poción orgásmica. Vale.
SINFONIA ORAL
“succionar tu rígido pene… alcanzo con la punta de la lengua a lamer
ese botón inflamado de calentura… no dejo de chuparte todo”
Es la noche de anoche. La
desnudez de los cuerpos hierve sobre el lecho donde nuestras sombras relucen
agitadas y sudorosas. Los labios mordidos balbucean nuestros nombres mientras
recorremos la piel entera del otro con demorada pasión. Es el inicio del rito,
la oralidad vehemente de la succión soñada. Hay una sed en mí que has
descubierto, adivinando donde he soñado tus besos, tus labios, tu boca y con
lenta suavidad desesperante, bajas a mi sexo erguido que te espera, torre,
mástil, túmulo, ídolo fálico esperando la adoración oral en deliciosa saliva y
profundas succiones. El calor animal de tu boca lo envuelve, lo humedece en tu saliva
hirviente, lo succiona voluptuosa, y caigo en el torrente de un río turbulento
que me arrastra, que me pierde en un remolino de sensaciones extremas, en
desvergonzados deseos cumplidos. Te apuran mis manos enredadas en tu pelo, mi
voz es una fiesta de gemidos salvajes mientras se te entrega mi cuerpo en
mórbidos espasmos. Mi verga es una torre carnal y sensible que se derrumba en
tu boca que lo muerde como una fiera hambrienta, y se rinde a ese placer
insoportable. Loca por beber mi miel de macho deslizas una y otra vez tu lengua
suave y lentamente de arriba a abajo por mi miembro, recorriendo sedienta su
tallo endurecido y su terso capullo, lo entras y sacas de tu boca, lo
succionas, lo mamas, lo chupas hasta que sientes que deliro en un goce incontrolable,
entonces lo aprietas dentro de tu boca con la lengua y el paladar, me
enloqueces, me desesperas del más puro placer sexual, afirmo delicadamente tu
cabeza y hago que succiones más y más rápido, de pronto estallo, no puedo
contenerme más y en una divina eyaculación lleno tu boca de ese lácteo licor
denso y ardiente que esperabas. Algo tibio pero quemante, un íntimo fluido
denso y suave, un brebaje de dulce, como una miel blanca y delicada escurre por
la comisura de tus labios entreabiertos. Mi miembro lentamente va perdiendo su
erección en el húmedo nido de tu boca, lo mantienes ahí para sentir como va
decreciendo en tamaño y rigidez, poniéndose cada vez mas tierno y pequeño,
cuando ya es apenas un botón de carne, fláccido y tímido, lo dejas escapar lentamente
de tu boca, muy lentamente, al final alcanzas a apresar el laxo prepucio
apretándolo con tus labios, lo estiras hasta soltarlo con dulce y lúdica
lascivia. Te beso, mi semen y tu saliva ungen nuestras bocas en un beso
sagrado. Vale.
BIENVENIDA
Bienvenida a mi noche de los
juegos y fuegos de tu boca en mí. Ven a arderme de succiones y lamidos mientras
yo deslizo mis manos ávidas de mis antojos sobre tus pechos incendiando de mí
tus pezones. Yace tu desnudez junto a la mía, hagamos de esta noche primera la
más lúdica de todas las noches que hemos vivido sin nosotros, succiones y
lamidos, besos con nuestros íntimos sabores, manos que aprietan la rígida erección,
dedos que dibujan breves círculos en el pequeño botón sensible, manos, labios,
lenguas, dedos, ojos cerrados, bocas susurrando inquietantes blasfemias, los
cuerpos, macho y hembra, buscando desesperados la puerta del paraíso.
A PARTIR DE TUS PALABRAS
“Y bastaaa!! me vas a volver un
poco más loca aúnnn!!”. No!, no hay un basta cuando se penetra en el túnel del
deseo, allí solo hay una salida, y esa luz, ese destello allá al fondo es la
consumación, la plenitud del instante de inmortalidad del orgasmo y de la
eyaculación. Y en esa culminación el túnel se abre al paraíso en medio de
sudores, florecimientos y tiesuras, de lamidos, mordiscos, manos afanadas y
dedos desatados. Es la locura y el éxtasis, real y virtual al mismo tiempo pues
no hay distancia que se interponga cuando esas manos son las mismas en el allá
y el acá. “Y con toda tu virilidad apoyada a la altura de mi ombligo”. Punzando
endurecida por el perfume de tu feminidad íntima, por el roce impúdico,
voluptuoso, sensible y erecto, túmulo fálico buscando la húmeda cavidad donde
acoplarse y anularse, donde verter y sentir, penetrando. “Se siente tibio,
caliente y hasta húmedo”. Siente!, sigue sintiendo, cierra los ojos y bebe el
dulce licor de tus propias ansias, siente esa tibieza y ese fuego como un
sensual bautizo previo al rito sagrado de la desvirgación, siente esa humedad
atrapada en ti, entre ti, siéntela y vívela con la intensidad de una revelación
o de una cercanía pecadora que te inquieta y deleita sin que puedas escapar,
entrégate, ríndete a esa vehemencia porque todo goce sobrevivirá. “Mientras ese
resto del cuerpo ardiente pide su parte a la boca, reclama, reclama ser
saciado”. Urge la boca encendida, socava las voluntades censuradas para
liberarse y asumir el alto vuelo vislumbrado, busca esos labios captores, esa
lengua deslizante, esos dientes feroces, esa saliva que lubrica y moja y quema,
reclama ser saciado en los limites del fervor consumado, saciado, lamido,
mordido, besado, succionado, penetrado, embebido en fluidos y jugos, y
derramarse en densos néctares que escurren o se lanzan en el carnal disparo
gozoso y final. Con perdón.
CEREMONIA INICIAL
La turgencia, la suavidad del
roce de la yema de un dedo que dibuja el carnal jeroglífico del silencio en la
piel estremecida. Impudicias de los susurros que incitan o juegan.
Voluptuosidades, incandescencias. La sensualidad vertida en las salivas, los
sudores, los licores del íntimo rito de la seducción, de la rendición y de la
entrega. El apareamiento de los inmortales en el lecho húmedo donde el entero
universo desaparece arrastrado por las turbulencias de dos cuerpos ahítos de
sensaciones y búsquedas. Cópula, jugos derramados sobre, entre, dentro de la
delicada carne florecida y abierta. Exploraciones sobre el mapa impúdico de los
pliegues, los rincones, la intimidad dilatada de un cuerpo que yace vertido en
la vendimia del placer. El atisbo del paraíso penetrable desde la tibia fisura
y dulce salada simiente. La compenetración de dos seres que buscándose se
encuentran. Méntula, capullo de rosa roja endurecida. Matriz, labios de beso
vertical, rosada roja orquídea. Olores, fluidos, botón de nardo y nardo
florecido, unión más allá del mero tacto penetrante. Mástil y surco trabados en
quejidos, en contorsiones, en los entreveros sagrados. Lingam y yoni. Falo y
venusta. Tronco y gruta. Oscura hondura horizontal y alta roca vertical de
geologías ancestrales, de ceremonias espérmicas, de comuniones herméticas donde
estallan estambres y pistilos en secretas desfloraciones. En la penumbra
perfumada acecha ahora un solo ser, octópodo indescifrable, un libidinoso
insecto genital, que se cava, se encaja, se autofecunda son sus densos brebajes
en una hermafrodita y onanista concepción. Se unge de fluidos compartidos, de
los mágicos sabores de esa eternidad destellante, miel y néctar, pócima y
elixir, intrusión y desagarro. Nudo, retorcidas continuidades en la jungla de
los instintos desatados, certidumbres venéreas en la consagración de una
florida primavera. Se abunda en estímulos mutuos, en insinuantes ternuras, en
infantiles tácticas dilatorias. Frotamientos. Ritmos acoplados, pulsaciones,
respiraciones que arden, queman los inciensos de los templos arrasados. Rubores
y dilataciones ante el rígido erguimiento del pequeño dios enrojecido. Y
entonces acuden los delirios por el borde de la caricia furtiva, en la orilla
del suicidio convenido en busca de filo del abismo de la placidez de un
insomnio premeditado ante la suspensión de la sucesión del tiempo. Y luego las contorsiones y los
entrelazamientos, desesperaciones, mordeduras y torpes manipulaciones, el
éxtasis de la consumación, la exquisita saciedad, el dulce letargo de un largo
relajamiento como un agua escurriendo por un túnel infinito. Se decodifican al
fin los símbolos tutelares que niegan la muerte.
INAUGURAL
Como siempre tranquilo,
solitario, sin el tráfago del día, anoche te busqué en mi sueño y no estabas,
no había indicios de ti, navegué solo en mi barco por las islas de los deseos
besándote en los archipiélagos del mediodía. Porque te voy a besar hasta el
cansancio, mas allá del vicio y la adicción, te besaré mordiendo tus labios,
enredando tu lengua, embriagado de tu saliva, incendiando tu boca hasta que se
ilumine la madrugada y yo desde acá vea hacia el noreste el resplandor de ese
fuego por arriba de las montañas que creen separarnos y más, sin saber que ya
estás atrapada en mis redes oceánicas,
que solo trato de seducirte, de violentar tu vida de tierna mamabuela, de
tímida Safo y de recta dama del Rosario. Todo es una vorágine, un torrente que
fluye impetuoso, desatado y urgente, es la carne que encendida se torna
iridiscente, tornasolada multicolor, que vibra entre el amor, la pasión, lo
romántico y lo genital, que se abre olorosa como una orquídea y pene/tra como
un capullo de roja rosa túrgida, son vehemencias, deseos, in/cauta/ciones y
ansiedades de la piel, del sexo, de la carne trémula que sufre/goza el roce más
intimo, son los cinco sentidos que se desmoronan ante la sensualidad retenida
que ha encontrado la fisura por donde se consumará en un éxtasis arrebolado,
húmedo, punzante, derramando las ternuras del clímax vertidas en la eyaculación
y el orgasmo, ahí donde lo tímido ex profeso florece en directa y lasciva
intención, ahí donde la magia estremece, socava, urge, perfora e irrumpe,
dilata, acepta, admite, recibe y coge, en una ceremonia primitiva, instintiva,
en fin, seduce y se deja seducir. Asedio tu castillo, te quito el agua, lanzo mis
flechas envenenadas de pasión y sexualidad, hurgo en tus altas murallas
buscando las grietas, los intersticios por donde pene/trar en tus laberintos,
en tus más oscuros y húmedos laberintos. Con la puntita libidinosa de mi lengua
cautiva lamería tus lagrimas, bebería esa tu salada tristeza persiguiéndola por
tus pómulos, la comisura de tu boca, tu cuello, por entre tus pechos tibios, la
lamería escanciada en el tierno cuenco de tu ombligo, la bebería impúdico en la
duna ardiente de tu vientre, la sorbería como un dulce rocío salino atrapado
entre los vellos de tu pubis, y la seguiría relamiendo en el surco de tu sexo
disuelta en tus íntimos licores, y más abajo a lo largo vertical de tus muslos
inquietos, tus rodillas y tus pantorrillas, hasta tus tobillos y tus empeines,
hasta la punta misma de los dedos de tus pies. Veleidosa musa de mis próximos
infiernos, me das y quitas, me amas y me desamas, muéreme esta noche venidera
en mi renovado intento, difuminado entre las luces de tus luciérnagas y tus noctilucas,
muéreme y muérdeme. Muérdeme. Muéreme.
LA DONCELLA DEL CAN PESTILENTE
Dio cariño, amor y fervor en un juego enfermizo que no le hacia falta pues poseía el amor, el sexo, la misma Vida. Entre las magias sin pecados concebidas faltaron miradas, sobraron silencios, no bastó el solo respirar y las manos apretadas. Prendada de una voz y de imaginada tibieza. Desarmada, envenenadas y vencida. Un encuentro fresco de dulces desatinos, a cuerpos vivos en dicha y aventura, caracoles, lagartijas y colibríes dorados, y un despertar sin nada. Propios verbos de la celda rosa y verde sublimada, de jardines en los sueños, de girasoles maduros y de duendes mirones. Conoció sus límites, la inutilidad del verbo, la complejidad de sus íntimas estructuras, lo ex profeso, y de pronto vislumbró el vicio. Inspiró cantos de desencantos y celacantos antes, durante y después del paso arrasador de una siempre efímera sombra. Se detuvo ante el asombro del aterrorizante celacanto, grandioso, majestuosamente egocéntrico, cruel e impiadoso que la petrifico como sirena atrapada. Aceptó en silencio la lapidaria carta escrita al galope desde el sendero de la huida. Detrás de los velos de humo no alcanzó a dar otras señales. Fue entonces una polizonte silenciosa en un barco extraviado, compartiendo el naufragio, la pérdida, la soledad cristalizada contra un alto muro sin ventanas. En muy pocos días generó una conexión muy intensa, innegable, de almas antiguas que vuelven a encontrarse, pero era una obviedad también que ya no tenían posibilidad de sobrevivir al naufragio, habían insoslayables diferencias agazapadas en los fangos originales. No podía quebrar sus límites ni la bestia dejar de ser bestia. Eran imposibilidades. Fue el demonio de sus últimos e inesperados insomnios. Hubo viajes y regresos de un maldito perro apestoso que supo desde el primer mordisco baboso que en su sangre estaba el don de un barroco intangible y quiso enviciarla en ese afán corrupto y secreto, y también en otros vicios terrenales porque conjeturó en su alma primitiva la intensidad de otras pasiones más oscuras. Y no fue así. Pero siguió buscándola en los sueños, ahora con más timidez, mas recato, menos pasión y sin esas pequeñas perversiones colaterales, sin tocarla ni hablarle para no hacer volar la delicada libélula que la habita. Solo para seguir sus huellas, para oler clandestino en su cercanía sus perfumes, de sándalo y benjuí, para no naufragar, otra vez, y hundirse en las desesperaciones de sus sutiles juegos de evanescentes coqueteos y para no volver a ser el demonio de sus últimos e inesperados insomnios. Para no ser, una y otra vez, en ella.
CONJUGANDO EN FUTURO IMPOSIBLE
Buscaré tu piel, toda extensa y
desnuda, su calor embebido y su tierna impudicia, para escribir en ella con la
puntita de mi lengua un poema que vaya desde tu frente en el borde de tu pelo
hasta la puntita misma de tus pies, desde tu cerviz coronada hasta tus mismos
talones. Un poema escrito con la tinta ardiente de mi saliva, lujurioso e
inquietante, sexual y sensual, con punzantes versos pene/trantes allí en tus
rincones, con húmedas y lamidas palabras en tus breves y erectas cumbres
carnales. Un poema que sea como el amor de los caracoles y te envuelva en las
babas y espumas de un sexo primigenio, ancestral, un poema de delicadas
perversiones que desmembre y fragmente tus deseos con la turbia densidad
onanista de un ansioso poeta en celo. Escribiré una oda en tu sexo, en tu
vúlvica orquídea rosada, la escando susurrante en tu trémula vagina, beberé
allí ebrio de ti los néctares del rito poético, los brebajes que silencian las
palabras en el dulzor hondo de tu cuerpo, hurgaré con mi nariz buscando el
verbo en tu aroma, desataré mi fálica escritura en ese sensible palimpsesto
para borrar todos los vestigio de otras voces que no cantaron como yo cantaré
tu piel. Iré a tu alcoba a tu lecho a tu desnudez inquieta a tus fuegos húmedos
a tus ansias entreabiertas a tus deseos florecidos a morderte los pezones a
besarte la boca a lamer tu sexo en su aroma de hembra a hundir en ti mi erecta
virilidad a pene/trarte con ternura a pervertirte poseída desde el susurro
hasta el grito a entrar al fin fusionados en el buscado paraíso, iré. Te
perseguiré por todos los sueños, aullaré en todos los bosque que guarda tu
memoria, navegaré en todos los mares que has visto y también ese río de aguas
marrones con arcillas y camalotes y surubíes, y encallaré en sus arenas
buscando las plantas de tus pies para poseerte desde allí subiendo a lamidos y
besos hasta tu alta frente y tu pelo ensortijado. Te morderé la boca para
demarcar mis territorios, te morderé los pezones para hundirme en ti como un
niño sediento, te morderé los pétalos de la flor de tu sexo para que me sientas
macho en ti, te morderé el botoncito sensible para urgirte un orgasmo salvaje y
libar tus jugos como un sátiro pervertido, hasta te morderé el lóbulo de tu
orejita derecha para que al fin conozcas de lo terrible de mis ternuras.
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