“Cerca del sol,
nubes extrañas cambiaban de forma con rapidez inusitada. Parecían insinuar
letras, un mensaje." Pubis angelical. Manuel Puig, 1979.
Me recalientas hasta
los huesos de mis antiguos dinosaurios y haces gotear las babas de mis demonios
sexópatas cuando observo con pervertida lucidez esa empanadita peludita que tienes
ahí palpitando en tu pubis, no la obvia oscura mariposa húmeda ni la rosada
rosa abierta de las típicas cursilería poéticas, sino la negra araña al acecho
para envenenar de penetrantes deseos la sedienta lengua del fauno o erguido
miembro del sátiro ebrio de tus íntimos aromas y de tus profundos sabores. Embelesado
me rindo a la visión alucinante de ese blando promontorio de la diosa siempre
desnuda que enciende y apacigua furiosos onanismos, de esa mullida almohada que
mi mejilla añora en la vana esperanza de volver a derrumbar tus sagrados muros
y escalar el campanario del alto anochecer silencioso, de esa duna con su
oscuro y rebelde musgo despeinado que mi nariz profanó en su afán de poseerte
hasta en la inquietante emanación de tu perfume sexual, de esa eternidad de
memoria persistente donde un atardecer sin lluvia burbujeé como un adicto
perdido buscando el húmedo molusco de tu sexo para saborear los densos jugos de
tu lujuria. Me licuas en una densidad lechosa y ardiente que fluye solemne
entre mis dedos, me sacias los carnívoros instintos, me drenas las cloacas
anegadas de fluidos ansiosos, me revientas labios por volver a besarte en cruz
en esa boca oculta que escondes bajo esa champa rala de algas olorosas a ti y
sentir el dulce roce del interior de tus muslo en los lóbulos de mis orejas mientras
escuchan tus quejidos de hembra sometida a los tormentos del fervoroso cunnilinguis.