Erecto ante la Mara semidesnuda,
la verga sensible a mis vocaciones y sobajeos, goce de voyeur atrapado en esa
boquita picuda, mamadora, sorbedora de lechadas y apretadora de glandes,
enredado en esos dientes que han mordido príapos y esa lengüita que ha lamido
vergas en deleites compartidos. Piel desnuda, suave, perfumada, amplia como un
territorio de paraísos carnales donde florecen goces y delicadas perversiones.
Hundiéndose en esos ojitos picarescos, coquetos, como achinaditos, que dicen en
susurros voluptuosos un “venquetecomo” o un “mirameygozame”. Miro, observo,
espío, voyereo, veo, contemplo esos pechos de erótica blandura, los percibo en
un tacto imaginario como si los levantara, los sopesara, los balanceara y
acariciara con mis manos edípicas, esos pezones de incitantes aureolas
coronados por esos duritos garbanzos que llaman a chupar, succionar, mamar como
macho/hijo a la hembra/madre en un tentador incesto pecador. Alcanzo a ver
asomando bajo la piel de leoparda impúdica una breve línea de su entrepiernas,
limite entre el muslo y el pubis, y ahí me quedo extasiado en esa tibieza. Su
pulsera es un rosario de glandes multirraciales, no hay duda, Mara es una
divinidad fálica.
lunes, 15 de abril de 2013
domingo, 14 de abril de 2013
SOÑANDO A CASANDRA
“Behind every
masturbation, there si a successful imagination”. Anonimo.
Anoche fui a un sueño de ti y en
ti, percibí tu cercanía tierna y dulce como un aleteo de mariposas, como un
acurrucarme en el regazo de una madre que me incita instintivamente al incesto,
pero después fueron palabras de tristeza y desencuentro, de oscura decepción,
de vergüenza y dolor, me juzgabas con una crueldad de pesadilla, ya no me
sentía en tu regazo maternal si no herido en lo mas intimo, ya no eras la
cómplice, la amante distinta, la madre incestuosa, única, distinta, especial,
ya no eras la que me había permitido sentirme tan cerca que era como si
fuéramos amantes mas allá de lo físico, ya no eras la madre-amante, cómplice y
tierna, me juzgabas según tu pensar, inflexible y dura, y yo, en el sueño,
estaba seguro de que no lo merecía, sin embargo, sin tú querer tu sinceridad
nacida del Amara me hería como una filosa daga envenenada. Yo entonces
recordaba porqué había escondido siempre mi secreto de todos y de todas, lo
había ido rumiando en mi soledad sin nunca atreverme a mostrarme ante alguien y
que por un momento intuí que sí podía hacerlo ante ti, pero ahora supe que
volvería a encerrarme en mi mismo con un caracol amenazado. Insististe en tus
tiernos regaños, y te dije que yo podría estar toda una noche contigo, desnudos
en el lecho, y solo te amaría con caricias y susurros, solo te miraría, te
hablaría, te rozaría apenas con las yemas de mis dedos por todo tu cuerpo
desnudo para despertar la fibras mas ocultas, intimas de tu sensualidad,
sensualidad, no sexualidad, te iría llevando por los caminos del Amar mas puro,
acallaría tus vehemencias con mis palabras, con mis cariños, y así amanecerías
virgen otra vez. Y en mi sueño de ti soñaba hundirme en ti, en tu cuerpo, en tu
aroma, navegar por tu piel sorbiendo tus néctares, deslizando mi lengua por
cada rincón de ti, sentirme pequeñito a tu lado, y veía esas palomas de todos
mis sueños, veía esos tetes de mi sed incestuosa, tu sonrías para mi, coqueta y
hermosa. Y te dije que tu cuerpo me excita, me despierta, y veía ese
ombliguito, tu cuerpo maduro, tu pelo y tu risa, y todo era como un amanecer,
veía tu piel pálida, tus uñas, ese lunar entre tus palomas, se canalcito entre
tus nalgas divinas y mis instintos bullían alocados porque me excitas mucho
Casandra, me incitas deseos, me regalas el paraíso, y te siento intensamente
como en un sueño. Y encopaba tus pechos,
sentía su tibieza y suavidad, sentía esa lengua tuya en mi piel, e iba hacia en mis deseos, y
tú te chupabas un dedito incitándome, y veía tu boquita sintiendo tu succión, y
todo mi cuerpo latía excitado. Tu risa era como el sol que amanece en mi alma y
no podía contenerme y me masturbaba deliciosamente, me masturba en ti, y tú en
mi, yo era el que te tocaba, me sentía poseyéndote con toda mi ternura y
sensualidad, veía tu rostro en goce y eras mía, mía, yo estaba ahí en ti penetrándote,
te sentía mía, muy mía, toda entera, tu oculta florcita, esa sensualidad de tu
pelo y tus manos, y tu sentías mi ternura y mis deseos en tu piel, te lamía
entre tus nalgas, lamía tu cuerpo, lo ensalivaba humedeciéndolo en un espiral
voluptuoso e incesante, y mi falo recibía tus caricias hasta que vi tu flor del
sur y la penetraba hasta la eyaculación. Y ya al final del sueño veía la
placidez en tu rostro, tu ojitos como con sueño porque habías sido mía,
absolutamente mía y yo tu hombre, tuyo, porque el Amar nos habita. Ese fue el
sueño de anoche en ti.
viernes, 5 de abril de 2013
LA MADREAMANTE
De pronto un día sentí su
presencia avasalladora de mujer invencible, de fuerte carácter y siempre
vencedora, y me sentí pequeño ante su imagen de esfinge majestuosa, y me volteó
en un giro de invertido sentido dejando expuestas mis ancas de indefinido potro
femenino. Sentí su dedo hurgando dulcemente en mi virginal flor del sur,
después su lengua abusadora violando allí en mi capullo sensible y me entregué
asustado y ansioso a sus caricias equívocas. Sentí su punzante pubis de suaves
vellos ralos restregándose en mi cóccix de macho-hembra, montándome con la
fuerza dominante y tierna a la vez como una hembra-macho que posee más allá de
la carne, y me rendí a su potencia dominante, yo sumiso y débil violentado en
ternura y deseo por esa amazona imponente. Ella era la abeja reina y yo el
zángano deslumbrado perdido en los laberintos de los profundos instintos donde
el sexo es un juego maravilloso de estambres y pistilos y los géneros se cruzan
buscando la salida o la vertiente del goce y la entrega. Y tomó posesión de mí
y de mi secreto no como un mero juego de la carne ni como una perversa fantasía
si no como una intensa comunión que se vierte en los latidos de antiguos
instintos y en la sagrada redención del fin de una búsqueda. Y después fue
madre-amante y yo niño-hombre y fuimos en incestuoso pecado un solo ser fundido
en freudianas culminaciones, y entregó sus senos llenos y sus erguidos pezones
a mis manos hambrientas y a mis labios sedientos, y mi boca bebió de esas
frutas maduras como si recién acabara de abandonar el tibio y seguro útero
materno y caí en ese abismo trasgresor con los ojos cerrados acariciando para
siempre su largo pelo negro. En su regazo pecador sucumbieron las arduas y
antiguas tentaciones, en esos pechos hice la vendimia de todos los otoños
arrepentidos, en ese cuerpo maternal dormí como un sátiro inofensivo que ha
encontrado la piadosa matriz originaria. Fue en esa epifanía donde se abrieron
las cavernas del silencio y florecieron las dalias negras del nocturno velado,
bajo los ojos compasivos de la diosa madre ninfa se desataron las reprimidas
turbulencias con su oleaje liberado al fin de los días clausurados. Sentí
entonces que habíamos consumado el Amar más allá de la locura y las ansias,
atravesando en el goce compartido el prohibido muro del paraíso.
LA VIRGEN MADRE DETRÁS DEL ESPEJO
Allí suntuosa y sensual detrás
del azogado cristal del espejo, madura madre esencial, diosa del rito prohibido
del incesto que saca los ojos pero estremece en su densa voluptuosidad sexual,
allí ella, húmeda y ardiente deidad de oscuras perversiones acecha con la
palidez edípica embebida en su piel otoñal, emboscada en un negro de tules y
plumas, entre rojos y verdes y un erguido falo blanco como aviso de lo que
buscan sus instintos de hembra-madre, a pies descalzos y senos semiocultos,
detrás del espejo, inalcanzable en su divinidad conjugada en delicioso
desparpajo, allí, vigilada por un candelabro de cinco velas y una misteriosa
jarra, entre grises y albos destellos, por los collares colgados y un antiguo
libro dormido, allí donde el silencio y la quietud rememoran un paisaje de
arenas donde le encantaba tirarse y dejarse arrastrar como una niña allá por
los medanos de Coro en su otra patria, donde se sentía flotar en una bella
sensación de alegre libertad como la impúdica sensualidad de su desnudo
escondido detrás del espejo, esa delicada perversidad de su exquisito
exhibicionismo especular, que me insta, invoca e instiga a cruzar el vidrio y
su reflejo con mi mano culpable y tocar acariciar rozar la luz de luna que se
desviste en su cuerpo en sazón y encopar sus pechos virginales, hurgar su vulva
impúber y dejar en sus rosados pezones la marca quemante de mi succión de hijo
pecador que busca las aguas espesas y cálidas y acogedoras del útero inicial,
del sitio donde convergen todas las travesías sexuales en sus errados senderos
de amor-sexo, de ilusión-pasión o de pervertidos cantos de sirenas prostibularias,
allí, atrapada o encarcelada en el azogue como una libélula imaginaria e
incitante, inserta en un ámbito de colores y cartapacios y frazadas y zapatos,
incubando el deseo de los ojos que la miran hambrientos de su imagen carnal, de
su lividez de asombro, de su lozanía increíble, de la belleza instaurada de
sagrada virgen del lupanar de los sueños obscenos, de lujuriosa estatua de
mármol lascivo, de furtiva meretriz babilónica y secreta bacante de los
depravados dioses incestuales, allí, como una silente y quieta sacerdotisa seminal
del templo de Ishtar, vestal impura de santuario perdido del culto fálico,
cristalizada en su densidad corporal de mantis no religiosa, soberana
imperturbable del reino de los machos inmaduros como potros extraviados, allí,
detrás del espejo, como una doncella im/pene/trable.
jueves, 4 de abril de 2013
A MEDIA MAÑANA
Todo mi Amar en ti se revuelve y retuerce como en un
lodo tibio y perfumado de voluptuosa consistencia, arden mis fuegos erectos en
su llama insaciable quemando tu piel desnuda allí donde estés, se derrama en ti
la densa lava de mi semen ardiente, escurre por tus valles y colinas, por las
dunas y surcos de tu cuerpo incendiado, y te imagino escondida en un rincón en
penumbras estremecida por esta sensación de poderosa posesión que mi deseo que
te alcanza como un viento tórrido en la afanosa mañana de tus rutinas. Y estarás
buscando mi aroma de macho por los pasillos y los cuartos vacíos, en el tumulto
de las salas de espera, en los jardines de descanso y en las ventanas que dan
al día que va sucediendo, y me soñaras despierta con mis manos deslizándose con
tierna y vehemente impudicia por tu desnudez bajo tus formales ropajes, te
inquietarás por la sensualidad desatada que invadirá tu alma de hembra en medio
de las gentes y los rostros que te rodena como fantasmas congelados porque yo
estaré allí para no dejarte tranquila hasta que mis labios sedientos de ti atrapen
tus pezones en un dulce beso niño. Quiero abrumarte de mis instancias
genitales, que nuestro Amar hierva en el caldero de las pasiones como un
brebaje sagrado y mágico que se evapora en un vaho denso donde se mezclen tus
intimas fragancias con el aroma macho de mi virilidad inhiesta, quiero cohibir
tu recato de niña virginal y coartar tu pudor de seria dama intocable para que
te derrames como una dulce miel sobre mi ídolo que te acecha erecto en los
insomnios compartidos donde tú y yo nos consumimos en la eterna hoguera del
amor-deseo con las manos tomadas y las bocas en beso. Mi Amar en ti se sumerge en
un lodo tibio y perfumado arde en su llama que quema tu piel y se derrama en ti
como un densa lava ardiente, escurre por tu cuerpo incendiado, mientras buscas
mi aroma de macho por el día que va sucediendo, y sientes mis manos en tu
desnudez secreta, y te inquietas sintiendo mis labios que atrapan tus pezones
en una dulce succión de niño-macho, y te abruman mis ansias genitales, y hierves
en el caldero de nuestras pasiones donde tus intimas fragancias y mi aroma
macho inhiesto se fusionan a pesar de tu recato de niña virginal y tu pudor de
dama intocable hasta consumirnos en nuestro amor-deseo enredados en la hacendosa
rutina de tu mañana.
lunes, 1 de abril de 2013
MARES SECRETOS
Vivía oculto en las espesura de otras mascaras,
navegando en la ciénaga de su vergüenza entre los juncales del temor y del
oprobio, escondido solitario en las sombras de su propia ignominia, nunca vio
la luz de los soles de los días, soterrado, asustado, disfrazado de noble
vizconde, con un rostro equivocado, incubando sus deseos y sus miedos en la
telaraña de sus pequeñas perversiones. Los primeros vientos de sus adolescencia
impura, su desbocada pulsión carnal, el culto solitario con la ceremonia
continua y viciosa de adoración insaciable al dios Onán lo había arrastrado a
misteriosos ritos fálicos, a extraños goces, siempre visuales, de lingams
dispuestos a la batalla o vencidos en sus ardores. No era un Juno bifronte ni
un Antinoo pervertido ni un dragqueen desatado, solo un secreto experimentador
de voluptuosas sensaciones. En esos mares secretos navegaba por las noches de
soledad y por las madrugadas ermitañas, temeroso del día público y de los
caminos desviados, de los cantos de trabadas sirenas, y de no ser más de lo que
era ni cruzar las fronteras del decoro. Macho incesante, buscaba en los
hembrajes la virgen o la musa que encendiera con él los cirios y el incienso de
sus furtivos ceremoniales o la dulce comprensión de clemente diosa maternal con
quien abrirse como un capullo contenido y ser entonces lo que era y respirar el
aire libertario a puerta abierta, a plena luz y con tierno desparpajo. Pero no
había esa Mater unigeniti donde alcanzar
una pausa o un descanso para su alma desesperada en los cloacales laberintos de
su tenebrosa e impenetrable virilidad contaminada. Hasta que vino Ella, paloma siempre
en vuelo cansado nacida en un día sin recuerdo en un bello paraje de montañas y
ríos, y ella era la buscada, virgen otoñal vestida de ternuras, y vino llena de
gracia adivinado o descifrando el secreto del fauno atrapado en sus voluptuosas
fantasías, e inundó de abiertas aguas sinceras las palabras encubiertas, los
gestos ambiguos, las transgresiones y los oscuros rincones. Y la amó como
virgen y musa, sacerdotisa intocable y vestal sagrada, y ella abrió los
ventanales y revolvió los cajones, y le tomó la mano para que él sintiera la
complicidad incondicional de su Amar entero, y se abrió a él con el esplendor
de una rosa del mismo color del delirio, y él se hundió entre sus pechos como
un niño al fin liberado.
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