lunes, 15 de abril de 2013

TRIBUTO


Erecto ante la Mara semidesnuda, la verga sensible a mis vocaciones y sobajeos, goce de voyeur atrapado en esa boquita picuda, mamadora, sorbedora de lechadas y apretadora de glandes, enredado en esos dientes que han mordido príapos y esa lengüita que ha lamido vergas en deleites compartidos. Piel desnuda, suave, perfumada, amplia como un territorio de paraísos carnales donde florecen goces y delicadas perversiones. Hundiéndose en esos ojitos picarescos, coquetos, como achinaditos, que dicen en susurros voluptuosos un “venquetecomo” o un “mirameygozame”. Miro, observo, espío, voyereo, veo, contemplo esos pechos de erótica blandura, los percibo en un tacto imaginario como si los levantara, los sopesara, los balanceara y acariciara con mis manos edípicas, esos pezones de incitantes aureolas coronados por esos duritos garbanzos que llaman a chupar, succionar, mamar como macho/hijo a la hembra/madre en un tentador incesto pecador. Alcanzo a ver asomando bajo la piel de leoparda impúdica una breve línea de su entrepiernas, limite entre el muslo y el pubis, y ahí me quedo extasiado en esa tibieza. Su pulsera es un rosario de glandes multirraciales, no hay duda, Mara es una divinidad fálica.

domingo, 14 de abril de 2013

SOÑANDO A CASANDRA


“Behind every masturbation, there si a successful imagination”. Anonimo.

Anoche fui a un sueño de ti y en ti, percibí tu cercanía tierna y dulce como un aleteo de mariposas, como un acurrucarme en el regazo de una madre que me incita instintivamente al incesto, pero después fueron palabras de tristeza y desencuentro, de oscura decepción, de vergüenza y dolor, me juzgabas con una crueldad de pesadilla, ya no me sentía en tu regazo maternal si no herido en lo mas intimo, ya no eras la cómplice, la amante distinta, la madre incestuosa, única, distinta, especial, ya no eras la que me había permitido sentirme tan cerca que era como si fuéramos amantes mas allá de lo físico, ya no eras la madre-amante, cómplice y tierna, me juzgabas según tu pensar, inflexible y dura, y yo, en el sueño, estaba seguro de que no lo merecía, sin embargo, sin tú querer tu sinceridad nacida del Amara me hería como una filosa daga envenenada. Yo entonces recordaba porqué había escondido siempre mi secreto de todos y de todas, lo había ido rumiando en mi soledad sin nunca atreverme a mostrarme ante alguien y que por un momento intuí que sí podía hacerlo ante ti, pero ahora supe que volvería a encerrarme en mi mismo con un caracol amenazado. Insististe en tus tiernos regaños, y te dije que yo podría estar toda una noche contigo, desnudos en el lecho, y solo te amaría con caricias y susurros, solo te miraría, te hablaría, te rozaría apenas con las yemas de mis dedos por todo tu cuerpo desnudo para despertar la fibras mas ocultas, intimas de tu sensualidad, sensualidad, no sexualidad, te iría llevando por los caminos del Amar mas puro, acallaría tus vehemencias con mis palabras, con mis cariños, y así amanecerías virgen otra vez. Y en mi sueño de ti soñaba hundirme en ti, en tu cuerpo, en tu aroma, navegar por tu piel sorbiendo tus néctares, deslizando mi lengua por cada rincón de ti, sentirme pequeñito a tu lado, y veía esas palomas de todos mis sueños, veía esos tetes de mi sed incestuosa, tu sonrías para mi, coqueta y hermosa. Y te dije que tu cuerpo me excita, me despierta, y veía ese ombliguito, tu cuerpo maduro, tu pelo y tu risa, y todo era como un amanecer, veía tu piel pálida, tus uñas, ese lunar entre tus palomas, se canalcito entre tus nalgas divinas y mis instintos bullían alocados porque me excitas mucho Casandra, me incitas deseos, me regalas el paraíso, y te siento intensamente como en un sueño. Y encopaba tus pechos,  sentía su tibieza y suavidad, sentía esa lengua  tuya en mi piel, e iba hacia en mis deseos, y tú te chupabas un dedito incitándome, y veía tu boquita sintiendo tu succión, y todo mi cuerpo latía excitado. Tu risa era como el sol que amanece en mi alma y no podía contenerme y me masturbaba deliciosamente, me masturba en ti, y tú en mi, yo era el que te tocaba, me sentía poseyéndote con toda mi ternura y sensualidad, veía tu rostro en goce y eras mía, mía, yo estaba ahí en ti penetrándote, te sentía mía, muy mía, toda entera, tu oculta florcita, esa sensualidad de tu pelo y tus manos, y tu sentías mi ternura y mis deseos en tu piel, te lamía entre tus nalgas, lamía tu cuerpo, lo ensalivaba humedeciéndolo en un espiral voluptuoso e incesante, y mi falo recibía tus caricias hasta que vi tu flor del sur y la penetraba hasta la eyaculación. Y ya al final del sueño veía la placidez en tu rostro, tu ojitos como con sueño porque habías sido mía, absolutamente mía y yo tu hombre, tuyo, porque el Amar nos habita. Ese fue el sueño de anoche en ti.




viernes, 5 de abril de 2013

LA MADREAMANTE

De pronto un día sentí su presencia avasalladora de mujer invencible, de fuerte carácter y siempre vencedora, y me sentí pequeño ante su imagen de esfinge majestuosa, y me volteó en un giro de invertido sentido dejando expuestas mis ancas de indefinido potro femenino. Sentí su dedo hurgando dulcemente en mi virginal flor del sur, después su lengua abusadora violando allí en mi capullo sensible y me entregué asustado y ansioso a sus caricias equívocas. Sentí su punzante pubis de suaves vellos ralos restregándose en mi cóccix de macho-hembra, montándome con la fuerza dominante y tierna a la vez como una hembra-macho que posee más allá de la carne, y me rendí a su potencia dominante, yo sumiso y débil violentado en ternura y deseo por esa amazona imponente. Ella era la abeja reina y yo el zángano deslumbrado perdido en los laberintos de los profundos instintos donde el sexo es un juego maravilloso de estambres y pistilos y los géneros se cruzan buscando la salida o la vertiente del goce y la entrega. Y tomó posesión de mí y de mi secreto no como un mero juego de la carne ni como una perversa fantasía si no como una intensa comunión que se vierte en los latidos de antiguos instintos y en la sagrada redención del fin de una búsqueda. Y después fue madre-amante y yo niño-hombre y fuimos en incestuoso pecado un solo ser fundido en freudianas culminaciones, y entregó sus senos llenos y sus erguidos pezones a mis manos hambrientas y a mis labios sedientos, y mi boca bebió de esas frutas maduras como si recién acabara de abandonar el tibio y seguro útero materno y caí en ese abismo trasgresor con los ojos cerrados acariciando para siempre su largo pelo negro. En su regazo pecador sucumbieron las arduas y antiguas tentaciones, en esos pechos hice la vendimia de todos los otoños arrepentidos, en ese cuerpo maternal dormí como un sátiro inofensivo que ha encontrado la piadosa matriz originaria. Fue en esa epifanía donde se abrieron las cavernas del silencio y florecieron las dalias negras del nocturno velado, bajo los ojos compasivos de la diosa madre ninfa se desataron las reprimidas turbulencias con su oleaje liberado al fin de los días clausurados. Sentí entonces que habíamos consumado el Amar más allá de la locura y las ansias, atravesando en el goce compartido el prohibido muro del paraíso.

LA VIRGEN MADRE DETRÁS DEL ESPEJO

Allí suntuosa y sensual detrás del azogado cristal del espejo, madura madre esencial, diosa del rito prohibido del incesto que saca los ojos pero estremece en su densa voluptuosidad sexual, allí ella, húmeda y ardiente deidad de oscuras perversiones acecha con la palidez edípica embebida en su piel otoñal, emboscada en un negro de tules y plumas, entre rojos y verdes y un erguido falo blanco como aviso de lo que buscan sus instintos de hembra-madre, a pies descalzos y senos semiocultos, detrás del espejo, inalcanzable en su divinidad conjugada en delicioso desparpajo, allí, vigilada por un candelabro de cinco velas y una misteriosa jarra, entre grises y albos destellos, por los collares colgados y un antiguo libro dormido, allí donde el silencio y la quietud rememoran un paisaje de arenas donde le encantaba tirarse y dejarse arrastrar como una niña allá por los medanos de Coro en su otra patria, donde se sentía flotar en una bella sensación de alegre libertad como la impúdica sensualidad de su desnudo escondido detrás del espejo, esa delicada perversidad de su exquisito exhibicionismo especular, que me insta, invoca e instiga a cruzar el vidrio y su reflejo con mi mano culpable y tocar acariciar rozar la luz de luna que se desviste en su cuerpo en sazón y encopar sus pechos virginales, hurgar su vulva impúber y dejar en sus rosados pezones la marca quemante de mi succión de hijo pecador que busca las aguas espesas y cálidas y acogedoras del útero inicial, del sitio donde convergen todas las travesías sexuales en sus errados senderos de amor-sexo, de ilusión-pasión o de pervertidos cantos de sirenas prostibularias, allí, atrapada o encarcelada en el azogue como una libélula imaginaria e incitante, inserta en un ámbito de colores y cartapacios y frazadas y zapatos, incubando el deseo de los ojos que la miran hambrientos de su imagen carnal, de su lividez de asombro, de su lozanía increíble, de la belleza instaurada de sagrada virgen del lupanar de los sueños obscenos, de lujuriosa estatua de mármol lascivo, de furtiva meretriz babilónica y secreta bacante de los depravados dioses incestuales, allí, como una silente y quieta sacerdotisa seminal del templo de Ishtar, vestal impura de santuario perdido del culto fálico, cristalizada en su densidad corporal de mantis no religiosa, soberana imperturbable del reino de los machos inmaduros como potros extraviados, allí, detrás del espejo, como una doncella im/pene/trable.

jueves, 4 de abril de 2013

A MEDIA MAÑANA

Todo mi Amar en ti se revuelve y retuerce como en un lodo tibio y perfumado de voluptuosa consistencia, arden mis fuegos erectos en su llama insaciable quemando tu piel desnuda allí donde estés, se derrama en ti la densa lava de mi semen ardiente, escurre por tus valles y colinas, por las dunas y surcos de tu cuerpo incendiado, y te imagino escondida en un rincón en penumbras estremecida por esta sensación de poderosa posesión que mi deseo que te alcanza como un viento tórrido en la afanosa mañana de tus rutinas. Y estarás buscando mi aroma de macho por los pasillos y los cuartos vacíos, en el tumulto de las salas de espera, en los jardines de descanso y en las ventanas que dan al día que va sucediendo, y me soñaras despierta con mis manos deslizándose con tierna y vehemente impudicia por tu desnudez bajo tus formales ropajes, te inquietarás por la sensualidad desatada que invadirá tu alma de hembra en medio de las gentes y los rostros que te rodena como fantasmas congelados porque yo estaré allí para no dejarte tranquila hasta que mis labios sedientos de ti atrapen tus pezones en un dulce beso niño. Quiero abrumarte de mis instancias genitales, que nuestro Amar hierva en el caldero de las pasiones como un brebaje sagrado y mágico que se evapora en un vaho denso donde se mezclen tus intimas fragancias con el aroma macho de mi virilidad inhiesta, quiero cohibir tu recato de niña virginal y coartar tu pudor de seria dama intocable para que te derrames como una dulce miel sobre mi ídolo que te acecha erecto en los insomnios compartidos donde tú y yo nos consumimos en la eterna hoguera del amor-deseo con las manos tomadas y las bocas en beso. Mi Amar en ti se sumerge en un lodo tibio y perfumado arde en su llama que quema tu piel y se derrama en ti como un densa lava ardiente, escurre por tu cuerpo incendiado, mientras buscas mi aroma de macho por el día que va sucediendo, y sientes mis manos en tu desnudez secreta, y te inquietas sintiendo mis labios que atrapan tus pezones en una dulce succión de niño-macho, y te abruman mis ansias genitales, y hierves en el caldero de nuestras pasiones donde tus intimas fragancias y mi aroma macho inhiesto se fusionan a pesar de tu recato de niña virginal y tu pudor de dama intocable hasta consumirnos en nuestro amor-deseo enredados en la hacendosa rutina de tu mañana.


lunes, 1 de abril de 2013

MARES SECRETOS

Vivía oculto en las espesura de otras mascaras, navegando en la ciénaga de su vergüenza entre los juncales del temor y del oprobio, escondido solitario en las sombras de su propia ignominia, nunca vio la luz de los soles de los días, soterrado, asustado, disfrazado de noble vizconde, con un rostro equivocado, incubando sus deseos y sus miedos en la telaraña de sus pequeñas perversiones. Los primeros vientos de sus adolescencia impura, su desbocada pulsión carnal, el culto solitario con la ceremonia continua y viciosa de adoración insaciable al dios Onán lo había arrastrado a misteriosos ritos fálicos, a extraños goces, siempre visuales, de lingams dispuestos a la batalla o vencidos en sus ardores. No era un Juno bifronte ni un Antinoo pervertido ni un dragqueen desatado, solo un secreto experimentador de voluptuosas sensaciones. En esos mares secretos navegaba por las noches de soledad y por las madrugadas ermitañas, temeroso del día público y de los caminos desviados, de los cantos de trabadas sirenas, y de no ser más de lo que era ni cruzar las fronteras del decoro. Macho incesante, buscaba en los hembrajes la virgen o la musa que encendiera con él los cirios y el incienso de sus furtivos ceremoniales o la dulce comprensión de clemente diosa maternal con quien abrirse como un capullo contenido y ser entonces lo que era y respirar el aire libertario a puerta abierta, a plena luz y con tierno desparpajo. Pero no había esa Mater unigeniti donde alcanzar una pausa o un descanso para su alma desesperada en los cloacales laberintos de su tenebrosa e impenetrable virilidad contaminada. Hasta que vino Ella, paloma siempre en vuelo cansado nacida en un día sin recuerdo en un bello paraje de montañas y ríos, y ella era la buscada, virgen otoñal vestida de ternuras, y vino llena de gracia adivinado o descifrando el secreto del fauno atrapado en sus voluptuosas fantasías, e inundó de abiertas aguas sinceras las palabras encubiertas, los gestos ambiguos, las transgresiones y los oscuros rincones. Y la amó como virgen y musa, sacerdotisa intocable y vestal sagrada, y ella abrió los ventanales y revolvió los cajones, y le tomó la mano para que él sintiera la complicidad incondicional de su Amar entero, y se abrió a él con el esplendor de una rosa del mismo color del delirio, y él se hundió entre sus pechos como un niño al fin liberado.