Para Susymabe
Deliciosa hembra madura, con el dulce sabor
del otoño en las uvas del deseo, miel otoñal, trigo maduro, voluptuosa y
carnal, hoguera donde arden las lujurias en sus brasas incitantes, donde brotan
instintivas erecciones de glande reluciente invocando lechosas masturbaciones provenientes
del goce imaginado a la vista de la roja instigación, de la pálida piel en su
provocativa semidesnudez, del envidiado colgante incrustado entre esos
ampulosos pechos, de esa exuberante tetamenta donde hundiría mi rostro sediento
hasta ahogarme de esa tibia carne abundante aferrado succionando los ocultos
pezones, de los eróticos pliegues del vientre, esa carnalidad generosa que
llama a verter ahí los chijetes de semen caliente, de los muslo, las piernas,
los brazos, los senos y su canalillo, del suave cabello desgreñado como de una
fiera insaciable. La espío ebrio de la sonrisa coqueta, incitante y juguetona
de la femenina fiera que se sabe deseada hasta el vertido seminal, la espío
mateando, sorbiendo con sus labios chupones la bombilla que mi miembro envidia,
la espío cuando me regala la visión deliciosa de un pecho desnudo y su breve
pezón rosadito, la espío con mi mano apretando y frotando mi falo endurecido
hasta brindarle el sexual homenaje de una copiosa eyaculación. Sé que alguien
la muerde, la acaricia, la penetra, la posee en salvajes ritos de cópulas o
succiones, entra furtivo en su atardecer y se escapa sigiloso en el inicio de su
noche dejándola saciada, untada y chorreada de su densa leche viril, pero no me
importa pues así quiero poseerla, toda mojadita y jugosa para mí.