sábado, 31 de mayo de 2014

MONOLOGO EN DUETO INTERRUPTUS


Pour la comtesse honteuse.

Me vas devorando a boca llena, ahogándote en tu propia voracidad de medusa succionadora, entretejida en mis brazos de macho niño que busca las oscuras ternuras incestuales negadas por los recatos invencibles de tus antiguos sueños quebrados. Reclinada sobre mi pubis urgente que arde en los ensalivados fuegos de la más tierna impudicia me disgregas en una tibia arena preseminal. Me vas deshojando devorando desvistiendo destazando deshaciendo a mano masturbadora, enviciada en la prevaricación y la alevosía, en el frotamiento prepucial y el roce priápico, en la urdimbre de extravíos carnales, en la epifanía bucal de tu boca colmada de mí. Dejas un hueco de silencio devastador en la hondura del deseo, te arriesgas al peligro siempre vigente de la rutina, de las repeticiones sin variantes, del hastío yacente escondido en los pliegues de las sábanas. Luego me diluyes entre tus muslos, en el hechizo vertical de tu sexo devorante, me sacias de restriegos de piel a piel desbocadas, me sometes a tus ardores abriéndote en una empapada carnalidad violácea, e inicias los fálicos rituales del desmembramiento y la flaccidez subyugada a tus caprichos de hembra impaciente. Ya embrujado, escribes con tu lengua untuosa los salmos lujuriosos del desvelo en mi cuerpo asediado por tus suspiros y tus procaces incitaciones, así asumes los descaros y las desvergüenzas que nunca dejaste escapar de tus inciertos pudores. Entonces me brindas en la copa de tu vulva para hacer la vendimia de mi verga y me das los últimos respiros antes de deshacerme en la vorágine deliciosamente pervertida del atardecer allá en lo alto. 


TRIBULACIONES DEL TEMPLARIO


(Erótico ejercicio de lingüística experimental)

“El erotismo es sexualidad transfigurada: metáfora. El agente que mueve lo mismo al acto erótico que al poético es la imaginación. Es la potencia que transfigura al sexo en ceremonia y rito, al lenguaje en ritmo y metáfora.”  La llama doble, Octavio Paz.

Ahí en la entrada del templo cuatro pétalos de cuarzo rosa sobre las doble columna en ónice rosado piel hiedra fina cubre el breve gineceo arriba un espiral abajo la bifurcación vulval es una rosa embebida en su rocío una humedad la persistencia genital de un aroma. Ser un potro en celo desbocado cabalgando por el fértil campo de la sexualidad desencadenada y un paciente caracol en celo que se desliza lento y parsimonioso por la rala vegetación de una húmeda jungla sensual e impúdico aprehendiendo tocando acariciando como un vicioso sibarita de sensaciones la delicada superficie de los pétalos abiertos adentro la rugosidad de ciertas maderas y las piedras canteadas el punto gravitante en la desolación ante la imposibilidad incestuosa de volver retornando huyendo al útero. El erguido pilar con su capitel glándico y su orificio destilatorio expectante tótem de primitivos ceremoniales eyaculatorios mastúrbicos onanistas copulativos esencia de penetrantes inclusiones introductorias mástil y verga con su prepucial velamen en la tibia brisa vaginal. Yuxtaposición lingüística ni bucal ni verbal a boca de sexo abierto o erecto lamidos succiones atrevidos mordiscos invasivas penetrabilidades por la orilla filosa del clímax. Involuciones del coito sacrílego sodomizaciones en sureño estrecho cauce prohibido, imaginaciones imposibles desgarros gritos quejidos. Poderosos estremecimientos estertores de muerte súbita encantamientos orgásmicos eyaculatorios desmembramiento desvirgamiento desfloración sin otoño menstrual. Ahí a la salida del templo la modorra acidia floculada en la dulce laxitud posterior de los cuerpos saciados cansados absorbidos por la noche amplia como un patio y oscura como una vergüenza.


LUCES Y SOMBRAS DE LA CONDESA CASTRADORA


“Excelente como literatura aunque yo no conozca del tema. Eso de ponerse en los dos lados es algo muy tuyo, sé que a ti te sucede ese querer ser o participar de los dos sexos. Forma parte de tu culto, pleitesía y adoración al falo.” La Comtesse a dit.

Las sombras. Lo que no entiendes o no aceptas o no crees, los códigos que explican la mano enemiga que te roba la sensación voluptuosa de agasajar con el placer masturbatorio. El plátano trozado en rodajas a contrapelo del deseo de imaginarlo en tu boca felática coqueteando con las fantasías voyeristas del fauno depravado. La masturbación excesiva, la pornografía selectiva, la experimentación carnal, los juegos de incesante imaginación sexual. Ese leer saltando algunos renglones, perdida entre tanto miembro y rosas de madera o piedra, asustada de ti misma conteniendo los deseos de inducirte a los goces babilónicos. La oclusión a las pequeñas perversiones del onanismo vicioso, del voyerismo real y del virtual, ambos obsesivos, de los ritos pornográficos imaginándote libremente ahí, compartiendo o compartida. Los infusorios vertiginosos que acuden microscópicos  a la cita sin las debidas precauciones preservativas. El extraño taumaturgo cuyo reino no es de este mundo que urge los retazos de tu piel embebida en los fluidos de los ardores concupiscentes, mientras allá en tu pasado vas subiendo aquella exhibicionista escalera a la vista lujuriosa de cuatrocientos ojos hambrientos de ti enviciados observando tus piernas, tus muslos, el íntimo y excitante color de tus bragas, o la visión instantánea y negada donde exhibes tus semidesnudas coqueterías de bella hembra rozagante en una soleada playa carioca. La ansiedad reprimida y desnuda sobre el mórbido mosaico de feroces rastrojos de sigilosos felinos en celo. Las luces. No obstante, tus dedos recorren tu piel con estremecedoras ansiedades y descaradas urgencias, me miras enloquecida de densos deseos, tu piel tiene memoria de ellos, conoce el camino y el regreso del deseo consumado, de las ansias pervertidas ante la imagen de mi lengua devorando tu Monte de Venus, de las imágenes de mi boca en tu vientre desnudo besando y ensalivando los cálidos senderos que van hacía la verticalidad de tu sexo enardecido ardiendo de pasión.

Nota.- En cursivas paráfrasis de “Pescador de mis ilusiones”, Condesa Scamigia.


NADA MÁS QUE EN TI


Yo bosquejo tu cuerpo con las minucias de tu semidesnudez invocante, y por lo mismo provocador en su viciosa vertiginosidad seductora que incita excita desde tu embriagadora sensualidad desafiante. Sé que seduces hasta sin quererlo, que posees un aura de sexualidad tan ingenua, inocente e  impura que desata los nudos del deseo como un vértigo que induce a caer en la inmortalidad de tus breves pechos y en el abismo mortal de tu sexo. Siempre te sueño con un vestido corto y medias negras, con las piernas cruzadas, y te miro como si fueras de cristal sintiendo el aroma a vainilla de tu pelo, y te beso las mejillas con lenta ternura y tú sonríes, te digo muchas veces que eres linda y beso tus labios excitado mientras tú ríes con suaves carcajadas, y miro tímido tus piernas con ansias de tocarlas y siempre me despierto contigo desaparecida bajo la lluvia. Intento volver al sueño a soñarte para de una vez por todas desnudarte y embeberte de mi saliva por todo tu anverso y también por todo tu reverso, y poseerte incluido con la violencia tierna del otoño, y penetrar tus desasosiegos, a verterme en ti eyaculando, y no alcanzo. Intuyo que te excita excitar, que, en tu solitaria divinidad, con esos juegos satisfaces tus deseos o tus fantasías, que te sientes libre porque no amas y disfrutas ser dueña y soberana de tu cuerpo, pero te advierto que no te acostumbres a los efímeros días de tu estío porque los deseos se te secarán de soledad y tu piel perderá ese brillo sensual que urge las fantasías mas oscuras y tu cuerpo se esconderá en si mismo hasta perderse en esos laberintos donde decantan tus antiguos desengaños. 

DUETO DE LLUVIA SOBRE UN BOSQUE


Tarde lluviosa en tu bosque silencioso solitario donde solo caminas a hurtadillas, fauno-lobo-macho... mi hombre, mío solo mío, el agua nos moja el cuerpo, limpia nuestra alma, corremos como niños enamorados, me apego al árbol escondiéndome de tu acecho, te acercas, coges mis brazos me abrazas besándome entera, me excitas, me asustas, lames mi cuello, resbalan tu lamidos por toda mi piel, penetras tu lengua en mi boca, te siento ardiendo, deseoso, ansioso, quieres todo, y te doy lo que poseo. La lluvia nos moja, caemos abrazados revolcándonos en el barro, nada importa, solo tu y yo, arde mi piel, ardo de deseos, quiero romper otra vez el pacto maldito, pene-trame, soy tuya... soy tu hembra real, deséame, tócame mi piel real, no es imaginación, no es virtualidad, no tenemos que soñar, podemos poseernos, ya no soy tu esfinge de mármol. Te deseo. Sigue la lluvia escanciando sus aguas en la soledad del silencio de mi bosque donde camino sigiloso, fauno-lobo-niño, tu hombre, tuyo hasta el desborde, el agua encielada nos humedece el cuerpo, anega de dicha nuestra alma, jugamos inocentes como ángeles enamorados, te apegas al árbol del pecado escondiéndote de mi asedio, te cerco, cojo tus brazos, te abrazo besándote entera, te excito, te asusto, lamo tu cuello, resbalan mis lamidos por toda tu piel, penetro mi lengua en tu boca, me sientes ardiendo, deseoso, ansioso, quiero todo, y me das todo lo que posees. La lluvia nos moja en un delirio feroz, caemos abrazados revolcándonos en el barro puro antes que crezca el musgo, nada nos importa, solo tu y yo, arde tu piel ebria de mí, ardes de deseos inconfesables, quieres transgredir otra vez el pacto maldito, me susurras con eróticas dulzuras: “pene-trame, soy tuya... soy tu hembra real, deséame, tócame mi piel real, no es imaginación, no es virtualidad, no tenemos que soñar, podemos poseernos, ya no soy tu esfinge de mármol”, y yo comienzo a consumar el rito otoñal del deseo.

viernes, 30 de mayo de 2014

MISMA EN FUTURO INCIERTO


“Hice de ese mediodía un poema
recuerdo tus manos llevando mi cabeza
donde siempre lo soñé
mi boca gritando gozosa:
¡Ven, que tengo sed!”
Giovanna Robinson Rangel

Pervertirás tu cuerpo en el mío, densa hiedra anudada o lento húmedo caracol vestigial, ansiosa tu carne más ardiente sucumbirá a los ardores de mi boca, te irás deshaciendo en pequeñas lujurias abrasada por las fiebres ensimismadas del orgasmo, serás fragmentada por los deseos desperdigados en el lecho que irrumpirán por los volcánicos poros de tu piel encendida por los fatuos fuegos de la cópula atrapada entre el trato injusto y la vehemencia desesperada de mi falo por tu abierto paréntesis carnal enjugado de tus íntimos brebajes. Bajarás tu testa coronada ungida por la depravada insistencia de mis manos enredadas en tu pelo, desanudada y desnudada, desbaratada y desatada, bucal y lingual, soberana de tus ansias y succiones, poseída por la intimidad manoseadora, frotante y perturbadora, que presagia las derramadas eyaculaciones, el ardiente extravío en las voluptuosidades de los sexos descarriados, la ferviente promiscuidad de ser tú en mí, yo en ti, y ambos en nosotros. Te verterás sobre mi vientre como fiera hembra en un celo y luto milenario buscando la penetrante posesión de su macho solo en las trabadas vicisitudes que devienen de los besos iniciales mordiendo tus labios emboscados. Saciarás tu sed y tu hambre en mi provocadora rigidez, tiesura o erguimiento, simularás locura o embriaguez, negarás o mentirás, pero jamás podrás extirparme de tu cuerpo porque lo habito como un lujurioso parásito aun más adentro de ti misma, allá por las oscuras honduras donde nadie, nadie, ha llegado nunca, y tu lo sabes y sé que también así lo sientes cada vez que tu cuerpo desnudo se repite para mí en los espejos.

RETORNO A TUS ALTURAS


Je reviens à ta fleur ouverte.

Volveré, lo sabes, a escaldar los besos en tu boca mordiendo las inútiles resistencias, sorbiendo tu saliva gota a gota para embriagarme de ti y rodar enviciado por tu vientre buscando la incestuosa epifanía que me has negado. Volverás a vivir estremecida en el canto de mi mano surcando, en la insistencia digital sobre la abierta floración embebida, en el revoloteo de mis labios en la rala grama que antecede el tibio y húmedo cuenco genital, en el molusco bucal que invade abarcando tu sensible hendidura carnal, en la lasciva ternura derramada densa y lenta entre tus piernas. Volveré, lo sabemos, a anegar de mi saliva la rosada magnolia de tu pubis urgiendo íntimas destilaciones, dejaré mi lengua liberada a sus fálicos poderes para arrancar las sexuales desesperaciones de tu cuerpo contorsionando sobre la mullida trama de escaques cinegéticos. Volveré a penetrar contraviniendo tratos, repudios y toscas prevenciones la cauta virginidad de tu sexo, entre los feroces fragmentos irán mis manos afanadas por las dulces constelaciones de tus muslos, por las dunas soleadas de tus nalgas, por la concavidad perfumada de tu cuello, por la colina permitida de tu seno hasta hacer cumbre en tu pezón dormido. Volveré, lo sé, a escardar los miedos ancestrales de tu piel desnuda entera para ir más allá de las gloriosas plegaturas violeta de tu vulva y desplegar el velamen seminal de mis instintos en la vorágine turbulenta de tu vagina, para que me dejes un atardecer de alturas y barcos iluminados dormir por fin acurrucado entre sus brazos.


lunes, 26 de mayo de 2014

VAGUEDADES

“Como el noventa por ciento de los hombres, en el fondo quiero estar siempre donde no estoy, allí de donde acabo de huir.” El sobrino de Wittgenstein, Thomas Bernhard.

Descreo de la piel desnuda sobre el lecho esperando en su vaguedad de silencio cómplice, sigilosa serpiente dormida, desato los nudos del deseo y me hundo naufragado entre sus pechos, delicado, sufriente, niño solo en las raíces perdidas, me anego de su boca quien sea la hembra soportando los rigores de mis desamparos, inicio rituales de adolescente subterráneo, ceremonias de desacatos y traiciones, dejo mi manos abarcar los cariños extinguidos, la perversa saciedad que pervive en los pliegues de sus vientres, en la oquedad salvaje de sus pubis, en sus muslos que atenazan o disgregan según la hora de la lujuria o del desencanto, besos los besos que van dejando en mi dominio las extraviadas, las de solemne soledad y las que urdieron sus sueños en las islas del insomnio, las voy amando por fragmentos a contraviento de mis tenues insistencias, las rompo, las disuelvo en el tibio brebaje del engaño consentido, y las recupero irreconocibles en sus propios espejos, entonces les tomo la mano ocluida a mis ternuras y las hago florecer abiertas en sus rosados pétalos urgentes, juego a ser adentro macho enternecido, a sorber sus salivas y sus néctares, a vagar por las sinuosidades del susurro, a poseerlas penetrando con la nostalgia salvaje del pasajero, del ausente, del solitario, me calcino entre sus piernas, asalto la voluptuosa convexidad de sus nalgas para anidar mis furias entre sus senos, para socavar con mi labios la soberana incestuocidad de sus pezones, y me voy deshaciendo en secretas penitencias, en una otredad sin palabras, en el tierno descaro del perdedor desesperado, para que ellas me dejen dormir alguna vez acurrucado entre sus brazos. 

NADA Y SU ROSA


Me imaginas desnuda? solo admirándome sin tocarme? Flor de Loto.

Desnuda no, te imagino semidesnuda, cubierta con una delgada camisola de seda, y sí, primero te admiraría sin tocarte, oliendo tu perfume, sintiendo tu calor cercano, mirando tus ojos y tu boca, después tu cuerpo adivinándolo bajo la seda, captando tu respiración tenue de gata en celo, acechante, y después de cumplir ese rito voyerista comenzaría a deslizar las yemas de mis dedos por todo el borde de la camisola, y recién ahí iniciaría el ceremonial de posesión. O, pensándolo bien, sí te imagino desnuda, en la tibia penumbra de un cuarto donde hay un lecho y una mesita redonda sobre la que hay con un libro de poemas y una rosa tan roja que parece negra, en la penumbra, estas sentada en el borde de la cama con las piernas cruzadas, y peinando tu pelo con un peine de marfil mientras te miras en un espejo de mano de contorno muy barroco, sabes que yo te miro desde un rincón y me hablas de cosas antiguas, de tu barrio de la infancia, del patio del colegio o de una muñeca que cerraba los ojos y que perdiste sin saber como ni cuando, me cuentas que intuyes que un día aparecerá en el lugar de siempre así que no la buscas para que se cumpla esa extraña premonición y no quebrar la línea impenetrable del destino, yo te escucho y te observo en tu desnudez coqueta, en la penumbra, miro tus breves pechos de niña, tu tiernos pezones de un nacarado carnal y fosforescente, el desparpajo virginal de tu piel quieta esperando mis labios transgrediendo esos fugaces territorios, adivino en el vértice de tus muslos la tenue nocturnidad de un musgo enredado y sensual, recorro como un espía extasiado la leve sombra cóncava de tu ombligo, la convexidad impúdica de tu vientre, de pronto la penumbra se inflama en sí misma y arde envolviéndonos y ardores y brasas desatadas, la rosa se abre en su insaciable voracidad violeta (i).


(i) LA BOCA VIOLETA
Claudio Rodríguez Fer

Tu boca violeta boreal y venérea
levita por el cosmos inmensamente abierta
manando levemente lava rosa
en la hora horizontal de las cavernas de carne.

Tu boca violeta es de hierro fundido
tiene el fulgor de la obsidiana en el talle de las amazonas
y la impudicia polar de sus tangas de morsa.
Sobre magmas de ámbar orificios volcánicos
escupen saliva negra contra el relámpago que hierve
en las tubulares sendas para el semen letal.

Tu boca violeta tiene la dulzura de la leche más azul:
es como un diplodocus que se amara en silencio
entre maíz zafiro y amapolas de grutas uvulares.
Vamos a los puertos grises sobre petróleo blanco.
El aliento lácteo que arremolinas petrifica mi líquido
y desata el instinto de nadar a panteras.

Tu boca violeta de contornos infinitos
se entreabre a todo lo que sea de lila.
Las montañas de azúcar de tu patria Pomona
y los lagos de licores de jauja o de cucaña
resbalan mansamente por utopías lascivas
mientras muerde el rubor y gallonas las vulvas.

Tu boca violeta boreal y venérea
abocina tus labios con gestos de gruta
y a latigazos irrumpe eruptiva y volcánica.

Amo la lengua de sierpe que se enrosca y se estira
como funda de fruta o piel de ventosa
que nos lleva adonde la aurora no preludia arenarias.

Amaré tu lava sobre todas las cosas

y el bilabial crepúsculo sabrá como hablo.

domingo, 25 de mayo de 2014

VOCERA


Pensando en Cecilia P.J., y agradecido de la Comtesse por la incitación.

De ideas opuestas, de ámbitos divergentes aunque de orígenes similares, de actividades diferentes, casi cuarentona, (veinte años no es nada), profesional leguleya, concejala, intendenta, ministra secretaria general, vocera, apasionada por el fútbol, chuncha de alma, casada, dos hijas, bullanguera y tana por adopción, arquera de reflejos increíbles y una leona de mirada desafiante. Hembra muy hembra de sexualidad poblacional, morenaza de pelo largo negro natural, y crespo original ahora alisado burdamente, desordenado con puntas irregulares y sin rastros de tintura, estatura media, vestimenta tirando a llamativa coqueta exhibicionista, con sus típicos vestidos de una pieza siempre ajustados a su armónica figura de grandes pechos amplios y edípicos de nítida exhuberancia, cinturita marcando las anchas y sensuales caderas de viciosa cumbanchera. Seduce sin tocarla con su vulgaridad salvaje, su sensual soberbia de mujer que se sabe deseada hasta el lecho, mordida y violentada, y su insolencia sexual de inquietante meretriz babilónica. Su mullida tetamenta imponente arde en la boca que se imagina allí lamiendo succionando sus oscuros pezones protuberantes en medio de sus grandes aureolas morenas. Las manos que observan sus caderas de bailanta de barrio y chinganas prostibularias sienten su dureza lujuriosa de “negra rica”, la suavidad áspera de sus muslos henchidos, de sus pantorrillas musculosas, de su vientre plano donde el ombligo reina en ese pedazote de pellejo bien tonificado. Los labios presienten la hirsuta negra y reluciente champa de su pubis, su olor animal, su humedad sazonada, su sudor agrio surgido de tumultos y apretones. La verga se hunde en una imaginaria y continua penetración hasta que pida recurso de amparo, mientras su rostro de guerrera camboyana hace groseras muecas multiorgásmicas y su voz ronca y vulgar va pronunciando un rosario de palabra soeces y libidinosas grosería apurando la eyaculación entre el furioso deleite de la cópula. No es linda, pero ya me quisiera restregarme contra ella cuerpo a cuerpo desnudos, deslizar mis manos, mis labios, mi lengua por esas curvas de imperfecta joya artesanal. Es cierto, ya no está donde estuvo, pero la sigo reviviendo redeseando cada día en la Jueza porque a vista de buen fauno pervertido, son esensualmente iguales.


NADA EN PREGUNTAS


“Acaricia mis muslos muérdelos, rasgúñalos, ábrelos, pero no los dejes temblar sin tu presencia, sin mojarme y dejarme sin ti.” Flor de Loto.

Me preguntas si te recuerdo y ayer una poca lluvia me hizo verte en el atardecer caminando por las calles de un lugar desconocido donde tú eras reina de los crepúsculos y dueña de los escarabajos y las libélulas. Habitas mi memoria con tus ojos tristes como si siempre hubiera lluvia en ellos, tienen una tristeza de otoño o de anochecer marino. Allá en los mármoles helados del templo eres para siempre una oscura divinidad pluvial. Me preguntas si te tengo miedo y no lo sé, tienes algo que atrae misteriosamente en una distancia lejana de susurro, en ti lo verdaderamente erótico es invisible, solo se siente en tu luminosidad inquietante, en la cóncava tristeza que tienes bajo la piel muy oculta a los ojos profanos. Temo tus palabras que me excitan más que las imágenes en ese misterio del erotismo puro donde siempre te me pierdes, tiernita y juguetona. Me preguntas si pienso en ti de vez en vez y he de reconocer que sí, que me pienso vagando ilimitado por tu aroma en otoño o invierno un día algo lluvioso, empantanado entre la dulzura y la lujuria, la rosa y sus espinas, entre un dulce perfume y un fuego abrasador. Me preguntas si he soñado contigo y confieso el pecado de soñarte voluptuosa, ardiente y carnal, como flor delicada y como una gata celo, como un cristal y una hoguera, como la niña tierna y dulce que necesita todas las ternuras y como la hembra fogosa que sabe dar y sentir el sexo en plenitud. Me preguntas si nos encontraremos algún día y no lo sé, un invierno atardecido quizás me atreva a esperarte en una esquina de la lluvia para sentirte tan tierna que me nazca el amor de puro pensar en tocarte una mano o ver tus ojos prodigados en los míos, e ir a por ti en un beso sin pecado, en la floración de la amistad, del deseo, del amor, un beso que quede titilando un nuestros labios como un delicado misterio por descubrir, pero no lo sé. Pero nunca me preguntas si te deseo y eso si lo sé, deseo desatar tu escote y besar tus senos chiquitos hasta despertar sus secretas palpitaciones, deseo ser para ti un caballero dulce con fuego en la sangre y hacerte el amor como una bestia y después ser como conejito de peluche, deseo que tu cuerpo se sofoque por mi cuerpo y darle placer aun sin penetración, solo caricias hurgando en todos sus rincones, y porque sé que eres tan de piel deseo dejar que seas como el agua y que tus dedos toquen todos los senderos del goce y la pasión, deseo entrar en tus laberintos desconocidos y arder en una excitación imprevista, sentir tus deliciosas provocaciones en mi mente y en mi cuerpo, deseo no ser un príncipe desencantado sino un potro encelado que te haga el amor en un bosque, en el pasto húmedo por la lluvia, que te muerda mientras tú ríes suavecito y lamer tu vulva para ir sintiendo tu orgasmo en mi boca y después abrazarte con dulce cariño y besarte como a una soñada novia virginal. Eso deseo.

IMAGINADOS CEREMONIALES


"Por qué cantáis la rosa, ¡oh Poetas!
Hacedla florecer en el poema;"
Arte Poética. Vicente Huidobro.

Te imagino, te imagino sobre tu lecho semidesnuda, casi desnuda, desnuda, te imagino imaginándome y desnudo sobre mi cama te imagino, te imagino sobre tu lecho semidesnuda, casi desnuda, desnuda, te imagino imaginándome y comienzo a rozarme frotarme masturbarme poco a poco hasta despertar al demonio que me acecha agazapado allá en el cenagal de mis instintos. Esta mañana te vi imaginada mirándote en el espejo, desnuda y refrescada, vi como soltabas tu pelo, y tus largos rizos enredados cayeron sobre tus senos mojados adornando como guirnaldas tus deliciosos pezones. Caminaste, sonreíste al mirar tus amplias curvas delineadas. Acariciaste el contorno desnudo de tu cuerpo, te vi girar y tomar la almohada abrazándola y seguiste girando y al girar sentí que sentiste mi sigilosa escondida mirada. Avanzaste mirándote, como si yo te mirara oculto sin decir nada, sentiste que te tomaba y amorosamente te tendía sobre la cama. Y entonces cumplimos anhelantes ese nunca, soltamos las riendas de nuestras almas y nuestros cuerpos y nuestros deseos, cual corcel y su jinete y viceversa, nos cabalgamos con la mojada desesperación de los caracoles, con el desparpajo sexual de los perros callejeros, con los aullidos y sangrientos rasguños de los gatos en los tejados, te penetré y me succionaste, te lamí y me lamiste, locos, ansioso, desesperados por consumar nuestro amor, esta mañana. Cierro los ojos y te imagino, te imagino sobre tu lecho semidesnuda, casi desnuda, desnuda, te imagino imaginándome y doy pequeños quejidos de placer mientras entrego la ofrenda a la lejana incitadora. Alcanzo a oír dentro de mí tus quejidos, tu respiración acesante, tus susurros y jadeos allá en el negro fango de mis instintos y te imagino, te imagino sobre tu lecho semidesnuda, casi desnuda, desnuda, te imagino imaginándome y comienzo a rozarme poco a poco, otra vez.

sábado, 24 de mayo de 2014

NOUS


Dans la rose cherchée

Nos buscamos como fieras hambrientas en las imaginarias intersecciones de nuestros sueños, en las hipotéticas convergencias del tiempo diferido o vigente y de los deseos estarcidos por los insomnios de los nocturnos con la piel vacía de ternuras silenciosas, de besos sin puerta ni ventanas por donde escapar a los labios infieles, de caricias pecadoras y lamidos sigilosos bordeando la noche separada. Nos deseamos cristalizados en las copas de todos los vinos y bosquejados en las fragantes turbulencias del humo del tabaco, rozando una sensualidad desatada urdimos una sexualidad de caracoles, de lentos lamidos arrastrados por los espejos del sudor y la saliva, de penetraciones y succiones, de labios y muslos mordidos, de adolescentes masturbaciones insensatas y de pétalos abiertos a los tiernos dedos invasivos. Nos soñamos imbricados, insertos, trabados en una cópula eterna de pequeñísimos protozoos, de salvajes perros callejeros, de libidinosos peces abisales, nos soñamos en un lecho de locuras y desparpajos, desnudos abrazados incitando las bravuras de las desesperaciones urgentes por invadirnos, por desollarnos y carcomernos en carnes vivas, por ir viviéndonos sintiéndonos más allá del deseo y del acto (i). Nos buscamos como pájaros sedientos en los charcos de las lluvias que no compartiremos, en los susurros escondidos bajo las sábanas, por las orillas y las siluetas dibujadas por las sombras, en la vastedad ardiente del soborno carnal de las lujurias tramontanas, por el goce sagrado del adulterio inconsumado en las cornisas y los parques, en las rosas ocultas en los libros y los árboles florecidos de las plazas.

(i) La canción desesperada. Pablo Neruda.



SEQUEIRA


Me sumerjo en ti en un intenso beso mañanero, muerdo tus labios, mi lengua juega con tu lengua, mis manos acarician tu cuerpo, huelo tu perfume, bebo tu saliva. En tu cuerpo ingreso furtivo y te siento apegada a mí, sellada por siempre tatuada en el ardiente desierto de mi piel. Lamo tu cuerpo de extremo a extremo, soy en ti niño y macho y potro, mi Amar busca tus brazos para consumarse, tus pechos son mi descanso y mi saciedad. Me revuelvo agradecido por los momentos vividos, por las visiones de tu cuerpo, mis deseos vagan por tu desnudez insertos en tu lecho, mi boca habita tu boca y tu nido, el ídolo surca tu flor del sur, eres mi hembra potranca, mis dedos trazan las rutas del sexo sublime por tus muslos. Te deseo. Otra vez la mañana me trae tu recuerdo con la nitidez del deseo, tu cuerpo resplandeciendo en tu propio amanecer, tus manos al vuelo sobre tu piel incesante, mis ojos posados una y otra vez en las turgencias de tus mullidas palomas, la memoria instalando como antes tus dulces fragmentos, tu ternura y tus ardores, tus uñas joyas en sus pequeño diamantes, tu pelo en negra tormenta, el esplendor tibio de tu voluptuosidad de mujer hembra, las sinuosidades, los pliegues, los territorios de la lujuria de tu reino de las ciénagas eternas, de los fieros caimanes y los rosados flamencos. Me anego de tu voz escondida, de las fauces de tu vientre, del delirio plácido de tus nalgas, de la imposible sensación de tus pezones en mis labios. Te deseo.

MERAS COBARDIAS


Y nos quedamos ahí, quietos silenciosos nostálgicos a cada lado del vidrio con los ojos fijos en breve icono verde que delata la presencia del otro en la misma dimensión del deseo, la cercanía y la amorosa trabazón. Y nos quedamos rememorando otras instancias verbales y carnales, los barrocos del día, los altos atardeceres sobre el mar ilusorio allá donde los barcos esperan la noche, los roces lamidos en la piel ansiosa, en los labios los besos que abarcan en su abierta insistencia la lujuria que va floreciendo sobre las cuadriculas de los felinos salvajes. Y nos quedamos contenidos sin atrevernos a reiniciar los celos y las incomprensiones, las molestas beaterías y las desagradables perversiones, la boca que socava tu vulva y la boca que yergue mi falo, las manos onanistas que aferran y aprietan eyaculatorias masturbaciones y los dedos que hurgan la orgásmica vaginalidad. Y nos quedamos atrapados en los vanos orgullos, sediento de ron y hierbabuena, de las salivas y los néctares genitales, hambrientos de morder las voluptuosas carnes del sexo atardecido, de la sal de los sudores y del aroma púbico que enciende y desata íntimas humedades y explicitas erecciones. Y nos quedamos extasiados, separados por el cristal, lindero, frontera o abismo, imaginando como será ser otra vez lo que fuimos, desnudos sobre el lecho jugando los libidinosos juegos sexuales del amor y las fugas hacia muy adentro del nosotros, corriendo como niños por nuestros laberintos, chapoteando en las ciénagas de los instintos sin censuras ni limitaciones, abiertos a esa maravillosa sensación de estar vivos. Y nos quedamos acobardados, quietos silenciosos nostálgicos, esperando con esperanzada certeza o triste incertidumbre que el otro, siempre es el otro, atraviese la fría superficie del espejo.

jueves, 22 de mayo de 2014

UN SOLO DEDO


Pour la rose dissipée

Brindaré calladito contigo en el deseo, y brindaré contigo la última copa de vino tinto, y te buscaré en el concho conchevino y ahí estarán tus ojos, entrecerrados, y sentirás como abro esa bata amarilla (que no conozco ni conoceré) y te abrazaré apegando mi cuerpo desnudo al tuyo para que en piel con piel restregándose se inicie el rito de la epifanía nocturna donde nos volveremos húmedos caracoles retorciéndose sobre el piso, deslizándose con la lentitud del descaro impune e impúdico hasta el lecho donde consumaremos la copula estremecida de mi en ti, penetrante penetrada, y verteré mi savia ardiente en tu flor ardiente, verteré inoculado mi denso licor embriagante en tu húmedo sagrario, y seremos uno como en ese sueño insistente que tú y yo soñamos cada vez que soñamos. Así que ahora me voy al sueño a poseerte hasta la medula, a beberte, a morderte, a romperte hasta romperme, hasta amanecer entre los escombros humeantes del goce compartido. Después me quedaré un ratito entre tus sabanas, acariciando tu cuerpo suavecito para no despertarte. Quizá hasta me atreva a besarte, quien sabe. Y mañana, antes de vestirte, déjame escurrir mis ojos de hambriento lobo macho voyerista por la desnudez de tu cuerpo hembra ansiado deseado, déjame lamer los restos de tu goce nocturno, déjame tocar con mi dedo del corazón la puntita de tus pezones, déjame alcanzar a imaginarte así para que el día se me vaya buscando tu perfume como sé que te gusta: sin solución de continuidad. 

CRUELES INCITANCIAS


Para mayor gloria de Sita Kyasarin

Torneados mármoles encapsulados en fino nylon, a la vez suplicio e epifanía, tentaciones de idolatrías sacramentales, de herejías pánicas, de sueños incrustados en delirios de muslos y pantorrillas, de tobillos y rodillas, de tacos negros, de ajustado vestido negro con blanco atravesado, de ojos clavados en las delicias de las piernas juntas en su recato o en exuberante desparpajo exhibicionista. Atracción infernal, sensual invitación a convertirse en voyerista estatua de sal, no hacia atrás sino allí delante abajo a media altura, convergencia carnal que difumina todo el entorno y solo deja el resplandor iridiscente de la piel en sus extensas extremidades. No el cruce pudoroso que deja pie, canilla y rotula expuestos y los muslos semiocultos en el coqueto pliegue u oquedad de la falda, no el irse alejando taconeando por las veredas del deseo con las miradas enviciadas en las pantorrillas voluptuosas, no la desnudez plena y sexual de pie ante el lecho o en el recostadas en el ángulo cuyo vértice incita a la cópula, sino la exposición cautivante que hace bajar los ojos inevitables para seguir el juego de cruel procacidad, de insolente desvergüenza, de cruda indecencia, de cínico atrevimiento y sutil obscenidad, bajo el dulce y tierno tul de una inocente casualidad o una inesperada circunstancia. Fémur, tibia y peroné, cálcicos monumentos especulares en sus suaves y tibias envolventes de carnalidades lujuriosas, divinas perfecciones hechas a mano maestra. Doble regalo visual envuelto en delicados celofanes, telarañas que atrapan la fugacidad de la imaginación en la grata penumbra compartida. Incitaciones a imposibles lamidos desde la puntita del pie hasta la corva de la cadera o el vórtice vulval. Crueles, pervertidas y deseadas provocaciones sin más alternativa que el  imperecedero y quemante recuerdo.

EVOCACIONES DE ARDIENTES ANSIEDADES


Impúdica nostalgia de tu vulva, de su vertiente jugosa en su voracidad de molusco insaciable, deseos que surgen de la lluvia y del frío, de estar perdido del camino en tu cuerpo abierto y tibio en sus alturas y ventoleras, sobre las pieles que recuperan en su visión las fierezas de tu boca besando en besos abarcantes las cárcavas de mis labios sedientos de ti y tus mieles. Añoranza de tus lamidos y succiones, impudicias cercanas a los cenagosos paraísos que rodean el infierno, de tu lengua subiendo la fálica verticalidad columnar, caracol desnudo desconchado bajando con sexual turbidez felatricia por el ídolo de antiguas galas priápicas. Lujuriosa evocación de una caliente babosa reptando con lenta malicia por la erguida rigidez viril desatando los nudos del vicio, la tibia mano encopando sensibles olivas temerosas en su escondite escrotal, esa otra piel de fiera voraz, los dedos enredados en el vello púbico, las sensaciones fluyendo en la gozadora clepsidra seminal. Onán estremecido por las astucias manuales y bucales de la perseverante esfinge babilónica, acosado y vencido, idolatrado con onzavas vehemencias linguales, se deja hurgar con la mirada perdida en los espejismos del tiempo detenido y las manos urgentes buscando donde aferrarse para no hundirse anticipado en el abismo de la deliciosa eyaculación. Remembranza de solitarios rituales atávicos, de multiplicadas masturbaciones, de excitaciones secretas, de un perverso trato interruptus, de delicadas beaterías absurdas, de ansiedades siemprevivas, de dulces recatos virginales. Arriba, en ese otro cielo un blanco globo de luz ilumina la lubrica escena, abajo, sobre las mullidas y salvajes pieles de leopardos, jaguares y ocelotes, los labios ávidos descorchan la erecta y tersa redoma del ardiente licor que se derrama, lechosa lava hirviendo, en el íntimo y abusado palacio palatino.

miércoles, 21 de mayo de 2014

TROVA DEL VOYEUR DESATADO


Por la rosa reincidente

Lejana rosa deseada y poseída, vive la osadía, extravíate en ella, fluye, no pienses, solo siente. Déjate llevar de mi mano, de mi verbo encendido, del imaginario compartido palabra a palabra. Debería venir un instante en que verás un destello enceguecedor que proviene del fondo del túnel del deseo, es el momento donde lo virtual toca, rompe y penetra en la realidad como una epifanía inesperada: la masturbación. Allí lo real y lo imaginado se confunden, se fusionan, se enlazan y trenzan de tal manera que mi mano es tu mano, y viceversa, y en esa dualidad perturbadora se alcanzan las sensaciones del placer real a través de lo virtual. Entonces se logra una exquisita consumación. Desde ahí ya todo sucede en una simultánea realidad, en un mismo espacio-tiempo. En ese lugar donde eres tan mía que ya no hay espacio entre nosotros, solo tiempo. Me ha encantado y hechizado la confirmación de que estamos sintiendo las palabras, el verbo hecho carne estremecida, lo real-virtual como una sola realidad, intensa, vibrante, compartida en lecho, en el día, en la noche, en esos instantes cuánticos en que nos pensamos y deseamos y nos poseemos. Como anoche, cuando llegaste a mi cama, desnuda y ansiosa, y yo ya te esperaba desnudo y ansioso, y vivimos una nueva sinfonía entre las sabanas. Rosa mía y fluvial, ardiente sirena de mis lúbricos oleajes, verás, desde que iniciamos este ciclo de lujurias y deseos expuestos me he ido acercando (hasta ahora has logrado deliciosas erecciones) cada día más al intento culmine, es decir a masturbarme por ti, sí, eso, ya estoy eligiendo las imágenes tuyas que mirare hambriento imaginando más de lo que muestran mientras mi mano (tu mano) me guía incesante por la suprema adoración a dios Onán. Y hay más, ya tengo elegida la imagen que usare en ese rito oculto, allí estas expuesta a mis imaginaciones mas pervertidas, y además porque me excita más aun saber que lo sabes (y lo estarás sintiendo). Y es que necesito el resplandor de tu piel, el trazo de tu boca y el brillo de tus ojos, las curvas de tus caderas y la tibia convexidad de tus pechos, tu cuello a morder y tu pelo a la caricia, necesito el icono que te materialice en ese momento del rito solitario. Y desapareceré ahí en el dulce vértice de tus piernas, en el triangulo sexual donde se incuban las ceremonias del deseo, allí, en ti. Ya siento bajo el pijama el inicio delicioso de una erección, veo tu imagen con mi verga erecta, tocándome por encima de la delgada tela del pijama hasta que la saco afuera, erecta y desafiante, mi corazón late desaforado, reveo tu escote buscando el detalle más lubrico, mi mano comienza una suave masturbación, siento mi penetración en tu florcita anal, apretada, temerosa, siento tus movimientos apurando la carnal introducción, escucho tus gemidos, siento y miro tu piel, tus pechos, recorro el borde de tu escote, miro tu rostro, tus brazos desnudos, tu boca, esa boca que… mi mano ya comienza a acelerar el masaje masturbatorio, se ha encendido mi mente de macho en celo. Soy un sibarita sexual y tú mereces que el primer rito onanista del día, soy el ungido sacerdote matutino del templo donde habitas como una oscura divinidad imperecedera.

SICILIA ÆTERNA


Navego en el agua tierna de tus ojos. En su azul celeste, en su leve tenuosidad que percola la imprevisible transcurrencia del tiempo, el retorno incesante del desierto, el mar quieto de gaviotas en las ventanas. Soy el que te ama (y desea) en medio de la borrascosa tormenta del secreto y la torpe timidez ante la majestuosa persistencia de tu voz, del roce explicito de tu mano en mi brazo de piel a piel en una imaginada tentación implícita. Navego por años en extraviadas singladuras por los mares de la distancia y del desasosiego, sirena imposible, sin portulanos ni cartas de marear, buscando las orillas de tu atardecer aun sin crepúsculo perceptible, la altísima cuesta de las palmas y los pitosporos, el agua esparcida en la vereda, las otras aguas claras en su ardiente turbiedad escondida donde sublimé en tu ausente cercanía en otros cuerpos, fetichismos desesperados, la vaguedad instintiva de mis deseos y pequé de ti sin ti por tu tibia piel intocable. Esta búsqueda sin esperanza define los confines de mi eterna melancolía. Y me regalas furtiva naranjas mandarinas peras, frutas de tu sabor, tu aroma y tu perfume, que intentan darme tu boca, fruta prohibida, en el fúnebre misterio de la triste intangibilidad de tu presencia. Sículo esclavo, heredero de la sombra del sin ti, solo puedo imaginar sin pecado tu delgado cuerpo de sílfide virginal desnudo sobre un lecho que semeja un paraíso un espejismo un sueño de otras primaveras, la tierna consistencia de tus senos para mí intocados, el rosado inquietante de tus breves pezones, puedo imaginar la tibia y húmeda doncellez tu pubis impenetrable, puedo dejarme naufragar en esos recuerdos de ti que no poseo y nunca poseeré porque conozco el sagrado vinculo de tu materialidad insoportable.  


CASANDRA SIEMPRE


Es tu mano, tus uñas decoradas, tu piel soñada, las que abren la puerta a mis deseos, el ramo de flores conteniendo tu aroma, la sedosidad de tu cuerpo apenas expuesto en tu brazo desnudo, el sólido anillo en tu dedo curioso que se sumió en la sureña flor del rito invertido. Será un sueño un día tocarnos en su vertiginosa consistencia, besarnos en las bocas verdaderas, rendirnos a nuestros deseos esparcidos por la fresca grama o en las mullidas hojas secas del bosque encantado para siempre por tu voz desde un lejos imposible, consumar el Amar en la cópula mordida, en los lamidos restregados en tu pubis, en los lamidos verticales en mi falo. Mi boca te besa por el filo de la mañana, te abarca y absorbe, te inunda, explora las veleidades de tu cuerpo, socava las orillas de tus deseos solitarios, las ansiedades y las cumbres de tu carne desnuda expuesta tantas veces al hambre denodada de tu Amo y Señor. Me imagino dentro de ti, en ti, profundo y posesivo, te voy bosquejando en la carnalidad insistente de mi memoria como doncella y esclava, concreta y nítida, esbozo el perfil de tus pechos coronados en sus pezones, contorneo tus nalgas y tus muslos a mano viva en el mármol pulido por mis impúdicas caricias. Dejo que me habites, me absorbas, me contengas entero macho niño en los pliegues de tu otoño de hembra constante, palomas, nido y estrecha flor. Me embriago en los resabios deslumbrantes de los goces simultáneos e iniciales de aquel enero seis años atrás, vago por las lluvia que han sido inmerso en los rezagos de los gozos donde me dormí extasiado niño macho entre tus pechos incestuosamente maternales.



lunes, 19 de mayo de 2014

CARTA DEL FAUNO SIEMPRE INFIEL


Para cierta Rosa

Tú sabes que mis letras van, buscan, exploran, urgen el verbo, allí cada musa es única e irrepetible, en cada una se consuman los textos que inspiran, cada una es un sueño distinto, y cada una enciende su propia locura. No pensarás que a mi edad, este cansado vagabundo, va a cambiar de piel y va a ser fiel como nunca ha sido, madame, dejémonos de truquitos verbales y ven a vivir tu última locura conmigo, entrabados en el duelo, deja tu recatado vestidito en la puerta y cierra los ojos para que solo sientas mis manos embrujando tu cuerpo. Y cuando cierres los ojos para verme y dejes tu boca aleteando a la espera del beso, cuando la turbulencia desaforada de la pasión que quema tus alas en mi cercanía te arrastre sin rumbo y sin sentido, cuando te vuelvas otra vez niña asustada entre mis brazos de fauno encendido, hallaras tú misma el rescoldo del fuego que encendió los bosques de nuestras ansias. Debes saber que acá llueve, que el día se vino con una nostalgia densa y lenta, y que yo busco tu piel en las hendijas que deja la lluvia para en su tibieza escapar del día, busco esos tus besos mojados por la llovizna, así, presentía que cuando sentía la lluvia en mi piel era la dulce saliva de tus besitos, y cuando callejeo por el barrio bajo el aguacero me vas besando calladita de ida y vuelta hasta que vuelvo a la casa empapado de tu boca, y nadie se da cuenta de nada porque eres la querida perfecta, que todo das y nada pides. Como no amarte entonces si mientras leo tu pequeña poesía de adioses y de celos voy sintiendo que somos dos amantes clandestinos queriéndonos en secreto a la vista de todos, y leo mis propias palabras en tus labios como un escondido beso verbal, y sobretodo intensamente consumado en ese ultimo verso de los extravíos, porque eso es lo que siempre he querido ser en tu vida, un loco extravío, como ese sueño irrecuperable en que mi boca duerme en tu seno desnudo y mi mano se desliza impúdica entre tus piernas en busca del goce incesante. Miro otra vez tu retrato y te veo difusa, como perdiéndote en el difuminado del domingo allá gris como acá nublado y frío, pero no tu piel que resplandece en su dulce alabastro virginal y donde mis manos asumen la ternura en imaginadas caricias de macho niño encelado intentando ir por tu escote buscando la intimidad de tus pechos para naufragar en la incesancia de su tibio y mullido oleaje que provocan tus furias de hembra celosa.

sábado, 17 de mayo de 2014

N. N.


“Te lo he dicho muchas veces.
Nunca esperes que te regale flores.”
Anónimo.

Dejo mi mano durmiendo sobre tu seno paloma dormida, abro las ventanas del invierno, la lluvia enternecida en tus parques, tus árboles bebiendo del río, la garúa madrugadora que posee tu perfume concentrado en la nostalgia de tu boca que nunca me besó, el aliento del humo del tabaco que se me esparce en la sangre siguiendo tus laberintos, tus fugas y tus desapariciones. Dejo mi mano detenida sobre tu pezón sensible e inquieto por la espera de mis labios que irán a confirmar la incestuosa vorágine de la carnal convergencia que hace navegar las naos por las islas del desamparo, allá en el tórrido archipiélago donde nos sabemos extraviados. Dejo mi mano transcurrir a lo largo y ancho de tus secretas fantasías que te abarcan entera y virginal como un naufragio nocturno o una tormenta de arena, allí la insertas o la aprietas, la urges en la complicidad del deseo continuo que va brotando en tu insomnio, la derramas estremecida en cuerpo en celo, asomado al abismo de tus íntimas lujurias. Dejo mi mano escurrir por la porcelana tibia de tus muslos para que la atrapes en la inconciencia escondida de tu sueño entre los dulces sudores de tu piel desnuda y los pudores intranquilos de tus sábanas, para que la captures como insistente mariposa en el vértice ceñido de tu sexo florecido. Dejo mi mano vagar en la provocación hirsuta de tu pubis, en la delicada estimulación onanista de tu oscuro sueño clandestino: un lecho, una penumbra, la trabada cópula en sus salvajes estertores, la caricia tierna y el beso de amor eterno, la laxitud de la plena consumación, la infidelidad destilada hasta la última gota.  

sábado, 10 de mayo de 2014

POR EL CANTO DEL ATARDECER ANOCHECIENDO

Sobre las suaves y mullidas cuadriculas de feroces pieles, entre velos y besos enmascarando las lujurias en cercanas vertientes. Una esfera de luz intranquila se enciende y se apaga en un ciclo alterno con el rectángulo de las imágenes ilusorias. Por el canto pulgar de mi mano cabalgas siguiendo tus deseos, fluyendo hembra instintiva con el vaho caliente de mi aliento recorriendo los territorios de tu cuello urgiendo breves orgasmos y desatando los nudos de tus pudores. Y fui de tu boca a tu vulva y viceversa y otra vez naufragué en tus sabores y olores, y lamí relamiendo lo lamido y relamido en otros atardeceres de húmedos naufragios. Y fuiste de mi boca a mi verga y viceversa y otra vez huiste lamiendo y relamiendo lo lamido y relamido en otros atardeceres de inhiestas erecciones. Urdiste la trama trampa para transgredir el protocolo convenido en una exquisita violación inconsumada. Por el canto de mi mano sobre la vulva húmeda abriendo el cauce derramado, el rocío vaginal, la mojada voracidad de las algas que siguen el vaivén de tus convulsiones, el delirio de mi lengua en la sensibilidad genital de tu clítoris. Tu mano en el falo consintiendo el onanismo que mi mano viciosa consumó. Tu piel con misteriosa insensibilidad no siente el derrame de la quemante lava eyaculatoria y restriegas tus muslos esparciendo el lácteo jugo seminal por las vellosidades de mi abdomen. Quedó una deuda, quizá, postergada por la vehemencia y por la truncada continuidad inicial. El humo atrapado por el ventanal cerrado gira y gira devorado por el torbellino de los cuerpos trenzados trabados allá arriba en las alturas del anochecer incontenido.



viernes, 9 de mayo de 2014

DESTILACIONES


Sumo flagrante de la escorrentía de tus deseos perturbadores, húmeda persistencia que unta mis dedos insistentes mi boca sedienta mi mentón restregante mi nariz invasiva. Néctar lúbrico que envicia y sacia y va dejando un relente de ti en los labios embebidos de ti como un rocío de la olorosa noche de tu pubis. Sacro jugo en su densidad de cristal escurriendo, de transparente hilo vivo que fluye y contamina de lujuriosos ardores la horizontalidad de arrullos caricias susurros de nuestros otoños estremecidos. Lento drenaje vúlvico derramado en sus densas aguas verticales en el voluptuoso abrevadero del unicornio sumergido en su voracidad genital. Saliva vaginal que busca el beso lengua entre tus muslos columnas del templo sáfico en las ardientes arenas de las oceánicas orillas de Lesbos. Lamida peregrinación lingual a los estertores de tu orgasmo cunilinguis lengüeteos lamidos succiones sexo inicial en su ferviente oralidad. Consistencia del goce espesa, viscosa, líquida, turbiedad, blanca, amarilla, de íntimos y feroces olores feromónicos, inmersa en un persuasivo perfume de mariposas salvajes. Exquisito olor de mar, aroma de incendio y penetración, de desaforados animales en celo. Segregación de un oleaje pervertido, íntima espuma, sin estiajes vertiente de verbales impudicias incontenibles. Gotas de luna que exuda la abierta flor en su cópula vertida. Savia que escurre por la primavera hirviente que decretas esfinge o faraona en tu lecho. Dulce mosto de la vendimia de tu cuerpo que escancio en los fogosos atardeceres antes que los barcos lejanos enciendan sus luces que detentan la noche desde tus alturas.

miércoles, 7 de mayo de 2014

VULVATURAS


“Silencio
Orad: ella ha abierto sus piernas
Todo el mundo arrodillado”
Fragmento del poema "Silencio" de Cristina Peri Rossi

Se abre roja rosada mojada la olorosa rosa enmarañada. Ceñida en alados y negros tules transparentes, virginal en sus genitales deleites. Se abre se vierte se ofrece en sus pétalos expuestos el deseo. Flor provocadora e incitante como un dulce molusco palpitante. Embeleco gozador lubricado viscoso. En sus untadas magias voluptuosas en sus húmedas honduras penetradas. Carnal orquídea dilatada. Absorbente tierna fisura impregnada de olores y sabores vertidos en fálicos ceremoniales. Vulva humedecida en sus goces invadida vagina insertado gineceo. Urgencias de irrumpir abriendo los descendentes labios sensibles, su tímida verticalidad anhelante, la epifanía del orgasmo que late estremece vibra en lujuriosos retorcimientos. Tentativa de inmortalidad de retorno embrionario de muerte consentida. Penetrada lamida succionada, sensaciones de lubricas invasiones priapicas, secretos dedeos masturbatorios, turbación. Hambrienta larva venérea percebe mariposa abierta flor embriagante. Cárnica medusa excitante, absorbente abertura hendidura succionante. Veleidad en su hábito de ardiente babosa constrictora estrujante. Voraz simetría bilabial sobre bilabial desde el delicado clítoris en su capuchón esperando hasta el furtivo periné enclaustrado. Púbico nido anegado, vértice vórtice entre muslos y vientre, caverna incesante en sus densas vertientes, incestuosa lascivia ferviente idolatría. Gruta carnívora. Tentación del delirio lingual así embebido. Baubo, sacralidad libidinosa de los oscuros misterios del pervertido sexo elemental.

Otras invocaciones:

Vulva
Gonzalo Villar

Encontré un poema
de agua en tu vulva.
Fui leyendo tu sexo
como un cuaderno de sueños,
respiré girasoles en tus truenos,
probé el vicio de tus labios,
lamí los bordes del rocío,
hasta caer una y otra vez en tu pozo,
nido de serpientes, húmeda quebrada,
capullo de nervios, fruto de alegría,
mágica boca de placer.


Amor sin muerte
Claudio Rodríguez Fer

Lengua lame emboca resbala lábil
lenta lengua en el lodo en que yacente
despierta resbala sierpe húmedamente
y ardiendo de vidriados ciñe hábil.
Labios consagrados nervio a nervio
detrás delante al cabo frente a frente
gamuzas como pubis refulgente
detenidos en el tiempo verbo a verbo.
Piel con piel nácar en la carne
almizcles congelados por la aurora
espasman y jadean en la materia que arde.
Y la vida se prolonga serena e infinitamente.


Oración
Cristina Peri Rossi

Silencio.
Cuando ella abre sus piernas
que todo el mundo se calle.
Que nadie murmure
ni me venga
con cuentos ni poesías
ni historias de catástrofes
ni cataclismos,
que no hay enjambre
mejor que sus cabellos
ni abertura mayor que la de sus piernas
ni bóveda que yo avizore con más respeto
ni selva tan fragante como su púbis
ni torres y catedrales más seguras.
Silencio.
Orad: ella ha abierto sus piernas.
Todo el mundo arrodillado


domingo, 4 de mayo de 2014

EN TU LECHO


Buscaré otra vez en tu boca los besos, la dulce caricia de tus manos en las mías, la suave persistencia de tu piel en la mía, tu pelo salvaje fluyendo entre mis dedos, tu risa y tu voz, tus palabras y tus versos, buscaré el Amar que aprendí en tus ojos deslumbrado de cercanías y susurros, abrumado de ser dueño de tus sueños, amo y señor de tus intimas soledades, iré a navegar tu secreto mar de fantasía y naufragar extasiado en tus serenos oleajes aferrado a ti para sobrevivir a los tiempos. Sobre ese lecho tibio consumaremos tú y yo la nostalgia del Amar en su quietud secreta, y la pasión desenfrenada de dos cuerpos inflamados en duro y penetrante deseo, en abiertas y húmedas ansias. Allí saciaremos al potro fálico urgido de tu piel y tu aroma y a la virginal potranca vaginal rendida a sus carnales antojos. En ese lecho soñaremos los sexuales sueños encendidos y los dulces sueños encantados, allí tu piel poseerá mi boca, mis manos, mi fuego entero, allí mi cuerpo poseerá tu caricia, tus arrullos, tu Amar entero. En ese lecho se verterán las cenizas de la hoguera que nos consume desde que tocamos el cielo, y los atrapados néctares impúdicos de nuestras delicadas perversiones. Buscaré tu boca en mis sueños, tus labios tan cerca de los míos que seremos una sola boca que bese. Buscaré tu pelo en mi almohada toda su noche suave y perfumada para naufragar para siempre en ti. No escaparás ya de mi memoria porque mis manos tocan tu piel aunque habites otros territorios.

RASTROJOS GABIANOS MMV (II)


No pude evitarlo..., hoy mientras me duchaba mi imaginación se fue hacia ti, pensé que quizás también estabas en esos momentos en la ducha, e imaginé el agua tibia escurrir sobre tu cuerpo desnudo, sobre esas formas soñadas, sobre tu piel suave y pálida, vi como el agua escurría en un sensual chorrito desde la punta de tus ricos pezones, y mi verga se fue erectando, vi el agua como gotas de rocío sobre la breve selva oscura de tus vellos púbicos, de entre los cuales se asomaban tu rosados labios verticales, y mi verga llegó a su máxima erección, vi como tus manos recorrían enjabonando todo tu cuerpo, por todos los rincones, vi como se detenían en tu vulva, enjabonando más de lo debido porque ahí encontrabas un placer sabroso, sensitivo, vi como enjabonabas tus pechos de hembra madura, de pezones erectos y también te demorabas allí amasándolos, sintiendo en tus garbancitos sensibles un goce suave pero intenso, y mi mano buscó mi falo y comenzó a enjabonarlo, sentí el rico roce de mi mano lubricada por el jabón y no pude contenerme, y comencé a masturbarme, primero suavemente pero después más y más rápido, apretando mi príapo con ansias, imaginando que era tu mano, tu boca, y te vi como enjabonabas tus nalgas pálidas y suaves, pasando tu mano por el surco anal, jugando un poquito en tu flor del sur, sintiendo la sensación del roce, imaginando que era una verga que intentaba la penetración prohibida, y mi mano aceleró la masturbación, urgiendo mi verga, moviendo para atrás y para adelante el prepucio, y vi como volvían tus manos a tu vulva sensible y se quedaban ahí, abriéndola al chorro del agua tibia, y vi como tu dedo iniciaba un masaje rotatorio sobre tu botón carnal, sobre ese rico clítoris y echabas hacia atrás tu rostro con los ojos entrecerrados mientras tu otra mano buscaba uno de tus pezones y lo pellizcaba, y mi mano subía y bajaba en la verga dura, y eché hacia atrás mi cabeza y cerré los ojos, y vi como hundías tu dedo en tu vagina mientras con la palma de la mano te masajeabas el clítoris aplastándolo, restregándolo, y llegabas así en un instante de locura al orgasmo y mi mano apretó la verga y corrió el prepucio fuerte hacia atrás y… Ahhhh, asííí, mas, maas, maaas!!!, riiico mijta, ayyy!!! que riiica paja, que rico chorito, que ricas tetas!!!, ahhh!!!, maaasss, uyyy mijitaaa ricaaa, masss, ahhh!!!... y salio el chorro de semen caliente y sentí el estremecimiento del clímax y te vi y sentí a mi lado gozando como yo de esta masturbación mutua, intensa, compartida, y nos quedamos abrazados bajo el agua tibia, muy cerca a pesar de la distancia.

sábado, 3 de mayo de 2014

RASTROJOS GABIANOS MMV (I)


Mi mía, leí tu correo y el guerrero se endureció con tus palabras y con las imágenes de esos tiempos ricos, sentí tus caricias de ternura y de pasión, tu lengua curiosa buscando mi placer por todo mi cuerpo, te imaginé en esas caricias solitarias, tu mano hurgando tu mariposa húmeda y caliente, tus pechos con sus pezones erectos y ansiosos de mis labios. Sin esos momentos de placer, aunque sean solitarios, la vida se nos va sin vivirla, y lo mejor es sentirla siempre en la piel, sentirse vivo, deseoso, y lo erótico, aunque sean fantasías o pensamientos nos hace palpitar, vivir día a día la maravilla de estar aquí, por eso siempre estoy buscando, mirando, gozando del sexo, como sea. Mi escurridiza, esta espera interminable de ti con ansias incontenibles me hace imaginar tu mariposa húmeda, calientita, sensible, me hace pensar en tus deseos fantasiosos a flor de piel, en repetir nuestros juegos que describes, esa mezcla de ternura y sexo que compartimos tan bien, la enagua tuto, tu lengua en mi cuerpo, mis deditos en tu mariposa. Que rico volver a leerte, encontrar en tus palabras la misma pasión y los mismos deseos de aquellos tiempos quizá irrecuperables, también yo tengo grabada en mi mente y mi cuerpo esa lengüita recorriéndome por todos mis rincones, húmeda, caliente, sigilosa, y que me hacia entregarme a ti y a tus instintos en forma total, completa, y como disfrutábamos de esos momentos de amor clandestino, robándole a la vida instantes de gozo máximo, donde dejábamos fluir nuestros deseos mas secretos, nuestros instintos mas ocultos. Mi deseada, cuando escuché tu voz en medio del bosque fue como un llamado al lobo encelado, despertaron mis ansias de ti, mis instintos primitivos, mis deseos de hundirme en tu mariposa húmeda y fogosa, de lamer de ella sus jugos sexuales, de apretar con mis labios su clítoris sensible, tu voz incendió el bosque. Me viene la imagen de la mariposa abierta a mi lengua, a mis lamidos en tu clítoris, de tus pezones de niña, tiernos y sensibles que yo chupaba enviciado y el guerrero se erecta, se endurece mientras te escribo, pidiéndome que lo sacié, que lo masturbe, que lo haga eyacular por ti, ya no aguanto, mirare otra vez las imágenes de tus pechos y me masturbaré en tu caliente recuerdo sabiendo que me sientes en tu cuerpo como un leve estremecimiento en la mitad de tu día.


jueves, 1 de mayo de 2014

RACCONTO FIRENZE


Dejó la mano suspendida, negada la piel desnuda en la otra piel envuelta y casi oculta, detenida la luz por las rendijas sesgada en las penumbras y desapareció con un silencio de desierto o una ausencia de estatua imaginaria. Un bronce de candado impide o clausura las vehemencias onanistas y el cauto voyerismo de sus ojos de gata adormecida en la oscuridad tarjada por lineales iluminaciones. Se fue en súbito día sin aviso ni remilgos, sin dejar huellas ni vestigios, sin una voz ni un gesto, suave como era solo quedó el lecho vacío tras la puerta sellada, y el misterio de su asunción o desaparecimiento, no en fuga ni huida sino como yéndose de sigiloso perfil para que nadie la viera. Se llevó sus senos pálidos, su belleza antigua, sus pezones breves y oscuros en tierna protuberancia, la extraña luminosidad de su piel desnuda que no se reflejaba en los espejos, la incitación al grato pecado, el tímido roce coadyuvante de su mano curiosa, el fervor de un erotismo consagrado en el ceremonial eyaculatorio, la convergencia por azar o destino y la natural complicidad de los solitarios. Desde siempre deseada, sabía hacer escurrir las aguas por los cauces de su inquietante descaro, tensando el fálico arco pero evitando la flecha. Dejó su cuerpo reverberando en coqueta impudicia como una estatua de cristal en los trasfondos de los instintos ancestrales y en los perfectos deseos. Y así, sin esperar el otoño se fue deshojando en ausencia por estos ralos días que vendrían.

MADURAS, BIEN MADURAS


Me gustan las maduritas descocadas, las que dan más de lo que piden, las que ayudan a buscar explorar pecar y experimentar la sexualidad pendiente, las que ya no les interesa el vano orgullo de la inútil soledad y han roto el sello que no las dejaba vivir hasta los conchos de las últimas vendimias, las que guardan el recato inhibidor para los domingos en hora de misa, las que usan y abusan del sensual descaro, aquellas que se solazan en la impudicia como si fuera un perfecta virtud, que saben con sabiduría pragmática que el mundo siempre está por acabarse y que esta cueca es de una sola pata, las maduritas coquetonas que juegan sus ultimas cartas con la tersa tensa turgente voluptuosidad de las doradas uvas de su otoño o la tibieza concentrada entre sus pechos para capear los últimos inviernos. Me gustan pálidas, fantasiosas de edípicas e incestuosas intenciones, voluptuosas con calculada ingenuidad, juguetonas de ternuras y mentidos amores, de amplia y mullida tetamenta, de pezones oscuros y grandes aureolas como soles antiguos, de muslos anchos y matriarcales caderas abarcadoras, de pliegues y rollitos a destajo, de vulva dilatada como húmeda y suculenta rosa perfumada de final de estío, de manos enternecidas en insistentes caricias y labios llenos de besos. Me encantan vestidas de lúbricas flacideces y blandas dulzuras, de tiernas carnes maduras que incitan al voyerismo vicioso y a las lujurias desatadas, que socavan los pudores y las vergüenzas cuando cual majas desnudas tendidas en el lecho se muestran curvilíneas, pulposas, femeninas. Me atraen esas arrugas en la cara, el lascivo sobrepeso, alguna cicatriz en el vientre, y las estrías que les han dejado los buenos años, porque les otorgan una exquisita, transparente, y libidinosa belleza. Me gustan las maduras bien maduras porque en ellas ya ha decantado la miel de la evasiva feminidad que se acumuló durante sus tantas ociosas y vanas primaveras.