miércoles, 30 de julio de 2014

CON LOS PIES EN LA TIERRA


Se pone de pie y él se coloca detrás de ella. Está abierta y dispuesta. Siente sus jugos vaginales escurrir por sus muslos. Su vulva está anhelante. La abraza e inmediatamente ella mueve sus glúteos hacia atrás para empotrarse contra su pelvis. Lo siente duro, húmedo y caliente rozándola intentando adherirse en ella. Su pene tantea la entrada de su sexo. Siente sus movimientos pélvicos. Sus primeras embestidas golpean contra sus nalgas, contra sus labios mayores, su clítoris, su zona anal, pero no logra encontrar el camino. Ella está hirviendo, él nervioso. Sigue intentándolo con cada embestida. Ella mueve sus pompas buscando empalarse en esa verga erguida y punzante. Por fin, de improvisto, se produce la penetración vulval. Su falo ha encontrado el camino de su sexo mojado, caliente y ansioso, y se ensarta como una lanza al rojo vivo. Ella siente como si la hubieran abierto en canal, pero la sensación es tan deliciosa que sus paredes vaginales estrangulan el miembro para no dejarlo salir. Con el acople comienza un coordinado movimiento de sifoneo, de pistoneo, cimbreando ambos en un voluptuoso vaivén paralelo. Las manos varoniles dejan de atraerla y empujarla y pasan a apretar sus pechos. Los pezones punzan carnales las palmas de sus manos. Están abotonados en una cópula silenciosa de voces, solo se escuchan chapoteos, jadeos y suspiros. El ritmo aumenta y ambos avanzan juntos hacia el orgasmo y la eyaculación. Ella se muerde el labio superior mientras recibe los embates profundos que a veces la hacen empinarse en punta de pies. En el inicio del orgasmo echa las manos hacia atrás y coge ambas nalgas de él para acompañarle en las embestidas e indicarle que ya no puede escaparse. Él comprende la indicación y hunde en un último esfuerzo su miembro en la humedecida calentura vúlvica de ella, eyacula. Ella siente los chijetes quemantes en su interior y se deja arrastrar por el orgasmo clavada profundamente por esa estaca carnal, grita y se estremece en verticales espasmos. Se viene un silencio de respiraciones agitadas buscando la calma. A ambos le tiemblan las piernas. La postura les duele en las rodillas y los músculos de las pantorrillas, casi no pueden mantenerse en pie y se dejan caer abrazados y gozosos en el lecho.


martes, 29 de julio de 2014

WhatsApp (Palimpsesto y collage)


Se decide a revisar el anónimo mensaje. Era una fotografía. La imagen de un pene estéticamente perfecto, el glande cubierto hasta poco más de la mitad por un grueso prepucio rosado y una vena que iba de la base a la mitad del tronco. Sin pensarlo, responde con otra imagen, sus pechos cubiertos por su brazo en el espejo lejano. Después de diez minutos, recibe otra imagen, esta vez es el perfecto glande color rojo brillante al descubierto. Continuó la charla silenciosa y vulgar por el resto del día, cada imagen de él más reveladora que la anterior, siempre su verga desde distintos ángulos y enfoques. Ella, en cambio, muestra fragmentos de su piel inidentificables, un acercamiento de su muslo, su escote hasta el borde mismo de sus pezones, sus piernas desde arriba con el primer plano de sus breves bragas cubriendo su pubis, sus labios entreabiertos, su ombligo. Al anochecer, ya acostada, otra imagen, su silueta desde abajo, sus piernas cubiertas de vello y la mitad de su cara cubierta, a causa de la perspectiva, por su enorme miembro erecto. Ella sin pensar, con la vista fija en ese miembro imponente, desliza sus dedos por su vulva y comienza a friccionar de arriba para abajo y mientras más lo hace más la atrapa la sensación. Empieza despacio y luego más rápido hasta que siente que viene el orgasmo y termina de masturbarse furiosamente sumergida en una sensación eufórica y apasionada. Siente como una contracción casi dolorosa en su vulva que le hace cerrar los ojos y gemir arrastrada por una ola de placer desde la punta de su cabello hasta los dedos de los pies. Se queda quieta respirando agitada por varios minutos, Ya más relajada se dirige al baño, se mira al espejo, y entonces se decide, toma el celular, saca primero una foto de su sexo en penumbras, después su vulva iluminada, completamente depilada, abierta, aun humedecida, abre la aplicación y presiona “enviar”.

lunes, 28 de julio de 2014

POETICA POLIANDRIA


Para Casandra, intangible.

Toda poesía viene de tu vertiente, en ti los verbos y las palabras, la ternura eterna del Amar y el fuego en la piel quemando, todo converge en tu boca besos, en tu negro pelo negro oleaje, en tu cuerpo de pálidas penumbras y en tus palomas y en tu nido. Todos los deseos vienen de ti, las caricias y las visiones, las urgencias del suave tacto y el ardiente derrame sobre mi mano. Rehuyo del pecado de insistencia, del vicio de pervertirte en tus mismos sueños de hogueras y brasas refulgiendo en el terciopelo de la noche que se te hace eterna entre las sábanas penitentes. Solo dejo deambular la tibia yema de mi dedo humedecida en mi saliva por los atajos que llevan a tus deseos de hembra en escarchada soledad y plena desnudez inquietante, lo dejo ir por tus sinuosidades, por las combas y dunas, por pliegues y lisuras, por las sensibles cúspides de tus pezones, por la cónica oquedad de tu ombligo, por la oscura vellosidad incitante que se triangula en tu pubis, por el anegado cauce vertical surcándolo. Por en ti merodean los insectos del fornicio, seducidos por el vúlvico néctar y el lúbrico aroma de la sacra iniciación, en ti se inician erectos ardimientos, por tus turgencias incestuales mis labios se entreabren sedientos. Desde nuestra ilusoria y clandestina poliandra cada una de mis lenguas lamen el capullo de tu clítoris, lo punzan y lo sorben redimiendo mis mezquinos engaños. Todas mis voces se emboscan y enquistan en tus ingles, en tus axilas, en el revés de tus codos y tus rodillas, en los pliegues bajo tus senos, sensuales cobijos donde toda poesía es posible. 


domingo, 27 de julio de 2014

ANTES DE DORMIR


“ya habrás comprendido el significado de todas las Ítacas.” Ítaca. Constantinos Cavafis

Derramo mi denso líquido lunar en la húmeda cavidad solar de tu pubis, oblicuo sobre tu cuerpo en su desnudez de luz y sombra. Extiendo mi deseo beso a beso en los áridos pedregosos de tu espalda, en tus muslos basálticos, en los territorios de tu vientre, en su porción de lujuria y su condición de flor recipiente. Me vierto en derrames, quemando tus pechos, tus pezones, fluyo por el declive que lleva a tu sexo, por el valle que baja hacia la cañada del esparcido desespero. Orgánico y batiente, por puerta o ventana entraré por ti en el filo de la medianoche, con tu reflejo en los ojos, y las manos angostas con tierra y agua para sembrarte en el silencio, oculto, subdividido en fragmentos para que alguien no sepa que me voy derramando en ti. Copulamos en la tibia ceguera del nocturno, nos apareamos como salvajes siluetas en las viscosas penumbras, fornicamos en pecado concibiendo los paraísos detrás del muro de la madrugada, inconclusos y eternos, ayuntados en el sueño de besarnos solitarios tomados de las manos en un parque de fuentes, estanques y estatuas. Te cubro lobo macho con tu boca mordiendo la almohada mientras la opacidad del insomnio nos derrama en su lúbrico brebaje. De cauce y vertiente, de lamidos y succiones, se desata la albura en tus sábanas, de sudorosas trabaduras y tiernos entreveros por la secreta infidelidad de escarabajo y libélula. Rebosa en mi copa el vino dulce de tu vendimia, se desborda y se vierte, derramado.



BESOS CONSUMADOS (Palimpsesto)


El olor en la habitación es a hembra, su olor. Se ha puesto el perfume más sensual que tiene para que él al acercarse lo note de inmediato. Es toda una declaración de guerra. Como si el sexo fuese una fruta que madura a su tiempo, se ha dado cuenta de que su vida sexual ha ido endulzando como el buen vino, con mayores matices y gustos en el paladar. Tumbada boca arriba siente como su cuerpo empieza a hervir con la emoción de la situación, su respiración está agitada. Su boca está tan cerca. La rodea por la espalda. Se pega a su cuerpo y con los brazos la envuelve en un abrazo intenso, casi brutal. Mientras se entrega a su boca siente su aliento con su lengua expectante. Desea lamer la suya y sentir sus deliciosos labios. Su aliento le llena la boca y la deja jadeando con jadeos que parecen mucho más gemidos de perra en celo. Comienza colocando su boca casi sobre la de ella, pero sin tocarla, y ella abre bien la suya para intentar atraerla. Duda, pero apoya sus labios sobre los de ella suavemente. Su aliento es fresco, y su olor varonil la eleva en un éxtasis envolvente. El contacto ha sido mínimo, pero ha provocado un chispazo que inicia un incendio en su interior. Aproxima su boca de nuevo, esta vez ya se encuentra con la de ella recibiéndole. Esta vez su lengua está expectante y se lanza hacia sus labios como bienvenida. La sorpresa le da tiempo a sentir sus labios bien apoyados sobre los de ella. Como deja un espacio libre, aprovecha para sacar su lengua un poquito y lamerle el labio superior ligeramente, y luego sumergirse en un beso de labios calientes. Los besos se alargan y son cada vez más húmedos. Le está gustando que ella le chupe los labios, que su lengua profundice suavemente en su boca y toque sus dientes y encías. Siente que han llegado al punto de no retorno. Siente que él alcanza la cumbre del placer, siente sus estremecimientos cuando su verga se descarga bajo sus pantalones. Ella se derrama también, su vagina goza en intensas contracciones durante el orgasmo hasta dejarla exhausta. Se deja caer sobre él, que la recoge en sus brazos y la deposita con ternura en el lecho donde se queda quieta y extasiada intentando recuperar el aliento.


CONCUSPISCENCIA


Él recostado en el lecho, desnudo, ya erecto, masajea lentamente su verga, con desparpajo y exhibicionismo machista. Ella semidesnuda, solo con el sostén, se pasea frente a él, camina de un lado al otro alrededor de la cama, su mano sobre su vulva masturbándose, a veces gira sobre si misma exhibiendo sus amplios glúteos, arquea su espalda para hacerlos sobresalir orgullosa de sus combas, otras veces se detiene y con ambas manos abre su sexo mostrándoselo con vulgar descaro, con grosera desvergüenza. Él comienza a masturbarse, primero con lenta parsimonia, disfrutando la densa sexualidad que fluye entre ellos aun sin tocarse, luego de manera más intensa, más gozadora, mira esa pálida desnudez marmórea y siente el roce voluptuoso de su propia mano afanada en el sensual frotamiento de su falo. En el cuarto hay aire bochornoso y húmedo, una densidad lúbrica como un vaho que arde en la piel, un vapor que impregna los sentidos, un relente de sudores e íntimos licores escurridos que agitan oscuros instintos carnales. La observa con morbo, con la viciosa mirada de pervertido mirón, con los ojos lujuriosos del voyerista que sabe donde y como mirar, ese pliegue otoñal, esa curva mullida, esa concavidad mórbida, esa convexidad oculta, la cadencia de la carne en movimiento, suelta y excitante. La luz juega en los cuerpos expuestos al depravado exhibicionismo y al insaciado escrutinio, resalta rincones u ondulaciones, elevaciones y sobrepesos, suaviza las huellas de los años y recupera perdidas tersuras. La ceremonia continua, repetida hasta la propicia saturación al borde del empapamiento. Entonces ella se tiende sobre el lecho con sus piernas abiertas, su vulva congestionada, masturbándose con desesperación. Él se levanta y se acerca a ella, su mano acelera el frote de su miembro hasta que eyacula entre quejidos y palabras soeces, los chijetes de semen caliente caen sobre el cuerpo de ella que se retuerce en sus espasmos orgásmicos. Se miran en silencio, él de pie y ella tendida cruzada sobre la cama. Él se monta a horcajadas sobre ella y deja caer la última gota de semen en breve cuenco de su ombligo. Ambos sonríen.


sábado, 26 de julio de 2014

NAVEGACION POR TU MAR (Reescritura)


Tú estás tumbada encima de mí, con tu lengua molusco conquistando mi abdomen, mi miembro está ya a punto, erguido y duro, y tú estás anegada por las caricias de mis labios y mis impúdicos dedos que ya exploraron curiosos las suculentas algas de tu vulva. Llevas tus labios a mi cuello, me muerdes suavemente la oreja. En un repentino movimiento mis mojadas manos aprietan tus caderas, Te muerdes el labio inferior y me agarras la verga apretándola. Marcas el ritmo de mis caderas con tus manos. Levantas tus caderas, provocativa, haces caóticas curvas con tus caderas incitando a mi pelvis a estrellarse contra ellas. Agarro tus nalgas con ambas manos. Tomo tu cuello con una mano, lo empotro contra la almohada y bailo. Bailo con compases rápidos, guiados por tus gemidos. Acerco mi boca a tu oído y te susurro palabras sucias, soeces, vulgares. Te sientas encima de mi vientre, agarras mi pene y lo induces, lo diriges, lo hundes entre tus mojados y ardientes labios verticales, cual navío naufragado en el fondo de tu mar. Tus caderas hacen los círculos del deseo, los círculos que circunnavegan la cópula. Tus manos se apoyan sobre mis muslos, impulsando tus nalgas hacia arriba y sometiendo a mi verga endurecida a un duro castigo penetrante y placentero. Tu cabello ondea al viento como un velamen majestuoso, untas tu dedo en tu sexo y me lo haces chupar, siento la sal de tu oleaje en mi boca y pierdo el timón, el rumbo, la navegación, eyaculo moviendo mi pubis hacia arriba, desesperado buscando con mi mástil la hondura marina de tu vagina, anego tu sexo con mi semen que se devuelve en contramarea humedeciendo mis vellos púbicos, un casi imperceptible hálito marino me lleva a tus arenas con la laxitud de un naufrago ya cansado de nadar en tus espumas. 



INTIMAS MANIOBRAS


“La masturbación es el sexo con alguien a quien amas.” Woody Allen

Está desnudo y con una intensa erección, su pene estaba durísimo y goteando el líquido preseminal. Se recuesta en la cama, aferra su verga y lentamente comienza a subir y bajar la suave piel, tratando de alargar el placer que va sintiendo, al mismo tiempo su otra mano recorre su cuerpo acariciándolo, ensaliva su dedo y acaricia sus tetillas, imaginando que es una hembra que las chupa y mordisquea. Está en éxtasis, su cuerpo suda y empieza a dar pequeños gemidos de placer, el vaivén de su mano en su falo pene pasa de una suave caricia a un desenfrenado sube y baja, su mano acaricia todo su miembro hasta llegar a su testículos para luego volver a frotar el glande que está enrojecido por la excitación. Su otra mano sube y baja por todo su cuerpo acariciando su pecho, para luego bajar a su abdomen y llegar a sus muslos y nalgas, estaba a punto de eyacular y decide parar para seguir envuelto en el goce. Ensaliva su mano como lubricante, y siente como mi pene resbala gozosamente en su mano mientras que la otra mano acaricia sus huevos delicadamente. Sus gemidos son cada vez más fuertes, ya está por acabar, su mano onanista sube y baja más rápido, más apretada sobre el tronco fálico y el sensible glande hasta que con un gran suspiro eyacula, su cuerpo se retuerce en espasmos de placer, mientras que su semen tibio y espeso brota y se derrama sobre los vello púbicos y en su abdomen. Se queda exhausto, tendido en la cama, su cuerpo esta brillante de sudor aun acesando mientras que en su mano pecadora aun escurre lentamente su propia leche y su verga que aun gotea poco a poco vuelve a la normalidad, el video que miraba hace tiempo que ha terminado, y la protagonista, una madura rubia y maciza, hace un buen rato que hizo mutis por el foro.



viernes, 25 de julio de 2014

NOCTURNACION


Hacia el borde de toda noche separada donde la soledad compartida nos inquieta nos hundimos en las primeras arenas del insomnio. Allí nuestras manos se tocan, las bocas se buscan, se encienden las caricias, se sumergen los peces del deseo y se deslizan sobre tu piel y mi piel, húmedas, las algas sensuales de los besos. Juntos al fin en el portal de piedra de los sueños, en ese rincón oscuro, oculto, clandestino, rodamos sobre las grava iniciales de la noche, escondidos de los guijarros que nos dejó el día, y se traban, en el sueño, los cuerpos y entramos en ese otro universo ondulante donde infieles pecadores, desatados e impúdicos, nos embriagamos de la dulce miel de los sentidos, vencidos, por el goce voluptuoso de nuestra secreta cercanía. Soñadora sirena inalcanzable, toda piel y negro en azul de agua, tu risa en tu cuerpo iluminado no alcanza a apagar el fuego de la sensual hoguera que desatas, y arden por ti mis delirios, llamean hacia ti mis deseos, se inflama en ti mi yesca, esa leña seca aun no calcinada, por tu calido cuerpo imposible. Risueña ninfa evasiva y cristalina en el reflejo iridiscente del agua que voluptuosa te roza y te acaricia la piel que mis arduos sueños no tocan, serán un día o noche cuando sean mis manos como esas alegres aguas impúdicas las que dibujen en tu piel otra caricia, más impura, más lasciva, más ávida, y palpen el sutil estremecimiento de todos tus anhelos en oleaje rompiendo contra el tierno roquerío que mi ansias por ti erectan en secreto. Siento un leve roce inquietante, aspiro con sensual plenitud el perfume intenso de una cercanía, en las sombras intuyo unos ojos; alguien despierta en sus deseos, los mas íntimos, los secretos. Escucho el frotar de alas sigilosas en el cautivante vuelo de los sentidos, imagino una flor roja y abierta, presiento el néctar delicado y su esencia, ese brebaje dulce del jardín prohibido. Libando voluptuoso el vino sagrado me hundo en las sombras perfumadas.


jueves, 24 de julio de 2014

LA NOCHE INSTALADA


“Cuando queremos ver nuestra propia sombra nos damos cuenta (muchas veces con vergüenza) de cualidades e impulsos que negamos en nosotros mismos, pero que podemos ver claramente en otras personas”. Carl Gustav Jung.

La noche humedece su sexo palpitante mientras se escurre su imaginación hacia placeres escondidos, a antiguos goces carnales, a reminiscencias que su piel memorizó en lechos y en oscuros rincones. Los hombres que la poseyeron son fantasmas, son vergas sin rostro, falos anónimos, manos sin nombre que la saciaban en caricias, labios y lenguas que hurgaron y penetraron su veleidosa intimidad. La noche se afiebra de imágenes y deseos no saciados, el tórrido dormitorio huele a sus jugos en lentos derrames, a su perfume de hembra ardiendo en la egolatría del ceremonial masturbatorio. La sensual nocturnidad le arde en su vulva que se va abriendo como una flor ansiosa de ser polinizada. El roce sobre el lecho le quema la espalda, los glúteos, los muslos las pantorrillas los talones, entre las sabanas su desnudez es una urgente tentación al pecado. Y su mano baja y se enreda entre sus vellos por donde su dedo busca su caliente humedad vertical y toca el pequeño capullo de mórbida carne sensible y despierta los primitivos instintos del deleite sexual. La noche esta llenándose de sus quejidos y sus grititos de placer solitario, todo arde en ella a través de su mano, es hembra toda de su dedo macho que rebusca el orgasmo en su botón sensible, y en la noche calurosa sus sudores refulgen en su carne palpitante, llega el gozo en estremecimientos y latidos íntimos. Grita mordiéndose los labios. La noche esta serena y calma, una suave brisa que solo ella percibe la envuelve, respira cansada pero colmada de ese placer solitario, consumado bajo la comprensiva mirada voyerista del omnipresente Onán.


miércoles, 23 de julio de 2014

ORMONIA FELINA


“... el sexo siempre es y ha sido una paradoja”. Toni Bentley (i)

De bruces sobre el lecho de las mullidas pieles felinas, huelo las reminiscencias de tu perfume con mi nariz hundida en la almohada donde sueñas sin soñarme, donde tu pelo se desbanda en sus oleajes y tus comisuras humedecen la noche. Bocabajo a ojos cerrados, mi pene erecto se restriega horizontal en los blandos fragmentos cuadriculados de ocelotes y tigres y panteras, de las salvajes fieras que un día se aparearon impulsados por instintos esenciales, primarios, confundidos. Tú de bruces sobre mí, hembra desatada, burbujeando ancestrales deseos e instintos de penetrativa posesión, cubriéndome como hambrienta felina equívoca. Yo, aprisionado entre el bulto de tu pubis y la mórbida selva blanquinegra de gatos salvajes, tú raspando tus ralos vellos en mi cóccix, untando en el vulva abierta tu análogo brebaje, esparciéndolo como un inquietante sucedáneo quemante y lúbrico sobre el eje esencial del ambiguo goce sodomítico. Ambos ceñidos estrechados inacoplados inabotonados sobre la piel viva de los jaguares, que se amarían y se engendrarían sin fin, en cavernas, en cañaverales, en islas (ii), horizontales y sodômicos, paralelos y sobrepuestos. Tumbado boca abajo sometido por el excitante peso erótico de tu cuerpo, tu tetamenta friccionándose en mi espalda, tus muslos entre mis muslos, tus ingles sobre mis glúteos, como dos babosas frotándose resbalándose lubricadas por el sudor y el denso brebaje de tu sexo desbordado. Ahí ambos atrapados en una fantasía invertida y pervertida, machihembrados ayuntados inconsumados sobre esa red de tigres, ese caliente laberinto de tigres, dando horror a los prados y a los rebaños (iii).

(i) Escritora australiana, autora de “La Rendición”
(ii) y (iii) "La escritura del Dios" J. L. Borges


TRAVESIA Y CONSAGRACION (Palimpsesto)


Ella sentada a su lado separa sus piernas. Él se lleva el índice a su boca y lo unta en abundante saliva, lo lleva a la boca de ella y recorre sus labios con la yema del dedo, lo desliza hacia abajo, por su barbilla, por su cuello, por el canalillo entre sus dos pechos, llega a su estómago, circunda el hueco de su ombligo, sigue más abajo por el vientre, el pubis, y al fin siente la suavidad de sus breves bragas. Recorre el borde superior, con la yema de su dedo, recorre los bordes de cada una de las ingles. Ella está en bragas, en manos de él, que manosea su cuerpo sin ningún pudor y con toda la parsimonia del mundo. Siente cómo la yema del dedo índice de él recorre ahora la zona húmeda de sus bragas, cómo se desliza por encima de los pliegues de sus labios vaginales, cómo los identifica uno por uno, y ella cada vez está más abierta, cada vez empuja más sus caderas hacía ese dedo invasivo, cada vez necesita más intensidad en el roce. Él quiere ponerla caliente, sí, quiere ponerla ansiosa, simplemente él es así. Pero ella empieza a estar en ese punto en que va a pedirle que le arranque las bragas de un tirón, y se lo dice, como puede, entre suspiros y quejidos, y él, que ha llegado a colocar la yema de su dedo índice sobre el botoncito que buscaba, mueve su dedo muy rápido, y ella se tapa la boca para no gritar por la sorpresa y el súbito placer. Y como él sabe, porque lo está tocando, lo mojada que está ella, de un movimiento rápido se arrodilla entre sus piernas y aparta a un lado sus bragas. Ella resopla al ver cómo él se está relamiendo, anticipando lo que va a ocurrir, y mete su puño en su boca para silenciarse en la medida que pueda. Y él da un gran lamido recorriendo toda su vulva sorbiendo ese licor, zumo, jugo de vulva, con la lengua plana, aplastando los pétalos vúlvalicos, da otro lametón punzando con la punta entre ellos, y tras varios lamidos más ya es su lengua la que busca sola los lugares que supone que ella prefiere. Y cuando tiene la lengua empujando hacia arriba la caperuza de su clítoris ella susurra que no puede más, que tiene que orgasmar, y él mantiene su lengua haciendo varios círculos sobre el pequeño y sensible capullo, mientras las caderas de ella saltan al ritmo de su placer, y en pocos instantes se queda relajada, derrumbada, con las piernas abiertas y su vulva goteando su densa saciedad.


CALLEJEOS


Suyo, usted lo sabe.

Andaré de mendigo buscando colillas en las cunetas, reconoceré su taconeo cuando se acerqué, me inclinare haciendo como que recojo algo para mirarle las piernas, o los tobillos si va de pantalón, usted ni siquiera me mirará, pero sentirá un leve estremecimiento porque se sabrá en ese instante intensamente deseada, entonces la seguiré caminando un par de pasos detrás suyo, oliendo su perfume, arrastrado por ese vicio de su aroma, intentando separar la esencia el perfume mismo del aroma de su piel que ya reconozco a cualquier distancia. La seguiré por donde vaya, la acecharé sigiloso y evasivo pero ardiendo en su fogosa cercanía, quizá en algún momento me escurra por su escote por breve que sea y me incruste entre sus pechos, y me amodorre quietecito con el vaivén de su respiración y la tibia sensualidad del canalillo, urgido de su piel, de su olor, de su sudor, ebrio de usted que caminará sabiendo que hay algo en su cuerpo que la intranquiliza como si la espiaran desde adentro de usted misma, como si unas cenizas ardientes invadieran sus instintos. Iré insertado en sus carnales ondulaciones, enredado entre sus vellos púbicos, atrapado en su cálida humedad vertical, estrechado por la tierna blandura de sus senos, iré en sus adentros como un flujo de lava incandescente recorriendo sus venas hasta hacer abrirse sus deseos allí en medio de las calles tumultuosas para obligarla a sentarse en un café y cruzar las piernas apretándolas hasta sofocarme entre ellas anegado y erecto.    


martes, 22 de julio de 2014

PUERTA POR MEDIO (Palimpsesto)


Estoy en el baño con la espalda apoyada en la puerta, completamente desnudo, tú al otro lado, en el dormitorio, sentada en un pequeño taburete con la espalda también contra la puerta, también desnuda. Siento el peso de tu cuerpo contra la puerta, escucho el roce de tu piel cada vez que te mueves. Puedo imaginarte sentada, abierta de piernas, con la vulva abierta y ya lubricada por su propia humedad. Me conoces, sabes cómo me excita oírte jadear y lo haces acompañando cada exhalación con un breve movimiento de tus caderas; movimiento que traspasa la puerta y siento nítido en mi espalda. Conoces la anatomía de mi pene mejor que yo mismo. Lo has mamado, frotado, masturbado y mordisqueado. Has jugado con él de muchas maneras. Lo has mirado desde todos los ángulos posibles y has probado el sabor de sus jugos en incontables ocasiones. Te has acostumbrado a su forma y a sus curvas, has recorrido con tu lengua cada pliegue y cada vena de su tronco y has disfrutado de su grosor dentro de tu cuerpo. Lo deseas. Escuchas cómo me lo estoy frotando. Oyes perfectamente mis jadeos mientras me masturbo. Deseas ser tú quien esté masturbándome. Quieres que mis dedos sean los tuyos. Quieres volver a sentir el fuego líquido que desprende mi verga en tu mano, en tu boca, en tu vagina. Deseas que te penetre. Quieres sentir mi miembro, mis manos, mi cuerpo. Quieres el contacto directo de nuestras pieles, húmedas y ardientes. Quiero penetrarte. No aguanto más. Te deseo con cada célula de mi cuerpo. Quiero abrazarte, besarte la boca, estrujar tus pechos y meter mi pene dentro de tu cuerpo. Quiero embestirte con mi verga, separarte los muslos, comerte la lengua, saborear tu aliento en mi boca y gritar de placer dentro de tu garganta. Sé que estás masturbándote pensando en mí, deseando lo mismo que yo. A través de la puerta te oigo suspirar mi nombre entre jadeos. No lo soporto más y me giro. Apoyo todo mi cuerpo contra la puerta apretando mi pene contra ella, aprisionándolo con mi vientre, jadeando directamente contra la puerta, frotando y restregando el miembro en la puerta. Gritas despacio como en un largo  aullido sexual. Sabes que tienes el objeto de tu deseo a un centímetro de distancia, puedes escuchar el roce que hace el bulto hinchado y endurecido de mi verga contra la puerta, escuchar los gemidos que salen de mi garganta y el traqueteo de la puerta. Eyaculo ahí mismo, con mi verga contra la puerta y en medio de un infinito goce, los chijetes de semen escurren verticales por la puerta. De repente dejo de notar el peso de tu cuerpo sobre la puerta. Te has apartado de ella. Es la señal. Sé que has gozado junto conmigo un orgasmo solitario.


lunes, 21 de julio de 2014

ENTREMANOS


“No es tu sexo lo que en tu sexo busco
sino ensuciar tu alma:
desflorar
con todo el barro de la vida
lo que aún no ha vivido.”
Diario de un seductor. Leopoldo Maria Panero

La mano sobre la mano en un contacto cariñoso, en una búsqueda de cercanía, en un trasvasije de ternuras subterráneas, en un tierno bosque de dedos entrelazados trasmitiendo su tibieza digital, enhebrando los pequeños deseos iniciales. La mano guía, conduce, arrastra en su flujo sensual por las candentes sinuosidades del cuerpo ansioso la otra mano, por las dunas, por los valles, por los territorios de latidos sumergidos, de anhelantes instintos encendidos. La libera, la deja libre por la dulce convexidad del vientre deseoso, expectante, la suelta libre a su oleaje, a la exploración dulcemente pervertida, la insta a derramar su calor macho sobre la impúdica piel hembra. Allí anida, por donde bulle bajo la suavidad carnal la sexualidad incitante, se detiene, se establece urgente en tacto o caricia, el meñique ya enredado en los sedosos vellos púbicos y el anular cruzado sobre la vulva humedecida. Ella entra en el túnel del goce, se retuerce sobre el lecho excitada, sus dedos invadiendo su boca entreabierta, su mano inserta en la voluptuosidad de su pelo desordenado, sus ojos cerrados para percibir la totalidad lúbrica de esa mano atrapada en su sexo. Esa mano, del otro, que abarca su vulva, la ataca, la invade, le inserta en una deliciosa violación consentida el dedo del corazón en la mojada y caliente vagina como un falo premonitorio del que ya acecha erecto en el macho invasivo. Y estalla desde ese dedo introducido el orgasmo como un torrente denso y viscoso que la inunda, la estremece, la socava hasta sus más profundas raíces, la desata, la induce al quejido, al grito, a la pérdida de la realidad atrapada en la egoísta intensidad de la exultante masturbación.


LA DONCELLA DEL CAN PESTILENTE


(Versión actualizada y/o expurgada)

Dio cariño, amor y fervor en un juego enfermizo que no le hacia falta pues poseía el amor, el sexo, la misma Vida. Entre las magias sin pecados concebidas faltaron miradas, sobraron silencios, no bastó el solo respirar y las manos apretadas. Prendada de una voz y de imaginada tibieza. Desarmada, envenenadas y vencida. Un encuentro fresco de dulces desatinos, a cuerpos vivos en dicha y aventura, caracoles, lagartijas y colibríes dorados, y un despertar sin nada. Propios verbos de la celda rosa y verde sublimada, de jardines en los sueños, de girasoles maduros y de duendes mirones. Conoció sus límites, la inutilidad del verbo, la complejidad de sus íntimas estructuras, incluso lo que no sabía de si misma, y de pronto vislumbró el vicio sin salida y se quedó quieta, asustada, temerosa. Inspiró cantos de desencantos y celacantos antes, durante y después del paso arrasador de una siempre efímera sombra. Se detuvo ante el asombro del aterrorizante embaucador, grandioso, majestuosamente egocéntrico, cruel e impiadoso que la petrificó como sirena atrapada entre las algas. Aceptó en silencio la lapidaria carta escrita al galope desde el sendero de la huida. Detrás de los velos de humo no alcanzó a dar otras señales. Fue entonces una polizonte silenciosa en un barco extraviado, compartiendo el naufragio, la pérdida, la soledad cristalizada contra un alto muro sin ventanas. En muy pocos días generó una conexión muy intensa, innegable, de almas antiguas que vuelven a encontrarse, pero era una obviedad también que ya no tenían posibilidad de sobrevivir al naufragio, habían insoslayables diferencias agazapadas en los fangos originales. No podía quebrar sus límites ni la bestia dejar de ser bestia. Eran imposibilidades. Fue el demonio de sus últimos e inesperados insomnios. Hubo viajes y regresos de un maldito perro apestoso que supo desde el primer mordisco baboso que en su sangre estaba el don de un barroco intangible y quiso enviciarla en ese afán corrupto y secreto, y también en otros vicios terrenales porque conjeturó en su alma primitiva la intensidad de otras pasiones más oscuras. Y no fue así. Pero siguió buscándola en los sueños, ahora con más timidez, mas recato, menos pasión y sin esas pequeñas perversiones colaterales, sin tocarla ni hablarle para no hacer volar la delicada libélula que la habita. Solo para seguir sus huellas, para oler clandestino en su cercanía sus perfumes, de sándalo y benjuí, para no naufragar, otra vez, y hundirse en las desesperaciones de sus sutiles juegos de evanescentes coqueteos y para no volver a ser el demonio de sus últimos e inesperados insomnios. Para no ser, una y otra vez, en ella.


domingo, 20 de julio de 2014

SECUENCIA COPULATORIA (Palimpsesto)


Sintió que mi mano tocaba su pierna pero no dijo nada, vio en mi pantalón el bulto de mi pene un poco erecto, acercó su mano y la puso encima del falo, suspiré y le pedí que lo apretara un poco, lo tocó un poco tímida, muy suave, quité su mano, desabroché mi pantalón y saqué mi verga, la vi sorprendida, así que tomé su mano y la puse sobre mi pene, lo tomó, le dije que lo apretara, puse mi mano encima de la suya y comencé a moverla de abajo hacía arriba muy lentamente, así estuvimos por un rato, después le dije que se lo metiera a su boca, no dijo nada, solo movió su cabeza asintiendo, acercó sus labios a mi falo y lo metió en su boca, empujé su cabeza hacía mi verga hasta que sentí que se atragantaba. Metí mi mano debajo de su calzón, con mis dedos abrí sus labios vaginales mientras besaba su cuello, con dos dedos abrí su vulva y con otro acaricié su clítoris, le daba pequeñas punzadas en breves círculos, después metí mi dedo untado a mi boca y sorbí sus ricos jugos. Me quité la ropa y me masturbé un poco enfrente de ella, me miró silenciosa mientras lo hacía, tomando su barbilla pegué mis labios a los suyos, no hizo nada, ni siquiera correspondió a mi beso, pasé mi lengua por sus labios mientras le quité su blusa y besé sus pezones con un beso tierno, los succioné mordí lamí, bajé por su abdomen, le quité sus calzones, y cuando ya los había quitado besé sus piernas desde las rodillas por sus muslos hasta que llegué a su vulva, la olí extasiado y pasé mi lengua por todo su sexo desde el clítoris por sus pétalos verticales hasta casi llegar a su ano, la mordí suavecito y la chupé, la succioné desaforado, ella gemía discretamente, seguí así por un rato, después me senté en la cama recargando mi espalda en el respaldo y me masturbé acariciando sus pechos, apretando sus pezones, sin acabar. Me hinqué frente a ella y abrí sus piernas acercando mi pene a su vulva, me abrazó y yo a ella, apreté sus glúteos, tomé mi falo y lo pasé por su sexo mojado y caliente, comencé a tratar de meter mi verga hasta que logré introducir el glande, entonces lo metí todo de un empellón, lanzó un quejido casi grito, suspiré en su oído y le pedí que se moviera, empezó a moverse lentamente, yo aumenté el ritmo del mete y saca, sentía deliciosamente como mi pene endurecido se movía dentro de su vagina, rozando y chapoteando, acabamos casi al mismo tiempo, saqué mi falo, le di un beso, ella se acostó aun con la respiración agitada a mi lado, la abracé y nos quedamos dormidos.


CONJUGANDO EN FUTURO IMPOSIBLE


(Versión actualizada y/o expurgada)

Buscaré tu piel, toda extensa y desnuda, su calor embebido y su tierna impudicia, para escribir en ella con la puntita de mi lengua un poema que vaya desde tu frente en el borde de tu pelo hasta la puntita misma de tus pies, desde tu cerviz coronada hasta tus mismos talones. Un poema escrito con la tinta ardiente de mi saliva, lujurioso e inquietante, sexual y sensual, con punzantes versos penetrantes allí en tus rincones, con húmedas y lamidas palabras en tus breves y erectas cumbres carnales. Un poema que sea como el amor de los caracoles y te envuelva en las babas y espumas de un sexo primigenio, ancestral, un poema de delicadas perversiones que desmembre y fragmente tus deseos con la turbia densidad onanista de un ansioso poeta en celo. Escribiré una oda en tu sexo, en tu vúlvica orquídea rosada, la escandiré susurrante en tu trémula vagina, beberé allí ebrio de ti los néctares del rito poético, los brebajes que silencian las palabras en el dulzor hondo de tu cuerpo, hurgaré con mi nariz buscando el verbo en tu aroma, desataré mi fálica escritura en ese sensible palimpsesto para borrar todos los vestigio de otras voces que no cantaron como yo cantaré la tersura lujuriosa tu piel. Iré a tu alcoba a tu lecho a tu desnudez inquieta a tus fuegos húmedos a tus ansias entreabiertas a tus deseos florecidos a morderte los pezones a besarte la boca a lamer tu sexo en su aroma de hembra a hundir en ti mi erecta virilidad a penetrarte con ternura a pervertirte poseída desde el susurro hasta el grito a entrar al fin fusionados en el buscado paraíso, iré. Te perseguiré por todos los sueños, aullaré en todos los bosque que guarda tu memoria, navegaré en todos los mares que has visto y también en los charcos y arroyos y ríos, y encallaré en sus arcillas o sus arenas buscando las plantas de tus pies para poseerte desde allí subiendo a lamidos y besos hasta tu alta frente y tu pelo ensortijado. Te morderé la boca para demarcar mis territorios, te morderé los pezones para hundirme en ti como un niño sediento, te morderé los pétalos de la flor de tu sexo para que me sientas macho en ti, te morderé el botoncito sensible para urgirte un orgasmo salvaje y libar tus jugos como un sátiro pervertido, hasta te morderé el lóbulo de tu orejita derecha para que al fin conozcas de lo terrible de mis ternuras.


sábado, 19 de julio de 2014

INSTAURACION DE LA CARICIA


“Los cinco dedos,
por la sombra impulsados,
en la pared se agrandan,
pulpo de la noche cegada.”
Catedral (Motivo). José Lezama Lima

Se sentará a mi lado tímida o temerosa, con su falda de amplio ruedo de tela sedosa, con sus torneadas piernas juntas, no cruzadas, sus tacones negros y su blusa sin escote, las medias oscuras color negro humo lisas con ligas de silicona y breve encaje, conversaremos mucho de lo humano y poco de lo divino mientras se encienden los mismos deseos. Dejará escurrir lento hacia arriba como si no se diera cuenta el borde de la falda, coqueta e incitante, para abrir el juego con su mejor carta. Sin perder el finísimo hilo que va hilvanando las palabras posaré mi mano en su rodilla como si no me diera cuenta, en un gesto de tierna cercanía, pero bajo esa sutileza irá mi lujuria escondida. Atraparé el calor de su piel en un intento de salvación por el solo goce palpable, confirmaré el sopor insomne que proviene de sus poros, de su esencia de mujer consumada, de la delicada fosforescencia de su recato derrumbado. Mi mano, ya entibiada, subirá como una lenta marea por su muslo, invadiéndola con su espuma densa y cálida, en cortos oleajes atrevidos, en avances y retrocesos, sin romper el encanto del momento ni la cauta intimidad de las voces allá arriba en su propia altura. Ascenderá tentando, buscando cierta humedad, cierta fiebre escondida y pudorosa, persiguiendo su ardor sin derramarse cuyos bordes rozará mi mano como los de un estrecho cuenco vertical de hierro candente, o una tímida y temerosa flor de cerrados pétalos sumergida en su propio anegamiento.



ESCOTADA ENHORABUENA


En la tarde soleada estaba la risa espontánea, la soledad voluntaria en los ojos de obsidianas venidas de ese sur lejano de lluvias y agreste, la polera negra de escote en U y ahí acechando estaba el canalillo entre sus grandes pechos morenos comprimidos apretados alzados y soberbios, con aquel plateado colgante inserto que me iba sumiendo en un sueño voraz adivinando esa tibieza traspasada al metal envidiado, tan cerca que podía sentir el calor de esa piel turgente, devorar imaginando esa tetamenta majestuosa, sumergirme en su amplia consistencia mórbida, desaparecer de ese aquí y de ese ahora arrebatado por un éxtasis señaladamente obsceno. Mis manos hambrientas bajo los estragos del delirio de acariciar encopar tocar apretar rozar por último con la yema del dedo esa tersura mullida, esa blandura incestuosa, esos frutos maduros y prominentes, sureños y nativos, hechos de fecundas harinas ancestrales. La tersa hendedura de su busto encendiendo el desvarío estremecido del macho niño tentado por la sublime incitación de sus tetas imponentes. Y los ojos clavados encandilados en el contraste de la pálida piel morena desnuda y el hondo negro opaco de la tela como una noche sin luna, en el surco tierno entre los abultados senos matriarcales, me iba embriagando de la necesidad perentoria de hundir ahí mi nariz mi boca mis labios, oler el aroma de hembra pura y rebelde, gozar el vértigo del abismo de la libidinosa perdición en las delicias inalcanzables de un paraíso imposible. La soleada tarde no sucedía empantanada en ese ámbito de su tenue sensualidad indiferente, en místicas divagaciones por la espesura de los instintos, en la naturaleza esencial de su sexualidad surgente, provocativa, salvaje, y a la vez inocente o quizá ingenua.


viernes, 18 de julio de 2014

VI


Te vi hembra sobre el lecho deseada, engalanada por los insaciables de deseos de tu potro novio amante, vi tus pechos amplios como los altos plenilunios, vi tu boca en tus pezones y eran mis labios los que succionaban en una edípica idolatría incestual, vi tu vulva en un intenso rito penetrativo, vi tus glúteos abundantes y mullidos, vi tu rostro ruborizado por los arreboles de la desatada y sagrada lujuria, vi tus manos en tu sexo y en tus senos movidas por la sin cordura del momento que fue eterno en su intensidad majestuosa. Y fue develamiento y epifanía, fue un salir deshojado del letargo de los tiempos cuando vi tus manos abriendo para mí la madura flor humedecida en su íntima agua salvaje. Vi el ídolo vicario entrando penetrando entre densas desesperaciones, excitantes demostraciones, y lúbricas exhibiciones, lo vi insertado en libidinoso y obsceno y sublime ceremonial de ninfa poseída por los furiosos oleajes de mis ojos extasiados, hipnotizados en la visión de una cópula consumada lado a lado del impenetrable cristal. Fue como ver una flor en su propia primavera abrirse al alado insecto que la polinizará en un ceremonial de vuelos y zumbidos, sin tocarla, solo con el tenue vaho del rocío que trae desde solitarias madrugadas. Y sentí vértigo y eyaculé, porque mis ojos habían visto esa ceremonia pervertida y enviciante cuya visión desean los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el origen del mundo (i). Eyacule con veneración sobre tu piel estremecida acesante, en tu cuerpo estremecido al borde del orgasmo, y escurrió mi semen por tus ingles, surcó los pliegues de tus rosados pétalos carnales y se derramó lentamente sobre mi mano.

(i) Paráfrasis del fragmento “y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.”, de El Aleph, de Jorge Luis Borges.


jueves, 17 de julio de 2014

NO SE APAGARÁ LA LUZ


“Es claro que lo mejor no es la caricia en sí misma sino su continuación”. 6. Fragmento de Informe sobre caricias, Mario Benedetti.

No apagará la luz para pensarme y dejar fluir su imaginación y sus más ardientes anhelos porque sutil y sigiloso voy besando su espalda vértebra a vértebra, desde las cervicales a las lumbares, ebrio de su tibieza, arrojado a las tibias arenas del deseo por el lento oleaje de su respiración. Me anulará por un instante, quizás, solo por un instante, anulado quedará el detalle de tibieza enviado y erróneo, siempre equivocada señora mía, sepa que nada se anula sin dolor o nostalgia porque ambos perdemos, usted porque no tendrá mis mimos y yo porque no tendré sus palabras. Me deja triste la insinuación de oscuridad, de alejamiento insensato, de la brumosa distancia de su piel bajo las yemas de mis dedos. Por eso dejo que mi mano se inserte entre sus piernas muy juntas, abrevo ahí incrustado en esa tersura de estatuario mármol pulido, en la tibieza de vértigo de sus muslos, en el ceñido decoro con que los oprime para no dejar mi mano escurrir más allá de lo debido. Así volverá a necesitar los susurros deste (sic) maula que le complacen en sus insomnios, que le queman las sinuosidades de su solitaria lujuria en las noches cuando llueve y no duerme soñándose besada en la espalda vértebra a vértebra, desde las cervicales a las lumbares por unos labios ajenos, humedecidos en su propia boca en medio del aguacero de besos sin amparo que se le van encarnado antes que canten los gallos en su madrugada de azul terciopelo. Me morderá los labios, se llenará de mí, aunque no apague la luz para pensar en mí.


miércoles, 16 de julio de 2014

MI MANO SOBRE TU MUSLO


Dejar mi mano en tu muslo como una paloma dormida instaurando en tu piel su tibieza persistente, dejarla que anide o enraíce como una hiedra en el muro de tu inexpugnable castillo, asumir la suave tersura de tu tacto en los intramuros de tu falda. La mano revoloteando por la tersa curvatura del muslo, absorbiendo su calor impaciente, la inmanencia de tu sensualidad extraviada por los años de sequía o imperdonable celibato voluntario. Acariciarte el muslo, darle toquecitos ligeros para no abrumarte con la intensidad de mis deseos, como de pasadita, sin rumbo definido, limitado a las voluptuosas sensaciones, sin ir más allá, ni más arriba, ni más abajo, contenido. Sobar, no manosear, masajear declinando el imperativo de los instintos y del goce momentáneo, abarcar a mano plena y cruzada, perpendicular, la curva perfecta del muslo, el pulgar indicando hacia el icono circular de la rodilla. Subir sigiloso, lento, como no subiendo, acercar la mano tarda, pausada, lánguida a la flor inquieta, como para tocar una mariposa detenida en un vértice esencial sin que emprenda el vuelo asustada, y sorprenderla en su tentadora somnolencia, expectante. Ascender hasta alcanzar cauto y furtivo la breve y blanda convexidad del cuenco invertido de tu sexo con el borde exterior del meñique, sentir el roce turgente, esa cálida humedad que traspasa la delgada y tenue tela de tus bragas, intuir los latidos de tu vulva destilando la secreta poción de su hechizo animal. Dejar mi mano ahí, quieta, mimetizada en la tibieza, impregnándose de tu sexual mojadura con las subterráneas raíces de mi solapada lujuria.


martes, 15 de julio de 2014

EXPLICATIVA


El sexo es sucio. Debe serlo, casi por definición. Para que el sexo funcione, debe haber al menos un razonable intercambio de fluidos. Por eso bebo en ti y bebes de mí, derramados, escurridos, sorbentes, goteantes o chijeteantes, sedientos y embebidos. El sexo es sudor, piel, olores que no se encuentran en frascos caros de perfumes. Es soltar la lengua y la nariz para que recorran lugares lejanos, intersticios oscuros, soltar el instinto con absoluto descaro. Por eso te huelo entera, ingles, axilas, vulva, te lamo y absorbo, te succiono y te muerdo, te seco los sudores y los fluidos a lengua viva. El sexo es carne expuesta, intemperie contaminante en la que el otro nos desborda inundándonos con todo aquello que de él emana, se desprende, se ofrece en desparpajo. Por eso me relamo sediento en las gotas de tu íntimo brebaje, por eso eyaculo en ti vertido por donde sea, esparcido por tu piel, por tus manos, en tu sexo, si me dejas. Cualquier temor imposibilita la sorpresa y la espontaneidad, y a medida que se resguarda el yo persona, el instinto es salvajemente sometido y el sexo se convierte en una estampita mal impresa. Por eso me desato para desatarte, por eso me entrego a ojos cerrados para cerrar los tuyos y desbordarnos en la vorágine  de la copulación, la felación y el cunnilingus. De ahí, que más allá de las convicciones y de lo que creamos profundamente, hay que dejarse caer en ese impulso absolutamente contaminante, sucio, inmundo, hediondo, decididamente nulo de higiene pero colmado de asombro y de vida. Por eso me sumerjo en ti sin respirar hasta las lúbricas honduras de tu sexualidad compungida, y ahí me inflamo de goces y desahogos para que la vida me fluya en urgentes aguas vivas.

Nota.- En cursivas fragmentos seleccionados de Deformación profesional” de Jorge Navone, con leve edición.

TENTATIVA DE INMORTALIDAD (Collage y palimpsesto)


“En el octavo día, Dios hizo el porno”. Simón Posada Tamayo.

El sexo es sucio. Debe serlo, casi por definición. Para que el sexo funcione, debe haber al menos un razonable intercambio de fluidos. El sexo es sudor, piel, olores que no se encuentran en frascos caros de perfumes. Es soltar la lengua y la nariz para que recorran lugares lejanos, intersticios oscuros, soltar el instinto con absoluto descaro. El sexo es carne expuesta, intemperie contaminante en la que el otro nos desborda inundándonos con todo aquello que de él emana, se desprende, se ofrece en desparpajo. Cualquier temor imposibilita la sorpresa y la espontaneidad, y a medida que se resguarda el yo persona, el instinto es salvajemente sometido y el sexo se convierte en una estampita mal impresa. De ahí, que más allá de las convicciones y de lo que creamos profundamente, hay que dejarse caer en ese impulso absolutamente contaminante, sucio, inmundo, hediondo, decididamente nulo de higiene pero colmado de asombro y de vida. Todos los actos eróticos son desvaríos, desarreglos; ninguna ley, material o moral, los determina. Son accidentes, productos fortuitos de combinaciones naturales. Su diversidad misma delata que carecen de significación moral. No podemos condenar unos y aprobar otros mientras no sepamos cuál es su origen y a qué finalidades sirven. La vida es corta. Rompe las reglas, perdona rápido, besa lento, ama de verdad, ríete sin control y nunca dejes de sonreír, por más extraño que sea el motivo. Se más libre, menos trancada, menos perseguida, mas abierta... de mente, mas cercana y amiga, mas comprensiva, mas juguetona, no tan seriota ni tan beata, menos cuidadosa, mas arriesgada, en fin, más hembra, menos señorona. Puede que la vida no sea la fiesta que esperábamos, pero mientras estemos aquí: bailemos!

Cómplices involuntarios: Jorge Navone, Octavio Paz.


BOCATTO DI CARDINALE


Si eres adicta a mí te puedo comer entonces, de a pedacitos, untada en salsa de tamarindo, en esa dulce acidez de color damasco rosado, y lamer bien cada fragmento antes de mascarlo, ciertos trocitos surcarlos con mi lengua, despacito para saborearlos bien, experimentar su blanda textura, el aroma de esas tajadas sabrosas, otros partirlos con la uña, humedecerlos con mi saliva y chupar sus juguitos, lamer las gotitas, mordisquear las puntitas, hundir la lengüita en esos pliegues de carne viva, encarnar el dedito en esa salsa calientita y chuparlo para embriagarse de sus sazones, golosear los pedacitos mas húmedos, punzarlos para sentir su mórbida blandura, morder esos pedazos más grandes, arrancarles trozos palpitantes, masticarlos ensalivados o tragarlos hasta atragantarse de tu cuerpo y deglutirte de un solo tarascón. Succionar los densos licores de tus ansias insatisfechas, saciarme de tus condimentos y tus adobamientos, oler tus humos incitantes al irte quemado en los rescoldos de las brasas que quedan aun bajos las cenizas de tus desasosiegos y recatos malvenidos, degustar los caldos quemantes de tus carnes bien marinadas, sorber esa sopa densa que escurre lenta y enjundiosa escaldando los labios enviciados, beber el candente consomé que derramas al irte salteando en las llamas del pecado de la gula y sazonando con las especias de la desatada lujuria. Si eres adicta a mí, puedo devorarte entera, vivita y coleando en una antropofagia salvaje, de dientes filosos y hambres insaciables, solo debes dejarte trinchar y cortar en rebanadas para que seas el bocado que guarda el chef para su propio consumo. 


EN POCA LUZ AMANECIDA


Puedo imaginarte, amanecida con poca luz, el mundo aun duerme, tú ahí en penumbras, calladita, con las piernas apretaditas, quizás tus dedos jugueteando con breves y tímidos movimientos en tu vulva sensibilizada por eróticas visiones imaginadas desde las ardientes profundidades de los deseos de tu cuerpo, estremecida por un orgasmo chiquitito, talvez inesperado, súbito, tu respiración agitada pero controlada para que nadie despierte y te sorprenda en la impúdica clandestinidad del pecado solitario. La luz apagada, la imaginación vertida, convenciéndote a ti misma que si los deseos se despiertan solos no es malo, aunque sabes que tampoco lo son si los buscas, los incitas, los enciendes por voluntad propia buscando la salida al torrente que se va derramando por tu cuerpo vivo y vigente. Puedo imaginar tus muslos, sus pequitas, su cálida suavidad sensual, su tersura densa, excitante, imaginarlos muy juntos, quemándose el uno en el otro, moviéndose lenta pero intensamente, restregándose entre si, la vulva urgida en ese oleaje breve, sutil, lánguido, arrastrada en ese roce mínimo, humedeciéndose escondida, como avergonzada, pero deleitándose en esas estrechas estimulaciones de sus pétalos carnales. Puedo ver en las penumbras silenciosas tu rostro contraído por el breve goce, tus ojos cerrados atrapando las visiones de una cópula imaginaria florecida de besos, tu boca entreabierta ansiando otros labios que los perviertan calladitos en la misma poca luz de tu ahora, tu lengua relamiendo tus labios untados en otra saliva que no es la tuya. Imaginas, sueñas, sientes, gozas extraviada en ese pequeño orgasmo mañanero.


NOCTURNO SECRETO (Palimpsesto)


Estábamos prohibidos el uno para el otro. La lucha entre lo que se debe y lo que se desea. Todo eran insinuaciones. Muy sutiles. Entonces le propuse vivir una noche secreta, llevar a la realidad las fantasías que yo y ella compartíamos. Sería nuestro secreto. Se río y dijo que le parecía una propuesta interesante. Nos besamos. Fue mágico, confieso que por momentos estaba temblando. La forma en que me miraba me despertaba un deseo imposible de describir. Fuimos a un hotel y entramos entre risas a la habitación, como dos niños en plena travesura. Volvimos a besarnos, nos abrazamos con desesperación, mis manos acariciaban su espalda, sus glúteos, su entrepierna. No había palabras, solo suspiros y ligeras exclamaciones. Nos fuimos sacando la ropa en forma torpe y apresurada. Entre besos, entre lenguas que se anudaban, entre labios que se buscaban con hambre. Ella quedó solo con unas breves bragas negras. Se arrodillo ante mí, yo me bajé el slip y suavemente le puse la verga en la boca. Ella comenzó a chuparla con movimientos lentos, tomándola apenas con la mano izquierda. Silenciosamente la introducía toda en su boca y la volvía a sacar, casi por completo, para luego volverla a introducir. Su lengua la acariciaba en el recorrido. Miré hacia un espejo que había a nuestra izquierda y no pude creer la imagen que devolvía: Ella chupándomela, ella y yo desnudos, ella y yo calientes. Cuántas veces lo había imaginado. La tomé de la parte posterior de la cabeza y se la hacía tragar hasta la garganta provocándole una breve arcada. El pelo lacio y oscuro sobre sus hombros, sus mullidas tetas en la luz tenue del cuarto, sus ojos cerrados y sus labios alrededor de mi pene desesperadamente erecto. La llevé a la cama, para besarla, para acariciarnos, para explorar nuestras intimidades, que en nuestra noche secreta habían dejado de estar prohibidas. Besé sus tetas, las chupé, las lamí. Besé su abdomen, sus muslos. Ella abrió las piernas con un suspiro y mi boca se encontró con sus labios más íntimos. Besé su vulva, lamí sus jugos, chupé su clítoris. Hice una pausa para mirarla. Ahora la que observaba el espejo era ella. Me incorporé, la besé una vez más, ella me acariciaba el pene. No esperé más y la penetré mirándola a los ojos. Ella me recibió con un gesto de placer y de súplica a la vez. Comencé a moverse rítmicamente sintiendo un placer supremo a medida que el glande iba y venía por su interior. Nos abrazamos y fuimos manos, piel, muslos, pies, bocas, sudor, brazos, miradas y jadeos en un juego que nos elevaba en un placer creciente. Sus gemidos eran animales, los míos también. Me movía con furia, clavando una y otra vez mi pichula en su concha. Ella pedía más, yo le daba más, sus uñas en mi espalda, mi boca en sus pezones, su lengua en mi boca, mi pene rígido y ardiente penetrado en su cuerpo. Acabamos juntos, gritamos juntos, abrazados, los músculos tensos, el semen brotando de mí en un pulso de estallidos, ella en un grito con los ojos cerrados y el cabello sobre la cara. La prohibición había sido transgredida en esa la que sería nuestra única noche secreta.

Nota.- A partir de “Noche secreta”, de Renzo.

lunes, 14 de julio de 2014

TUS OQUEDADES BESABLES


Te beso en la profundidad de tu boca, hurgo en ella con mi lengua tras la tuya, bebo enviciado tu saliva, aprieto mis labios contra los tuyos, busco en tu boca los sabores de tus deseos, su densidad lujuriosa, dientes contra dientes en lúbricos destellos, derramo mis besos ardientes en tus comisuras inundándolas de mis festejos de macho embesado, muerdo tu boca con la fiereza del amante desbocado, con la delicada sabiduría del que besa arrojado a los abismos del placer. Te beso en la concavidad de tu ombligo, hurgo en el con mi lengua tras su escondida sensualidad, lamo enviciado ensalivándolo, aprieto sus sensibles orillas con mis labios terrestres, busco en su pozo los sabores rezagados de tus sagrados deseos, esa densidad de misteriosa lujuria, los lúbricos intentos, las urgencias de partirte en dos derramada por mis besos umbilicales, lo inundo de ciegas salivas quemantes, lo embeso con la furia del amante hambriento de ti, con la burda solemnidad del que se inserta en el como en el abismo del goce. Te beso en la hondura sexual de tu vulva, hurgo en ella con mi lengua tras los perjuros licores del pecado, bebo enviciado y pervertido los resabios de las cópulas que hundieron en ti sus falos olvidados, aprieto mis labios contra tus labios vaginales, los hojeo a lamidos lentos, busco en tu clítoris los sabores de tus otros deseos, esa densidad lujuriosa que lo humedece y lo yergue, sorbo en lúbricos sorbos su fálica pequeñez, derramo mis besos lamidos en tu mojada hendidura inundándola de mis fastos de macho tensamente erguido, muerdo tu vulva con la delicadeza del amante afiebrado, con la tierna sabiduría del que se lanza a ojos cerrados al sublime abismo de la eyaculación. Te beso en la profundidad de tu boca, en la concavidad de tu ombligo, en la hondura de tu vulva, hurgo en tus carnales oquedades con la locura del que besa sus besos descendiendo feliz a los abismos del último desamparo.


ATRAPADA EN SOLEDAD (Buscado palimpsesto coincidente)


Estás completamente desnuda, tumbada en la cama y me echas de menos; echas de menos mis manos, el tacto de mis dedos, mi olor, como te hacía sentir, como te hacías sentir el amor; no paras de pensar en mí, en mi pelo negro ya canoso, en mis ojos oscuros y enigmáticos, en mi cuerpo de macho maduro y en mi rostro muy cercano al tuyo. Te sientes atrapada en mi mundo, en la manera que tengo de ser, extraño, distinto, ajeno, nunca habías conocido a nadie así, te embriagas de mí; recuerdas cada caricia, cada palabra, recuerdas el sabor de mi boca, por eso estas llena de deseo y vas acercando tus manos a tu sexo; a tu caliente, ardiente y húmeda vulva. Vas por tus piernas, subiendo despacio, suavemente te empiezas a tocar con los dedos con una sensación de libertad absoluta, con el poder de recordarme como hubieras deseado que yo fuera. Colocas tu dedo índice en la parte superior del clítoris y haces pequeños círculos en él para comenzar a lubricarte, aumentas la presión, continúas frotándote, continúas amándote como solamente yo sabía hacerlo, haciendo una lectura minuciosa de toda tu piel con las yemas de mis dedos; suavemente hurgas en tu vulva pensando en mí y no puedes evitar excitarte más y más con el leve chapoteo que produce tu mano al frotar el anegamiento de tu sexo. Por tu mente pasan las lúbricas imágenes de nuestras cópulas y juegos carnales; te acuerdas de todas y cada una de las veces que hemos intimado, orgasmado y eyaculado ansiando llegar al final de nuestra pasión para calmar nuestra sed de sexo, nuestra sed de deseo. Piensas si te viera ahora ahí en tu lecho, nuestro lecho, totalmente desnuda, restregándote la vulva totalmente lubricada, deseándome, deseando mi miembro; te acuerdas de su sabor y de su textura, de su aroma sexual inolvidable. Te gustaba mucho comerte mi verga, saborearla, beber de ella, hacerme vaciar en ti, ver mi cara de desaforado placer, verme gozar con cada lengüetazo, ver como disfrutaba con el calor y la saliva que tu boca me brindaba. Te vas excitando más y más, ahora, muy despacio metes un dedo en tu vulva, un dedo que mueves a placer dentro de ti, estas disfrutando con cada movimiento, con cada sensación como si yo estuviera ahí. Recuerdas como te gustaba rodear mi miembro con tu mano y apretarlo con suavidad mientras me pajeabas dándome el placer que tanto me gustaba. Tus movimientos eran cada vez más enérgicos estimulando todo el tronco de mi pene. Cuando sentías mis estremecimientos un poco antes de eyacular ya sabías que no debías detenerte y seguías masturbándome incluso después de derramar mi semen, haciéndome sentir ese goce egoísta que me inundaba de placer y de voluptuosa felicidad. Te tengo atrapada, y ahora te chupas el dedo del corazón de tu mano izquierda mientras recuerdas todo esto, mojas tus dedos con la saliva de tu boca y te la restriegas por toda la vulva, por tu clítoris sensible, lo tienes excitado; sientes la saliva que acaban de traer tus dedos de tu cálida boca y con ella haces dibujos alrededor, moviéndolo suavemente, dándote placer; separas el dedo poco a poco y un tímido hilillo de saliva y fluido vaginal se estira y se estira hasta que ya no puede más y se acaba partiendo cuando la separación entre tu dedo y tu clítoris es total. Tu sexo no puede aguantar mucho más y desearías que fuese mi miembro erecto y duro el que te liberara de esa prisión en la que te tengo atrapada. Desearías sentir mi esperma saltar al vacío que hay en el interior de tu ser. Cuantas veces quise eyacular dentro de ti y cuantas veces me lo permitiste. A todo esto, abres tus ojos y ya no puedes contenerte más, así que orgasmas sola en tu cama, una cama vacía sin mí que nota mi ausencia, una ausencia que te atormenta; una cama en la que acabas apretando las sabanas con tu mano, con fuerza, como si fuese mi cuerpo, esa suavidad misteriosa de mi espalda, no dejándome salir de ti hasta que te haya entregado mi regalo más preciado, todo mi semen. Solamente hay un lugar para mi semen y ese lugar es dentro de ti. Recuperada del orgasmo al que acabas de llegar crees ver mi cara en los pliegues desordenados el lecho, piensas cuánto tiempo ha pasado desde que estuvimos allí, me ves igual que antes porque sigo siendo la persona que tu quieres. Has estado guardando unas últimas palabras para un último milagro, pero ahora no está segura, no puedes salvarme porque yo no te dejo, yo solamente te atrapo como nunca has sido atrapada. Nada más.


LA SAGA I (Palimpsesto)


Me dijo que esperara unos minutos mientras  se iba a cambiar. Volvió con una bata amarilla, se le marcaban los pechos perfectamente y llevaba al descubierto el canalillo entre su escote. No llevaba sostén, se marcaban perfectamente los pezones. Para no llevar nada, sus tetas se mantenían majestuosas, no se le veía ninguna marca en la cintura así que deduje que tampoco llevaría bragas. Caminó como una gata contoneándose y se acercó a mí. Tener aquella hembra paseando delante de mí me estaba poniendo nervioso. Se me estaba erectando el falo por puro instinto. Mientras se sentaba a mi lado, se inclinó hacia adelante para recoger algo del suelo pero yo creo que lo hizo sencillamente para provocarme, enseñándome su tetamenta. Me miró sonriendo pícara mientras me subía la mano por la pierna hasta tocarme el bulto. Mi pene estaba que se salía del pantalón y luchaba encerrado en el marrueco. Me beso y su lengua entró en mi boca como un huracán, estaba claro que aquella mujer dominaba la situación y sabia lo que hacia. De un beso pasamos a otro, yo directamente la abracé y le bajé la bata liberando sus pechos. Los chupé con devoción. Con una mano me iba masajeando el miembro por encima del pantalón. Se agachó y me desabrochó los pantalones, los dejó caer hasta el suelo. Mi verga ya erectísima salió bruscamente golpeando su cara. Se la trago enterita, y ella solita iba moviendo la cabeza desde el principio del glande hasta enterrarlo completamente dentro de su boca. No olvidaba de ir masajeando suavemente los testículos. Mi verga se lubricaba con su saliva y brillaba reluciente. Aquella hembra era sexo en estado puro, y yo estaba que explotaba. La tumbé en el sofá, tenía el pubis no depilado, con una trama de pelitos, suaves y sedosos y me lance a lamer su coño. Pensaba lubricarlo, pero sus propios jugos ya le chorreaban por las piernas. Así que dirigí mi miembro directamente a su vulva y la penetré de un golpe. Ella gimió. Empecé un vigoroso mete y saca cada vez más rápido. Me pidió que le chupara las tetas mientras la poseía. Tenía los pezones completamente en punta y yo seguía bombeando sin parar. Ya no podía aguantar más. Lanzamos unos largos quejidos al unísono. Chorreos de semen se escurrían por sus muslos. Yo me quede dentro de ella un rato disfrutando del momento. Esperé a que mi pene perdiera su rigidez para sacársela.


LA SAGA II (Palimpsesto)


¿No esperarás irte ya?, dijo esto mientras me cogía la polla aun blanda con la mano. Necesitaba un poco más de motivación, y se la volvió a meter en la boca. Tenía restos de semen, pero no le hizo ascos y empezó a dejarla bien limpia. Con una mano iba acariciando las bolas y la otra sujetaba mi verga. La mano que acariciaba los testículos fue avanzando para acariciar mis glúteos, pasó los dedos por la raja de mi culo y dibujó el borde del sensible esfínter. Después introdujo medio dedo dentro de mi estrecho culito, aquello disparó como un resorte mi pene y volvió a su rigidez máxima. Con mis manos acaricie sus senos globosos, los masajeé, los estrujé. Fui bajando mis manos por su espalda, agachándome hasta llegar a sus glúteos. Esto expuso mi flor del sur, que ella aprovecho para acabar de hundir su dedito. Fue una extraña y deliciosa sensación, que se hizo aun más voluptuosa y distinta al sentir que iba dando vueltas en círculo con su dedito en mi ano. Empecé a acariciar la raja de su culo y me chupe un dedo y se lo metí en el culo sin avisar. Me dijo que tuviera cuidado porque hacía mucho que nadie la visitaba por ahí. A mi me entró el morbo y decidí seguir explorando. Ensalivé un segundo dedo y se lo introduje junto al primero. Adivinando lo que pretendía salió y volvió con un frasquito de aceite. Con un dedito se unto su esfínter y me puso aceite en mi pene, frotando arriba y abajo, luego se puso a cuatro patas ofreciéndome el culo. Me coloqué detrás suyo y situé mi verga en la puerta de su hoyito anal. La florcita era estrecha, se ajustaba perfectamente a mi verga. Ya no la escuché cuando me pidió calma suplicando, solo quería sodomizarla con fuerza. Mi falo avanzaba lento pero firme. Noté como mis bolas chocaban contra sus nalgas, había entrado toda. Me quedé unos segundos esperando a que se le dilatara el esfínter. Me dijo que no esperara y que le reventara el culo de una vez. Eso me excito aun más y empecé a bombear sin parar, con rabia, con fuerza. Mi verga salía para volverse a hundir hasta la empuñadura. Con mis manos estrujaba sus tetas. Me avisó que iba a acabar así.  Hundí mi verga hasta el fondo e inunde su estrecha cavidad de semen caliente. Caí derrumbado a su lado.  Suspiramos y nos tomamos un respiro.  Me vestí y le di un lago beso. No la volví a ver. En todo caso fue un verdadero placer.


ANOCHE


“Me dormí abrazada a ti, gracias por tu abrigo, tu calor.” C. R.

Eso era, sentía un cuerpo apegado el mío, unas piernas trabadas con las mías, un pubis de ralos vellos restregándose sexual y voluptuoso en mi muslo, sentía su humedad caliente, encharcada, derramándose sobre mi piel insomne, el revoloteo sutil de las mariposas de sus dedos enredadas en mis vellos ensortijados, su roce tenue y sensual en mi laxo falo despertándolo, sentía una presencia desatada de hembra sigilosa, de esfinge pudorosa enfrentada a sus demonios, ahí con su desnudez temerosa y los ojos cerrados para no ver en la oscuridad el relumbre de sus deseos iluminando las contravenciones de tratos, pactos y contratos, para no ver en los espejos del tiempo venidero sus manos venerando la sensible y turgente erección provocada. Sentía que una boca hambrienta de succiones bajaba por mi cuerpo estremecido, descendía concentrada en sus carnívoras vehemencias pecho abajo más allá de mi ombligo, atravesando mi vientre anhelante y mi pubis incendiado, y remontaba a viva lengua mi erguido miembro hasta la misma tersa puntita del glande sonrojado, y transgrediendo protocolos y convenios me abusaba penetrándose penetrándola en sus apretada húmeda deliciosa profundidad sexual. Y sentía que me cabalgaba entre mis quejidos enloquecidos, derrumbando el muro del pudor y fundiendo la piedra dormida de su volcanismo subterráneo, gozándome a su placer y antojo, acoplados copulando en ese infierno de nuestro propio paraíso entre salvajes mariposas y los pervertidos aullidos del fauno de peluche, y sentía que su orgasmo y mi eyaculación se emulsionaban en una alquimia de íntimos brebajes y denso licor eyaculado, iluminados por las luces de luciérnagas encandiladas, del silencioso plenilunio y de lejanos barcos imaginarios.


MATINAL


“Necesito ternura.” R. D.

Entonces la acurrucaré en mis brazos, sin pedirle permiso, y le haré cariñitos en el pelo, le daré besitos en la frente y le iré diciendo palabras tiernas, susurradas cerquita de su oído para que el vaho de mi aliento le vaya quemando la piel con mis ternuras. Dejaré mis manos acariciar dulcemente sus brazos y sus hombros, sus manos y sus dedos uno a uno, borrando los vestigios de otras manos de alguien que no ha sabido dejar sus marcas en su piel para que no venga otro a usufructuar de esa sensación de dulzuras por florecer en las dulzuras de los cariños recienvenidos. Ahora bien, usted sabe que no podré dejar de mirar su canalillo, con la ampulosa y mullida cercanía de sus pechos ahí tan a mano, pero sin cerrar los ojos liberaré mi boca a sus antojos y trazaré en la palma de su mano la geografía de los territorios donde florecen las rosas y las amapolas de los amores clandestinos, las marismas de las algas y de los peces de los deseos contenidos, y las calidas arenas y los ardientes pedregales de los sueños traspapelados. Usted sabe, también, que no podré dejar de imaginar mi mano deslizándose por la tersura del interior de sus muslos, y quizá lo intente mientras la llevo adormecida por los rumbos de mis dulces devociones, y sienta que las yemas de mis dedos socavan su lánguida voluntad y se abra anegada la flor inquieta y me deje penetrar en la certeza de su posesión imaginaria. Todo eso, señora, para que el día le suceda escondida de todos en la perdición de mis ternuras.


domingo, 13 de julio de 2014

FANTASIA DE EXTREMA Y PERVERTIDA PASION (Palimpsesto)


Una declaración de amor y pasión. H_J.

Quiero proponerte que goces con otro hombre, ser testigo distante de tu placer, de tus goces, de tu orgasmo, que beses con pasión otros labios, mirar como se funde tu boca con la de un macho extraño que te guste, que te atraiga, que te excite. Imagino que eres abrazada por él, y sus manos recorren tu cuerpo, te agarra las nalgas, esas ricas nalgas que tanto me gustan y calientan. Anhelo ver como te van desnudando, ver una expresión de placer en el rostro de él cuando tus pechos quedan libres, tus pechos, tus senos, tu busto, tus tetas, seguramente su lengua se paseará por tus pezones, te propongo que los chupe, lama y mame haciendo que dulces gemidos salgan de tu boca. Te propongo que recuestas desnuda en la cama, con las piernas abiertas, esperando que su boca recorra todo tu cuerpo y su manos también, que su lengua se pasee por tu vulva, esa rica chuchita o chorito que tan rico sabe sobre todo cuando estás tan mojada por la excitación, quiero que sus labios, su boca, su lengua estén llenos de tu denso rocío y que tu clítoris sea fuente de placer para ti, para él y para mi al mirarte. Que rico ver cuando él se quite toda la ropa y ver su dura erección, y tu le tomas el pene con una mano y los testículos con otra, lo acaricias, lo recorres, lo masturbas, lo jalas, no te imaginas lo rico que se ve que tengas otra verga en las manos, disfruta ese miembro, verga, falo, gózalo, acércalo a ti bésalo, lámelo, chúpalo, mámalo, si, eso es, te propongo que le des una buena mamada, que lo hagas enloquecer, que sepa que mi hembra es una mamadora experta y talentosa. Te propongo que al sacarte su verga de la boca me llames, me pidas que me acerque y me des un dulce y largo beso, y me pidas que me quede junto a ti y tome tu mano mientras otra verga te penetra por primera vez. Que ternura tomar tu mano, acariciarla y sentirla mientras otra verga está entrando y saliendo de ti, que buena cogida la que te estarían dando, que besos tan apasionados, otra lengua dentro de tu boca, tu lengua y la de él jugando al placer, que rico se escucharía el chapoteo de su verga en tu vulva con lo mojada que se pone, todo tu cuerpo entregado a otro hombre, temblando, sudando sin saber en donde empiezas tú y termina él, pero tu mano es mía; en cada penetrada, cada gemido, cada beso, cada embestida, cada suspiro tú te aferras a mi mano, por que eres mía y compartes tu placer conmigo, ese placer que te da estar cogiendo con otro hombre junto al hombre que amas. Te propongo terminar esa sesión con un gran abrazo, tu cuerpo temblando después del orgasmo, tu sudor mezclado con el de tu primer amante, tus ojos luminosos y brillantes por el placer, tú acurrucada entre mis brazo, poco a poco dejando que llegue el sueño que tal vez se confunda con la realidad.

Nota.- A partir de un texto de hernan_julio.