viernes, 28 de febrero de 2014

SOÑADORA


Si vas soñarme escondida de alguien suéñame desmembrado por tu boca sabia como si tus besos de filosos sílices fueran esa puerta que me dabas (i) para que te pene/trara de deseos verdes o azules como el azúcar o los árboles. Suéñame contra tu piel en desconcierto, igualado, asido, perpetrado, que no te quede ni un rinconcito donde no me estés soñando, suéñame entre tus senos sediento y entre tus muslos habitando embriagado por el húmedo rumor de tu orgasmo. Porque si yo te sueño voy a soñarte con plenos poderes, con desparpajos de linyera que nada pierde con perderse bebido por tus labios, con el libre albedrío de la erótica onírica que permite galas y perversiones, denodados intentos y variantes inverosímiles, que autoriza verterse sin miramientos ni censuras, que tolera la improvisación lujuriosa y la estrategia libidinosa, la ilimitada consumación en voz alta o en incitantes susurros. Sueña que te ensalivo enterita para engullirte sin mascarte, así sin mordiscos, primero solo a lamidos largos lentos insistentes y luego absorbiendo tu esencia de hembra encelada como si en ello se me fuera la vida. Si vas soñarme a escondidas por tus insomnios deja tu boquita abierta para que te bese a como de lugar, sin armisticios ni treguas, para comerme tus labios y tu lengua en carne viva, sin sal ni condimentos, así pura para mi hambre de caracol clandestino. Y si puedes, antes de despertar suéñanos de pronto en una trama de parques sin estatuas, a mediodía desnudos bajo una lluvia tibia, haciendo un amor de piantaos revolcándonos en el pasto a la vista y envidia de los transeúntes para que todo parezca un sueño. 

(i) Happy New Year, Julio Cortazar.

DEUDORA


"Critón, le debemos un gallo a Esculapio. Paga mi deuda y no la olvides". Sócrates.

Siempre estás en deuda sin saberlo, porque te ando viendo por las calles, los café, en las rosas que ya la cercanía del otoño comienza a desvanecer, y ahora en los pimpollos, en los brotes que han despertado tus lluvias. Florecerán una y otra vez con la misma pasión, con los mismos deseos de incinerarse, de derramarse en el cuerpo del otro, de hundirse bajo la piel en plena desnudez también florecida, por eso siempre estás en deuda, porque te ando viendo por las calles y los jardines y nunca eres. Deberás las desolaciones y los crepúsculos, el ruido de un tren a medianoche que se va hundiendo en una lejanía de sur de araucarias, de pan amasado y agua de noria, de tierras anegadas por los oleajes dorados antes de la trilla, y después los ladridos de los perros en el nocturno silencioso, un yo niño imaginando el mundo donde tú eras aún semilla. Serán parte de la deuda tu cuerpo estremeciéndose bajo mis estremecimientos, temblando desnudo y ardiendo en busca de las orgásmicas cenizas, tus pechos ansiosos de mi boca succionadora, tu pubis abierto en flor madura esperando inundarse de mi polen denso eyaculado. Aun así seguirás debiendo mis manos escurriendo por tu cuerpo y mi cuerpo escurrido por las tuyas, las devoraciones desesperadas de la cópula adeudada, una noche, una sola, donde los silencios se licuen en nuestras aguas sexuales, y las distancias, pampas y montañas de por medio, se acorten hasta los roces impúdicos que ambos nos debemos.

martes, 25 de febrero de 2014

LA CONDESA DE LA TARDE


“Où irait-il l'après-midi sans toi ?”

Lánguida en la tarde te extiendes supurando tu vaguedad de esfinge, tu vaho de serpiente celosa, y el musgo genital que invade tu vientre cuando te me escapas comienza a humedecerse en mis labios rabiosos. Entras desnuda en el letargo sensual de la siesta, en la modorra de la piel acariciada con la parsimonia del estío, lenta te dilatas, te despliegas con un demoroso desparpajo de meretriz ebria, de libélula acechando en la orilla del caluroso verano, vagan tus manos por tu misma piel reconociendo sus íntimas densidades, sus poros, sus vellos, las sinuosidades sexuales donde se creman los deseos, urges el capullo con un delicado dedeo, suave roce que te estremece y recobra en tu vértice vórtice pasadas sensaciones del frote de otros dedos, de una boca labios lengua que te arrastraron enceguecida por un torrente desconocido. Cursas con vigor pecaminoso el cauce y su vertiente, untas tus yemas en el vúlvico licor y me das de beber en ellos tu intimidad embriagante, la pócima del embrujo, el brebaje del hechizo. Un tenue sudor escurre por tu espalda, ligero y transparente, mis manos se ungen de el bendecidas en su sexualidad incontenida, desbordante, y consagran la dulce amistad con ventaja, sin restricciones externas ni fidelidades mentidas ni dedicación exclusiva, libres, unidos solo por la necesidad viciosa e irrevocable del otro. Languideces por el curso de la tarde extendida como una maja desvestida, apenas envuelta en la voluptuosidad de una vestal impía, un halo de lujuria te ilumina la complaciente sonrisa de serrallo y el musgo genital de tu pubis comienza a humedecer mis labios sedientos.

BALADA PARA VOS


Ven, vuela, piensa, sueña, déjate llevar por los instintos, la memorias, los sueños, elévate, deja la realidad en la orilla y naufraga en tus propios imaginarios, déjame hundirme en tu cuerpo, abrevar en tu boca, resbalarme entre tus pechos, asumir tu ombligo como el tántrico eje del deseo, déjame susurrarte el orgasmo más largo de tu vida, abrumarte de una genitalidad viciosa y concupiscente, abarcarte la boca como una copa de champagne y embriagarte de sonidos libidinosos, roces atrevidos, tocaciones impúdicas, dejarte las marcas de mis secretos como huellas o cicatrices según sean tus deseos de venir, volar, pensar, soñar. Huyamos por los aciagos márgenes del delito de la infidelidad deseada, consumada y declarada, del crimen de bebernos uno al otro las salivas con sus venenos violetas y sus rojos afanes, sintámonos culpables de buscar las sombras de las plazas solitarias con sus estatuas dormidas y sus fuentes congeladas para ir a restregarnos escondidos como púberes adolescentes asexuados. Entreguémonos desvirtuados los rostros a las locuras de la carne palpitante, humedecida o erecta, a la cópula insensata, a las succiones y pene/traciones como vicios o intentos, a esa vastedad desconocida del otro paraíso. Dejemos que los linyeras nos desprecien por vagos felices, que se abran cristalizadas las rosas en los jardines del invierno, que nos persiga por las calles una música de chello triste para disolvernos en la garúa de nuestra madrugada, que las damas pudorosas te envidien y los caballeros ocupados me odien, en fin, dejemos simplemente que la muerte nos olvide en la vegetal eternidad de los parques. ¡Vení, volá, vení! (i).

(i) “Balada para un loco”. Horacio Ferrer, 1969.

A HORCAJADAS


“…el Universo no está conformado sólo por los cuatro elementos básicos que son Espacio, Tiempo, Materia y Energía, sino que existe otro elemento básico que los contiene y les da las bases de comportamiento coherente y no caótico…”. A horcajadas en la luz, Arturo Aldunate Phillips (i), 1969.

Creerás que me has eliminado de tu sangre hirviente como un virus maligno que te abría en dos, que te arrastraba a los suburbios de tus instintos, a los arrabales de tus deseos, que te despojaba de tus anquilosados recatos y te dejaba desnuda, abierta en dos, sajada, desconstruida, calada, habitada de los tormentos de la carne ciega en medio de la noche vertida como una lava por tu insomnio. Sentirás que eres libre de esa plaga que ruboriza tu rostro, que te hace arder el cuerpo entre brasas invisibles, que te hace desear insistente y ansiosa volver a mirar de muy cerca y de frente la pared que se eleva a la cabecera de tu lecho, mientras tus rodillas se hunden en la mullida cama y tus muslos rozan mis orejas y tu sexo se restriega vehemente y desperado en mi boca labios lengua y me cabalgas de cara al viento de mi aliento quemante y me sofocas con tu vulva hambrienta a horcajadas en la luz de los destellos furiosos del orgasmo. Creerás que ya no te existo, que me borraste desaguaste difuminaste entre azules imposibles o inexpertos, entre príncipes de pacotilla o canosos visitantes en desmedro, entre un fauno a tu gusto encarcelado por el vicio de las manchitas lunares de los muslos o concentrado en tu pezón insensible o rastreando tu olor de hembra en la hierba rala de tu pubis. Sentirás que me diste por desaparecido, por escapado, por fugitivo, por robado de encima de tu mesa, y no será así comtesse ingénue, porque seguiré por mucho tiempo sintiendo tu verticalidad húmeda y tibia a impetuosas horcajadas sobre mí.

(i) (Santiago, 9 de febrero de 1902 - ibídem, 24 de julio de 1985) fue un poeta, ingeniero civil, matemático e investigador chileno. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura de su país en 1976.

sábado, 22 de febrero de 2014

CLITORIANA (Retrospectiva brutal)


“la palabra infamia aturde en el título, pero bajo los tumultos no hay nada. No es otra cosa que apariencia, que una superficie de imágenes”. Historia Universal de la Infamia, Prólogo a la edición de 1954. J.L.Borges

Castraciones mentales, salvajes mariposas cesantes, ir pervirtiéndola gota a gota saboreando paladeando degustando cada sorbo, cada avance, cada breve y pequeña victoria, royendo desgranando los muros del castillo, intentando su derrumbe hasta sus más antiguos cimientos, enseñarle el sendero empedrado, la cálida jungla de las olorosas y perturbadoras orquídeas sexuales, los rincones intocados, el vicio de la boca que besa lame succiona, las vocaciones insensatas pero deliciosas, su imagen hierática, su silueta de esfinge imperturbable al trasluz de la ventana de las luces de los barcos imaginarios, su ternura ardiente de incesante musa ahora cesante, su repugnancia belicosa a las huellas del fauno, su pudor de virgen incitante, su recato de convento en ruinas, su sudor perlando su cuerpo tensado, firme, ansioso, la miríada de manchitas escritas por los demonios en la suave y exquisita piel de sus muslos, su perfume de hembra perfumada, su sonrisa distante, sus risitas nerdiozas [sic], sus arrebatos vicerales por un óleo, un profiláctico o un link, su ética estricta y su moral incorruptible, ir descubriendo sus terrores grabados en piedra, sus sueños escritos con tinta transparente, sus temores a dejarse ser como es, sus caricias de hembra madre involuntaria, sus miedos a abrir su portalón y entre la vida misma, con sus miserias e inmundicias, con sus algarabías de carnaval, sus peligros constantes y sus misteriosas incertidumbres, de todo esto y más, la lista hoy me parece interminable, estarán pobladas mis memorias de ella, castigo y tormento, suplicio aterrador, altísimo precio a pagar por seguir siendo nada más nada menos lo que soy, siempre he sido, y seguiré siendo a pesar de su tercer desaparecimiento.



jueves, 20 de febrero de 2014

L'ARCHANGE LIBÉRÉ


“Constituye una victoria importante transformar un angustia psicopática en una pena sin trascendencia”.  Segismundo Freud

Liberado de limitantes e imposibles fidelidades, férreas censuras e inquisiciones inhabilitantes retorna a los libidinosos senderos del deseo insaciable, al Universo dual donde realidad y virtualidad se trenzan confunden incrustan en un ámbito de húmedas y densas sensaciones, de voluptuosas exploraciones que intentan alcanzar las fuentes nunca eternas de los placeres carnales. Vuelve a las divagaciones sacrílegas que no se rigen por la ética o la moral si no por oscuras e instintivas ansiedades, torna a las impías búsquedas de goces distintos, experimentaciones que justifican el viaje inútil y sin fin, la peligrosa travesía siempre por el borde de abismos equivocados, o a través de los jardines encantados de las salamandras venenosas y las orquídeas perfumadas. Regresa a las ceremonias herejes, a la apostasía del amor, a la soledad que lo define huacho, linyera, niño macho y fauno enviciado, a la solitaria veneración del dios Onán, a vagar temeroso por los arrabales de Sodoma incendiada sin atreverse a cruzar la muralla. Reanuda las indagaciones extraviadas de pequeñas perversiones arrastrado por la curiosidad de ir siempre más allá, ilimitado, libre, desatado. Revoca las renuncias de un trato que se justificó en la piel incinerada, en las manos ávidas y en la boca labios lengua que bebieron el éxtasis en la vertiente del paraíso. Abjura de la delectación tranquila de las tardes enternecidas y lujuriosas al mismo tiempo en el mismo cuerpo, reniega de la mansedumbre o la esclavitud, se niega a escanciar los dulces licores embodegados en los subterráneos laberintos del alto castillo, aunque intuye que como castigo divino a su rebelión insensata jamás volverá a embriagarse de tal extasiante manera. Reiniciará entonces el acecho furtivo de definidas o ambiguas sacerdotisas, la obsesión edípica y el culto fálico, retomará el oscuro camino de los que se saben solos, de los que poseen la horrible certeza de que la vida es un triste desierto sin sentido ni fin, que después solo hay un infinito vacío y un majestuoso silencio, que todo sucede en el aquí y el ahora.

miércoles, 19 de febrero de 2014

MUSA CESANTE


“Qué pena, que no me duela / tu nombre ahora. / Qué pena, que no me duela / el dolor.”. Qué pena. Alfredo Zitarrosa, 1968

“Y qué sabe uno si se ha enamorado o fue pura ilusión.”. Qué pena que no me duela tu nombre ahora. Pedro Lemebel, La Nación. Domingo 31 de julio de 2005

Hubiera sido lindo que me extrañara a mí entero, mi boca besándola, mis manos rebuscando los sitios exactos donde se esconden sus deseos, mi lengua curiosa e insaciable, mi insistente avidez de fauno y mi ternura de niño macho, pero bueno, es la vida y ella aún no sabe cuánto me falta, cuanto echo de menos el mojito bebido en sus labios también sedientos. Se la llevó primero la lluvia engrupida en sus verdes vegetales, luego la playa seducida por las arenas, las gaviotas, las espumas, se me fue extasiada en la voracidad de esos mundos primitivos donde las pasiones son más animales, más intensas, donde los instintos renuevan sus fetiches, sus traumas, sus oscuros y reprimidos resplandores. No sabía que yo ya estaba incluido en su destino de velada condesa y que era el Arcángel de Su Perdición que venía a vengar los oprobios sufridos por los tristes príncipes vencidos que la amaron y desearon sin alcanzar a tocar siquiera los inexpugnables muros de su castillo desencantado. Perdí su ancho verbo ­sin ,s, su búsqueda de la palabra exacta, su sexualidad refrenada por antiguos pudores y tímidas beaterías, perdí sus sensuales manos tibias afanadas en mí a través de la tarde, perdí el trato justo y soberano que nos liberaba de inútiles desasosiegos, perdí la reverberancia de una virginidad atajada en las ceremonias iniciales del amor. No supo nunca que hacía muchos años que no me obsesionaba tanto, que deseaba tanto a una mujer, que ya pensaba que había perdido esas sensaciones para siempre, esa mezcla de amor/deseo, de necesidad de estar cerca, de tocarla, de estar desnudos besándonos, no más no menos. Ahora ella sueña en azules fuertes, fornidos, valientes y madrugadores, y en mí solo quedan las memorias de un nocturno mar imaginario, ciertas intensidades compartidas con la desesperación de dos nómades que se encontraron en medio de un desierto que les parecía vacío, las lluvias inventadas, los viernes imposibles, y los asombros del barroco. 

martes, 18 de febrero de 2014

EXTRAÑOS DESEOS


“yo, Casandra de Ilión a la que amaron / en su patria los cerros y los ríos,”. Casandra, Gabriela Mistral.

 “Iría Cassandra una y otra vez / a morir en ti”. Summa Ática LXIV, Varelio

Te borraré la boca a besos, te dejaré enmudecida silenciosa, dejaré marcados mi dientes feroces en tus labios adoloridos, te ahogaré con mi lengua, abarcaré tu comisuras en un beso que te arda en la entrañas. Abarcaré con mi boca la tentación de tus senos, de tus pezones inhiestos, dejando en ellos como baba de caracol el resabio de mi saliva, tatuaré en tus pechos los geoglifos que detentarán mis deseos en tus secretas memorias del placer. Deambularé por tu vientre besando lamiendo describiendo lentos círculos apasionados en torno a tu ombligo, cuenco esencial de la inconfesable conexión incestuosa, ojo de tifón que atrae la voracidad incontenible de un misterioso fetichismo ancestral. Vagaré por las corvas de tus nalgas combadas, me deslizaré por entre ellas con ansiosos afanes lingüísticos hasta la pequeña y apretada abertura prohibida para consumar en un mórbido beso de antracita una proscrita sodomía bucal. Surcaré tu sexo embebido, la brevísima turgencia rosada y mórbida de tu clítoris, la doble celada de tus otros labios verticales, punzaré la erótica vergencia simétrica del perineo, lamberé tu vulva de punta a cabo hasta que la pene/tración sea desesperadamente invocable. Slupparé sobre el botón capullo en una feroz estimulación clitoriana derramando tus quejidos y estertores, abriré su capuchón con la puntita lingual, con la puntita fálica, con la puntita de mi dedo índice, salivaré la íntima campanita para lubricarla y anegarla de su propia esmegma perfumada en una salvaje estimulación sexual, entonces quebrantando los tabúes imaginarios que separan lo real de lo virtual, beberé de ti.

POLERITA BLANCA


“Ofelia yo en tus pechos fundaría ciudades y ciudades de besos”. Ofelia, juan gelman

Besaría esa piel de tu escote hasta despertar tus deseos en carne viva y alzar las breves cúspides blancas bajo la polerita blanca, sopesar tus pechos vestidos de alba espuma mullida, intentar la caricia edípica, el beso mordido tiernamente. La polerita que te dibuja, te esculpe, te moldea, te muestra y demuestra, un poco transparente como insinuando un desnudo que acontece solo en la imaginación del atento vicioso perturbado observador que busca pervertido la certeza de la ausencia de soutien, de la pura carnalidad tibia y exultante de tus senos de niña hembra. No hay breteles, solo las copas que se vislumbran apenas en las leves variaciones en los matices del blanco, la espalda descotada será otra comarca donde rocen mis manos tu ansiedad de un abrazo enternecido. La tela se tensa sobre el canalillo entre las dos cumbres alzadas como la cuerda de un equilibrista suicida. El escote es amplio como una playa de delicadas arenas abarcada por la marea de nevadas espumas, ancho como una bocanada de dulce miel derramada, de los medios hombros baja anchuroso y se recorta antes de la deliciosa hendedura en una curva vasta, elegante, recatada. Habrá entonces insensatos deseos expectaticios, rabioso deseos basados en meras expectativas, como deseos de deseos, deseos de segundo orden, deseos de que tú desees lo que deseo: tocar tu busto, succionar tus pezones, hundir mi nariz entre esas dunas escondidas. Arriba, tu rostro se disuelve en su soberbia burlona, exhibicionista e incitante que corrobora la arrogancia exquisita de tus palabras: “no me visto para los demás si no para yo sentirme linda…”. Y claro que te ves linda.

domingo, 16 de febrero de 2014

INCIDENCIAS SOBRE TU ROSA VERTIDA


“Es la rosa del tacto en las tinieblas”, Nocturno rosa, Xavier Villaurrutia

Te voy pensando de a poquito por el horizonte de tu cuerpo, orillando tu sexo con el rastro invencible de mi saliva de caracol pervertido o sigiloso, bordeando la aureola de tu pezón coronado, ensebado en tus axilas, asustado de tu silencio y por la poca lluvia se ayer que me hizo verte en el atardecer caminando hacía el lejos de mí, intranquila, incitante, invisible a otros ojos no fueran los míos. Distraigo la simiente en tu pelo sobre la almohada, la sonrisa perpleja en tu boca detenida, los contornos de tu sombra sobre el lecho incendiado, concito la vehemencia por poseerte como un objeto de azules consumados. Acumulo mis besos en tus muslos abiertos, los rozo con levedad de mi aliento, con el vaho de mis deseos, arrastro las cenizas de otros fuegos equivocados para quemarte en las mismas brasas que te persiguieron por años. Me hundo devorado en tus labios asesinos, me hiero en tu lengua recorriéndome como una fiera sedienta, me derrito en tus manos coincidentes que sostienen en terciopelo la virilidad encausada que busca verterse con su propio rocío en la verticalidad esencial de tu húmeda rosa cuajada. Sorbo tus lujurias en el pequeño capullo implícito en tu dulce vértice voraz. Floreces desplegada en los pétalos encarnados, extendida, abierta y surcada, poseída en la profundidad inflamada por el vástago macho que te abruma solemne y delicado. Te voy soñando de a poquito entre los arpegios finales de la sinfonía de la cópula que nos urde y nos traba y nos fusiona naufragados sin horizontes bajo un misterioso sol desértico, cautivo y abrasador.

ALGARROBO (Prosopis pallida)


Beberás un agua sin sabor o todas las aguas te sabrán repetidas, a damascos amargos o mojitos solitarios, los atardeceres marinos serán todos iguales en fanfarria y profundidad, repetidos e ilusorios, unos rojos desvaídos, unos hilillos de nubes deshilachadas, allá una gaviota en vuelo leve, acá las luces brillantes de las casas de los burgueses y allá las luces difusas de los proletarios entristecidos, contra el cerro una hilera de luciérnagas muertas, el cielo de negro fúnebre y tú en otra ventana rastreando un mar que te existe pero que no es el mismo mar ilusorio donde se escurrían los besos en tu cuello, en los lóbulos de tus orejitas, con unas furiosas manos de fauno aferradas a tu caderas. Fue inicial por los territorios lluviosos del indiaje rebelado, de las altas araucarias y las aguas dulces de los lagos y los volcanes, naturaleza pura, fue luego los paisajes de algarrobos y veleros, de la pirámide vidriada y la laguna falsa, artificios de groseras siutiquerías y de venidos a más. Pero volverás de esas arenas insomnes, de los oleajes enrevesados en las espumas que no alcanzaron a humedecer tu piel desnuda, de los eucaliptus que esperaron en vano tu paso nocturno, y me relamo pensando en un viernes lejano de quizás cuando, otoño talvez o ya entrando el invierno, en que volveré a morderte el corazón dormido y sin sangrar, a beberte en esa vertiente tibia entre tus ralas gramas oscuras, a escanciar en mis labios sedientos tus sabores íntimos, a catar en ti las savias verticales y  ardiente de tu verano, a navegar en el mar salado de tus derramados sudores privados.

domingo, 9 de febrero de 2014

FIEBRE DE FEBRERO


Sinfonía Nº 11, “La Esperada”.

El sol del estiaje finge las luces de los barcos, los besos y las pequeñas perversiones, las ternuras que atardecen en tu lecho, los pecados y las incitaciones. Las algas trepaban suplantando las furiosas madreselvas, los sarmientos de las vides incrustados en los cuerpos socavados en sus urdimbres impregnadas de cinabrios y en los sedosos escurrimientos de los pliegues en grises perlescentes, en el aire acontecido las salvajes mariposas afanaban los vuelos del titiritero del serrallo en la altísima comarca del condado. El fuego acomete en un enjambre de agujones de besos ansiosos, linguales, saborizados por limones y mentas, sumos de vides y de cañas, embebidos en desesperadas salivas. Se desatan los juegos ceremoniales, los dedos hurgantes e impúdicos invadiendo la vulva florecida, la boca que busca e incendia el atajo que cruza la breve trampa del ombligo hasta consumarse abrevando con el mentón restregándose en el Monte de Venus mientras la lengua multiplicada lame encausada con sus lamidos anegados. Afloran los estertores de un orgasmo declarado. Sucede el instante de la femenina mano garra tenaza de sutil terciopelo que arremete onanista, la boca succiona instaurando renovados goces de los éxtasis prepuciales, ávida la mano desgrana suavemente las sensibles uvas genitales. La altura del silencio se derrumba con la sinfonía de la lujuria, los arpegios de los deseos contumaces, el violín masturbatorio, la opera incesante de los quejidos, el sonido acesante del delicado y pequeño clarinete, la soberbia ejecución del piccolo, los ritmos entreverados y los estremecimientos de la música celestial. Bucales y vocales, absorbidos ambos. Y viene el último movimiento; a horcajadas, el otro restriego, boca en vulva mano en falo, gozosa cabalgata y manualidad incontenida, atrapado entre los muslos y la almohada, en el vicio declarado y sorbente, la lengua socavando humedecida, hasta la intensa sonata que precede al destello seminal, y lo consuma.

DESPERTAR ANEGADO


"Encontré esa soledad vacía y sin sentido que andaba buscando". Soul Mountain. Gao Xingjian

Despierto abrumado de tu piel, de esa sensualidad abarcadora de tu cuerpo, del íntimo goce visual y excitante de tus hermosas piernas, de tus senos incendiando el escote, con la mirada extasiada siguiendo las flechas que apuntan al tibio y suave canalillo, acariciando la mórbida insistencia de tus hombros, de tus brazos, de tu cuello, exhausto deliro por la mañana ante la pose desafiante en la pecadora penumbra o en el coqueto desparpajo luminoso. Tu rostro siempre triste es una red que atrapa mis hondas ternuras, la desolación de un amor incierto o imposible y la nostalgia de los besos sobre tu boca lejana. Recorto tu silueta y la dejo suspendida como una iridiscente burbuja soportando la brisa cálida de mis deseos, y eres mariposa o pájaro o nube, inalcanzable pero real, transparente frágil cristal o tímida greda a la espera de las manos incesantes del alfarero que la moldee a su manera, distinta y única. Despiertas dormidas sensaciones, derramas por mis venas cansadas el torrente quemante del dulce vino del estío, un calor que embriaga los sentidos con la exultante promesa de acceder a los confines sagrados de un paraíso negado. Desde la perenne continuidad de la distancia hurgo en la grata densidad de tus imágenes, en luz, sombra y penumbras, desato mis manos capturadas y transito las curvaturas voluptuosas de tu cuerpo, sus dunas, sus valles, su cuenco y su cauce, deletreando los códigos salvajes de la inocente lujuria. Por ti el inicio del día posee la consistencia de un sueño soñado entre tus mullidos pechos, ebrio de tu aroma, de tus herméticos sabores, de tu exquisita vigencia de niña-hembra que no sabe que me despierta abrumado de su piel.

jueves, 6 de febrero de 2014

SUGERENCIAS DE CHEF HAMBRIENTO



(Les arts de la cuisine)

El aperitivo será mojito o un vino de esos de caja Tetra Pak®, muy helado, dentro de un melón tuna, escanciado en tu boca a lo ancho besable hasta las comisuras, mientras te cocino toda la tarde al vapor y a fuego lento Así que píensame y deséame con tiempo para que tus carnes se maceren marinadas en la densidad gustosa de las ansias carnales y las fantasías de esta degustación invocante. Voy desnudarte como descascarando una naranja o a lonjas como un plátano o mondarte en una espiral lujuriosa como a si fueras la manzana del pecado original,  o a pelarte como una humilde papa estremecida por que ya se siente hecha puré. Te oleré con fruición y delicadeza para encontrar en ti los antiguos aromas a cebolla, a fritanga de pescado, y tus sazones a ajo, orégano y perejil, el resabio a mariscos en salsa verde, las reminiscencias recientes a kuchen, a quesos importados. Me relameré en la sal fina que guarda el canalillo de tu escote y en esa otra íntima sal gruesa del sudor cocinero que perlará tu piel. Y luego te voy aderezar y adobar, a aliñar y condimentar según mis oscuros deseos expectaticios, te voy a cocinar o guisar calentándote con mis mejores artes culinarias, te voy a cocer y a espumar, te haré hervir con mi eterna calentura, y a freír, tostar, asar o dorar en las brasas de mi leña erecta, te voy a estofar u hornear con paciencia de chino para dejarte tierna y jugosa, a cocer y recocer hasta dejarte blandita, que te deshagas desmenuzada entre mi paladar y mi lengua, o te voy a cocinar al dente para no perder en la previa cocción la consistencia natural de tus carnes salvajes y dejarlas con una voluptuosa resistencia al ser mordida, firme pero no dura, crujiente. Todo para comerte después de ha bocados chiquitos, a breves mordiscos, y masticarte bien masticada, saborearte con calma y sorber todos tus juguitos como un pebre cuchareado, degustarte con sibaríticas delicias, trincharé tus muslos adobados con mi ardiente saliva, y los cortaré en tajadas como jamón acaramelado. Te voy a comer enterita, con la cáscara, la concha o con todas espinas, con el cuerito suave y sabroso, con las pepas o los huesitos, te voy a tragar como una ostra afrodisíaca o succionando tu clítoris como al cangrejo del erizo mientras voy catando de a cortos tragos un juguito de damasco en el cuenco de tu ombligo o bien malta con harina o con huevo derramada en tu pubis, según sea tu cariño. Te voy a merendar hasta el último bocado, la ultima miga, la última gota, y para no dejar vestigios del epicúreo banquete pasaré el pan por todo tu cuerpo mondo y lirondo embebiéndolo en tus salsas sexuales, concentradas y aun tibias para conocer el sabor secreto del paraíso. Ahora bien, sé que terminaré bebiendo un denso y dulce bajativo, será el licor embriagante de la vendimia frutal de tu vulva recién cocida o un breve sorbo de manzanilla escurrida vertical en tu sexo, pero eso aun no lo decido.

ASCENSIÓN


Subiré reptando en largos lamidos por la suavidad constante y torneada de tus piernas, habitaré por circulares momentos las divinas rotulas de tus rodillas, reverberará la tibieza de ese mármol moreno en mis labios atrapados. Rodearé muchas veces el rosado borde del vestido como si oliera una clavelina del jardín prohibido. Aprenderé tu sabor y tu aroma, ahí, en esa orilla bordada, antes de entrar a tu cuerpo, sigiloso y quemante, por entre tus piernas siguiendo el húmedo calor perfumado de tu sexo. Rozaré impúdico tus bragas en ese vértice donde late un volcán escondido. Seguiré bajo la filigrana y los arabescos del rosado por tu pubis, por tu vientre subiendo, escurriendo como un caracol vertiéndose en tus territorios subterráneos, ascenderé cercando el breve cuenco de tu ombligo hacia tus pechos de niña y treparé por ellos hasta hacer cumbre en tus pezones y alzarlos en vuelo con mis labios insistentes. Subiré hasta alcanzar a besar con las ternuras que te mereces y buscas y necesitas tu rostro inclinado como con desdén o incredulidad y me hundiré ciego y rendido en tus ojos siempre tristes, con la misma tristeza de tu cuerpo, naufragaré en esos ojos tuyos donde habita una congoja de otoño o de crepúsculo para ir a ahogarme en tu dulzura y tu lujuria de rosada rosa con sus espinas, su dulce perfume y su fuego abrasador. Si, será en otoño o invierno, un día algo lluvioso, con la misma tristeza donde navegas en solitaria desolación, que subiré por tu cuerpo para acariciar tu pelo y rendirte a mis devociones y a mis deseos.


martes, 4 de febrero de 2014

ENVICIANTES PENUMBRAS


Después de la entrometida luz inicial vinieron las penumbras acosadas por la mañana escandalosa del verano y por el sol curioso voyeur asomándose por las rendijas para remarcar las siluetas escondidas en el antiguo templo de Onán. La maja vestida, goyesca e incitante, coqueta vestal esfinge recostada sobre el colorido lecho. La charla que se fue derivando por los abismos de la encantación, de la excitación velada y las junglas perfumadas de la lujuria. Las penumbras condescendientes envolviendo las sombras sonrientes en un ámbito de voluptuosas convergencias. La invitación al vicio solitario, la aceptación, el lecho compartido en el florecimiento viril, la mano tibia quemando el falo tímido, acariciando con tierna y constante curiosidad. Los pechos pálidos, mullidos, invitantes, los breves pezones de niña, la boca en ellos cumpliendo el rito edípico del macho niño huacho, las manos encopando, tocando, acariciando con tierna vehemencia la sensible verga erectada. Las penumbras encubriendo el ceremonial del manoseo masturbatorio. La mano suave deslizándose, las uñas rojo brillante sobre la tibia piel suave del prepucio. Las ternuras buscando la salida, la puerta, la vertiente seminal. La desnudez develada hacia el vientre lúbrico, el pubis y el triangulo azul cobalto que niega y oculta con un amistoso pudor la dulce flor florecida en su florescencia. La mano propia onanista en el falo ya no tímido cercando la contingencia del goce, de los arcanos del placer, del pequeño e íntimo paraíso, masturbando. Los ojos entrecerrados, los quejidos contenidos en las penumbras calurosas, y de pronto el destello, el relámpago, el clímax, la eyaculación plácida, reposada, insertada en la plena confianza y la cercanía indudable. La quietud saciada en los roces cariñosos, en la intensidad sudorosa, en la charla que va difuminando el grato pecado, la complicidad declarada en la promesa y la impudicia. Las penumbras vencidas por la puerta que se abre al mediodía escandaloso del verano y deja entrar al sol en su cálido esplendor saciado.

IN/ESPERADO (¿?) DESCUBRIMIENTO


Pour elle, seulement.

La inocente curiosidad o el azar que rige los deseos o el destino lujurioso y juguetón la llevó por intrincados senderos a abrir el cajón preciso de los rescoldos o los residuos, brasas en las cenizas extinguidas, espumas de antiguos oleajes de lavas incandescentes, restos de una parafilia invencible, tatuajes, huellas, onanistas arqueologías depravadas ocultas en los secretos subterráneos de los instintos. Fue la mano freudiana, la coincidencia predestinada o la convergencia inesperada pero dirigida por los dioses ancestrales de la carne, la masturbación y la cópula, la que llevaron sus ojos vírgenes, pudorosos, inquisidores, a descubrir en ese rincón olvidado o ignorado las imágenes incestuales, la impúdica desnudez de los cuerpos trenzados en sexuales jeroglíficos, las contorsiones exploradoras y lúbricas, las pieles pálidas y exultantes de deseos y perversiones, de desviaciones edípicas, las lascivas combinaciones de la juventud erecta y la madurez abierta, las visiones prohibidas del desparpajo y la concupiscencia, ese apetito desordenado de placeres sensuales o sexuales. Al principio deseó ahorcar con sus propias manos de beata espantada al siniestro fauno voyerista, asesinar al bandido pervertido. El malvado será castigado por estas fotos sucias y pecaminosas, pensó con furia de jueza inflexible y vergüenza de abadesa de claustro o novicia de convento. Pero pasaron muchas cosas por su mente, y demasiado curiosa vio todas las imágenes, una a una, autoconvenciédose de que lo hacia porque quería saber si conocía a alguna de las inmorales  protagonistas o porque pensó que era sexo de otros y él, el fauno de peluche, un viciosos mirón. Lo visualizó ahí, frente a esas iconografías desatadas, urgido de ansias masturbatorias, su mano aferrada en espasmódicos movimientos a su falo, signo y símbolo de una mítica virilidad y pensó en cuántas pajitas se irían con esas imágenes, imagino casi excitada que en un tiempo más el sexo virtual sería con aromas y con manos, y se descubrió pensando que lo virtual realmente es terrible, que esclaviza, que es un dulce y maldito enemigo.

RETRATO DEL BREVE ROJO


Para Maribel

El fondo es de un tenue blanco antiguo, que genera un ámbito de delicada suavidad. En su esquina inferior izquierda presenta dos o tres leves pliegues para romper la uniformidad de la fotografía. El piso es una tela blanca sedosa, plegada en desorden como las sabanas de un lecho donde se hizo el amor. Ahora bien, sobre ese fondo y sobre ese piso hay un cuerpo femenino y sensual que da la espalda al espectador. Es un cuerpo pleno, de curvas marcadas, sexuales y excitantes. El cabello largo y negro dividido en tres perfumadas cascadas, cae dócil sobre la espalda y a la vez hacia delante sobre cada uno de sus hombros. La postura del cuerpo es arqueada hacia delante, remarcando las hermosas nalgas y la sinuosidad de su cintura. Un vestido negro transparente muy corto lo cubre a medias, pues la hermosa ánfora de su traserito se percibe con sexual nitidez, sus corvas duras, y ese surco que esconde la flor del placer que se dibuja como una ardiente curva del deseo. Sus hombros desnudos, de piel pálida, suave a la vista y seguro a las caricias, se ven con apremios de tocarlos y besarlos desde atrás para paladear su intenso sabor a hembra. Los brazos, uno descansando placido pegado a su cadera izquierda como una modelo que se acaricia la turgencia de su cadera. El otro apoya la mano en el borde superior de la cadera derecha, la mano abierta con el pulgar hundido en la carne tibia y los otros dedos tocando su ingle con la sensualidad de una diva. Y luego sus piernas, desnudas, de suavidad y tersura de mujer perfecta, están en pose semiabiertas para mostrar sus torneadas y femeninas formas, el vértice superior donde se unen abre a la imaginación del excitado fisgón toda la imaginería de una dama ambigua, pero solo se adivina en ese entrepiernas el oculto secreto que la hace distinta. En el borde superior de la hermosa pierna derecha se alcanza a divisar el borde de la media, color carne, lo que le da el toque de coquetería a la perfección de ese ángulo inquietante. Sus pies, calzados con elegantes tacos negros sin talón están plantados con la actitud segura de la hembra que se sabe deseada. Un detalle inquietante que solo un observador dedicado alcanza a distinguir, es que en la mano derecha, un delgada pulsera roja, avisa que la brasa de ese cuerpo esta viva y arde en el pecado de todo aquel que mira y desea la deliciosa imagen de Maribel.

sábado, 1 de febrero de 2014

CONFUSAS TAUTOLOGIAS


“No deploro el amor, que me fue ajeno; / sino el deseo, que redime, invierte / y modifica todo lo que toca.” Recuento. Severo Sarduy

Y te sigo besando lamiendo mordiendo desde adentro, estoy ahí en ti, entre ti, entre tus piernas, embebido en tu sexo, peinando con mis dientes tus vellos púbicos, allí enredado en esa hirsuta genitalidad salvaje, animal, pura e impura a la vez, de selvas y aromas, de dragones copulando entre sus orales flamas voraces, contaminadas de santidades primitivas y párvulas perversiones. Y también desde muy adentro de ti porque soy un pequeño pez morocho de ojitos achinados que navega libremente por tus venas y arterias, cruzando a cada rato tu corazoncito solitario, horadando tu voluntad de virgen cauta, de digna dama pizpireta, de niña sola jugando a que ya viene el príncipe. Acechas, escudriñas, vigilas como una arpía, diosa vengativa, desde tus profundos laberintos kársticos mis verbos, mis metáforas, las siglas, los seudónimos y los códigos, buscas en los recovecos de mis palabras lo que no dicen, la silueta escondida que no existe o está siempre en fuga, buscas y rebuscas el rostro desdibujado en los espejos, la “otra” que esperas te robe el engaño del reino falso del fauno de pacotilla, rey de baraja, tigre de peluche, acróbata de circo pobre y patético simulador. Y seguiré incrustado bajo tu piel, en tu cuerpo mórbido y deseado, como un parásito sexual recorriendo sus laberintos subcutáneos, tu carne viva y caliente, pulsante, abrasada por los fuegos del infierno de los placeres carnales, seguiré empotrado en tus pechos por dentro punzando tus pezones, en tu vagina húmeda y tibia como un picor vergonzoso que te hará juntar apretar las piernas hasta que te sueñes en una secreta masturbación que te estremezca y me estremezca en una simbiosis que nos arrastre como un oleaje de fluidos hirvientes hasta el borde mismo del paraíso que soñamos.