Para G., huidiza
Te atreverás una noche a desnudarte en la
penumbra hasta donde tu tierna impudicia te deje y enfrentar el azogue del
espejo sabiendo que desde el otro lado te observo hirviendo en tus mismos
deseos y será la entrega soñada anhelada esperada de la doncella esquiva al
sátiro vicioso, será el destello y el éxtasis, la consumación visual de la anhelada
cópula imposible. Pecarás de lúcido exhibicionismo para hacerme pecar de
masturbador voyerismo, invocarás las lujurias perdidas de los años vanos y de
los atardeceres inconclusos, pagarás la deuda que dejaste escrita de propia
mano en mi piel incandescente hace tanto tiempo que solo recuerdo la
perturbadora sensación de poseerte, provocaras la erecciones que me debes y sus
respectivas vertientes, saldarás los débitos de tu ausencias en tantas
primaveras vacías. Percibirás estremecida en tu cuerpo expuesto allá en tu
íntimo ámbito los pecados concebidos en los atardeceres desamparados cuando te
desnudo en solitario como deshojando una rosa imperiosa, mi boca en tus pezones
sensibilizados por las ansias, mis dedos en tu vulva humedecida por un hambre
salvaje, la lenta y suave penetración de mi verga irrumpiendo endurecida en ti,
el frote incesante, el vaivén del coito como un oleaje que te mece en sus aguas
sexuales, el estertor del macho que te cubre, la derramada eyaculación
inundando tu sexo de esa lava caliente que te arrastra al sublime delirio final
del orgasmo que sueñas en las noches desnuda ante el espejo. Expiarás así las
sucesivas negaciones de concederme la mágica visión de tu dulzura de hembra
escondida.