Y sé que voy a masturbarme calladito ante la
imagen de la virginidad absoluta de tus pechos blancos abultados salientes,
copas invertidas de una ebriedad ciega e incestuosa. Soñaré que por esos
mullidos cojines blandos y tibios para el adormecido descanso del guerrero en
dura erección, verteré mis densas aguas lechosas en tu delicada piel escondida.
En esas dunas acesantes en el oleaje de tu respiración serena, mi mano onanista
saciará el falo de sus seminales intenciones. A esas divinas curvas de paralelas
campanas bocabajo irán mis ojos pervertidos a roer la nívea y tersa tela que
los cubre. En esa madurez otoñal de tiernas frutas maduras desbordare mi boca
para beberlas en sus mórbidas ternuras. Mis manos excitadas los encopan, mis
labios sedientos los besan, mi lengua viciosa los lamen, mis diente ansiosos
los muerden. Sentiré mi erección in
crecendo en mi entrepiernas como un túmulo volcánico que se endurece y
crece ante la visión edípica de tus dos altas montañas nevadas. Imagino,
masajeo mi miembro deslumbrado ante tus senos ampulosos, blancos albos como
nubes de primavera. Mi mano aferra el falo exultante rendido a tu Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos
blancos (i). Bajo la albura casi adivino tus pezones, breves de niña
gitana, y los pellizco, los chupo, los succiono, los mamo con un bebé
extraviado entre tus brazos. Y van a más el rosado coral de tu collar, y el
rosado florecido de tu falda, y tus labios rojos de gitana, y el blanco
envolviendo tu cuello como el mismo blanco que dibuja sublime tus senos.
(i) Poema I, Veinte Poemas de Amor y una
Canción Desesperada. Pablo Neruda.