(858652_1723518044639237_379525886_o)
La línea casi imperceptiblemente sinuosa
escurre de sur a norte intensamente vertical, ceñida, apretada contra si misma
para resguardar el húmedo tesoro, su naciente es selva rala, mata dispersa,
olorosa champa de oscuro musgo triangular, arriba se abre en una oscuridad
difusa, tersa y dura, todo posee una tibieza íntima, de cuerpo adormecido, de
virginal espera o negación, las constelaciones están cristalizadas en ambos mórbidos
flancos, esparcidas por sus lisuras voluptuosas, esencialmente deseables, es
toda clara piel desnuda, hirsutos vellos púbicos, muslos juntos en la oración
de deseo negado, un vaho perfumado se concentra como una ardiente niebla
lujuriosa en ese confín reservado de tu cuerpo, exhibes tu pudor desatado, verificas
oscuros instintos que aun sobreviven en tu profundidad carnal, confirmas tu
lascivo desacato, tus ansias invisibles de ser poseída mientras muerdes tus
labios para no lamerlos entreabiertos con tu lengua obscena y se echen a volar
tus lúbricos quejidos premonitorios de un orgasmo robado a tu inútil recato de
virgen encastillada. Mi boca socava esa línea que mis manos abrieron con largo,
lento e intenso deleite, mis manos que acariciaron la cálida tersura del
interior de esos muslos, que remontaron de norte a sur esa suavidad hasta
alcanzar la densa humedad atesorada en la confluencia abierta como una madura
rosa sexual, mis labios succionaron el breve y erguido capullo escondido, mi
lengua lamió y penetró, mi dedo hurgó surco y pétalos y rozó en pequeños
círculos el botón en su cárnica capucha, mi miembro surcó el cauce encharcado y
se hundió por debajo del piloso delta abriéndose paso en la rala espesura y una
miel espesa y lechosa arrebató de tus entrañas el fuego sagrado.