domingo, 23 de junio de 2013

PEQUEÑA LLUVIA


Hoy anuncian chubascos, el día es gris, silencioso como un papel en blanco, frío, porque siento tu cercanía muy nítida pero no el roce ardiente de tus manitos. Y me voy buscando esos ricos bechitos en mis tus labios de morocho sibarita, mamacita rica, que si te pillo te muerdo los tuyos míos hasta que te rindas y me dejes tocarte los pechos y de ahí no te suelto en toda la tarde esta de frío esperando que se nos venga la noche que vendrá porque siempre viene con mi lengua hurgando desesperada en la boca tuya mía intentando convencer a tu lengüita que me venga a hacer reiki pero tocando como mandan la buenas costumbres, eso. Entonces, para romper la tibieza y entres el calorcito p'al frío lo voy a hacer como ordenan las malas costumbres e iré ensalivando toito tu cuerpo de siempre diosa, afanando primero en tus senos de puntitas a valle, y luego iré dejando un sendero de caracol bajando por tu pancita hasta ir a enredarme helicoidal en el vórtice de tu ombliguito para esperar el nocturno embuido de ti en ese monasterio de ermitaño, y ya noche, bajo tus sábanas consumar los pensamientos pecaminosos bajando... bajando... bajando... férvido de ti, hasta consumar el rito, entrelazar nuestras piernas como dos hiedras ardientes, abrazarnos como náufragos al único objeto que nos salva, trabados, enredados, sumidos en uno en el otro, bajo las sábanas, escondidos como niños iniciándose en el pecado, y someterte (que hermoso verbo!), poseerte más allá de ti misma, urgir tu piel para que arda, se queme pegada a mi piel, abrir y hundir, restregar, socavar, dejar los deseos inmunes a la vergüenza y al pudor, morder, rasguñar, sobajear ebrio de suavidades el vértice interno de tus muslos, sorber tus pezones en un lentísimo ceremonial, palpar, acariciar, deslizar mis dedos ávidos por tu pubis rastreando... rastreando la incitante humedad de tu sexo... Hace mucho frío acá, pero pasé la noche abrigadito en ese mullido paraíso, me soñé ahí, entre esos dulces cojines edípicos, envuelto en sus mórbidas tibiezas, durmiendo acurrucado, indocumentado y feliz, lejos del este mundo ancho y ajeno, como un bebé que ha vuelto al fin al pecho materno, y así dormí como un príncipe en el tierno canalillo de mi mamacita soñándome en el sueño apegado a ti en cucharitas. Dormí entre ti, entre tus dulce carne pecadora, abrumado de tus piel, de tu perfume, de la densidad voluptuosa de tu cuerpo, entre tus pechos, entre tus muslos, alimentado por la íntima humedad de tus eróticos rincones florecí como un musgo desesperado que se apegaba a ti hundiendo sus raíces en la fértil tierra de tus instintos, mientras me susurraba al oído que la lluvia chiquita esa era mía.

No hay comentarios: