Me acercó a ti, mi amada
durmiente, desnudo y ya erecto, sin tocarte beso y huelo tu pelo, tu frente, la
puntita de tu nariz, rozo levemente tus labios, mi lengua los recorre casi sin
tocarlos y se va a jugar a tu orejita, y luego a la otra, beso tu mentón y
después sigo por tu cuello, suavemente, como si solo fuera un roce tenue pero
que el vaho de mi aliento ardiente convierte en una intensidad sensual, y mis
labios apenas tocan la base de tu cuello, huelo el Kenso medio besando medio
rozando la piel que se te eriza, y baja mi boca urdiendo una filigrana de
toques leves hacia tus pechos, llegan a la base tibia de esas colinas suaves,
aterciopeladas, de una blandura carnal y ansiosa, sigo hasta ese valle edípico
que bifurca tus pechos y se asoma entonces mi lengua por entre mis labios como
una pequeña llama de fuego húmedo, y hundiendo levemente la piel de uno de los
pechos ansiosos, inicia su ascensión sexual, a media altura mis labios se abren
y aprietan ese pecho, esa blandura tierna, y así, como si cada apretoncito
fuera un paso en la escalada voy subiendo hacia la cumbre anhelada, hago cumbre
con tierna actitud de vencedor excitado, mis labios buscan, y encuentran, el
erecto pezón que late subterráneo a la espera de sentir la boca victoriosa. En
el silencio de tu dormitorio solo se escucha un débil sonido de succión, suave
pero desesperada. De tu boca salen suaves quejidos de placer y de ansiedades
saciadas. Baja mi boca de esa primera colina de fuegos escondidos, y hurgando
nuevamente en el valle de la tibia bifurcación toma el rumbo del otro seno
anhelante, logro la altura del pezón sensible, el juego y el sonido de succión
se repiten en la penumbra, y también tus suaves quejidos que se confunden con
los míos cuando respiro entre succión y succión de tu pezón sensibilizado por mis
suaves mordiscos, y luego la humedad ardiente de mi boca y mis labios y mi
lengua descienden de esa colina carnal y en eróticos círculos va del valle de
tus pechos al tímido ombligo que ansioso espera su turno en este juego de
fantasías táctiles, mi lengua lo encuentra deseoso y se entretiene en el, como
un miembro viril que intenta penetrar a una virgen, tu gemidos aumentan y
aumenta la rigidez de mi lengua voraz, y de nuevo sale mi boca de esa trampa
tierna y surcando en un vaivén de humedad y fuego atravieso tu vientre, la piel
reconoce mis deseos y late y respira anhelante, mis labios encuentran los
vellos de tu pubis y los muerden dando tironcitos, pero siempre en el borde de
ese volcán que acecha un poco mas abajo, jugueteo con esos vellos olorosos, los
rozo muy levemente y tu vientre se levanta intentando atrapar mi boca en tu
sexo expectante, pero me escapo, huyo por entre ese voluptuoso matorral de
vellos, y perfumes íntimos y sensibles latidos, no me dejo atrapar por tu sexo
ardiente y apenas rozándolo con mi legua rígida sigo por tu pierna hacia abajo,
besuqueando, lamiendo, rozando con la nariz la huella mojada que deja mi
lengua, y llego a tu tobillo y subo por la parte interior de tu pierna, la mas
suave, la mas sensible, la mas erótica, y subiendo llego de nuevo a tu ingle, a
la cercanía volcánica de tu sexo que arde y respira y palpita como una tormenta
solar, pero solo lo rozo, otra vez, lo cruzo, apenas toco los vellos y tus
labios vaginales, doy un leve toque con la punta de mi lengua en la base carnal
de esa vulva embebida de sus propios jugos sexuales, apenas un roce casi
invisible y parto nuevamente hacia abajo por la otra pierna, repitiendo punto
por punto, sensación por sensación, los toques, los lamidos, los besuqueos que
recibió la otra, y de nuevo llego al tobillo y ahora subo, mas rápido, mas
intenso, por el suave lado interno de la pierna y me acerco triunfal y excitado
a tu pubis, asciendo hacia el, con mi lengua dura, empapada, caliente, como un
falo erguido que ataca, y tu sientes el vaho de mi aliento ardiendo en la piel
de tu entrepierna, y ya sientes el roce de mis labios en tus vellos púbicos, y
presientes la inevitable penetración de mi lengua en tu sexo desesperado y
comienzo el rito deseado desde hace tiempo, durante los mas ardientes
insomnios, en esas noches en que el lecho arde con mis propios fuegos, en que
mi cuerpo reacciona erectándose en la penumbra silenciosa y clandestina,
asumiendo que también tu lecho es una hoguera contenida y ansiosa, inicio el
rito de entrar con mi lengua en tu pubis entregado, rendido a la cercanía de mi
boca, de mis labios, de mi lengua erecta y dura como una verga anhelante. Mi
lengua repta por entre tus ensortijados vellos pubianos, mis labios aprietan
ese tejido oscuro de hebras sexuales, dan tironcitos lentos que te hacen
exclamar tenues quejidos de placer y ansiedad, y de pronto mi lengua llega al
surco húmedo y caliente, carnal y sensible, y que abierto espera el roce de mi
boca, de mis labios, de mi lengua, y mi nariz que se hunde en esa hendidura del
placer abriendo el camino a mi boca desesperada ya ante el sabor y el perfume
de hembra subyugada, mi lengua te penetra catando tus jugos sagrados, y
entonces arrastrado por una locura maravillosa, lamo, muerdo, aprieto,
succiono, penetro, escucho tus grititos y tus quejido y me enciendo mas y mas,
y lamo, muerdo, aprieto, succiono, penetro, siento mi miembro allá abajo
endurecido hasta el clímax, mis manos acuden a tu pubis como animales
hambrientos y abren, masajean, hunden, penetran, aprietan, y entre mis manos y
mi boca te llevamos a la exasperación, al limite del goce, tus gritos te
delatan, tus quejidos aumentan mi hoguera, una de mis manos baja hasta mi verga
erecta, endurecida, enrojecida y sensible, y apretándola comienza a moverse
rítmicamente en busca del placer onanista, mientras arriba, en medio de tu
pubis mi lengua juguetea con tu clítoris también erecto, endurecido, enrojecido
y sensible, lo punzan, lo circundan, lo lamen, hasta que mis labios lo atrapan
comienzan a mamarlo, a succionarlo, a chuparlo con delicada ambigüedad como si
fuera un pequeñito pene, te quejas excitada y excitándome, y mi mano abajo se
desenfrena logrando la deseada eyaculación y mi lengua se mueve enloquecida
hasta hacerte gritar tu orgasmo y yo grito mi clímax y siento tus jugos lúbricos en mi boca y mi
semen caliente en mi mano y todo se confunde en esa trama de placeres
compartidos y los cuerpos se estremecen en sexuales estertores, y cesan las
caricias, y ya nada se mueve y solo se adivinan dos cuerpos laxos en la suave y
extenuada penumbra. Mientras tu respiración intenta retomar su ritmo normal me
voy desvaneciendo, difuminando, apenas alcanzo a besar la puntita de tu nariz
cuando ya soy solo un breve reflejo en el cristal de la ventana. La noche de
afuera continúa sucediendo.
domingo, 9 de diciembre de 2012
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