Duro, erecto, sensible, rosado
capullo asomado sobre la tierna piel del prepucio, brillante la tensa y tersa
cabeza del glande. Falo prepotente, alto pene pene-trante, verga erguida y
rígida, lanza enhiesta, carne tiesa ansiosa de manuales caricias. La mano la
atrapa entre la palma suave y los dedos delicados y en sube y baja arrastra la
piel que arde dando goce similar al de una virginal vagina, sube y baja,
apretando, rozando, urgiendo, en el ritmo preciso que ese miembro viril
necesita, mientras susurros y quejidos musicalizan el rito solitario. Hay
roces, leves movimientos, breves e intensos espasmos y un gustito delicioso que
recorre el cuerpo embriagándolo del dulce vino que bebió Onán. Incesante la
mano propia aferrada al mástil soberbio del macho libidinoso sube y baja, corre
y descorre, cubre y descubre, ahogándolo en olas de gozo. Y es una hembra
solicita dócil doncella enamorada obediente meretriz insaciable, esclava
siempre atenta, la mano sobre la méntula. Sigue el acompasado juego los dedos
incrustados la palma encendida el vaivén desaforado, hasta que divinos
estertores entre gritos y rugidos abren el sello del volcán y salta la lava
incandescente en la sagrada eyaculación del semen. Es un chorro quemante denso
y lechoso que la mano ordeñando exprime voluptuosa, hasta que la ultima gota
cae consumando en plenitud el pecado. El destello sexual se desvanece en una
grata y sensual modorra, cuelga mustio el tallo saciado la fiel mano reposa
cansada y el macho exhausto suspira relajado, con los ojos cerrados.
martes, 4 de diciembre de 2012
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