sábado, 8 de diciembre de 2012

LA PERLA DE LA GATA

Tu perla amaneciendo gatita impúdica entre el verde/blanco y los brillantes metales es una perversa venganza de hembra, porque intocable en terrible distancia agrandan, endurecen, erectan, la carnal voluptuosidad del voyeur. Esa pálida perla gata lúdica, tan imponente, tan mullida, tan suave, de tierno pezón y tenues aureolas, urgen los deseos del macho solitario que en ardiente celo te busca ansioso en la maraña de deseos incontenibles. Entonces vino ese sueño; la impúdica desnudez de la reina abriéndose al desesperado anhelo del vasallo, y sobre el blanco seno mis labios te besaron lejanos, húmedos y ardientes, allí bebieron de la sal de fuego de tu piel y se hundieron en la sensualidad perversa de ese rosado botón inhiesto. Es esa perla desnuda gatita lúbrica el rastro persistente que huelo y sigo en desesperado celo nocturno como enviciado y jadeante semental. Me fustiga como un vaho hirviente la visión lubrica de tu mano sosteniendo esa dulce y grande perla cultivada. Calidez imaginada de tu piel blanca sobre su suave textura perfumada, perla encendida en la dulce erección del ansioso pezón. Palidez que me negabas coqueta o misteriosa como alada esfinge, palidez perturbadora de mis instintos que pulsan sus deseos en ti. Todo el pálido para tu seno suave, escondido en el nido delicado del brassiere, tibia paloma de sueño que tu mano anidan erótica y donde mis labios sucumben a la visión de su atrapada tibieza. Nada cubre esa paloma escapada, expuesta impúdica a la pasión de la caricia, y en ella arde como un  beso esa moneda solar del pezón que ya soñaron mis sueños. Y siento que poseo la sensación de delicada obscenidad mórbida, de blanda y suave carnal textura, de pecho que en su tibia densidad beso y mamo como un bebe hambriento de un hambre sensual y sediento de una sed sexual que me inunda en la plenitud de lo mas sagrado de ti. Y me muerdo los labios con la furia del imposible, con la perversión de mi boca abarcando todo el pezón, atragantado hasta el ahogo de esa ansiada cima protuberante. Fue así que mi mano fue tu mano, que en secreta insistencia sexual sobre el punzante volcán de ansias y ardores se hizo tensa caricia y urgencia, y la dura torre rendida a las ansias derramó su lava ardiente en el gozoso estertor del placer solitario; homenaje vertido por la reina en un fogoso e intimo rito del vasallo. 

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