Querida mía, mi amada y deseada
doncella, esclava y potranca, quizás no te guste esto que te escribo, sé que tu
pudor te impide disfrutar estos detalles, sé que guardas tus deseos contenidos
solo para nuestros momentos de intima pasión, esos instantes en que te entregas
a mis fantasías y yo te arrastro con mi oleaje de deseos, pero necesito decirte
lo que voy a decirte. Tengo acá ante mi vista la ultima fotografía que me
enviaste ayer en la tarde, y he mirado y mirado tus pechos llenos, he tocado
impúdico una y otra vez esa intensa suavidad de tu piel, he visto y estudiado
con voluptuoso detalle esa manchita o lunarcito que tienes en uno de tus senos
cerca del tierno valle donde sueño dormirme un día, he mirado y mirado y gozado tus pezones, su
rosado carnal, su protuberancia edípica, los he besado, lamido, los he apresado
entre mis labios, los he succionado como un bebe sediento de tu Amar, los he
pellizcado con mis dedos machos, he deslizado mis manos, mis dedos, mi boca,
mis labios, mi nariz, mi lengua húmeda por el territorio de tu escote, y ahí he
saboreado el sabor de tu piel, como si en ese surco de tibiezas se concentraran
todos los sabores y aromas de tu cuerpo, he encopado con mis manos tus senos
enteros para sopesar su sensualidad entera, para sentir su calor de hembra
madre, de amada amante, de potranca meretriz solo para mí, he recorrido con
besos toda la amplitud de tus pechos para guardar en mi memoria sexual el mapa
de toda la sexualidad que contienen, y mientras cumplía esta ceremonia de amor
y deseo, este rito lujurioso, mi miembro viril se iba erectando, lentamente,
como un animal salvaje que despierta a media noche con hambre de placer, con
sed de goce, y yo comencé a sobarlo por encima del pijama, suavemente al
principio, y más se endurecía intentando escapar de su afranelada cárcel, hasta
que lo logró, y entonces mi mano lo atrapó en su endurecida erección, e inicié
una lenta y apretada masturbación, siempre mirando y recorriendo tus tetas
amplias y mullidas, sentía que era tu mano la que me pajeaba, la que me hacia
estremecer de ese exquisito placer onanista, miraba tus pezones y mi pichula
latía exultante, briosa, dura, sensible, mi boca se abría para apresarlos y
chuparlos, y mi mano aceleraba el sube y
baja en la suave piel de mi pico, así duré un corto rato pues mi calentura era
máxima, hasta que sentí la rica sensación previa a la eyaculación y me puse de
pie y me pajié más y más rápido con mi vista clavada en tus tetas ricas y en un
paroxismo vehemente e instintivo eyaculé desaforado, gimiendo, nombrándote en
medio del clímax, los chijetes de semen caliente cayeron al piso, pero yo sentí
que se derramaban sobre tus senos ampulosos, escurrían bajando desde tus
pezones hacia tu entre senos, exprimí de mi pico hasta la ultima gota de esa
leche sexual, por instantes sentí tu lengua de esclava mía lamiendo la puntita
de mi verga, asesando aun volví a sentarme, respiré profundo tratando de calmar
el potro de mi corazón acelerado y comencé a escribirte esto que acabas de
leer. Te amo.
jueves, 6 de diciembre de 2012
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