Erecto ante la Mara semidesnuda,
la verga sensible a mis vocaciones y sobajeos, goce de voyeur atrapado en esa
boquita picuda, mamadora, sorbedora de lechadas y apretadora de glandes,
enredado en esos dientes que han mordido príapos y esa lengüita que ha lamido
vergas en deleites compartidos. Piel desnuda, suave, perfumada, amplia como un
territorio de paraísos carnales donde florecen goces y delicadas perversiones.
Hundiéndose en esos ojitos picarescos, coquetos, como achinaditos, que dicen en
susurros voluptuosos un “venquetecomo” o un “mirameygozame”. Miro, observo,
espío, voyereo, veo, contemplo esos pechos de erótica blandura, los percibo en
un tacto imaginario como si los levantara, los sopesara, los balanceara y
acariciara con mis manos edípicas, esos pezones de incitantes aureolas
coronados por esos duritos garbanzos que llaman a chupar, succionar, mamar como
macho/hijo a la hembra/madre en un tentador incesto pecador. Alcanzo a ver
asomando bajo la piel de leoparda impúdica una breve línea de su entrepiernas,
limite entre el muslo y el pubis, y ahí me quedo extasiado en esa tibieza. Su
pulsera es un rosario de glandes multirraciales, no hay duda, Mara es una
divinidad fálica.
lunes, 15 de abril de 2013
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