No importa tu
silencio ausencia ni tus celos furias ni tus soberbias orgullos, no importan
porque tú y yo habitamos un lugar ajeno a estas minucias intranquilas situado
al centro mismo de un Universo paralelo al de esas miserias de ególatras
insufribles. Y me quedo vagando por el vidrio de tu ventana desde el atardecer
hasta bien entrada la noche esperando a que te duermas, a que entres en esos
sueños de extensos desiertos sin mí, a que tu cuerpo laxo se repliegue hacia
adentro y deje de ser en esta realidad de infierno sin nos, entonces cruzo el
cristal disolviéndome en la penumbra de tu respiración rítmica y tranquila,
beso tu boca dormida con todos los besos del día, acaricio tu pelo con la
voluptuosa complicidad nocturna y dejo que mis manos inmateriales vaguen desde
bien entrada la noche hasta la desatada madrugada por tus pechos mórbidos, por
tus deliciosos pezones sensibles, por tu ombligo acurrucado en el centro de tu
carnalidad, por el suave territorio de tu espalda, por la convexidad
inquietante de tus nalgas y por la lisura tibia que escondes por dentro de tus
muslos, por el fuego latente de tu vientre y por la perversidad de tus vellos
púbicos, por el surco húmedo y tierno de tu sexo también dormido, por tus
piernas hasta tus pies allá en el sur de tu lecho, y sigo así repasando tu
geografía tendida sin solución de continuidad esperando el primer borboteo del
sol allá en tu oriente para volver a cruzar el cristal de tu ventana y
disolverme en la fría claridad del amanecer.
martes, 16 de julio de 2013
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