lunes, 29 de julio de 2013

BIALET MASSÉ


Sentí que te hacías la dormida por ciertos pequeños movimientos, algunos quejiditos quedos, suspiros contenidos, tus manos que buscaban como no queriendo, tus labios que de alguna manera muy sutil respondían a mis besos, tus piernotas que invitaban deslizándose levemente con sensualidad reprimida, y nos acurrucamos calladitos haciendo como que no somos para que los otros no nos sientan ni nos vean ni nos escuchen y nos comenzamos a besar desde ahorita mismo cruzando la tarde el crepúsculo la noche boca en boca lamiéndonos hasta los tuétanos ebrios de salivas ahogados de alientos quemantes mano en piel acariciándonos como posesos trabados urgidos desesperados untados en dulces sudores abusándonos manoseándonos sin escondernos de nadie con desparpajos hirientes a ojos vistas pero encerrados en la voraz burbuja del deseo sin amparo ni solución de continuidad como perros callejeros babeando incrustados en un sexo animal que se vierte hirviendo como un caldero que ha estado demasiado tiempo sobre las brasas y derrama las pulsiones, las fantasías, los instintos en blanco y negro, la comezón en el hueso sacro, la sensación de otra piel en la yema de los dedos, los labios adormecidos por los mordiscos, las palpitaciones en el pubis que se cimbran en el borde del dolor, el restriego de los cuerpos ciegos en sus lúbricas luces secretas, las frotaciones de las piernas en la trabazón de la búsqueda del acople final hasta morirnos de hambre encerrados días y días  comiéndonos el uno al otro en una antropofagia salvaje, diurna y nocturna, bebiéndonos a puros lamidos y succiones en una penumbra continua e irracional, como caracoles en primavera, como perros de la calle, como lombrices desesperadas escondidas del sol y de la luna, como dos náufragos felices que esperan que nunca los rescaten.

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