Dormían las rosas azules en el
buró soñando mis ardientes susurros en tu oído y yo soñaba con ese pezón
erguido, esperando que mis labios lo besen, lo succionen con mi boca de bebé
hambriento. Quietas las rosas en su azul misterioso veían mis ojos atrapados en
la visión cargada de eróticas reminiscencias de un imaginario ayer incestuoso
de ese pezón, de esos tiernos vellos que dibujaban en su intimidad la secreta
conexión que tú y yo seguimos construyendo palabra a palabra, imagen a imagen. Escondido
entre los pétalos azules de las rosas atrapadas en el cristal están mis deseos
de beber de ti el goce edípico hasta la eyaculación que queme tu vientre, tus
senos, tu pubis y tus muslos, que escurra por tu piel escribiendo con las
lascivas letras del deseo el texto del clímax desatado. Cinco rosas azules como
los dedos de mi mano que acaricia ese seno pálido y carnal estremeciendo tu
cuerpo con el morbo de sensaciones perdidas, de tactos y roces profanos, del
ardor de la cópula que va más allá de la pene-tración y del acto. Azules las
rosas inmóviles y azules tus uñas de hembra mía, decorada una con la escarcha
brillante que reluce como un cúmulo pequeños diamantes capturados por la
tibieza dulce de tu pecho obsceno, en su lujuria amamantante, en su blandura
blanda, suave, mórbida. Imagina que te envié esas rozas azules para seducirte
aun desde el desierto del olvido, imagina mi boca en ese pezón abarcando su
aureola, sorbiendo, imagina mi mano en ese seno grande y mullido, sopesando en
el tu calor de hembra que me llega embebido del perfume de esas rosas, azules.
lunes, 30 de septiembre de 2013
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