El texto que pudo ser.
Estás en los giros del vaporoso y
sensual torbellino, tu vientre oscilando en un frenesí de velos, de agitados
tules, de brillantes pedrerías, tu cuerpo cimbreándose en su semidesnudez
excitante, el breve cuenco de tu ombligo atrapando mis ojos sedientos en sus
circulares incitaciones. Allí eres un remolino de piel y transparencias, sedas
al viento, gasas impúdicas que develan tus muslos níveos e iridiscencias que
dejan ver el canalillo entre tus mórbidos pechos plenos, sacerdotisa y odalisca
bailas extraviada en el coqueteo girante de ese baile mágico de lejanos oasis,
arenas y palmas perdidas en tórridos desiertos. Hay una música profana que surge
vehemente de los crótalos, del laúd y del tambor de copa, y que te deja ebria
de la carnalidad de esa danza elemental, sin desplazamientos, solo movimientos de
tu vientre y tus caderas, allí eres una velada exhibicionista encendiendo la
hoguera de la sexualidad desatada. Tu danza es un vuelo libidinoso que se eleva
y se precipita como una colorida mariposa aleteando revoloteando en el éxtasis
de un orgiástico orgasmo, atrapada en el vórtice de una espiral incesante. Glamorosa
hembra te exhibes danzando el nocturno baile a la luna, con tu vientre
descubierto sola bailarina sola girando en esa danza oriental que esconde en
sus ondulaciones un bello misterio, y tú, bailarina girante, no eres sino la
encarnación de este misterio. Quieta, final, asesando, tus senos como palomas
cansadas, tu vientre latiendo con los sagrados ritmos de una saciada lujuria
distinta, vas esparciéndose ese inquietante olorcito a sudor mezclado con
perfume y densos fluidos vaginales, de la música solo permanece el silencio de
su eco turbulento, todo iluminado por los ardientes deseos del macho vagando
por las mil y una noches.
1 comentario:
Las mil y una noche, solo es un sueño libidinoso, tu, caballero andante.
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