“Au milieu de l’hiver, j’ai découvert en moi un invincible été.” ―
Albert Camus
Vago por tu cuerpo buscando la
olorosa humedad que se esconde entre tus piernas, en su conjunción de flor
carnal y breve pozo de los deseos, me enredo en la oscura selva de tus vellos
púbicos, surco tus ingles como un caracol extraviado, abarco tu ombligo
bordeándolo cual copa de vino, mis manos vagan por la combas delicias de tus
glúteos, me sumerjo en tu vulva ebrio de sus destilaciones, mis dedos concurren
delicados por los pétalos y el sensible botón indómito. Por donde te abres, por
donde te agitas y sucumbes a las lujurias y a los íntimos ardores, por la curva
de tus caderas o el peso mórbidos de tus pechos, por las tersuras invocantes de
tus muslos, de tus nalgas, de tu vientre lascivo, de tu boca hambrienta y de
tus senos turbulentos. Penetro lento, sibarítico, continuo, me entro, me
introduzco, me hundo en tu hondura con voluptuoso sigilo penetrante para que me
absorbas, me diluyas, me agregues, me succiones a los abismos del goce supremo,
estremecidos, coagulados, trabados, encajados como un octópodo acesante y
sudoroso que late en un susurrante vaivén subterráneo. Me vierto denso y
caliente, me sorbes ceñida y urgente, ayuntados, sobreviviendo a las horas del
deseo, al momentáneo destierro que nos esconde y nos niega, bebemos el elixir
de la consumación, florecemos en un éxtasis que nos rompe en minuciosos
fragmentos y nos dispersa laxos como un cálido vapor dilatado. Exploro así tu
desnudez impúdica con la solemnidad de un mísero y feliz inmortal porque en medio del invierno, descubrí en mí un
invencible verano.
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