Iría a despertarte
a besitos tiernos y leves como mariposas inquietas, hundiría mis manos con
sutil dulzura en el negro torrente de tu pelo, te miraría durmiendo hasta
dibujar en mi memoria tu rostro tranquilo, tu cuerpo en reposo, me acurrucaría
calladito a tu lado para respirar tu aroma de mujer dormida, para entibiarme a
tu lado con tu calor sereno y maternal esperando que salgas del sueño para
besarte como un potro feliz de encontrar a su potranca. Y me deslumbran las
joyas de tus uñas que guardan la suave caricia de tus dedos surcando los
viriles paisajes de mi piel ansiosa de ti, hambrienta de tu roce, sedienta de
tu boca demarcando los territorios donde reinas, me voy estremeciendo de tu
cercanía presintiendo ya nuestros labios embebidos de amor deseo, al ídolo siempre
insaciado en la humedad y dulce insistencia de tu nido, a mi boca bebiendo de
tus tetes como un bebé enternecido en la mullida convexidad de tus palomas, a
mis labios de macho niño atrapando tus delicados vellos púbicos en un juego
alborozado de macho adulto, y me deslizo por tu cuerpo adherido como un rocío
que escurre en su hirviente agua sexual. Y hay un río donde convergen todas la
fantasías de mi piel en tu piel como un tatuaje donde danzan en sus fuegos
inconsumidos los vertiginosos habitantes del templo de Kajuharo, un río de
eróticos afluentes termales en que te bañas desnuda bajo la luz de la luna que
ilumina la palidez de tu cuerpo vestido con la obscena mirada del fauno potro
macho escondido entre los arbusto de la distancia y el desasosiego. Un río de
torrentosas aguas salvajes donde los instintos se vierten como densos líquidos
seminales o espesos brebajes vúlvicos que se desbordan inundando los bosques y
las ciénagas donde medran insoportables ansiedades carnales. Todo tiende a ti,
a tus cálidos laberintos y a tus voluptuosos abismos, todo desemboca en tus
manglares de épicos celos e indulgentes desconfianzas, todo se dirige a tu
lecho, a tu perfume, a tus ojos. Entro en el traspaso vehemente de la mañana de
tu rito sagrado al pleno día soleado y aun sigo embobado en tus imagos gozando
y mirando cada detalle intimo y mío, y en esas tus secretas imágenes encuentro
el agua necesaria en este árido desierto donde habito, tu me estimulas, me das
vida y goce, me incitas y me excitas, y mantienes encendido el pebetero de mis
ardientes deseos de ti. Amén.
miércoles, 27 de marzo de 2013
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