miércoles, 13 de marzo de 2013

HOMENAJE A MARA

Mara, la imposible virtual. La conozco solo por muchas fotografías de su cuerpo desnudo, por esas deliciosas imágenes sé que es una mujer madura, elegante, alta y de cuerpo más bien llenito, macizo, y de maneras distinguidas, por lo poco que se ve de su rostro la asumo como algo seria, adusta, distante como corresponde a una dama, envuelta en el vaho incitante de un caro perfume, la piel de un rosado pálido muy suave y cuidada, con esa tersura casi resplandeciente de la madurez bien llevada. Cuando vi por primera vez esas fotografías supe de inmediato que merecían el homenaje de una dedicada masturbación. Era cosa de esperar la adecuada ocasión. Está llego ayer en el atardecer pues quedé solo en la casa. De esas fotografías elegí seis, de cuerpo entero y semidesnuda; dos de Mara recostada con sostén y calzones blancos, con un collar de grandes cuentas rojo oscuro y aros del mismo color, y cuatro de Mara recostada con sus hermosas tetas al aire, sus pezones rosados expuestos a la miradas libidinosas. Preferí esas fotos porque me imaginé espiándola por la puerta entreabierta y Mara sin saber que la espiaba estaba como esperando a alguien… Con aquellas fotografías en la pantalla del computador, comencé mirarlas una a una, buscando cada detalle en la piel y el cuerpo de Mara y dejando correr mi imaginación libremente. Ahí estaba Mara semidesnuda sobre su cama y yo la espiaba, fui sintiendo como mi verga iniciaba lentamente una rica erección bajo la ropa. Entonces me bajé los pantalones y el slip. Mi verga estaba ya erecta, sentado cómodamente inicié la deliciosa masturbación sin dejara de mirar esas piernas gorditas, ese culo ampuloso, esas tetas maduras dulcemente caídas con sus pezoncito ricos, rosados, impúdicamente carnales, estaba tan excitado que debí frenarme un par de veces para no eyacular tan pronto y prolongar el placer al máximo. Estuve así largo rato, sintiendo el roce de mi mano en mi verga y a la vez mi dura verga en mi mano, a la señorona exhibicionista que me mostraba sin querer su cuerpo rico! Por momentos no imagine ninguna escena sexual, simplemente gocé y gocé del placer puramente físico de la masturbación por esa puta madura y suculenta Puedo imaginar, ver!, perfectamente esas manos bien cuidadas de bordes de uñas blancos tomando el miembro endurecido de mi amigo, ver esa boca picuda mamándolo, succionándolo con hambre de meretriz desaforada. Seguí repasando las imágenes de Mara, una a una, buscando más de esos detalles voluptuosos. Con mi vista recorría una y otra vez el collar de bolitas rojo oscuro, el sostén blanco o suave rosado, el calzón edípico de suave rosado, la cadenita de oro con el pequeño colgante, los aro de esferas rojas y una perla, el vislumbre de las correitas negras de sus tacones, su tetamenta desnuda, sus pezones rosáceos, sus muslos anchos, su estomago y sus caderas con esos rollitos desvergonzados, veo o imagino ver unos rubios vellos púbicos  que se asomen en el vértice de su entrepiernas. Al principio me pajeaba muy suave y despacio, y mi nivel de excitación aumentaba al igual que el de mi verga, luego comienzo a pajearme muy intensamente y no puedo evitar unos gemidos de placer y de gusto. Me salen instintivamente gemidos de placer, pienso en lo que me encantaría tocarle y chuparle las tetas, esas tetas grandes y blandas de exquisita madurez. De pronto sentí como ya me venían las ganas de eyacular, pero me refrené un poco, mientras con mi mano izquierda sostenía mis testículos y los acariciaba imaginando su mano, con la mano derecha que es la mas experta, frotaba de arriba abajo mi falo que de un momento a otro alcanzaría el clímax, después de unos minutos mi miembro estaba a punto de explotar. Al final llegue al clímax de manera incontrolable, brotó un chorro de liquido blanco lechoso y tibio, denso y viscoso, y detrás del primer chorro, otro y otro más, los chijetes de semen cayeron piso, mientras gozaba ese instante me di el lujo de dar unos grititos en medio de la casa, luego me tiré hacia atrás sobre el sillón y que quedé placidamente quieto, relajado y feliz, agradeciendo a Mara su exhibicionismo impúdico y a su esposo por abrirme la puerta a sus lujuriosas intimidades.


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