La noche entra cabalgando al
galope por la tarde, el atardecer te trae en el perfume de las rosas que
comienzan a dormirse, la penumbra se esparce por los follajes y los rincones,
cierro los ojos para cercarte atrapada en la telaraña del insomnio y te beso en
el borde mismo de la noche, presintiendo la riada de tus aguas hirvientes que
vienen a mover las lentas aspas de mi erótico molino macho. El nocturno es
invadido por tu presencia. Todo sucede en una dimensión distinta a lo
cotidiano, en otro tiempo y otro espacio, y lo que vivimos la noche anterior
esta ahí palpitando aun en nuestros cuerpos, en mi boca persiste tu dulce sabor
de hembra mía y tu libidinoso cántaro debe sentir todavía los lamidos de mi
lengua cada vez que caminas, tenemos aun muchas noches para nosotros, y las
iremos hilando una a una con la paciencia y persistencia de los enamorados, de
los locos, de los pervertidos, de los inmortales. Dormiremos y de seguro nos
encontraremos en el sueño, y será en un parque en otoño, hacia el atardecer,
una suave garúa difuminará los prados y los árboles, estaremos de pie,
abrazados bajo un paraguas negro, besándonos, susurrándonos ternuras de
adolescentes, sintiendo la cercanía y la grata soledad compartida. Y nos
amaremos poseídos de una locura sublime y densa como los caracoles de jardín
cuando copulan entre las flores, sin leyes que rijan los instintos ni limites
que quiebren los deseos, embebidos de esas babas y espumas, con esos cuerpos
húmedos retorciéndose, esa gelatinosa desnudez impura, ese desparpajo natural,
esos sexos lechosos, esa dualidad sexual de ser hembras y machos a la vez,
activos y pasivos, gozando del sexo en todo su esplendor y goce. Sientes mi
virilidad endurecida, yo tus senos punzando, nuestras piernas se entrelazan buscando
la imposible pene/tración, comienzan los roces púbicos, tres manos (una sujeta
el paraguas) acarician los cuerpo con impudicia, hurgando bajo las ropas,
buscando un vértice y una columna, buscando pechos, pezones, las lenguas se
enredan jugosas, los labios mojados se abren para abarcar toda la otra boca,
hay salivas, quejidos, frotamientos lúbricos, mordiscos, un dedo viril se hunde
en la humedad sexual, una mano aferra una rigidez carnal, hay susurros,
desesperaciones, estremecimientos, un intenso orgasmo, una deliciosa
eyaculación oculta mientras la llovizna voyerista sonríe suavemente,
arreciando. Eso en el sueño donde voy poseyendo como en vuelo de libélulas pero
a la vez sobre las piedras mojadas por la llovizna, en la nocturnidad de un
parque, bajo un paraguas.
viernes, 8 de marzo de 2013
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