viernes, 8 de marzo de 2013

PARAISO ONIRICO

La noche entra cabalgando al galope por la tarde, el atardecer te trae en el perfume de las rosas que comienzan a dormirse, la penumbra se esparce por los follajes y los rincones, cierro los ojos para cercarte atrapada en la telaraña del insomnio y te beso en el borde mismo de la noche, presintiendo la riada de tus aguas hirvientes que vienen a mover las lentas aspas de mi erótico molino macho. El nocturno es invadido por tu presencia. Todo sucede en una dimensión distinta a lo cotidiano, en otro tiempo y otro espacio, y lo que vivimos la noche anterior esta ahí palpitando aun en nuestros cuerpos, en mi boca persiste tu dulce sabor de hembra mía y tu libidinoso cántaro debe sentir todavía los lamidos de mi lengua cada vez que caminas, tenemos aun muchas noches para nosotros, y las iremos hilando una a una con la paciencia y persistencia de los enamorados, de los locos, de los pervertidos, de los inmortales. Dormiremos y de seguro nos encontraremos en el sueño, y será en un parque en otoño, hacia el atardecer, una suave garúa difuminará los prados y los árboles, estaremos de pie, abrazados bajo un paraguas negro, besándonos, susurrándonos ternuras de adolescentes, sintiendo la cercanía y la grata soledad compartida. Y nos amaremos poseídos de una locura sublime y densa como los caracoles de jardín cuando copulan entre las flores, sin leyes que rijan los instintos ni limites que quiebren los deseos, embebidos de esas babas y espumas, con esos cuerpos húmedos retorciéndose, esa gelatinosa desnudez impura, ese desparpajo natural, esos sexos lechosos, esa dualidad sexual de ser hembras y machos a la vez, activos y pasivos, gozando del sexo en todo su esplendor y goce. Sientes mi virilidad endurecida, yo tus senos punzando, nuestras piernas se entrelazan buscando la imposible pene/tración, comienzan los roces púbicos, tres manos (una sujeta el paraguas) acarician los cuerpo con impudicia, hurgando bajo las ropas, buscando un vértice y una columna, buscando pechos, pezones, las lenguas se enredan jugosas, los labios mojados se abren para abarcar toda la otra boca, hay salivas, quejidos, frotamientos lúbricos, mordiscos, un dedo viril se hunde en la humedad sexual, una mano aferra una rigidez carnal, hay susurros, desesperaciones, estremecimientos, un intenso orgasmo, una deliciosa eyaculación oculta mientras la llovizna voyerista sonríe suavemente, arreciando. Eso en el sueño donde voy poseyendo como en vuelo de libélulas pero a la vez sobre las piedras mojadas por la llovizna, en la nocturnidad de un parque, bajo un paraguas.

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