martes, 19 de marzo de 2013

EN TI Y POR TI



Llegué muy tarde anoche y recién hoy en la mañana vi mi correo, y ahí estaba tu paloma intensa y desnuda, como una pálida y dulce luna quieta en su tibieza, y ahí en ella ese tete coronandola con su delicado y tenue rosado carnal. Vi tu pecho amplio y rotundo, vi tu pezón deliciosamente edípico, vi tu piel iluminada como surgiendo entre los dos pétalos oscuros de tu bata, y sentí la intensa proximidad de ti, pude oler el aroma secreto de tu piel, pude alcanzar el roce de tu desnudes vertida para mi, pude escuchar tu respiración casi junto a mi oído, y pude besar ese seno con besitos chiquitos, lamerlo con suave fruición, saborear el fino licor de tu tierna transpiración, y pude tocar con la puntita de mi lengua ansiosa ese pezón exultante, sentir su intima protuberancia, la plenitud voluptuosa y sensible de su aureola, pude mamara, chupar, succionar, como un bebé hambriento ese breve circulo con su botón enternecido. Y lentamente mi miembro se fue despertando, erectando, creciendo en su virilidad anhelante, y mi mano lo tocó impúdico, y lo atrapó en su dureza de macho, y comenzó el rito onanista, y mi ojos acariciaban y recorrían cada pedacito de tu pecho y su pezón, como buscando más y más de tu cuerpo para consumarnos en el Amar salvaje de los deseos contenidos hasta el borde del dolor. Sin vergüenza porque no me mirabas, me deje arrastrar por le esencia erótica de tu imagen, y vino el fuego de la hoguera donde ardemos en las noches soñándonos, y mi mano fue tu mano y vino el goce desesperado de la eyaculación que escurrió como lava quemante por la duna acesante de tu seno y su pezón. Y fui feliz ahí apegadito contra tu cuerpo como si hubieras estado aquí. Así la mañana te trajo a mi lado, y alcancé a escuchar tus suspiros y quejidos de tu propio goce mientras yo me iba hundiendo en el sopor del éxtasis de la carne y el alma, embriagado de poseerte, de ser tu macho y tú mi hembra. Y vuelvo a tu pecho y su pezón, y ahora con ternura de niño los acarició y los beso, y percibo en su redondez y su turgencia la entrega, la seducción, el deleite de tu sentir sabiendo que yo acá iré a rendirte el tributo masturbatorio en el altar de tu nombre amado y deseado.

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