Se apagan las luces del tenebroso
corredor y sigilosamente entro en tu celda, ya estas acostada fingiendo dormir,
en la penumbra de luz de luna distingo tu silueta bajo la sabana, veo tus
hombros mórbidos y los delgados breteles de la camisola, me desnudo y
lentamente me recuesto a tu lado, estas de lado así que me apego a ti en
cucharita, siento el calor de tu cuerpo, huelo el perfume que genera en tu
cercanía un delicado ámbito de dulce sensualidad, escucho tu respiración
agitada por la ansiedad, me quedo unos momentos muy quieto disfrutando tu
tibieza que traspasa la delgada seda y invade mi desnudez con una dulzura de
rosa en estío, me apego más hacía ti y paso un brazo bajo tu cuerpo y el otro
por encima hasta alcanzar tus pechos y los encopo con ternura sintiendo en la
palma de mi mano la breve protuberancia de tus pezones, siento en mi ingle la
sexual combadura de tus nalgas y no puedo evitar que mi virilidad despierte y
se acomode con deseos contenidos en ese surco tibio y carnal, acerco mis labios
a tu oreja y te voy recitando casi en un murmullo uno a uno los Veinte poemas
de Neruda; Cuerpo de mujer, blancas
colinas, muslos blancos… En su llama mortal la luz te envuelve… Ah vastedad de
pinos, rumor de olas quebrándose… Es la mañana llena de tempestad… Para que tú
me oigas… Te recuerdo como eras en el último otoño… Inclinado en las tardes
tiro mis tristes redes… Abeja blanca zumbas -ebria de miel en mi alma… Ebrio de
trementina y largos besos… Hemos perdido aún este crepúsculo…, intentas
volverte hacia mí pero lo impido reteniéndote con mis brazos y deposito un beso
largo y húmedo en tu cuello, te aquietas suspirando y continúo; Casi fuera del cielo ancla entre dos
montañas… Para mi corazón basta tu pecho… He ido marcando con cruces de fuego…
Juegas todos los días con la luz del universo… Me gustas cuando callas porque
estás como ausente… En mi cielo al crepúsculo eres como una nube… Pensando,
enredando sombras en la profunda soledad… Aquí te amo… Niña morena y ágil, el
sol que hace las frutas… Puedo escribir los versos más tristes esta noche…, mis
manos bajan por tu cuerpo hasta tu vientre, siento tus vellos bajo la camisola
y sigo hasta alcanzar la suavidad del interior de tus muslos, acaricio tu piel
con tímida persistencia, un mordido quejido se vuela de tu boca dejando un eco
tenue y encendido en la semi oscuridad del claustro, mi manos suben y se
introducen bajo la seda hasta el vértice y vórtice de mis ansias, percibo su
olorosa humedad, toco esa carne palpitante, su relente dulce y denso, los dejo
ahí hurgando con la delicadeza de orfebre, te estremeces, una de tus manos
busca hacía atrás mi miembro endurecido, lo encuentra, lo aferra, la aprieta,
mi pecho se funde con tu espalda con una sudoración que ha aparecido
misteriosamente entre nosotros como un rocío de amor, envuelto en ese ámbito de
tensa sexualidad te voy murmurando calladito La Canción desesperada; Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy…,
mientras nuestras manos siguen en ese juego onanista buscando los recovecos mas
ocultos del goce, la madrugada ha iniciado sus destellos, lo barrotes de la
única ventanita de tu celda ya se dibujan contra el cielo de un azul grisáceo y
pálido, alcanzo a balbucear el ultimo verso; Es la hora de partir. Oh abandonado., cuando se escuchan los gritos
de los guardias despertando a las reclusas, me levanto rápidamente y me visto,
la champaña sin descorchar y el chocolate aun envuelto permanecen intocados en
la mesita, te miro y veo que sigues en el lecho quieta, fingiendo dormir tal
como te encontré, me parece que sollozas suavemente, te beso en la frente con toda
la ternura posible y me escabullo por el tenebroso corredor.
sábado, 2 de marzo de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario