Para Κασσάνδρα
Por las congeladas mañanas, los albos
atardeceres y las gélidas noches perseguiré por los cubiertos caminos la
esencia de tu perfume, tus huellas de mujer deseada, tu silueta recortada en la
sábana de la fría grama dormida, la persistencia de tu sabor de hembra
excitante, de lejana y cercana amante cómplice y complaciente, incondicional de
exquisitas perversiones y románticas
instancias. Arropada en tu lecho vuelas en tus sueños a los calurosos
veranos de tu exuberante juventud, a los años felices en el humedal de tu voluptuosa
madurez, a esa cálida sensualidad que sentías en tu piel cuando en el bochorno
de las tardes el agua fría escurría por entre tus palomas, por tu vientre, por
tu nido enjugándolo de frescura. En el blanco e impoluto paisaje nevado, urgentes
tus delicados pezones se erectan sensibilizados por la lujuria dormida en el
silencio de la nevada nocturna. Mientras caen los copos con lenta persistencia la
medianoche enciende su fuego en tu cuerpo bajo la intensidad del deseo y te
imagino en medio de las ventiscas, soberana de tus tiempos y de tus ansias, dueña
absoluta de tus estremecimientos carnales. Ahí en la nieve, en medio de su
helada albura florece la rosa encendida que esconde la tibieza de tu pubis,
sostenida en su flagrancia por los ardores de tus deseos derriten los mínimos
cristales hexagonales como los deshielos que vendrán cuando vuelva la primavera.
Me sumerjo entre tus senos buscando el calor en medio de tu invierno, me
deslizo por tu ardimiento de aguas tibias ebrio de tus aromas hasta alcanzar
los húmedos pétalos de esa preciosa rosa que florece nival y caliente entre tus
piernas.
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