miércoles, 10 de febrero de 2016

LA ROSA NIVAL


Para Κασσάνδρα

Por las congeladas mañanas, los albos atardeceres y las gélidas noches perseguiré por los cubiertos caminos la esencia de tu perfume, tus huellas de mujer deseada, tu silueta recortada en la sábana de la fría grama dormida, la persistencia de tu sabor de hembra excitante, de lejana y cercana amante cómplice y complaciente, incondicional de exquisitas perversiones y románticas  instancias. Arropada en tu lecho vuelas en tus sueños a los calurosos veranos de tu exuberante juventud, a los años felices en el humedal de tu voluptuosa madurez, a esa cálida sensualidad que sentías en tu piel cuando en el bochorno de las tardes el agua fría escurría por entre tus palomas, por tu vientre, por tu nido enjugándolo de frescura. En el blanco e impoluto paisaje nevado, urgentes tus delicados pezones se erectan sensibilizados por la lujuria dormida en el silencio de la nevada nocturna. Mientras caen los copos con lenta persistencia la medianoche enciende su fuego en tu cuerpo bajo la intensidad del deseo y te imagino en medio de las ventiscas, soberana de tus tiempos y de tus ansias, dueña absoluta de tus estremecimientos carnales. Ahí en la nieve, en medio de su helada albura florece la rosa encendida que esconde la tibieza de tu pubis, sostenida en su flagrancia por los ardores de tus deseos derriten los mínimos cristales hexagonales como los deshielos que vendrán cuando vuelva la primavera. Me sumerjo entre tus senos buscando el calor en medio de tu invierno, me deslizo por tu ardimiento de aguas tibias ebrio de tus aromas hasta alcanzar los húmedos pétalos de esa preciosa rosa que florece nival y caliente entre tus piernas.


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