Y ahí nos vamos (i), tal como nos soñé
tantas veces rígido por las noches sin luna, tú relajada y placentera con tus
ojitos cerrados soñando que te hacías la dormida, y yo como un sátiro salvaje y
desatado afanando en tu cuerpo con los desparpajos del macho que se sueña
consentido y libre para consumar en la hembra de sus deseos sus delicadas
perversiones y sus intensas lujurias. Ahí adentro en tu profundo, desde el
borde del corazón insomne que palpita enamorado hasta ahí afuera de mis
pulsiones, en el tenso y rosado extremo punzante que palpita hambriento. Estrujé
tu cuerpo con las lascivas y lúbricas vehemencias del fauno desesperado que te
persigue escondido en los rincones del atardecer, lo cubrí con el mío como un
macho cabrío para romperte los muros de tus inciertas vagancias por tus prohibidas
latitudes sexuales. Besé lamí penetré tu carnalidad florecida húmeda abierta,
deshojada y ansiosa, vertida en lecho desnuda, receptiva anhelante, por socavar
integra y profunda, y devinieron los éxtasis latiendo hacia adentro de tus
entrañas y derramándose desde mí denso profundo. Atardeció luna sobre tus rosas
y fuimos a soñarnos porque tenía sueño de ti y quería dormir en tu perfume
suspirando agradecido por la amorosa esperanza de nuestros encuentros en las
vidas sucesivas. Tú generas el deseo de escribir, musa inalcanzable, y no
temas, porque nunca te alcanzaran los años de la dorada vejez porque mi memoria
te guarda incrustada e inmune al tiempo en los cristales de la oscuras
lujurias, entre besos atrevidos y el sublime color de las dalias. Sé que un
día, no importa en que vida, me cobrarás uno a uno estos verbos, por eso otras
veces te sueño a mi lado, tierna y asexuada susurrándome bajito al oído: Dame
un beso. Tan solo dame un beso —no pido más, apenas poca cosa— que inunde de
rocío la oculta rosa interna que desmaya de embeleso (ii).
(i) “Si Nos
Dejan”, bolero de José Alfredo Jiménez
(ii) “Beso”, soneto de Blanca Barojiana
No hay comentarios:
Publicar un comentario