« Je sers
à te chauffer seulement. »
Niega que te gusta exhibir tus piernas tus
muslos tus pies tus ingles y tus vellos púbicos ante los lejanos ojos del
vicioso fauno que te acosa con tímido desparpajo mañanero, ese perverso
voyerista que te incita y provoca a romper tus pactos de musa romántica y
desatar los nudos que retienen y coartan tu sexualidad escondida. Niega que te
excita mostrarte hembra y semidesnuda de una manera misteriosa que no respeta
tus pudores inclementes y tu recatos de esfinge impalpable, que imaginas mi
mano onanista rindiendo culto a tu piel en el rito ancestral del macho solo. Niega
que en el bochornoso calor de las mañanas, en esa humedad encerrada en tu densa
altura solitaria, en la sensualidad de las sábanas rozando tu desnudez, te
estremeces en el presentimiento de mi fálica excitación, en su ardiente
vertiente que se derrama y escurre sobre tus piernas tus muslos tus pies tus
ingles y tus vellos púbicos dejando eróticas cicatrices de la quemazón y del
delirio. Niega que miras el cómplice espejo y lo piensas avergonzada pero sin
atreverte a los impúdicos reflejos, a mostrarte más allá de lo que te permites,
a volcar en el azogue tu lujuria atada a los antiguos remilgos y que yo te vea
entera desnuda y me hunda en un éxtasis insoportable aunque sea negada siempre
la amapola perturbadora que late nocturna en su hambre carnal allí abierta en
tu pubis. Niega que este desvergonzado juego te encanta, te inquieta, te
estimula, te deja respirando agitada, nerdioza [sic] por el pecado
cometido, pero sigues como yo enviciada en su goce primitivo y perturbador.
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