lunes, 1 de febrero de 2016

QUIETO PAISAJE CON PELITOS


«Je tolère heureusement bien la chaleur » La Comtesse.

La serena claridad que se refleja en las blancas paredes llenas de luz mañanera, el atrapasueños cargado de tus sueños secretos, el edredón de pálidas y tenues florcitas, los nítidos colores que exaltan lo erótico, el oscuro rojo intenso de la mullida toalla, una tela verde claro, maderas y flores y frascos, la puerta del baño entreabierta, adentro el espejo, acá el negro sillón vibratorio, quietos objetos que rodean inmóviles la palidez de tus piel en su inquietante desnudez. La mórbida largura de tus piernas se inicia en la mata oscura de tus vellos púbicos, sigue por el voluptuoso surco cerrado que las separa, y remata allá en medio camino al horizonte en los sensuales rubíes de la uñas pintadas de tus pies. Tus muslos, tus rodillas, la curva deliciosa de la pantorrilla, los pies cruzados, los contornos nítidos del triángulo carnal que forman como una marmórea escultura inconclusa. Las manchitas lunares esparcidas en la carne trémula, la excitación y la lujuria, el recuerdo de las manos sobando con sexual ternura tus turgencias y los labios allí donde las bocas hambrientas de ensalivados besos culminaron el largo acecho, el aroma de la champa de pelitos que persevera en la memoria olfativa y los sabores que esconde que persisten indelebles en los íntimos resquicios de los goces vividos en ti. Pero todo, los ojos, el deseo, las ansias, la excitación, converge confluye desemboca en ese tríptico lascivo, en el borde inferior de las imágenes, en el primer plano cercano, donde asoma tímida e impúdica la mata incitante de tus ricos pendejitos. Agradecido.


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