Y si confiamos en que tu soledad
y la mía se encuentren en los sueños como siempre?, que locuras viviríamos no?,
te imaginás pebeta linda?, vagando abrazados por las tanguerías buscando los
canyengues, bebiendo una caña en cada mesón, ir por las callecitas esas, viste,
fumando abrazados, riéndonos de los notarios y de las enfermeras, con una
musiquita de Piazzolla corriendo delante de nosotros como luciérnagas doradas
iluminando las veredas, besándonos como náufragos en las esquinas oscuras,
haciendo el amor de caracoles en los parques casi amanecidos, tomando un café
negro bien dulce enfrente al lugar donde vivía Borges, y después ir a ver el
amanecer descangayado allá por el mirador del puerto de Olivos, imagináte, que
si no lo hacés no te sueño a la noche, y vos sabes que si no te sueño dejás de
existir y te convertís en recuerdo, en florcita seca o en agua sin beber, así
que pensálo bien. Aunque igual, a pesar
de tu silencio de prófuga inconstante te buscaré por los parques
oscurecidos, detrás de las estatuas, en las sombras de la luna y en los arcos
de enredaderas, vos sabrás pebeta si te encuentro porque sentirás un tumulto en
tu corazoncito y seré yo. Porque sigo hipnotizado por tu ojos de gata maula,
tres veces maldita, y no seas soberbia pebeta, tenés a lo menos dos deliciosos
argumentos muy validos para mantener encendido mis deseos, viste, dos pálidas y
mullidas dunas coronadas por dos tiernos y edípicos botoncitos, además, siempre
acecho tu cuerpo, siempre lo busco ávido de su tibieza para beberla con deleite
de sátiro como un elixir de perdidas sensaciones. Has de saber que anoche
anduve vagando solo por un sueño largo como una vía de tren, habían pájaros y
demonios, habían piedras negras desperdigadas por un desierto inacabable, había
un pequeño cáliz y una estatua de mármol que se derretía con el sol del medio
día, vagué toda la noche buscando tus huellas, algún vestigio que me dijera
hacia donde iba tu rumbo, algún objeto que hubieras tocado para reconocer la
tibieza de tu mano, y nada, ni un solo intersticio por donde alcanzar a tocarte.
Solo al comenzar a aclarar el día oí primero tu suspiro y después sentí el vaho
de tu aliento en mi cuello quemando las resecas leñas de mis instintos y
amanecí soñándonos en el lecho de siempre, amanecí laxo, saciado, con pedacitos
de tu perfume aun pegado en mi piel indefensa. Entonces desperté otra vez, como
siempre, buscándote. Eso.
viernes, 22 de febrero de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario