sábado, 14 de julio de 2012

DE TU PALIDA PALOMA

En un sensual fulgor inesperado vi tu piel desnuda y turgente, y reviví los deseos ardientes de tantos quemantes sueños. Y vi y gocé en tu seno pleno de su pálida piel encendida y bebieron mis ojos la intensidad de su erótica y clara cumbre,  círculo mágico que me encienden con el fuego en su deliciosa cercanía. Y me hundí en mis propias sensaciones en ese fruto carnal de tu seno, excitado de ese borde de  tu piel entre el publico bronceado y la intima palidez y tu deseado botón, e imaginé mis manos acariciándolo, mi boca besándolo suavemente, mi lengua lamiendo su cúspide, y tomé voluptuoso tu edípico pecho lleno y acerqué a mí su tierno capullo y sediento lo apreté con mis labios para saciarme incontenible en su esplendida voluptuosidad. Eso y más viví, reviví e imaginé durante la visión de tu pecho soñado y de su sonrosado círculo solar. Tu pecho, paloma sigilosa, enardecida en su nido palpitante, me perturba, me provoca, me inquieta, me socava, me erosiona, me rompe en fragmentos incendiados y arrastra turbulento hacia su convexo abismo, tibio, pálido, blando y voluminoso, mi boca húmeda desesperada de besos. Mis labios sedientos de la tersura infiel de su pálida blandura se deslizan hundidos y hambrientos en su altiva la curvatura turgente. Ahora, desde mis escombros de macho solo acecho el incesante palomar de tus pechos como un tigre herido en el ámbito furioso de la jungla impenetrable de tu cuerpo. Nada ahora separa tu piel de mis deseos, tus pechos de mi boca y sus deliciosos pezones de mis ojos ávidos. Nada me oculta la suavidad de tus amplios senos tibios, suaves y mullidos en su descaro como las dunas de un sueño. Nada impide ahora que bese, acaricie y succione en mi imaginación perversa, esos rosados botones erectos, y en ellos me sacié hasta clímax. Más abajo de tu risa y tus ojos, tu hermoso seno me enciende y en el desparpajo de su desnudez regala soberbio a mis deseos su rosado y delicado pezón. De pronto todo se borra, tu risa, tus ojos, tu nariz coqueta, tu pelo ensortijado, tus labios y tu boca, y solo veo tu rico pezón, esa carnal y tibia moneda que compra todos mis ojos, y tu pecho lleno como mórbido volcán, y solo sé que en edípico rito lo besaría, lo mordería, lo succionaría, lo acariciaría, hundiría mi rostro en el hasta verterme y fluir (en denso néctar) en una voluptuosa, plácida, intensa, sensual, lasciva y solitaria eyaculación.

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