En un sensual fulgor inesperado
vi tu piel desnuda y turgente, y reviví los deseos ardientes de tantos
quemantes sueños. Y vi y gocé en tu seno pleno de su pálida piel encendida y
bebieron mis ojos la intensidad de su erótica y clara cumbre, círculo mágico que me encienden con el fuego
en su deliciosa cercanía. Y me hundí en mis propias sensaciones en ese fruto
carnal de tu seno, excitado de ese borde de
tu piel entre el publico bronceado y la intima palidez y tu deseado botón,
e imaginé mis manos acariciándolo, mi boca besándolo suavemente, mi lengua
lamiendo su cúspide, y tomé voluptuoso tu edípico pecho lleno y acerqué a mí su
tierno capullo y sediento lo apreté con mis labios para saciarme incontenible
en su esplendida voluptuosidad. Eso y más viví, reviví e imaginé durante la
visión de tu pecho soñado y de su sonrosado círculo solar. Tu pecho, paloma
sigilosa, enardecida en su nido palpitante, me perturba, me provoca, me
inquieta, me socava, me erosiona, me rompe en fragmentos incendiados y arrastra
turbulento hacia su convexo abismo, tibio, pálido, blando y voluminoso, mi boca
húmeda desesperada de besos. Mis labios sedientos de la tersura infiel de su
pálida blandura se deslizan hundidos y hambrientos en su altiva la curvatura
turgente. Ahora, desde mis escombros de macho solo acecho el incesante palomar
de tus pechos como un tigre herido en el ámbito furioso de la jungla
impenetrable de tu cuerpo. Nada ahora separa tu piel de mis deseos, tus pechos
de mi boca y sus deliciosos pezones de mis ojos ávidos. Nada me oculta la
suavidad de tus amplios senos tibios, suaves y mullidos en su descaro como las
dunas de un sueño. Nada impide ahora que bese, acaricie y succione en mi
imaginación perversa, esos rosados botones erectos, y en ellos me sacié hasta
clímax. Más abajo de tu risa y tus ojos, tu hermoso seno me enciende y en el
desparpajo de su desnudez regala soberbio a mis deseos su rosado y delicado
pezón. De pronto todo se borra, tu risa, tus ojos, tu nariz coqueta, tu pelo
ensortijado, tus labios y tu boca, y solo veo tu rico pezón, esa carnal y tibia
moneda que compra todos mis ojos, y tu pecho lleno como mórbido volcán, y solo
sé que en edípico rito lo besaría, lo mordería, lo succionaría, lo acariciaría,
hundiría mi rostro en el hasta verterme y fluir (en denso néctar) en una
voluptuosa, plácida, intensa, sensual, lasciva y solitaria eyaculación.
sábado, 14 de julio de 2012
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