Pour la
Comtesse sept fois reflétée
Son los mismos espejos verticales,
partiendo el delicioso exhibicionismo de tus imágenes, dividiendo tus arcaicos
impudores, fragmentando tus recatos de esfinge capturada, espejos repitiendo
tus excitantes muslos pálidos, tus suaves piernas que mis manos pervertidas
conocen palmo a palmo en su tibia incitación y en su lisura sexual, el negro y
corto pantaloncillo del pijama, suelto y cómodo negando tu vientre y tu pubis,
ocultando con deliberada crueldad tus ansiados
vellos púbicos. Tú ahí de pie sobre las grandes flores de la bajada de cama,
sentada sobre en el inútil negro vibrón cubierto con el mullido chal burdeos o
recostada sobre las cuadriculas de los felinos, apenas mostrando el ombliguito
como un punto central de la carnalidad de tu estomago, esa pequeña oquedad que mi lengua hurgó en la harturas del deseo
camino a tu vulva. Todo es piernas, muslos, rodillas, pies, codos, las
manchitas aquí y allá en tus mórbidos muslos, los rollitos de las rodillas, la
perturbadora presencia de esos pies que no alcance a lamer, a chupar dedito a
dedito, los close-up de tu pancita y tu piernas enteras de muslos a pies y los
siempre egoístas sedosos negros del pantaloncillo y de la camisola. Siete veces
reiterada para el goce de mis ojos mirones, siete incitaciones al onanismo
vicioso, siete mensajes de la exhibicionista amateur al voyerista profesional, siete
provocaciones al lamido, al manoseo, a la lenta y caliente ensalivación, siete
visiones del palacio de las exultantes columnas marmóreas, siete quietas imagos
como siete pecados de convocación a la lujuria a distancia, siete pecaminosas
intenciones de lúbrica seducción.
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